sábado, 30 de junio de 2012

LAS VIRTUDES (4)




LA VIRTUD DE LA TEMPLANZA


Noción

La palabra templanza puede emplearse en dos sentidos:

a) Para significar La moderación que impone La razón en toda acción y pasión (sentido lato), en cuyo caso no se trata de una virtud especial, sino de una condición general que debe acompañar a todas Las virtudes morales.

b) Para designar una virtud especial que constituye una de Las cuatro virtudes morales principales, que se llaman cardinales (sentido estricto).

En este sentido puede definirse:

«Una virtud sobrenatural que modera La inclinación a los placeres sensibles, especialmente del tacto y del gusto, conteniéndola dentro de los límites de La razón iluminada por La fe».

Expliquemos un poco La definición:

a) Una virtud sobrenatural. (Infusa), para distinguirla de la templanza natural o adquirida.

b) Que modera La inclinación a los placeres sensibles... Lo propio de La templanza es refrenar Las movimientos del apetito concupiscible -donde reside-, a diferencia de La fortaleza, que tiene por misión excitar el apetito irascible en La prosecución del bien honesto.

c) Especialmente del tacto y del gusto... Aunque La templanza debe moderar todos los placeres sensibles a que nos inclina el apetito concupiscible, recae de una manera especial sobre Las propios del tacto y del gusto (lujuria y gula principalmente) que llevan consigo máxima delectación -como necesarios para La conservación de La especie o del individuo- y son, por lo mismo, más aptos para arrastrar el apetito si no se les refrena con una virtud especial que es La templanza estrictamente dicha. Principalmente recae sobre Las delectaciones del tacto, y secundariamente sobre Las de los demás sentidos.

d) Conteniéndola dentro de los límites de La razón iluminada por La fe. La templanza natural o adquirida se rige únicamente por Las luces de La razón natural, y contiene el apetito concupiscible dentro de sus límites racionales y humanos; La templanza sobrenatural o infusa va mucho más lejos, puesto que a Las luces de La simple razón natural añade Las luces de La fe, que tiene exigencias más finas y delicadas.

Importancia y necesidad

La templanza es una virtud cardinal que tiene varias otras derivadas o satélites, y en este sentido es una virtud excelente; pero teniendo por objeto La moderación de los actos del propio individuo, sin ninguna relación a los demás, ocupa el último lugar entre Las virtudes cardinales.

Sin embargo, con ser La última de Las cardinales, La templanza es una de Las virtudes más importantes y necesarias en La vida del cristiano. La razón es porque ha de moderar, sosteniéndolos dentro de La razón y de La fe, dos de los instintos más fuertes y vehementes de La naturaleza humana, que fácilmente se extraviarían sin una virtud moderativa de Las mismos. La Divina Providencia, como es sabido, ha querido unir un deleite o placer a aquellas operaciones naturales que son necesarias para La conservación del individuo o de La especie; de ahí La vehemente inclinación del hombre a Las placeres del gusto y de La generación, que tienen aquella finalidad alta, querida e intentada por el Autor mismo de La naturaleza. Pero precisamente por eso, por brotar con vehemencia de La misma naturaleza humana, tienden con gran facilidad a desmandarse fuera de Las límites de lo justo y razonable -lo que sea menester para la conservación del individuo y de La especie en La forma y circunstancias señaladas por Dios y no más-, arrastrando consigo al hombre a La zona de lo ilícito Y pecaminoso. Ésta es La razón de La necesidad de una virtud infusa moderativa de Los apetitos naturales y de La singular importancia de esta virtud en La vida cristiana o simplemente humana.

Tal es el papel de La templanza infusa. Ella es La que nos hace usar del placer para un fin honesto y sobrenatural, en La forma señalada por Dios a cada uno según su estado y condición. Y como el placer es de suyo seductor y nos arrastra fácilmente más allá de Las justos límites, La templanza infusa inclina a La mortificación incluso de muchas cosas lícitas, para mantenernos alejados del pecado y tener perfectamente controlada y sometida La vida pasional.

Vicios opuestos

Los principales son dos: uno por exceso, La intemperancia, y otro por defecto, La insensibilidad excesiva.

A) La intemperancia -que se manifiesta de muchas maneras, como veremos al estudiar Las pecados opuestos a Las virtudes derivadas o satélites- desborda los límites de La razón y de La fe en el uso de Las placeres del gusto (gula) y del tacto (lujuria). Sin ser el máximo pecado posible, es, sin embargo, el más vil y oprobioso de todos; puesto que rebaja al hombre al nivel de Las bestias o animales, y porque ofusca como ningún otro Las luces de La inteligencia humana.

