Virtudes morales
P. ¿Qué cosa es virtud moral?
R. Un hábito que
rectifica y dispone todas las potencias del hombre para seguir el dictamen
recto de la razón. Hacer que el hombre viva conforme al dictamen recto de la
razón, es el fin y objeto de todas las virtudes morales.
P. ¿Cuántas son
las virtudes morales?
R. Ya hemos
dicho que eran muchas, pero que podían reducirse todas a cuatro puntos
cardinales o a cuatro principales que son: prudencia,
justicia, fortaleza y templanza.
Prudencia.
P. ¿Qué cosa es
prudencia?
R. Como virtud
moral, es un hábito que rectifica el
dictamen de la razón en orden a todos los actos humanos.
P. ¿Qué
diferencia hay entre la prudencia como virtud moral y la misma como virtud
intelectual?
R. Como virtud
intelectual rectifica la razón práctica del hombre en orden a todos los actos
humanos. Y como moral, rectifica el dictamen de la misma razón y hace un buen
uso de él ordenando lo que se ha de practicar, cómo y de qué modo, en todos los
casos particulares.
P. ¿Cuál es el
objeto de la prudencia?
R. Rectificar el
dictamen de la razón.
P. ¿Cuántos y
cuáles son sus actos?
R. Tres, a
saber: 1º, discurrir, meditar,
buscar, inventar lo que conviene hacer en todos los casos particulares; 2º,
sobre todo cuanto se ha buscado y encontrado, juzgar lo que sea más útil y acomodado a las circunstancias; y 3º, mandar poner en práctica aquello que se
ha encontrado más útil, y se ha juzgado y creído más conveniente al fin
propuesto.
P. ¿Cuál es el
acto principal de la prudencia?
R. El dictamen
recto o el mandar.
P. Si la
prudencia es una virtud principal, o que, como un punto cardinal, tiene otras
muchas virtudes, ¿cuáles son éstas?
R. Las virtudes
que van unidas con las cuatro principales pueden considerarse como partes de
ellas: unas como partes integrales o esenciales, otras como potenciales, y
otras como virtudes menos principales sujetas a la cardinal.
P. ¿Cuántas y
cuáles son las virtudes que son como partes integrales o esenciales de la
prudencia?
R. Ocho: memoria, razón, inteligencia, docilidad,
solicitud, providencia, circunspección y precaución.
P. Siendo estas
ocho virtudes partes como integrales de la prudencia, ¿hay alguna armonía y
conexión entre ellas?
R. Sí. Todas se
dirigen a un solo objeto, cual es ratificar el dictamen de la razón. Ya hemos
dicho que para el recto dictamen de la razón eran necesarios tres actos, esto
es: buscar lo que conviene hacer, juzgar qué sea lo más útil de todo cuanto se
ha encontrado, y mandar poner en ejecución lo que se ha creído más conveniente para
el fin propuesto.
Para rectificar
el primer acto sirven: 1º la memoria de todo lo pasado; 2º el conocimiento de
todo lo presente, ya proceda de causas contingentes o necesarias; 3º la docilidad
en pedir consejo a los otros; 4º la solicitud o la eustoquia, la cual consiste
en encontrar pronta y fácilmente medios proporcionados al fin propuesto por la razón.
Por lo pasado y presente, y por lo que otros nos han dicho o aconsejado,
conjeturamos de lo que conviene hacer en lo futuro y en los casos particulares.
Para el segundo
acto sirve la razón o el raciocinio. Discurriendo sobre todos los medios que se
nos han presentado y comparando unos con otros, juzgamos del que es más directo
y acomodado al caso particular.
Para que la
razón recta mande poner en ejecución el medio que se ha encontrado más útil y
que se ha juzgado más conveniente, son necesarias tres cosas: 1º que todo
cuanto se ordena sea acomodado al fin propuesto; 2º a esto sirve la
providencia; 3º que en la ejecución se atienda a las circunstancias del
negocio, esto lo hace la circunspección. Por último, que evite los obstáculos,
que allane las dificultades y que venza los impedimentos que pueden presentarse
en la ejecución del medio que se ha encontrado, propuesto y juzgado más
conveniente al fin que se intenta.
P. ¿Cuáles y
cuántas son las partes de la prudencia que el angélico maestro santo Tomás
llama subjetivas?
R. Estas son
virtudes sujetas a la principal o cardinal, diferentes en especie las unas de
las otras. Bajo esta consideración las partes subjetivas de la prudencia son:
1º prudencia individual, que es aquella que rige a un individuo; 2º prudencia
social que rige una multitud: ésta se subdivide en militar, económica,
regnativa y política.
La militar
dirige un ejército en las batallas, la económica ordena las familias, la
regnativa a un príncipe, y la política a los súbditos en una ciudad, reino o
imperio.
