domingo, 17 de abril de 2022

Domingo de resurrección: las cicatrices de Cristo

 


¡Feliz domingo de resurrección a todos! ¡Que Cristo resucitado reine desde hoy en los corazones de todos los creyentes!
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Es interesante revisar hoy un artículo de la 'Summa' en donde santo Tomás se pregunta si Cristo resucitó con las cicatrices de su pasión y muerte.  Se trata del artículo 4 de la cuestión 54 de la 'tertia pars'.

Allí se plantea lo siguiente: "Videtur quod corpus Christi cum cicatricibus resurgere non debuerit". Pareciera que el cuerpo de Cristo no debió resucitar con cicatrices.

Y responde el santo que sí era conveniente que se mantuvieran las cicatrices en el cuerpo de Cristo por cinco motivos principales:

1. Pone santo Tomás una cita de san Beda, escritor del siglo VII que dice que "conservó las cicatrices no por la incapacidad de curarlas, sino para llevar siempre los honores del triunfo de su victoria". Y agrega otra cita de san Agustín en la que el santo menciona que seguramente también los mártires que han muerto por Cristo resucitarán con las cicatrices de sus sufrimientos, como otras tantas señales de su amor y su victoria.

2. Para confirmar la fe de sus discípulos en la resurrección.

3. Para mostrar a Dios padre, cada que interceda por nosotros, las marcas de lo que por nosotros sufrió.

4. Para que los redimidos con su muerte entiendan la gran misericordia que tuvo con ellos y lo que sufrió por redimirlos.

5. Para que los condenados, viendo las señales del sufrimiento de Cristo, entiendan su gran ingratitud y la justicia de Dios que brilla en su misma condena.
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Por eso la iglesia siempre ha representado a Cristo resucitado con sus cicatrices, pues por múltiples consideraciones convenía que las conservara después de la resurrección.


Oración.

Alma de Cristo, santifícame.

Cuerpo de Cristo, sálvame.

Sangre de Cristo, embriágame.

Agua del costado de Cristo, lávame.

Pasión de Cristo, confórtame.

¡Oh mi buen Jesús!, óyeme.

Dentro de tus llagas, escóndeme.

No permitas que me aparte de Ti.

Del maligno enemigo, defiéndeme

En la hora de mi muerte, llámame.

Y mándame ir a Ti.

Para que con tus santos te alabe.

Por los siglos de los siglos. Amén


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En latín:


Anima Christi, sanctifica me.
Corpus Christi, salve me.
Sanguis Christi, inebria me.
Aqua lateris Christi, lava me.
Passio Christi, conforta me.
O bone Iesu, exaudi me.
Intra tua vulnera absconde me.
Ne permittas me separari a te.
Ab hoste maligno defende me.
In hora mortis meae voca me.
Et iube me venire ad te,
ut cum Sanctis tuis laudem te
in saecula saeculorum.

Amen.


sábado, 16 de abril de 2022

Sábado santo: la devoción a nuestra señora.

 


Texto de san Alfonso María de Ligorio sobre la devoción a la santísima Virgen María, para leerlo y meditarlo hoy sábado santo, como forma de acompañar a nuestra señora en la dolorosa espera por la resurrección.
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LA DEVOCIÓN A MARÍA SANTÍSIMA

 

¡Qué grande esperanza de salvación tiene toda alma que confía en la intercesión de la Madre de Dios! El que me encuentra, encuentra la vida y alcanza del Señor la salvación (Prov 8,35), canta la Santa Iglesia, aplicando a María, en sus fiestas, estas palabras del sabio: «El que me encuentra -dice María- por medio de una sincera devoción, encontrará en la tierra la vida de la gracia, y en el cielo la salvación eterna».

Hablando SAN ANSELMO con la Madre de Dios, llega a afirmar: «Así como es imposible ¡oh Virgen bendita! que se salve aquél a quien Tú rechazas, es también imposible que se condene aquél que, convirtiéndose a Ti, logra tus miradas». SAN ANTONINO viene a decir lo mismo: «Es necesariamente candidato de la salvación y de la gloria aquél en quien María pone sus ojos como abogada». Y SAN BUENAVENTURA escribió que «el que obtiene el favor de María es mirado como conciudadano por los bienaventurados, y por su carácter de protegido de la Virgen, es inscrito en el libro de la Vida», viviendo aún en la tierra.

Sí, la devoción de María es un indicio de predestinación. Explica el doctor Angélico que a María se le llama Estrella del mar porque «así como el navegante, por las estrellas, se orienta hacia el puerto, así los cristianos navegan hacia el cielo por medio de María».

Si un verdadero devoto de María se condenara, tendría que ser o por falta de amor o por falta de poder en la Virgen; ahora bien: «ni el amor ni el poder le pueden faltar», como nota SAN BERNARDO; por consiguiente, nunca se condenará un verdadero devoto de María.

