lunes, 12 de agosto de 2019

Filosofía y sofística: El filósofo y su gemelo malvado el sofista.


Es evidente que la filosofía no goza hoy de buena fama. Las razones son muchas, mencionemos algunas al menos de pasada:

1. El predominio socio-económico indiscutible de las disciplinas “productivas”. Muchos concluyen con pasmosa imprudencia que, dado el éxito técnico de las ciencias “duras”, la filosofía no tiene un papel de importancia en la sociedad actual. A fin de cuentas a punta de filosofía no se fabrican nuevos celulares.

2. La proliferación de un estilo de vida marcado por un creciente consumismo hedonista, según el cual lo importante es lo útil, lo que pueda provocar una mejora directa en la “calidad de vida” de las personas, entendiendo calidad de vida por bienestar físico preferentemente. Es el antiguo “carpe diem” que toma el lugar de director de orquesta. Dicho estilo de vida hace imposible en la práctica que el interés por las arduas cuestiones metafísicas tenga alguna relevancia social.

Lo anterior ha producido una progresiva desaparición de la filosofía del panorama cultural contemporáneo. Sin embargo, no es exacto hablar de desaparición de la filosofía, sino que más bien habría que decir que lo que ha ocurrido es una sustitución o más bien una suplantación de la filosofía por parte de su hermana gemela pero malvada, la sofística.

El sofista es un personaje que ha estado presente a lo largo de la historia del pensamiento humano, como antagonista del filósofo. Para decirlo brevemente el filósofo busca la verdad de las cosas, busca que sus juicios se ajusten lo más posible a la realidad. Y aunque es consciente de las limitaciones de la inteligencia humana, de lo frecuentes que han sido, son y serán las equivocaciones de los hombres, etc., prosigue su camino contento con ir descubriendo verdades, por humildes que estas puedan ser. El sofista, por el contrario, no es movido por el puro interés por la verdad, por ajustar sus juicios a lo real. Lo que lo mueve en primer lugar es el amor propio, la búsqueda de algún tipo de beneficio, de ganancia, de triunfo, de lucimiento personal. De hecho si alguna vez se encuentra ‘accidentalmente’ proponiendo y defendiendo alguna verdad, no es la verdad misma lo que lo mueve, sino algún beneficio que desea obtener por medio de ella. Siempre es él mismo el centro de sus motivaciones.

El filósofo en todas las épocas ha tenido a su lado al sofista. Por eso en todas las épocas al lado de una auténtica filosofía es posible encontrar una sofística, con épocas de predominio filosófico seguidas o preparadas por épocas de predominio sofístico.

¿Y nuestra época? ¿Filosofía o sofística? ¿Predomina hoy el filósofo o el sofista? Esta pregunta se puede responder fácilmente si primero respondemos a la siguiente, ¿predomina hoy el interés por la verdad?

No es difícil percibir que en la actualidad la sociedad se encuentra en un estado de somnolencia con respecto a las grandes cuestiones filosóficas. No solo ha desaparecido el interés por los temas trascendentes, sino que incluso podemos sospechar que a fuerza de no estudiarlos hemos perdido incluso la capacidad de comprenderlos. Las preocupaciones actuales del hombre promedio se limitan a los afanes del día a día y las preocupaciones de las clases altas, en su mayoría, se encuentran confinadas al mantenimiento y acrecentamiento de sus fortunas. ¿Y los intelectuales? Los auténticos intelectuales son una especie en vía de extinción y muchos se han consagrado a la defensa de causas ‘políticas’ de dudosa nobleza. Brillan por su ausencia.

Así las cosas han venido a brillar en la actualidad una serie de personajes que se han apoderado de los “micrófonos” actuales: redes sociales, cátedras universitarias, columnas de opinión, etc. Desde allí dan rienda suelta no tanto al interés por la verdad cuanto al deseo de hacer triunfar a toda costa las tesis con las cuales se han comprometido previamente. Ha llegado una nueva época de dominio de los sofistas. Las redes sociales podrían servir bien de muestra de lo que llevamos dicho. Allí pululan los “expertos” en todo tipo de asuntos, se multiplican los debates en donde lo buscado es el lucimiento personal, se pierde tiempo en asuntos baladíes, se entroniza lo efímero y se endiosa, en últimas, la voluntad de poder, como diría Nietzsche, gran sofista él mismo sin saberlo o a sabiendas.

El panorama no es alentador. Para quienes amamos la filosofía y deploramos el predominio de la sofística, el mundo actual se nos presenta como motivo de angustia, por un lado, y como ocasión de heroísmos, por otro. Mantener lo que debe ser mantenido, conservar, sostener, aguantar, resistir en espera de mejores épocas, que quizá estamos destinados a no ver. Pero las futuras generaciones, pasada la actual borrachera de pensamiento sofista, seguramente agradecerán el esfuerzo de quienes un poco estoicamente decidimos ir contra corriente y transmitir una herencia imperecedera: las líneas áureas del pensamiento clásico. Somos herederos.


Leonardo Rodríguez Velasco.    


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