Considera como tú, siendo creado para amar a Dios, con
infernal ingratitud te has rebelado contra Él, le has tratado como a enemigo, y
has despreciado su gracia y su amistad. Sabías que le dabas un gran disgusto
con aquel pecado, y sin embargo lo has cometido. El que peca, ¿qué hace? Vuelve
a Dios las espaldas, le pierde el respeto, levanta la mano para ultrajarle, y
aflige su divino corazón. El que peca con las obras dice a Dios: "Aléjate
de mí, no quiero obedecerte, no quiero servirte, no quiero reconocerte por mi
Señor, ni tenerte por mi Dios; mi Dios es aquel placer, aquel interés, aquella
venganza." De este modo has hablado en tu corazón cuando has preferido la
criatura al Creador. Santa María Magdalena de Pazzis no llegaba a comprender
cómo un cristiano pueda advertidamente cometer un pecado mortal. Y tú que esto
lees, ¿qué dices? ¿Cuántos pecados has cometido? ¡Ah, Dios mío! perdonadme y
tened piedad de mí. Yo os he ofendido a Vos, bondad infinita, mas ahora
aborrezco los pecados, os amo y me arrepiento de haberos ofendido, siendo como sois
digno de un amor infinito.
Considera cómo Dios te decía cuando tú pecabas:
"Hijo, yo, que soy tu Dios, que te crié de la nada, y te compré con mi
sangre, te prohibo este pecado, so pena de incurrir en mi desgracia". Mas
tú, pecando, le dijiste: "Señor, yo quiero hacer mi gusto, y no me importa
desagradaros y perder vuestra gracia". ¡Ah Dios mío! - Y esto ¡cuántas
veces lo he dicho yo! ¿Cómo me habéis sufrido? ¡Ojalá me hubiese muerto antes
de ofenderos! Ya no quiero disgustaros más, ya quiero amaros. ¡Oh bondad
infinita! Dadme la perseverancia, dadme vuestro santo amor.
Considera cómo Dios, según sus inescrutables decretos,
no tolera en todos igual número de pecados, sino en unos más, en otros menos, y
una vez llena la medida, echa mano de terribles castigos en verdad. ¡Y cuántas
veces sucede que llega la muerte tan de
improviso, que no le queda al pecador tiempo de prepararse para aquel trance!
¡Cuántas veces llega la muerte en el acto mismo del pecado! ¡Cuántos de los que
por la noche se fueron a acostar sanos y robustos, se hallaron por la mañana
fríos cadáveres!
¡Cuántos, a fuerza de repetir pecados, se han endurecido
y cegado de tal modo que, teniendo todos los medios para disponerse a una
muerte evidente, no los aprovechan y mueren impenitentes! Mientras vive el
pecador, puede convertirse, si quiere, con el auxilio de Dios; mas
ordinariamente los pecados le dejan tan obstinado que no se resuelve a hacerlo,
ni aún en la hora de la muerte: de este modo muchos se han condenado. Teme que
lo mismo te suceda a ti. No merece misericordia el que abusa de la bondad de
Dios para ofenderle. Después de tantos y tan graves pecados como Dios te ha
perdonado, sobrado motivo tienes para temer que a otro pecado mortal que
cometieres no te perdone ya. Dale gracias por haberte esperado hasta ahora y
toma en este momento una firme resolución de sufrir la muerte antes que volver
a cometer otro pecado.
Señor, basta lo que os he ofendido; la vida que me
queda no la quiero emplear ya en ofenderos, pues no es esto lo que Vos
merecéis; quiero emplearla solamente en amaros y en llorar las ofensas que os
he hecho; me arrepiento, Jesús mío, de todo mi corazón. María, Madre mía,
ayudadme.
(Tomado de "Verdades eternas")
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