El
vicio
P.
¿Qué cosa es vicio?
R. Un
hábito malo contraído con la repetición de muchos actos pecaminosos de la misma
especie.
P. ¿Es
lo mismo vicio que pecado?
R. No.
Se distinguen en que el pecado es un acto, y el vicio, un hábito contraído con
muchos actos pecaminosos.
P.
¿Cuántos son los vicios?
R.
Muchísimos. Todas las virtudes morales, como diremos luego, están en un justo
medio; son atacadas por vicios, por exceso y por defecto. Contra las teologales
hay también vicios. Las intelectuales tienen sus contrarios, como también los
dones.
P. ¿No
hay vicios que se llaman capitales?
R. Sí
P.
¿Cuáles y cuántos son?
R.
Siete: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza.
P.
¿Por qué se llaman capitales?
R. Por
ser el principio, la raíz y la causa de muchos otros.
La
virtud consiste en un justo medio
P.
¿Cuál es el objeto de la virtud?
R. Un
bien arduo, difícil, pero posible de obtener.
P.
¿Por qué razón este bien es arduo y difícil?
R.
Porque tiene excesos que evitar y defectos que corregir, dificultades y
obstáculos que vencer.
P. ¿La
virtud consiste en un medio?
R. Sí.
Así como la perfección de una cosa consiste en que sea conforme a su regla y
medida, del mismo modo la bondad de los actos humanos está en que éstos sean
conformes a su regla y medida.
P.
¿Cuál es el medio de las virtudes morales?
R. La
razón recta del hombre.
P.
¿Cuál es el medio de las virtudes intelectuales?
R. El
mismo que el de las morales, con la diferencia que la rectitud de la razón es
el medio de las intelectuales y la razón rectificada es el de las morales.
P.
¿Las virtudes teologales tienen también algún medio?
R. Sí.
Como Dios es el objeto que las regula, por esta parte no hay exceso y, donde no
hay exceso, no hay medio porque éste se halla entre el defecto y el exceso;
tienen un medio por parte nuestra. Cada uno de los hombres debe ir a Dios,
creyendo, esperando y amando según su condición, estado o grado de perfección.
En esto puede haber exceso y defecto.
P.
¿Podríamos ver por alguna comparación el medio de las virtudes?
R. Sí.
Hay una que viene muy al caso. La ciudad santa de Jerusalén está edificada en
la más sublime y en la más alta de todas las montañas; la virtud es la que nos
conduce a ella. El pecado original abrió por todos lados despeñaderos,
precipicios y abismos, como son las tinieblas del entendimiento, la malicia de
la voluntad, la concupiscencia de la carne, la flaqueza del corazón para operar
el bien, la violencia de las pasiones para el mal. La virtud es el camino, tiene
a derecha e izquierda precipicios de exceso y defecto; caer en el fuego o en el
agua, caer en el abismo de un defecto o en el pozo de un exceso, todo es caer.
(Tomado de "Catecismo de las Virtudes", Francisco Palau)
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