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lunes, 31 de diciembre de 2018

¡Feliz y santo 2019!





Texto original en latín

Te Deum laudamus:
te Dominum confitemur.
Te aeternum Patrem,
omnis terra veneratur.

Tibi omnes angeli,
tibi caeli et universae potestates:
tibi cherubim et seraphim,
incessabili voce proclamant:

Sanctus, Sanctus, Sanctus
Dominus Deus Sabaoth.
Pleni sunt caeli et terra
maiestatis gloriae tuae.

Te gloriosus Apostolorum chorus,
te prophetarum laudabilis numerus,
te martyrum candidatus laudat exercitus.

Te per orbem terrarum
sancta confitetur Ecclesia,
Patrem immensae maiestatis;
venerandum tuum verum et unicum Filium;
Sanctum quoque Paraclitum Spiritum.

Tu rex gloriae, Christe.
Tu Patris sempiternus es Filius.
Tu, ad liberandum suscepturus hominem,
non horruisti Virginis uterum.

Tu, devicto mortis aculeo,
aperuisti credentibus regna caelorum.
Tu ad dexteram Dei sedes,
in gloria Patris.

Iudex crederis esse venturus.

Te ergo quaesumus, tuis famulis subveni,
quos pretioso sanguine redemisti.
Aeterna fac
cum sanctis tuis in gloria numerari.

Salvum fac populum tuum, Domine,
et benedic hereditati tuae.
Et rege eos,
et extolle illos usque in aeternum.

Per singulos dies benedicimus te;
et laudamus nomen tuum in saeculum,
et in saeculum saeculi.

Dignare, Domine, die isto
sine peccato nos custodire.
Miserere nostri, Domine,
miserere nostri.

Fiat misericordia tua, Domine, super nos,
quem ad modum speravimus in te.
In te, Domine, speravi:
non confundar in aeternum.

_____________________________________________



¡MIL GRACIAS A TODOS NUESTROS LECTORES.

DIOS LOS BENDIGA Y FELIZ 2019!


sábado, 29 de diciembre de 2018

Sobre el bello y olvidado arte de la argumentación


Hoy no sabemos cómo argumentar y hay que decirlo así, con sencillez pero con valentía. No sabemos argumentar, nadie nos ha enseñado cómo exponer o defender argumentadamente una idea, una tesis, una opinión, una postura, etc. En el bachillerato el tema prácticamente ni siquiera se menciona. Y los intentos de algunos docentes por reforzar “lectura crítica” en sus estudiantes no llenan ese vacío a cabalidad. En la Universidad debería hacerse un poco más, pero no. Muchos universitarios salen de los claustros de su ‘alma mater’ con la capacidad argumentativa tan intacta como cuando ingresaron.

¿Cuáles son los resultados de tal estado de cosas? Varios y todos relacionados con la erosión de la capacidad de diálogo y sano debate. A nivel familiar vemos que se ha instalado en muchos hogares una incapacidad crónica para hablar los problemas. Se recurre preferentemente a la discusión irracional en donde el grito, la amenaza e incluso la agresión física están omnipresentes y hacen imposible arribar serenamente a acuerdos que promuevan la paz y la concordia familiar.

De un ámbito familiar así golpeado se pasa, por parte de los hijos, a un ambiente escolar igualmente debilitado. Y es que en efecto los colegios actualmente son sede de conflictos que llegan muchas veces inclusive hasta hechos tan lamentables como el ocurrido hace poco en una población de Santander en donde un estudiante causó la muerte de uno de sus compañeros y dejó herido de gravedad a otro. La intolerancia que se evidencia en sucesos tan lamentables es resultado de una incapacidad radical para solucionar diferencias por medio del diálogo racional y razonado. Ante la ausencia de diálogo constructivo se procede a utilizar las distintas formas de violencia como sucedáneo espurio.

Por parte de los padres o de los adultos en general, de un ámbito familiar trastornado por la ausencia de habilidades sociales básicas de diálogo y argumentación razonada, se pasa a ambientes laborales y sociales igualmente golpeados por dicha falencia. Y de eso nos informan diariamente los noticieros nacionales e internacionales. La decadencia de la vida social y política es cada día mayor porque no existen ya habilidades para oír la argumentación ajena, tratar de entenderla, proceder a refutarla razonadamente si fuere el caso, exponer el propio punto de vista con argumentos, ser claro para hacerse entender, etc. Y desde muchos puntos de vista dicha decadencia parece imparable. La violencia irracional gana terreno cuando desaparece la habilidad para hablar.

De ahí que sea de la mayor importancia revivir ese antiguo arte de la argumentación, de la exposición argumentada de las ideas o tesis que acogemos como informadoras de nuestra cosmovisión y de nuestro estilo de vida. Y decimos antiguo porque verdaderamente los antiguos, nuestros mayores, fueron unos maestros en la argumentación y nos dejaron en sus escritos enseñanzas valiosísimas sobre cómo adquirir y perfeccionar poco a poco esa habilidad. De manera particular urge recuperar las enseñanzas de los medievales acerca de este asunto. Ellos, incluso en ocasiones hasta el exceso, perfeccionaron esa herramienta y supieron usarla con una maestría que aún hoy nos asombra.

Nos es particularmente cercano y caro el gran Tomás de Aquino, como es de sobra sabido por los visitantes de este blog. Es muy interesante ver cómo Tomás en sus escritos siempre antes de exponer argumentadamente sus tesis, hacía una recopilación de las tesis contrarias junto con sus respectivos argumentos. Procedía luego a hacer la defensa de sus tesis y después regresaba al inicio y respondía una por una las opiniones contrarias. Y no se crea que las opiniones contrarias las exponía en forma débil para luego refutarlas con facilidad, no, todo lo contrario, Tomás presentaba con tal fuerza y honestidad las tesis contrarias a las suyas que sus mismos contradictores quedaban asombrados de que muchas veces Tomás daba mejores argumentos que ellos mismos para defender dichas ideas. Armado de semejante honestidad intelectual procedía Tomás en todos sus escritos y por eso su obra es una escuela fascinante de pensamiento.

Esa aparentemente sencilla costumbre de Tomás suponía un enorme esfuerzo por comprender hasta en sus más mínimos detalles el pensamiento del oponente; un enorme esfuerzo por penetrar cabalmente en el pensamiento del otro hasta poder asimilar la estructura de su razonamiento, el fundamento de su postura y el armazón de su visión de las cosas. Solo después de haber comprendido bien la posición contraria procedía Tomás a refutarla con toda claridad y contundencia.