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viernes, 15 de abril de 2022

Viernes santo: ¿Cristo murió voluntariamente?

 



Santo Tomás de Aquino en la cuestión 47 de la 'tertia pars' explica algunas cosas muy interesantes acerca de la pasión y muerte de nuestro señor.

Veamos una en especial, aquella de la que habla en el artículo primero de dicha cuestión. Allí la cuestión inicia así:

Utrum Christus fuerit ab alio occisus, an a seipso

De si Cristo fue muerto por otro, o por sí mismo.

Se pregunta santo Tomás si la muerte de Cristo fue causada por quienes directamente llevaron a cabo la crucifixión y le infligieron ese tremendo daño físico a su humanidad, o si hay que decir más bien que propiamente hablando Cristo murió en el momento en el que así lo dispuso.

Pongamos aquí la cita completa de la respuesta del santo:

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Un sujeto puede ser causa de algún efecto de dos modos. Primero, actuando directamente sobre el efecto. Y, en este sentido, los perseguidores de Cristo le mataron, porque le aplicaron la causa suficiente para morir, con intención de matarle, y con el efecto consiguiente, esto es, porque de aquella causa se siguió la muerte.

Segundo, actuando indirectamente, es decir, porque no impide, pudiendo hacerlo, como si dijésemos que uno moja a otro porque no cierra la ventana, a través de la cual entra la lluvia. Y, en este sentido, Cristo fue causa de su pasión y muerte, porque pudo impedirlas. En primer lugar, conteniendo a sus enemigos, de modo que o no quisiesen o no pudiesen matarle. En segundo lugar, porque su espíritu tenía poder para conservar la naturaleza de su cuerpo, de suerte que no recibiera ningún daño. Tal poder lo tuvo el alma de Cristo porque estaba unida al Verbo de Dios en unidad de persona, como dice Agustín en IV De Trin.. Por consiguiente, al no rechazar el alma de Cristo ningún daño inferido a su cuerpo, sino queriendo que su naturaleza corporal sucumbiese a tal daño, se dice que entregó su espíritu o que murió voluntariamente.

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Nos dice allí el santo que Cristo hubiera podido impedir su muerte si así lo hubiera querido. Tanto deteniendo a sus agresores, como preservando su naturaleza corporal del daño en virtud de la facultad del Verbo unido en la persona a la naturaleza humana.


En palabras sencillas lo anterior quiere decir que Cristo, como Verbo de Dios, hijo del padre y segunda persona de la Santísima Trinidad, en unión hipostática con la naturaleza humana, tenía virtud suficiente para impedir el daño físico causado a su naturaleza corporal. Pero no lo hizo así, aun pudiendo, por donde concluye santo Tomás que murió voluntariamente, es decir, permitió voluntariamente que su naturaleza corporal padeciera un daño capaz de causarle la muerte.

Y es interesante la respuesta que más adelante da santo Tomás, en la contestación a la objeción segunda. Dice allí:

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Cristo, para demostrar que la pasión que le fue impuesta por la violencia no le quitaba la vida, conservó la naturaleza corporal en todo su vigor, de modo que, llegado el último momento, diese un gran grito. Esto se cataloga entre los otros milagros de su muerte. Por lo cual se dice en Mc 15,39: Al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado gritando de ese modo, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.

Fue también admirable en la muerte de Cristo la rapidez con que murió en comparación con lo que acaece con los otros crucificados. Por esto se dice en Jn 19,32-33 que quebraron las piernas de los que estaban junto a Cristo, a fin de que muriesen pronto; pero, al llegar a Jesús, le hallaron muerto, por lo que no le quebraron las piernas. Y en Mc 15,44 se narra que Pilato se admiró de que ya estuviera muerto. Como por su voluntad la naturaleza corporal se conservó en su vigor hasta el final, así también, cuando quiso, cedió presto al daño inferido.

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O sea que Cristo dando un gran grito al momento de morir (cosa imposible para toda persona que estaba crucificada y padeciendo semejante suplicio), mostró que hasta último momento poseía fuerzas suficientes y si entregó su espíritu fue voluntariamente.


En palabras sencillas: Cristo sufrió voluntariamente, padeció voluntariamente y murió en el momento en que así lo decidió. Literalmente se entregó queriendo.


La tradición ha querido conservar la imagen del cordero llevado mansamente al matadero para referirse al modo de la muerte de Cristo. Y con la guía de santo Tomás comprendemos un poco mejor el sentido de esa expresión piadosa del cordero manso llevado a morir sin oponer resistencia.


Cristo murió de forma absolutamente voluntaria, murió queriendo, murió conscientemente de lo que le estaba ocurriendo.


No hay amor más grande que ese.


En este viernes santo recordemos el amor tan grande que tuvo Cristo en su corazón por todos nosotros, al punto de no dudar en entregarse a la muerte por nuestra salud.


Laus Deo.


Leonardo Rodríguez Velasco


Conferencia: el alma como forma substancial.