martes, 29 de octubre de 2019

¿Solo hay opiniones?

Pensemos por un momento en lo que significa esa afirmación tan común hoy día de que no hay verdades sino meras opiniones, y que por lo tanto nadie puede pretender que su "opinión" valga más o esté por encima de la de alguien más.

No vamos a profundizar aquí en las contradicciones lógicas de todo relativismo, ya lo hemos hecho en otras ocasiones, simplemente quisiéramos dejar la siguiente reflexión:

¿Si no hay verdades sino meras opiniones, eso significa que afirmar que no hay verdades sino meras opiniones es solo una opinión?

Porque si afirmar que no hay verdades sino opiniones, es a su vez una mera opinión, eso significa que pueden haber otras opiniones sobre el asunto, por ejemplo, la opinión de que sí hay verdades. Y por lo tanto, según la lógica de quienes defienden este modo de "pensar", los que afirman que no hay verdades sino opiniones no podrían pretender que su opinión esté por encima o valga más que la de aquellos que afirman que sí hay verdades.

Dicho lo anterior la pregunta verdaderamente importante sería: ¿es posible que dos proposiciones o dos afirmaciones acerca de un asunto digan cosas contrarias y sean verdaderas al mismo tiempo? Es decir, ¿es posible que ante el cuerpo inmóvil de un pajarito uno diga que está muerto y otro diga que está vivo y ambos tengan razón? La sana lógica nos dice que no, una de las dos debe ser correcta, es decir, debe corresponder con la realidad, y la otra necesariamente ha de estar equivocada. El pajarito no puede estar vivo y muerto, si está vivo no está muerto y viceversa.

O el que dice que no hay verdad está en lo correcto o está en lo correcto el que dice que sí hay verdad. El gran problema para el primero es que en el mismo instante de afirmar que no hay verdad, lo afirma con la pretensión de que eso que está afirmando ES VERDAD, por lo tanto se contradice apenas abre la boca. Es la muerte de todo relativismo.

¿Cómo saber cuándo algo es verdad o no? Ahí ya estamos en el camino correcto, es el punto de partida adecuado, la existencia de afirmaciones verdaderas no se discute, se parte de ella porque es evidente desde su misma formulación y también es evidente en el acto que pretenda negarla. 

Mucho me temo que lo que ha sucedido es que el modelo científico actual, que parece nunca arribar a una verdad definitiva sobre sus objetos de estudio, sino estar en una permanente y perfectiva aproximación, se ha colado en los asuntos filosóficos y ha contaminado la manera de entender la relación de lo real con el intelecto humano, manera que es distinta según se trate de asuntos de laboratorio o de verdades metafísica o éticas, por ejemplo.

Pero de eso en una próxima oportunidad.


Leonardo Rodríguez V.


miércoles, 16 de octubre de 2019

Tres meses sin Facebook


 ¡Hace poco cumplí tres meses sin Fcebook! ¡Todo un logro! Pues aunque suene evidentemente estúpido, lo cierto es que dicha “red social” se había convertido en un hoyo negro que consumía buena parte de mi tiempo libre, robándome tiempo valioso y exponiéndome a miles de estímulos que ponían ante mis ojos un mundo seductor plagado de consumismo y “bienestar”.

La decisión la tomé luego de que, gracias a una aplicación de rastreo de actividad que instalé en mi teléfono celular, pude evidenciar que diariamente estaba invirtiendo más tiempo del que era medianamente racional invertir en “redes sociales”. De hecho me asombró comprobar que al día eran varias horas las que terminaban casi desapercibidamente yéndose literalmente a la basura. No eran unos cuantos minutos, eran horas. Me horroricé, para decir lo menos. Obviamente sospechaba que estaba gastando mucho tiempo en ello, pero una cosa es sospecharlo y otra bien distinta es que una aplicación te lo diga con total precisión matemática.

Abrí mi cuenta de Facebook por allá en el año 2009, más o menos. Lo hice movido de un lado por una humana curiosidad, pues estaba de moda (¡humano, demasiado humano!), y de otro por el deseo de difundir por su medio material de formación en temáticas religiosas y filosóficas. Al principio todo estuvo bajo control, o eso recuerdo. El tiempo que le invertía era más bien poco y casi siempre lo que hacía era ingresar para compartir  información relevante. Todo bien hasta ahí. Pero con el paso del tiempo todo comenzó a cambiar y me di cuenta que ingresaba únicamente a mirar por largos periodos de tiempo las publicaciones de mis contactos, chistes, videos, viajes, vacaciones, etc. Horas invertidas en tamaña insensatez injustificable desde todo punto de vista.

Hace algunos meses percibí que mi ritmo de escritura y lectura estaba descendiendo sensiblemente. Al mismo tiempo noté que ello era directamente proporcional al tiempo que pasaba atrapado en la “red social”. A más Facebook menos lectura y menos escritura. Fue entonces que decidí hacer un pequeño experimento.

Me propuse ausentarme de Facebook durante un mes y ver qué tanto mejoraba con ello mi ritmo de lectura y escritura. Los resultados no pudieron ser más reveladores, tanto que decidí no regresar a Facebook definitivamente. Decisión que luego de tres meses mantengo y espero mantener por más tiempo, ojalá en forma permanente.

Lo primero que noté fue que de nuevo pude retomar lecturas particularmente profundas, sobre todo en metafísica. La metafísica es una disciplina exigente, se ubica en el mayor grado de abstracción y por lo tanto exige de un nivel de atención y focalización nada despreciable. Pues bien, esas lecturas fueron las más perjudicadas con mi dañina relación con Facebook. Al alejarme fueron las primeras en regresar.

Asimismo retomé la escritura y de nuevo pude terminar varios textos que tenía pendientes y pude también volver a retomar con regularidad las publicaciones de mi blog. Los beneficios fueron claros e innegables.

Así las cosas la decisión de hacer permanente mi ausencia de Facebook fue sencilla de tomar. Era cuestión de poner en una balanza lo que estaba perdiendo y lo que Facebook me ofrecía, es decir, nada.

Porque a decir verdad lo que la “red social” ofrece es poco menos que nada: publicidad, contactos superficiales, “modas” irrelevantes o dañinas, pábulo a la envidia, ocasiones de pecado y pérdida de tiempo en general. Hay quienes dicen que les ofrece entretenimiento. Pase. Pero hay muchas y mejores formas de entretenimiento que no traen consigo todo lo negativo que viene con Facebook.

Uno de mis temores estúpidos era que alejándome de Facebook iba a dejar de enterarme de muchas noticias e iba a perder contacto con muchas personas. Falso de toda falsedad, como decían los abuelos. Ni lo uno ni lo otro ha ocurrido, más bien lo que puedo evidenciar es que las noticias verdaderamente relevantes me siguen llegando de muchas otras maneras y las personas con las que he perdido efectivamente contacto eran personas que poco o nada aportaban a mi vida. Personas que ni siquiera conocía. Las otras, las reales, esas siguen en mi vida.

¿Aconsejo a todos hacer lo mismo que yo? Por un lado sí, sin duda, pero por otro lado comprendo que muchos pueden tener diversas razones para permanecer allí y no las discuto. Solo permanezcan en guardia contra el desperdicio de tiempo y contra la influencia del consumismo y del hedonismo que reina en ese “sitio”.


Leonardo Rodríguez V.