¡Qué lejos estamos hoy de todo eso! Las redes sociales, los acaloramientos electorales, las polarizaciones políticas, los radicalismos irracionales de todo cuño, tienen al borde de la extinción el bello arte de la argumentación, porque se ha entronizado el apasionamiento ciego como guía del diálogo público. Nadie quiere escuchar y todos quieren ser escuchados. Nadie quiere entender. Nadie oye. Nadie se esfuerza por analizar la postura del otro. Nadie ofrece otra cosa que no sean ataques y agresiones personales, afirmaciones gratuitas o etiquetas facilistas. Muchas “discusiones” (que debieran ser escenario de argumentación razonada) se zanjan con un simple “nazi”, “comunista”, “fanático”, “fascista”, “retrógrado” y en Colombia con los tristemente célebres “paraco” o “guerrillero”. Con una etiqueta, que se pretende sea peyorativa, se evita el esfuerzo juicioso por comprender la postura del otro y tratar de usar la razón argumentativa para ver, como hacían los medievales, de dicha postura qué se debe rechazar, qué se debe aceptar y qué se debe distinguir para discernir  mejor. Siempre insultar y descalificar será más fácil que argumentar y analizar.

Las redes sociales son un caso típico. Con la facilidad de expresión que permiten y la velocidad con que se difunde lo que allí se comparte, se han convertido en escenarios que entorpecen la serena discusión de ideas. Allí todo es extremadamente superficial, no hay espacio para la argumentación razonada. Allí gana el que invente con más rapidez el insulto más eficaz o elabore la ironía más hiriente. La razón brilla por su ausencia y es el reino de las afirmaciones gratuitas y los ataques personales.

Las afirmaciones gratuitas son una epidemia hoy. Todos afirman o niegan, sin preocuparse ni lo más mínimo por defender con razones y argumentos dichas afirmaciones o negaciones. Entre más contundente sea la afirmación o entre más radical sea la negación se sienten más satisfechos consigo mismos y consideran más “sólida” su postura. Es el radicalismo vacío puesto en el sitial de honor. El radical es el que afirma o niega sin presentar razones, solo por el gusto onanista de oír su propia voz retumbar.

Los antiguos decían que aquél que realiza una afirmación, sea que afirme o niegue algo, carga sobre sí el deber de probar dicha afirmación. Los latinos hablaban del “onus probandi” o carga de la prueba para referirse a ello. Era para ellos inimaginable ir por ahí diciendo cosas sin sustentarlas en pruebas, en razones, en argumentos. En otro adagio latino decían que “affirmanti incumbit probatio”, al que afirma algo le corresponde probarlo, no cabe afirmación gratuita.

(Dicho sea de paso resulta lamentable la desaparición del latín de la formación de las nuevas generaciones. El latín es un idioma austero y preciso que obliga a clarificar la idea que se quiere poner por escrito, antes de escribirla. No es un idioma cuya estructura se preste para elucubraciones equívocas o voluntariamente engañosas. Tristemente hoy el latín sobrevive en ambientes muy reducidos, como los juristas por ejemplo, que recurren en ocasiones a algunos adagios latinos en la redacción de sus escritos, pero nada más).

Comenzar por no afirmar nada sin argumentarlo sería un buen inicio para retomar esa sana costumbre de intercambiar tesis de forma racional. El beneficio se vería a largo plazo en la transformación de los patrones de interacción social. Quizá pudiéramos por ese camino recuperar un poco del terreno que ha ocupado la violencia verbal y física.  

Lo dramático del asunto es que la tarea se antoja autodidacta. Al no contar en las instituciones de “educación” formal con iniciativas encaminadas a la recuperación de habilidades argumentativas, se impone la necesidad de que cada uno trate por su cuenta de formarse lo mejor posible. Hay muchos textos que pueden servir para tal propósito. Pero más que textos lo importante es que se genere un auténtico interés, porque de nada serviría el mejor libro al respecto si no existen las ganas de llevar adelante lo que allí se pudiera aprender. Y el interés quizá podría nacer al analizar los beneficios que se obtendrían a nivel personal y social con el cultivo del noble arte de la argumentación razonada o del diálogo argumentativo.


(Para los interesados en iniciar ese camino les hago las siguientes precisiones:   

Al final de esta entrada pondré un link a un escrito corto del profesor Néstor Martínez, filósofo tomista uruguayo, quien ha compendiado allí de forma magistral las normas básicas para argumentar correctamente.

Si buscan otros textos sepan que encontrarán en términos generales tres tipos de libros sobre lógica: libros de lógica FORMAL, libros de lógica SIMBÓLICA y libros de lógica INFORMAL. Los libros de lógica formal e informal son los más útiles en la práctica. La lógica formal se ocupa en resumen de las tres operaciones básicas de la inteligencia que son la simple aprehensión de ideas, el juicio y la argumentación. Fue estudiada desde antiguo por Aristóteles y perfeccionada por los medievales. Recomiendo mucho iniciar por ella puesto que allí se establecen las bases de todo pensamiento sólido. Luego está la lógica informal que es una rama relativamente nueva de la lógica y que se ocupa del análisis de las formas más comunes de argumentación y debate que se usan en la vida diaria, los medios de comunicación, las campañas políticas, etc. Está llena de observaciones útiles para la comunicación cotidiana. Y finalmente la lógica simbólica, que es un área de estudio en el que se une la lógica junto con la notación matemática y el resultado es la representación por medio de signos lingüísticos de las proposiciones simples o compuestas que componen los discursos comunicativos. Es utilizada en ramas especializadas de la matemática y en realidad no es de ninguna utilidad en la vida diaria.

Insisto en que lo óptimo es comenzar por la lógica aristotélica, ya que ella analiza con gran rigor las tres operaciones básicas de la inteligencia humana. Que por ser básicas están a la raíz de todo el trabajo intelectual, desde una conversación cotidiana hasta la redacción de un trabajo académico riguroso. Conviene asimismo complementar esta lógica con el estudio de la informal, por su utilidad pragmática en los distintos ámbitos comunicativos existentes hoy en día).


LINK: 

http://itinerariummentis1.blogspot.com/2012/01/sobre-el-modo-correcto-de-argumentar.html



Leonardo Rodríguez Velasco.




domingo, 23 de diciembre de 2018

Navidad. Entre el consumismo y la "fe" light

Hoy 23 de diciembre del año del Señor de 2018 nos alistamos para una nueva Navidad (“nativĭtas, -ātis”, que traduce “nacimiento”), es decir, para celebrar una vez más el nacimiento de Jesucristo en la ciudad de Belén, hace ya 2018 años (más o menos). Mucha agua ha corrido bajo el puente desde entonces y lo que hoy se ve por estos días es lamentable.

El consumismo es un fenómeno multifacético y multicausal, pero para análisis hiperdetallados están los sociólogos. Bástenos aquí señalar algunos elementos haciendo uso del mero sentido común.

Para decirlo claro: cuando falta vida interior nos atosigamos de vida exterior, ni más ni menos.

Una vida interior sana, cultivada, plena, activa y consciente, es el mejor antídoto contra ese mal que aqueja a muchos y que consiste en buscar afuera aquello de lo que se carece adentro. Eso es el consumismo, una falsa solución para un problema bastante real.

