martes, 7 de junio de 2016

La servidumbre de la inteligencia



... La inteligencia al servicio del 'sector productivo...'

Para quienes aspiramos por vocación al cultivo de la inteligencia y tenemos, por lo tanto, en la más alta estima el rol fundamental que en dicho empeño le compete a la institución universitaria, no nos han podido menos que sonar escandalosas las declaraciones de la actual ministra de educación colombiana, la abogada Gina Parody, en el sentido de poner la educación superior al servicio de los intereses y necesidades del 'sector productivo' del país.

La siguiente es una cita de uno de los medios de comunicación que se hicieron eco del despropósito de la ministra:

"..que el sector productivo manifieste cuáles son sus necesidades y que por el lado de la academia, se garantice que el conocimiento de los alumnos recién graduados sea LO QUE EL MERCADO LABORAL REQUIERA".

Allí está todo dicho. Y es ni más ni menos que la muerte de la inteligencia, y de paso la de la misma institución universitaria, herida en lo íntimo de su naturaleza y finalidad.

El fin último de la universidad es, para decirlo en pocas palabras, la búsqueda de la verdad donde quiera que esta se encuentre (de ahí la multiplicidad de disciplinas); con esta misión nacieron los primeros claustros universitarios, allá en los lejanos tiempos de la injustamente vilipendiada edad media. El deseo de saber, de conocer, el ansia por comprender la naturaleza de las cosas que lo rodean y de sí mismo (deseo que según Aristóteles es natural en el hombre, es decir, irrenunciable), condujeron al hombre a la sistematización de un cuerpo orgánico de conocimientos, animados por la pretensión, nunca satisfecha, de abarcar con la mirada potente de su razón los valores inteligibles de lo real, que no otra cosa es la verdad sino la captación inteligible de la realidad. 

En la realización de dicho propósito verdaderamente sublime, a la universidad le fue confiada la misión de ser cuna y custodia del mencionado cuerpo orgánico de todos los saberes que la humana diligencia y curiosidad fueran acumulando con el paso de los siglos. Difícil concebir misión más alta, propósito más sublime o encargo más elevado que el confiado por las sociedades a ese verdadero bastión de la humana sabiduría llamado universidad. En medio de las vicisitudes  de los tiempos que estaban por llegar, la universidad se perfilaba como el faro seguro de las generaciones venideras y al mismo tiempo como fuente inagotable de progreso y de riqueza material y espiritual, verdadera 'alma mater' de las naciones, muchas de las cuales no veían aún la luz del sol.

Solo la verdad, su contemplación e investigación por todos los medios que el ingenio humano ideara con tal propósito, sería el norte seguro de la actividad universitaria; y tras sus muros encontrarían las generaciones el espacio propicio para saciar sus ansias de comprensión y lucidez. Indudablemente de dicha contemplación habrían de derivarse, como natural consecuencia, innumerables adelantos técnicos, fruto de la aplicación de la verdad previamente contemplada. Y es eso lo que han contemplado los siglos que han venido después, hasta nuestros días. Maravillados hoy por las espléndidas conquistas de la tecnología (aplicación concreta, por lo tanto esencialmente dependiente, de las verdades alcanzadas en la contemplación investigativa o más bien en la investigación contemplativa de la verdad) no podemos más que dirigir una mirada llena de admiración y agradecimiento filial hacia la universidad, cuyo trabajo sereno y paciente, desafiando los siglos, ha hecho posible el maravilloso despliegue de ingenio que hoy contemplan nuestros ojos atónitos.

Es por todo lo anterior, y por muchas razones más, que nos produce escándalo, estupefacción, y ¿por qué no? hasta santo enojo, las declaraciones destempladas, bárbaras, atrevidas y desagradables realizadas por la abogada Parody, conforme a las cuales la universidad debería propender por reducir su función social a la de mera fábrica de obreros para cubrir las necesidades del 'sector productivo'. Se nos hace verdaderamente asombroso que alguien que 'razona' de semejante manera haya podido llegar a convertirse en ministra de algo, ¡cuánto menos en ministra de educación!

Sin embargo sabemos que el momento presente trae la marca del pragmatismo más grosero y servil, y se quisiera hoy ponerlo todo al servicio de la utilidad, de la producción, del consumo, o en palabras de la 'ministra', al servicio del sector productivo. Tristes tiempos estos en que la inteligencia ha de consagrar sus desvelos a la desnuda producción, lejos de la contemplación de la verdad, de lo real, único fin que la colma, la sacia y la hace plena por derecho propio.

Por el bien del alma de la patria hacemos votos por que la descabellada iniciativa de la 'ministra' no encuentre eco entre los que tienen en su poder la facultad de tomar esas decisiones, y que se convierta este episodio solo en uno más, de los muchos que en la historia de Colombia sirven para ilustrar la ineptitud de quienes escalan posiciones de poder sin contar con las calidades humanas necesarias para el ejercicio del mismo.


Leonardo R.



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