P. ¿Cuántas y
cuáles son las virtudes adjuntas a la virtud cardinal de la prudencia que se
llaman potenciales?
R. Estas son
virtudes que perfeccionan la principal en ciertos actos secundarios y sobre
materias que no tienen toda la esencia de virtud. De éstas, la prudencia tiene
tres, que son: la eubulia, la sínesis y la gnome.
P. ¿Qué son
estas tres virtudes?
R. La eubulia
rectifica al hombre y hace que tenga y dé un buen consejo; la sínesis le ayuda
a rectificar su juicio en todo cuanto debe hacer en casos particulares; la
gnome se distingue de la sínesis en que ésta juzga según las reglas ordinarias
y comunes de la prudencia, y aquélla, en ciertos casos particulares imprevistos
y que están fuera de los alcances de las reglas comunes; juzga por principios más
altos y rige la misma prudencia por reglas superiores.
P. ¿Cuáles son
los vicios opuestos a la prudencia?
R. A la
prudencia, como a todas las demás virtudes morales, se oponen vicios unos por
exceso, otros por defecto. Los que tiene la prudencia por defecto son: la imprudencia, la precipitación, la
temeridad, la inconsideración, la
inconstancia y la negligencia.
Puede uno ser
imprudente o por malicia, despreciando las reglas de la prudencia, o por
negligencia, dejando de practicarlas para el acierto del negocio que le ocupa.
Si pasa a la ejecución de un negocio sin buscar antes un buen consejo sobre él,
hay precipitación.
Hay
inconsideración, si no se busca o se desprecia todo aquello que puede servir
para rectificar el juicio sobre lo que se ha de practicar. La precipitación
falta al buen consejo; la inconsideración, al juicio recto; y la inconstancia
falta o en no ejecutar lo que se ha creído o juzgado conveniente, o en
abandonar el acto en medio de la empresa.
P. ¿La
negligencia es un vicio que peca por defecto contra la prudencia?
R. Sí. La
negligencia se opone a la prudencia o por desprecio de las reglas prescritas
por esta virtud para el acierto de todos los negocios, o por falta de la debida
solicitud en buscar un buen consejo y formar un juicio recto sobre lo que
conviene hacer.
P. ¿Qué vicios
se oponen a la prudencia por exceso?
R. La prudencia de la carne, la astucia, el
engaño, el fraude, la demasiada solicitud de los bienes temporales y la
solicitud viciosa sobre el porvenir.
P. ¿Qué es
prudencia de la carne?
R. La verdadera
prudencia tiene por fin ordenar las acciones del hombre según la razón. La
falsa, tiene otro fin perverso, cual es las comodidades del cuerpo; y si el
hombre ordena a este objeto, como a su fin último, las acciones de su vida,
esta prudencia es carnal.
P. ¿Qué es
astucia?
R. Así como la
prudencia de la carne ordena la vida del hombre a un fin malo, o que no es
bueno sino en apariencia, como al último fin, la astucia se sirve de medios no
sinceros sino falsos y disimulados para obtener un fin, sea éste bueno o malo.
P. ¿Qué es dolo
o engaño?
R. La ejecución,
ya por palabras ya por obras o de cualquier otro modo, de estos medios falsos y
disimulados que la astucia ha inventado para obtener un fin.
P. ¿Qué es
fraude?
R. La ejecución
por obras de este mismo medio.
P. ¿La demasiada
solicitud de las cosas temporales es un vicio opuesto a la prudencia?
R. Sí.
P. ¿En qué?
R. La solicitud
de que se sirve la prudencia puede ser viciosa por tres motivos: 1º Puede
buscar las cosas temporales constituyendo en ellas su último fin: esto está
prohibido por aquello del evangelio «No seáis solícitos, etc.» [Mt 6,25; Sal
55,23; 1 Tm 6,8]. 2º. Poniendo en ellas un estudio y un cuidado tal, que
retraiga el espíritu de las cosas espirituales. El cuidado de lo temporal no
debe hacernos olvidar lo eterno, contra esta misma solicitud está escrito: «La
solicitud del siglo sofoca la palabra» [Mc 4,19]. 3º. Por parte del temor vano,
de que haciendo lo que podamos, nos falte lo necesario.
Este vano temor
está condenado: 1º. Porque si Dios hace lo más que es cuidar de la vida, hará
lo menos que es conservarla; 2º. Siendo nosotros más nobles que los animales y
alimentando Dios a éstos, no debemos temer nos falte lo necesario; 3º. Siendo
Dios próvido, es propio de los gentiles, que no tienen fe, el temor de que nos falte
lo necesario; bien entendido que hemos de hacer lo que está de nuestra parte
para procurarnos la subsistencia.
(Tomado de "Catecismo de las virtudes", Francisco Palau)
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