Y lo paradójico es que este consumismo viene a aparecer con toda su fuerza justo en una época del año que debería caracterizarse por un espíritu de profunda, no, profundísima sencillez y humildad. Porque el Dios hecho hombre elige nacer en un establo, rodeado de su madre, la Santísima Virgen, su padre putativo, san José y quizá algún buey. 

Bossuet, ese gran orador francés, decía refiriéndose al nacimiento de Cristo en esas circunstancias: 

¡VEN AQUÍ, ORGULLO HUMANO, Y MUERE!

Navidad debería ser una época para "matar" un poco el orgullo humano, o mejor dicho, ese vacío que el hombre adora cuando se adora a sí mismo.

Y acontece todo lo contrario por estos días.

¡Vayamos a un centro comercial para convencernos de lo que decimos! La masa se apiña en ellos como esperando que las flamantes bolsas con que salen de los locales, llenas de cosas que seguramente no necesitan, pero eso sí, de cosas nuevas y a la moda, les colmen ese vacío interior y esa necesidad de felicidad que no encuentran de otra forma.

Se nos dirá que no todos los consumidores por estas fechas lo hacen presa de ese vacío que venimos señalando. Concedemos que puede ser así, y deseamos que así sea. Pero es cierto que lo dicho describe la realidad de muchos, de cada vez más. Es como si asistir al ritual de los centros comerciales, comprar algo, caminar junto a personas que también están allí comprando, nos convenciera de que las cosas en el fondo no están tan mal como algunos nos quieren hacer creer. Que quizá esos negros nubarrones que algunos profetas de infortunios anuncian como inminentes, no lo son tanto y que finalmente aún es posible construir un paraíso aquí en la tierra. Ese es el espejismo que ofrece el consumismo.

Y mientras así se afanan los hijos de Eva en búsqueda de la "felicidad", un humilde niño profetizado desde antiguo por boda de profetas y santos, llamado Emmanuel en las Escrituras, nombre que significa 'Dios con nosotros', sigue naciendo en el establo para enseñarnos muchas cosas, entre ellas, el valor de la sencillez y de la humildad.

Quiera Dios concedernos un poquito de dichas virtudes, no solo por esta época, sino para nuestra vida en todos los ámbitos de nuestro desempeño: familiar, laboral, social, etc. 

Y quiera el pequeño de Belén bendecir a todos los lectores de este blog y regalarles la más hermosa Navidad y el más bendecido año nuevo.

¡Feliz Navidad!


Leonardo Rodríguez


miércoles, 12 de diciembre de 2018

Una pretendida "superioridad"


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Es muy frecuente, lamentablemente, encontrarse uno con esa actitud tan chocante de algunos que se imaginan que por ser "ateos" son, de alguna manera y por alguna extraña razón, automáticamente superiores, sobre todo en términos de inteligencia. En otras palabras, muchos creen que ser ateos les otorga una altura “intelectual” muy por encima de los demás, pobres mortales creyentes.

Lo anterior lo traslucen en sus conversaciones, en el tono con el que abordan todo lo relacionado con Dios, así como en las continuas burlas hacia quienes tienen fe. Que haya alguien inteligente (según lo que ellos entienden por inteligencia) y creyente al mismo tiempo les parece un imposible; de allí sacan la conclusión de que si es creyente no es inteligente y viceversa. Esto lo apoyan, entre otras cosas, citando nombres de científicos de renombre que han manifestado su increencia, supuestamente apoyada en “los avances de la ciencia”.

Estos olvidan, en la embriaguez de su aparente triunfo, que así como hay hombres de ciencia de mucha fama que han manifestado públicamente no creer en Dios, igualmente hay hombres de ciencia con los mismos títulos e igual renombre, que sin ningún problema hablan de su fe en Dios no viendo en ello ninguna contradicción con su labor científica. Sea de ello que se quiera lo cierto es que usar como argumento, de un lado o del otro, un listado de personas inteligentes en algún campo de la ciencia, no es en realidad un buen argumento, como pudiera parecer a primera vista.

En efecto, resulta natural asumir que lo que una persona que consideramos poseedora de conocimientos evidentes y reconocidos dice tener por cierto, debe ser cierto seguramente, ya que quien lo dice es inteligente. Pero esa es una forma incorrecta de razonar por varios motivos, entre otros por los siguientes:

- Por muy inteligente que sea, puede estar equivocado.

- Siendo especialista en un área del saber, sus afirmaciones serán de consideración en dicha área. No por ser buen astrónomo es un teólogo o filósofo idóneo.

- Es posible que al expresar sus opiniones lo haga movido más por sus motivaciones personales que por sus conocimientos específicos.

Etc.


Por lo anterior no consideramos una buena argumentación, en pro o en contra de la existencia de Dios, esas largas listas de nombres de científicos o filósofos, que abundan en cierta literatura, con las que se pretende decidir una cuestión tan trascendental.

Los argumentos a favor y en contra de la existencia de Dios deben ser sopesados en sí mismos, y no por la fama de quién los enuncia.

¿Por qué cree el ateo que serlo lo hace más inteligente?

Creemos que es debido a esa idea falta tan difundida según la cual la religión y la ciencia son incompatibles, de manera que donde está la una no puede coherentemente estar la otra. Y puestos a escoger entre fe y ciencia, el moderno se queda con la ciencia que le promete mediante la técnica el paraíso en la tierra sin hacerle a cambio exigencias morales de ningún tipo. Algo así como tener que escoger entre hacer un préstamo en un banco que te cobra intereses o hacerlo en uno que no solo no te cobra intereses sino que te da todo el tiempo que quieras para pagar, incluso puedes no pagar si no quieres. Evidentemente la decisión no es difícil.

El hombre moderno escoge la ciencia porque ésta llena su vida de innegables comodidades que facilitan todo, desde el transporte, hasta las comunicaciones y la vida de hogar, pasando por la industria del entretenimiento, entre muchas otras. Además esta masa de comodidades viene sin ninguna exigencia moral, es decir, no hay que ser mejor persona para tener el último celular, ni hay que serle fiel a la esposa para acceder a Internet. Se recibe mucho y no hay que dar nada a cambio, salvo dinero evidentemente. Pero ese es un detalle que parece no importar mucho, ya que con tal de gozar de todo ello, sin compromiso moral alguno a cambio, ningún dinero parece excesivo.

Y entonces ve uno, sobre todo por estas épocas decembrinas, una marea interminable de gente entrando y saliendo de los centros comerciales, felices de ir a gastar allí su dinero, bajo la promesa de un paraíso tecnológico-consumista-hedonista, donde el compromiso ético-moral del individuo brilla por su ausencia.

Es así que la religión sale perdiendo. Ella no promete el paraíso aquí, sino más allá, y a cambio de dicho paraíso exige un compromiso total y radical del individuo con la construcción de su personalidad moral. Una lucha diaria por el mejoramiento personal.

De esa incompatibilidad aparente entre ciencia y fe, sacan muchos la consecuencia de que lo verdaderamente “inteligente” es decantarse irrestrictamente por el “bando” de la ciencia, que promete tantos beneficios, sin pedir casi nada a cambio.

Que aún hayan personas de fe le parece al moderno un escándalo, un error fruto de la ignorancia y el fanatismo ciego de algunos. El reino de la fe les parece una antigualla propia de otras épocas, una pieza de museo que poco a poco desaparecerá para dar paso ya finalmente al reino del progreso tecnológico y “humanista” indefinido.

En ese orden de ideas el ateo se considera a la vanguardia de ese movimiento de progreso, de ese triunfo inevitable de la inteligencia, de la ciencia. Y mira a su vecino creyente como poco más que un estorbo en la realización de ese futuro deseado.

Es por eso que pocas cosas desconciertan tanto al moderno como un católico instruido, un católico formado, un católico consciente de su compromiso de conocer, vivir y profundizar en su fe. Y si dicho católico tiene además madera para estudios filosóficos y asume con altura el debate académico, puede el moderno llegar a ver tambalear enteramente su edificio ideológico, pues la figura de un creyente inteligente no cuadra en su universo, le produce asombro y estupor.

La pretendida superioridad intelectual de que se jactan, no es más que el resultado de su vanidad inflada por la ignorancia de aquello en lo que consiste verdaderamente ser inteligente.


Leonardo R.


martes, 11 de diciembre de 2018

El alma NO está en el cerebro

Hace algunos días, mientras hurgaba curioso entre los libros que una buena amiga mía tiene en la biblioteca de su oficina, vine a dar con el ejemplar que aparece en la foto de la derecha, titulado falazmente "El alma está en el cerebro", escrito por el conocido divulgador científico español Eduardo Punset, célebre no solo por su escritos sino ante todo por haber dirigido y presentado durante dieciocho años el programa REDES, dedicado al tratamiento de temas relacionados con la astronomía, la biología, la psicología, entre muchos otros, a lo largo de más de 600 programas emitidos. 

Quien esto escribe ha disfrutado muchos de los capítulos de REDES, aún disponibles en Internet, pues en ellos se abordaban, en compañía de especialistas invitados de cada área, asuntos apasionantes sobre los más recientes descubrimientos científicos, aludiendo a sus implicancias para la vida corriente de los individuos y las sociedades. Punset, el presentador, tenía la habilidad para presentar temas aparentemente muy técnicos o muy académicos, en un lenguaje tan sencillo que era inevitable engancharse pronto con sus explicaciones y con las conversaciones amenas que tenía con sus invitados.

Adelanto que no he leído completo el libro en cuestión, El alma está en el cerebro, sino solo algunos apartes casi al azar, y ello tiene su explicación: con tan solo ojear algunas de sus páginas es fácil comprender que es un texto comprometido con la idea falsa de que el cerebro es el instrumento con el que "pensamos".

A propósito de dicha idea falsa ya he escrito en otras ocasiones, de manera que aquí solo me referiré a algunos aspectos del asunto que llaman fuertemente la atención.

Los medievales tenían una costumbre muy sana y sobre todo muy útil, y consistía en que cada vez que se disponían a tratar un tema definían antes los términos que iban a utilizar. De manera que si, por ejemplo, querían hablar acerca del amor, se preocupaban antes de definir con toda precisión (a veces llevando al extremo ese deseo de pureza conceptual), qué entendían por "amor". Con ello buscaban la máxima claridad en lo que después iban a afirmar acerca del amor cuando hablaran del amor a Dios, del amor a los familiares, del amor a la patria, etcétera.

Si alguien deseaba entrar al debate debía aclarar antes si los términos los entendía en el mismo sentido o si acaso daba algún significado distinto al vocablo. Ya que disputar sobre un tema, entendiendo los términos del debate en forma diversa, solo podría dar como resultado una real pérdida de tiempo, sumado a confusión de los oyentes.

Jaime Balmes, el egregio escritor español del siglo XIX, en uno de sus escritos pone a propósito de lo que llevamos dicho aquí, el ejemplo de dos que debaten sobre la igualdad, pero cometiendo el error de partir ambos de conceptos distintos. Sucede entonces que todo lo que en aquél "debate" se dice resulta completamente equívoco y no lleva a ninguna parte, puesto que en el fondo, a pesar de usar la misma palabra, están los dos hablando de cosas distintas.

Pero ¿por qué estoy diciendo estas cosas si iba a hablar era del libro de Punset, que no he leído?

Pues resulta que, a juzgar por el título y algunas páginas al azar, Punset allí pretende hablar del alma y del cerebro, como conceptos centrales, pero mucho nos tememos que, aunque quizá logró ciertamente hablar acerca del cerebro, no pudo verdaderamente hablar del alma, por lo menos si entendemos por alma lo mismo que Aristóteles y santo Tomás de Aquino entendieron por tal.

Y este es un error dramáticamente común en la actualidad y desde hace ya un buen tiempo. A partir de Descartes, más o menos, se distorsionó por completo el concepto de alma. Para el pensador francés el alma era una realidad completamente diversa a la materia. El alma, en Descartes, venía a ser una "cosa" dentro del cuerpo, más específicamente en la glándula pineal. Y, de alguna manera que Descartes no aclara, dirige y controla al cuerpo. Una cosa dentro de otra cosa, dirigiéndola. 

De ahí en adelante el alma fue vista como un maquinista oculto dentro del cuerpo que, vaya uno a saber cómo, dirige todo. El problema se agravaba aún más por cuanto Descartes aseguraba que el alma estaba hecha de "algo" del todo distinto a la materia del cuerpo, eran sustancias distintas. De forma que una cosa que no era materia, vivía dentro del cuerpo y lo dirigía.

Evidentemente dichas especulaciones no tenían ni pies ni cabeza y se prestaron rápidamente para que los detractores de la espiritualidad humana o de la existencia misma del alma, encontraran con facilidad los puntos débiles y atacaran esa "alma" cartesiana como algo inexistente, pues según el nuevo paradigma que se estaba elaborando, lo único existente, estudiable, real, obsevable, verificable, etc., era la materia, y no una pretendida "cosa" que no era materia pero vivía dentro de la materia. Esa "cosa" se fue diluyendo hasta hacerse completamente estorbosa y prescindible.

Desde hace 400 años, es decir, desde que Descartes distorsionó el concepto de alma, y hasta el día de hoy en que Punset se permite dar a luz un libro con un título tan falaz, se viene hablando del alma sin que quienes lo hacen se percaten de que en realidad no están hablando de lo mismo que habló Aristóteles o Tomás de Aquino, sino solo de aquello de lo que habló Descartes bajo ese nombre.

Y ello no sería problemático si no fuera porque se pretende, con libros como el de Punset, desacreditar la creencia en la existencia del alma, creyendo destruir dicha creencia argumentando en contra de la versión que dio a luz Descartes en el siglo XVII.

Lo cierto es que libros como el de Punset quizá son verídicos tratándose de lo que Descartes entendió por alma, pero están a años luz de tan siquiera rozar el concepto tomista de alma, el cual es esencialmente distinto del concepto difundido por el padre de la filosofía moderna.

Lo que santo Tomás de Aquino entendió por alma, y lo que entendemos por alma todos los católicos del mundo (al menos implícitamente), no se ve perjudicado por ninguno de los avances de las neurociencias modernas, por más que quienes escriben sobre esos temas insistan en que sí.

Habría que retomar esa sana costumbre medieval de, antes de hablar sobre algo, definir qué entendemos con ese concepto; ahorraríamos muchos malentendidos y tiempo. Y nadie escribiría un libro como el de Punset o a lo menos no le pondría un nombre tan falaz.


Leonardo Rodríguez.

     

101 libros de santos para descargar (inglés y español)

Comparto para este tiempo de navidad 101 libros de santos, la mayoría en español con algunos en inglés. 

Que sea esta una época propicia para retomar la bonita costumbre de hacer "lectura espiritual". Muy necesaria en un mes cargado de materialismo consumista.


   CLIC AQUÍ


(capturas de pantalla del contenido)











Leonardo R.


miércoles, 28 de noviembre de 2018

LIBRO: Cartas a Tomás

Quisiera en vísperas del inicio de un nuevo adviento compartir uno de mis libros para descarga libre.

Se trata del libro "Cartas a Tomás", en el cual he tratado de presentar por medio de 30 cartas amenas y sencillas los principales personajes e ideas que han moldeado nuestros tiempos modernos (o posmodernos según algunos).



Clic en la imagen para descargar el libro


Espero sea de su agrado.

¡Solo les pido una oración!

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Un mal de la inteligencia

Hace varios años leí con mucho interés algunos de los escritos de monseñor Octavio Derisi, filósofo tomista argentino. Me llamó la atención desde un principio su insistencia, en casi todo lo que escribía, en que el mal esencial de la época moderna era ante todo un mal de la inteligencia. Afirmaba, en resumen, que el pensamiento moderno a partir del nominalismo ockhamista y más adelante a partir de Descartes, se había apartado de la postura realista, tanto en metafísica como en gnoseología, dirigiéndose cada vez más hacia sistemas filosóficos marcados por un creciente inmanentismo que encerraba a la persona humana en la cárcel de sus propias construcciones mentales, permaneciendo ajeno al contacto vivificador y plenificante con la realidad, con el ser.

Lo anterior, según Derisi, traía consecuencias tarde o temprano en el terreno de la moral, por cuanto, abandonado el realismo, no quedaba sino construir la moral sobre bases subjetivas, ya se tratara de un subjetivismo individual en que la fuente y norma de lo moral venía a ser cada sujeto humano; o un subjetivismo "historicista" o "epocal", en el que la moral dependía de fechas, lugares y culturas. 

De cualquier forma el resultado era el mismo, la destrucción de una moral con pretensiones de objetividad y universalidad. Era el inicio del dominio de la libertad humana "enloquecida".

Para Derisi todo ello se debía al abandono de una doctrina filosófica que para los medievales fue fundamental: la doctrina sobre la inteligencia humana. Dicha doctrina enseñaba, en resumen, que la inteligencia humana era una facultad de conocimiento distinta a los sentidos y que alcanzaba una penetración mayor en el entramado de lo real, hasta llegar a la naturaleza de las cosas, los aspectos esenciales de lo real, los valores inteligibles de todo ente real o posible. Por medio de esta mayor penetración en lo real, la inteligencia abría al hombre al conocimiento de las causas más altas y primeras de todo lo existente, hasta desembocar en la causa primera no causada, Dios. El esfuerzo filosófico culminaba de manera natural en la demostración de la existencia de Dios, piedra angular de todo esfuerzo especulativo humano y a la vez norma directriz y fundante del orden de la moralidad.

Pero todo ello se vino abajo con la transformación radical de la doctrina sobre la inteligencia humana llevada a cabo por los nuevos filósofos a partir de Guillermo de Ockham y de Descartes, un par de siglos después. La inteligencia fue perdiendo poco a poco sus prerrogativas hasta quedar convertida en poco más que una secretaria del conocimiento sensible, siempre material y finito. Se cerraban de esta manera las puertas para acceder al universo metafísico, al orden de las causas primeras de lo real, el camino a la existencia de Dios. En adelante el universo socio-cultural debía construirse de espaldas a lo trascendente y elevar todo sobre bases puramente humanas y terrenas. No había más cielo.

Así las cosas, Derisi repetía insistentemente en que la solución al lamentable estado de cosas que contemplaba a su alrededor, debía venir de un restablecimiento de la doctrina acerca de la inteligencia humana, un restablecimiento de los derechos de la inteligencia. De manera que, superadas las visiones reduccionistas acerca de la razón humana, se pudiera nuevamente reconstruir con ella el universo metafísico, gnoseológico y ético capaz de frenar la decadencia abrumadora que veía a su alrededor en los ámbitos de la cultura, de la política, de la sociedad, de los saberes, de la familia, etc.

Pues bien, con el paso de los años me he ido convenciendo más y más de lo acertado del diagnóstico hecho por el monseñor argentino. Destronada la inteligencia de su sitial de honor, han ocupado su lugar un enjambre de caprichos humanos, cada vez más bajos y ruines, que pugnan por destruir lo poco que queda de orden natural, para poder disfrutar a sus anchas de una sociedad hecha a la medida de los goces sensibles que compartimos con el reino animal. Es, como decía Alejandro Ordóñez en un interesante libro, el libre desarrollo de nuestra animalidad.

La ideología de género (IdG), por poner tan solo un ejemplo bastante actual y resonante, evidencia en forma brutal esta claudicación de la inteligencia y su total sustitución por el capricho subjetivo, por el querer de una libertad desquiciada, desligada de lo real. En la IdG la realidad desaparece para dar paso al desnudo querer humano, operándose una sustitución del orden de las cosas: ya no es el hombre el que acomoda su pensamiento y su acción a lo real, sino lo real lo que debe aguardar pasivamente a ser moldeado por el antojo de la acción humana enceguecida por la pasión. Es el reino del hombre sobre las ruinas de lo real...es un reino construido en el aire de la nada.

En efecto, la IdG pretende otorgar al individuo la suprema libertad de negar lo real para obedecer a su capricho, la realidad ha de doblegarse ante el capricho humano y ser lo que este quiere que sea. Es el imposible de una libertad humana convertida en creadora de lo real, es en el fondo la aparición del hombre "dios", creador de realidades, es la suprema rebeldía de la creatura contra su condición de tal, como diría el papa Benedicto XVI. Más allá de eso ya es imposible prever en dónde irá a parar esa embriaguez de "divinidad" que consume al hombre moderno, liberado de las ataduras de lo real. 

De manera que, al igual que el monseñor argentino, creemos también nosotros que la restauración del orden natural, si es que ha de suceder, solo sucederá previa restauración del orden de la inteligencia humana. Y creemos que solo en la doctrina de Tomás de Aquino podemos encontrar una doctrina de la inteligencia profunda, real y coherente, capaz de asumir y dar respuesta a los retos de la actual batalla cultural que se desarrolla ante nuestros ojos. 

Dios nos ayude en ese empeño y santo Tomás nos acompañe con un poco de su luz.



Leonardo Rodríguez V.



viernes, 12 de octubre de 2018

Cita sobre el liberalismo


El liberalismo supone que el hombre se basta a sí mismo para realizar sus fines por medio de su inteligencia y por medio de su libertad. Por causa de esta libertad es dueño y señor de sus actos, completamente independiente, y no reconoce una autoridad superior a él mismo, sea en el orden intelectual, sea en el orden religioso, sea en el político. Este principio fundamental del liberalismo es la negación directa y absoluta de la doctrina católica, que enseña, que la naturaleza del hombre fue corrompida por el primer pecado, y como consecuencia se oscureció su inteligencia y se debilitó la rectitud de su voluntad, quedando sujeto a las concupiscencias desordenadas y al error.

En lugar de consistir el progreso humano en la emancipación y desarrollo de los instintos naturales, consiste, como enseña nuestra religión, en la lucha incesante contra los apetitos inferiores que impiden el desarrollo de las facultades superiores, y en perfeccionarse contrariando las inclinaciones sensuales.

Y lejos de ser el hombre independiente y juez único entre la verdad y el error, está sometido en todas las cosas y en todos los órdenes a su Criador; necesita de la gracia divina para obrar el bien y evitar el mal, y tiene el deber ineludible de cumplir los preceptos divinos. La perfección de la libertad consiste en la obediencia voluntaria a la ley, no en la posibilidad de infringirla: pues sería una locura suponer que la perfección de un ser consiste en poder apartarse de su fin.


Niceto Alonso Perujo

miércoles, 26 de septiembre de 2018

La hipocresía de los acusadores

No parece tener fin el tsunami de abusos sexuales cometidos por miembros indignos del clero católico. Es, naturalmente, lamentable que eso ocurra, y más que lamentable es vergonzoso y solo podemos pedir y esperar que la ley de cada país actúe y los culpables paguen.

Por otra parte, no deja de ser curioso que se pase por alto en los medios de comunicación el hecho evidente de que muchos de los abusos son cometidos por pedófilos y homosexuales que se han infiltrado en la iglesia con el fin de tener un margen amplio de acción para vivir con cierta comodidad y libertad su particular "estilo de vida". Es verdad que la iglesia ha fallado en sus procesos de selección de los candidatos al sacerdocio, pero también es cierto que muchos hacen hasta lo imposible por ingresar en ella para vivir adentro sus propias desviaciones mentales.

Además, resulta igualmente curioso el hecho de que cuando se trata de escándalos sexuales de miembros indignos del clero, repentinamente esta sociedad nuestra, tan podrida precisamente en temas de sexualidad, se vuelve puritana a conveniencia. En medio de una podredumbre sin igual en temas sexuales, esta sociedad se lanza hipócritamente contra los sacerdotes que faltan a sus compromisos y deberes; y dicho linchamiento se hace con tal saña que pareciera que quienes lo realizan son representantes de una sociedad pura y cristalina, con autoridad moral suficiente para condenar a los que se desvían de la blancura ética dominante.

Son dos hechos que vale la pena tener en cuenta a la hora de evaluar con objetividad lo que hay detrás de los recientes y lamentables casos de abusos por parte de miembros indignos del clero. Hechos que si se juntan con la consideración de lo dañinas e inexactas que resultan las generalizaciones, pueden ayudar a emitir un juicio más mesurado sobre lo que los medios de comunicación morbosamente se deleitan en presentar cada día.


¡Quiera Dios intervenir pronto en favor de su iglesia!


Leonardo R.


lunes, 30 de julio de 2018

Importancia de la familia

En mi labor como psicólogo me he tropezado repetidamente con una realidad de esas que por más que quieran hoy ignorarla, regresa cada vez con más fuerza por medio de dramáticas consecuencias: la familia, y por familia entiendo la familia natural y tradicional de padre, madre e hijos, tiene un papel absolutamente fundamental e insustituible, en la formación de las personas. Es fundamental puesto que verdaderamente es al interior de la familia donde se echan las bases de la personalidad, del carácter, del edificio de principios y valores (o su ausencia), que constituirán luego a la persona adulta y determinarán el rumbo de su vida... terrenal y eterna. Y es insustituible porque ninguna otra institución social puede con garantía de éxito asumir el cien por ciento de las funciones que la familia desempeña en forma natural y espontanea. Podrá el Estado quizá asumir por medio de sus organismos funciones de sostenimiento económico, alimenticio, de salud, etc., pero la función propiamente formativa de la familia le será siempre ajena e inalcanzable. Las veces que el Estado trata de asumir una parodia de función formativa con sus ciudadanos, la historia nos cuenta haber ello terminado en resultados propios de una dictadura.

De allí la gran tragedia actual que se cierne terrible sobre la adolescencia actual, pero también sobre quienes actualmente son padres de familia, puesto que hace algunos años cuando ellos eran 'adolescencia', ya las cosas estaban caminando por derroteros muy semejantes a los que vemos hoy día. El mal viene de lejos y se llama desintegración familiar.     

La familia natural y tradicional ha venido sufriendo en la últimas décadas una serie de golpes que la han debilitado hasta tenerla hoy en medio de un estado lamentable. Muchos de esos golpes han sido culturales, es decir, cambios culturales artificiales, no naturales, que han modificado los patrones de comportamiento de las sociedades a gran escala, dejando a la familia indemne ante los nuevos 'paradigmas' afectivos. Son los nuevos tipos de "familia" de los cuales se estila hablar hoy, donde incluso tres hombres se pueden "casar" y formar "familia", con el consiguiente y macabro "derecho" a adoptar hijos.

Luego han venido los sistemas legales a asumir en la legislación dichos cambios forzados de paradigma, para mediante su legalización, normalizar socialmente el cambio e institucionalizarlo y de paso poner en una posición muy difícil a quienes osen seguir pretendiendo defender y proponer el antiguo paradigma, ahora superado. Del cambio cultural hacia su instiucionalización legal, es el recorrido que han hecho las alteraciones al orden natural de las cosas.

La cultura y la legislación, aunadas en un solo propósito de reingeniería social, han logrado que hoy la familia natural y tradicional esté en retirada, o por lo menos a la defensiva. De tener antes el rol protagónico en la formación de las nuevas generaciones mediante la transmisión de una escala de valores clara y definida, ha pasado a ceder cada vez más terreno ante pretensiones totalitarias del Estado moderno, doblegado ante intereses de organizaciones multinacionales antagonistas de la tradición cristiana de la cultura occidental.

Son tiempos difíciles para la familia, y quienes tiene una ya o se sienten llamados a conformar una, deben saber el panorama que se les presenta amenazante, para poder tomar todas las precauciones del caso, dentro de las cuales no es la menor alimentar su alma con una fe fuerte, clara, robusta, adulta, sin complejos, que le permita afrontar el reto actual y plantar cara al enemigo de la humanidad y sus idiotas útiles.


Leonardo Rodríguez V.






sábado, 21 de julio de 2018

Paso firme

A dos meses largos de la partida de mi madre, y esperando en la misericordia de Dios que haya sido acogida en el seno de la Santísima Trinidad, retomo con la gracia de Dios este espacio que he alimentado durante ya varios años.

Su línea "editorial" no cambiará, pues "stat crux dum volvitur orbis", como reza el lema de los cartujos, la cruz permanece mientras el mundo gira. De manera que contando con el favor de Dios y el patrocinio de santo Tomás de Aquino y san Agustín de Hipona, continuamos...

sábado, 12 de mayo de 2018

Ha fallecido mi madre.

El día jueves a las 3:20 de la madrugada ha dado su último suspiro mi madre, doña María Oliva Velasco de Rodríguez. Ha muerto en casa y rodeado de su familia, luego de una agonía corta y tranquila por la misericordia de Dios.

Sus honras fúnebres se realizaron el día de ayer, viernes once de mayo. 

Fue una mujer creyente durante toda su vida, y muy devota del santo rosario particularmente los últimos años que estuvo con nosotros, lo rezaba a diario como primera actividad del día, y cuando no pudo rezarlo más me pedía le pusiera un audio para al menos escucharlo. Una de sus últimas frases un par de días antes de morir, mientras estaba experimentando un fuerte dolor, fue "Dios mío perdona mis pecados".

Ha muerto en el mes de la santísima virgen María, exactamente el día de la Ascención de nuestro señor Jesucristo.

Pido a todos una oración por su alma.


Requiem aeternam dona ei domine, et lux perpetua luceat ei, requiescat in pace.


domingo, 6 de mayo de 2018

La imitación de Cristo

El que me sigue no anda en tinieblas, mas tendrá lumbre de vida. Estas palabras son de Cristo, con las cuales somos amonestados, que imitemos su vida y costumbres, si queremos ser librados de la ceguedad del corazón, y alumbrados verdaderamente. Sea pues todo nuestro estudio pensar en la vida de Jesucristo, la doctrina del cual excede a la doctrina de todos los santos; y el que tuviese espíritu, hallará en ella maná escondido.

Mas acaece que muchos aunque a menudo oigan el evangelio, gustan poco de ´el, porque no tienen el Espíritu de Cristo. Mas el que quiere sabia y cumplidamente entender las palabras de Cristo, conviénele que procure de conformar con Él toda su vida. 

¿Qué te aprovecha disputar altas cosas de la Trinidad, si careces de humildad por donde desagrades a la misma Trinidad? Por cierto las palabras subidas no hacen santo ni justo, mas la virtuosa vida hace al hombre amable a Dios. Más deseo sentir la contrición, que saber definirla. Si supieses la Biblia a la letra, y los dichos de todos los filósofos, ¿qué te aprovecharía todo sin caridad y gracia de Dios? 

Vanidad de vanidades y todo vanidad, sino amar y servir sólo a Dios. Esta es la suma sabiduría, por el desprecio del mundo ir a los reinos celestiales. Y pues así es, vanidad es buscar riquezas perecederas, y esperar en ellas. También es vanidad desear honra, y ensalzarse vanamente. Vanidad es seguir el apetito de la carne, y desear cosa por las que después te sea necesario ser gravemente castigado. Vanidad es desear larga vida, y no curar que sea buena. Vanidad es pensar solamente en esta presenta vida, y no proveer a lo venidero. Vanidad es amar lo que tan presto pasa, y no apresurarse donde está el gozo perdurable. 

Acuérdate continuamente de la escritura que dice: no se harta el ojo de ver, ni la oreja de oír. Pues así es, estudia desviar tu corazón de lo visible, y traspásalo a lo invisible; porque los que siguen su sensualidad, ensucian su conciencia, y pierden la gracia de Dios.


(Tomado de La imitación de Cristo, de Kempis)

sábado, 5 de mayo de 2018

LIBRO: The science of correct thinking

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Pocas cosas tan importantes como pensar bien, es la base. Claro que luego hay que pensar la verdad, lo verdadero, pero antes de eso hay que saber pensar, organizar conceptos, juzgar, razonar. Este es un libro de lógica, es decir, del arte de pensar correctamente. Celestine Bitle fue un notable profesor de filosofía de inicios del siglo pasado.

lunes, 30 de abril de 2018

LIBRO: Ensayo sobre el fin de nuestra civilización

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Marcel de Corte fue un filósofo belga aristotélico-tomista, autor de varios trabajos donde realiza una precisa autopsia sobre los males de la sociedad moderna.

domingo, 29 de abril de 2018

EL CORAZÓN LIMPIO

Para vivir libre del error y para ver con claridad, el alma ha de ser dócil al espíritu de entendimiento que la empuja a fortalecerse en el santuario de la auténtica caridad, a amar a Dios sobre todas las cosas y a una entrega plena para acceder así a la comprensión de las verdades de la fe. Cuando salga de ese santuario de amor y unión con Dios, no irá sola: el Espíritu de Amor la acompañará y le dará un entendimiento profundo y experimental de las verdades de la fe; le mostrará la misericordia del Señor y también su justicia; infundirá en ella el deseo de la cruz poniendo de relieve las palabras «negarse a sí mismo, tomar la cruz»; le hará ver a un Salvador que no es sólo humano, sino que posee la majestad de Dios, pues si decimos: cor Jesu bonitatis infinitae, también decimos: cor Jesu majestatis infinitae.

Guiada por un profundo entendimiento, el alma caminará hacia la salvación sin temor, con confianza y amor. Cuando el Espíritu está presente, la caridad está iluminada y el hombre es perfecto. Cuando falta el Espíritu, el alma está sujeta al error. El Espíritu no sólo hace conocer, sino que guía en la práctica, porque se ama lo que se conoce y como se conoce. El alma que ve a través del Espíritu es un alma liberada.

La fe, la fe firme y sin sombras, es fruto del don de entendimiento. Nada hay más valioso que esa fe liberada que nos pone a la altura de nuestros deberes y de las dificultades que surgirán en su cumplimiento. El alma así iluminada sobre su deber -un deber que expresan el Evangelio y la Sagrada Escritura-  es incapaz de contener su impulso.

Para alcanzar esa cumbre, hay que pasar por las pruebas de la noche del alma. No hay nada tan duro como tener que renunciar a una idea querida, a una imagen amada y familiar o a unos criterios a los que hemos unido nuestra personalidad y nuestro orgullo. Uno de los efectos del don de entendimiento es el de desprendernos de nuestras ideas personales para profundizar en la palabra de Dios bajo todas sus formas, tal y como es en realidad y no como querríamos que fuera. Cuando tiene lugar esa purificación, el alma siente que le arrancan su inteligencia natural, los hábitos de su mente, su íntima manera de ser, una parte de su persona; es decir, lo que de más profundo guarda en su corazón: su pensamiento.

Y, cuando el Espíritu Santo opera en nuestro entendimiento esas purificaciones, nos hace sentir que lo que era la luz de nuestros ojos ya no existe. Incluso nos quita lo que parecía elevarnos hacia Dios: las ideas, las imágenes imperfectas que se unían a nuestra fe en una impura alianza.

Este estado se conoce como la noche del alma. El espíritu, humillado, hundido en las tinieblas, ha de renunciar a sus ideas preferidas -que han sido ocasiones de error- y a la búsqueda de imágenes para adherirse a la verdad pura y desnuda. Con el fin de darnos su enseñanza, el Espíritu Santo nos arranca nuestras opiniones personales sobre la doctrina o la devoción, unas ideas que nacen generalmente del amor propio, del carácter o de las pasiones.

Entonces, parece que nos arrancan la luz de los ojos. Pero los que tienen el coraje de llevar a cabo esa renuncia gozan de un corazón puro y de un espíritu libre de falsas imágenes y de los errores del amor propio. Contemplan al verdadero Dios y se elevan a las cumbres de la fe con una visión más profunda. Desde ese momento, adoran a Dios en espíritu, en una sabrosa experiencia; y en ese gustar de Dios tienen un conocimiento más intenso de Él.

Es el preludio de la luz de la gloria y de la visión divina. El don de entendimiento no está ausente de esta visión y da al alma del bienaventurado una penetración más íntima y profunda de los misterios de Dios contemplados en la Esencia divina. En el cielo el Espíritu Santo continuará purificando ese entendimiento beatificado, sin errores o imágenes, y sin ignorancia, a nescientia; y contribuirá a hacerlo penetrar más profundamente en la Esencia divina, en ese Verbo que será la recompensa y la gloria de los elegidos.


(Tomado de El Espíritu Santo en la vida cristiana, de Ambroise Gardeil)

viernes, 27 de abril de 2018

LIBRO: El hombre y su conducta

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Este es un interesante trabajo de un escritor argentino acerca de psicología tomista. En su brevedad abarca los temas centrales con bastante claridad y buen apoyo bibliográfico.

miércoles, 25 de abril de 2018

La prisión que se avecina

Quien ha estado en una prisión (al menos de visita), sabe que su principal característica es la limitación de la libertad de movimiento de los reclusos. Todo su universo físico se ha reducido a las paredes de la cárcel y están obligados a moverse en unos cuántos metros a la redonda. Más allá hay todo un mundo, pero les está prohibido. Precisamente esto es lo que constituye el castigo: verse limitado.

Nadie quiere llegar a una cárcel, ni siquiera los delincuentes quieren, puesto que al momento de cometer su delito lo que buscan es el disfrute de las ganancias que esperan obtener. 

Pero hay una cárcel aún peor que la cárcel física y es la cárcel del pensamiento, la prisión del alma. Esta se da principalmente por medio del pecado, pues el pecador es prisionero del pecado, que se convierte en un pequeño tirano que domina su vida, su pensamiento y sus decisiones. Hay luego otro modo de prisión del alma y es el error. El error ocurre cuando, como decía Aristóteles, juzgamos ser lo que no es o juzgamos no ser lo que es. Se trata de una desconexión con la realidad a cambio de un espejismo construido por el capricho del sujeto.

Pues bien, resulta que desde hace ya varios siglos, sobre todo a partir del Renacimiento y de la filosofía cartesiana, se ha venido construyendo un universo 'gnóstico', es decir, un universo hecho enteramente por el hombre que se cree dios. Y nos referimos aquí no tanto al universo físico sino al universo cultural: artes, religión, filosofía, ciencias, sociedad, política, etc. Se trata de una construcción 'humana' en el sentido 'inmanentista' del término. En otras palabras, se ha venido construyendo un universo en el cual el hombre ocupa el lugar que en la sociedad inmediatamente anterior ocupaba Dios. Se ha buscado edificar todo sobre la voluntad humana desnuda, desligada de todo orden sobrenatural, separada incluso de la misma realidad natural puesto que en los últimos tiempos se ha comenzado a hablar de la realidad como 'construcción social'. Lo cual puede verse claramente en movimientos contemporáneos como la ideología de género.

Lo grave de este edificarse la sociedad sobre bases humanas, sobre la inmanencia de la construcción 'social', sobre el rechazo de todo orden de cosas que no sea producto de la mera voluntad humana, aunque se trate del mismísimo orden de la realidad biológica, es que se trata de una sociedad fundamentalmente edificada sobre la tiranía del capricho: las cosas no son como son sino como yo deseo que sean, la realidad es construcción social, la ética es subjetiva, no hay moral universal, toda opinión vale puesto que solo hay opiniones y no verdades, no hay un orden de verdades absoluto... el hombre es dios puesto que nada lo limita.

En los últimos años hemos ido viendo cada vez con mayor asombro cómo este orden de cosas se ha ido instalando con tal fuerza en la sociedad, en la cultura, en las instituciones, en los individuos, que ha llegado a convertirse hoy en la atmósfera que se respira por todas partes. No hay cabida para un discurso que no sea el determinado por el relativismo nihilista y hedonista (R-N-H) imperante. Dicho R-N-H ha venido a ser el único esquema de pensamiento aceptado socialmente, al punto que todo intento por concebir la realidad de forma distinta, es inmediatamente satanizado, perseguido, estigmatizado, rechazado y criminalizado. Tal es la fuerza con que el error se ha instalado en las conciencias y en las instituciones.

La prisión que se avecina no será tanto una de muros de ladrillo y cemento, sino una hecha con las ideas-capricho del hombre divinizado, del sujeto gnóstico. Apoyada en un sistema represivo que perseguirá al que se aparte del discurso dominante. 

Y será una prisión invisible para muchos, sobre todo para aquellos cuyos vicios personales les hagan cómoda la estadía en una prisión llena de comodidades para el cuerpo y espinas para el alma. Los pocos que puedan percibir los barrotes 'ideológicos' y quieran escapar de ellos, serán 'amablemente' invitados a 'reeducarse', serán obligados a aceptar la 'libertad' ofrecida por el sistema. ¿En qué consistirá dicha libertad? En la posibilidad de pegarse un tiro en el alma.

¿Alternativas? La humilde aceptación de nuestra condición de criaturas, la sincera apertura a una realidad que nos trasciende y que no depende de nosotros, la lucha continua contra el vicio en cualquiera de sus formas y la fe en Dios que ya ha vencido al mundo.


Leonardo Rodríguez