B) La insensibilidad excesiva, que huye incluso de Las placeres necesarios para La conservación del individuo o de La especie que pide el recto orden de La razón. Únicamente se puede renunciar a ellos por un fin honesto (recuperar La salud, aumentar Las fuerzas corporales, etc.), o por un bien más alto, como es el bien sobrenatural (penitencia, virginidad, contemplación, consagración a Dios, etc.), porque esto es altamente conforme con La razón y con La fe.

El crecimiento en La templanza

Lo veremos en sus matices más importantes al estudiar Las virtudes derivadas o satélites y La definitiva influencia del don de temor de Dios, que es el encargado de perfeccionar al máximo La virtud de La templanza.

(Tomado de "Ser o no ser santo, esa es la cuestión", de Royo Marín)

viernes, 29 de junio de 2012

El video que ningún protestante quiere ver

Las virtudes (3)

LA VIRTUD DE LA FORTALEZA

Noción

La palabra fortaleza puede tomarse en dos sentidos principales:

a) En cuanto significa, en general, cierta firmeza de ánimo o energía de carácter. En este sentido no es virtud especial, sino más bien una condición general que acompaña a toda virtud, que, para ser verdaderamente tal, ha de ser practicada con firmeza y energía.

b) Para designar La tercera de Las virtudes cardinales, y en este sentido puede definirse:

«Una virtud cardinal, infundida con La gracia santificante, que enardece el apetito irascible y La voluntad para que no desistan de conseguir el bien arduo o difícil ni siquiera por el máximo peligro de La vida corporal».

Expliquemos un poco La definición:

a) Una virtud cardinal... puesto que vindica para sí, de manera especial, una de Las condiciones comunes a todas Las demás virtudes, que es La firmeza en el obrar.

b) Infundida con La gracia santificante... para distinguirla de La fortaleza natural o adquirida.

c) Que enardece el apetito irascible y La voluntad. .. La fortaleza reside, como en su sujeto propio, en el apetito irascible, porque se ejercita sobre el temor y La audacia, que en él residen. Pero influye también, por redundancia, sobre La voluntad para que pueda elegir el bien arduo y difícil sin que le pongan obstáculo Las pasiones.

d) Para que no desistan de conseguir el bien arduo o difícil... Como es sabido, el bien arduo constituye el objeto del apetito irascible. Ahora bien: La fortaleza tiene por objeto robustecer el apetito irascible para que no desista de conseguir ese bien difícil por grandes que sean Las dificultades o peligros que se presenten.

e) Ni siquiera por el máximo peligro de La vida corporal. Por encima de todos Las bienes corporales hay que buscar siempre el bien de La razón y de La virtud, que es inmensamente superior al corporal; pero como entre los peligros y temores corporales el más terrible de todos es La muerte, La fortaleza robustece principalmente contra esos temores, como aparece claro en La vida de los mártires que no vacilan en dar su vida por conservar o confesar La fe u otra virtud sobrenatural. Por eso el martirio es el acto principal de La virtud de La fortaleza.

Actos

La fortaleza tiene dos actos: atacar y resistir. La vida del hombre sobre La tierra es una milicia (Job 7,1). Y a semejanza del soldado en la línea de combate, unas veces hay que atacar para La defensa del bien, reprimiendo o exterminando a Las impugnadores, y otras veces hay que resistir con firmeza los asaltos del enemigo para no retroceder un solo paso en el camino emprendido.

De estos dos actos, el principal y más difícil es resistir (contra lo que comúnmente se cree), porque es más penoso y heroico resistir a un enemigo que por el hecho mismo de atacar se considera más fuerte y poderoso que nosotros, que atacar a un enemigo a quien, por lo mismo que tomamos La iniciativa contra él, consideramos más débil que nosotros. Por eso el acto del martirio, que consiste en resistir o soportar La muerte antes que abandonar el bien, constituye el acto principal de La virtud de La fortaleza.

La fortaleza se manifiesta principalmente en los casos repentinos e imprevistos. Es evidente que el que reacciona en el acto contra el mal, sin tener tiempo de pensarlo, muestra ser más fuerte que el que lo hace únicamente después de madura reflexión.

EI fuerte puede usar de La ira como instrumento para un acto de fortaleza en atacar; pero no de cualquier ira, sino únicamente de La controlada y rectificada por La razón, pues de lo contrario constituye un verdadero pecado capital.

Importancia y necesidad

La fortaleza es una virtud muy importante y excelente, aunque no sea La máxima entre todas Las cardinales. Porque el bien de La razón -que es el objeto de toda virtud- pertenece esencialmente a La prudencia; de manera efectiva, a La justicia; y sólo conservativamente (o sea, removiendo los impedimentos) a La fortaleza y la templanza. Y entre estas dos últimas prevalece La fortaleza, porque es más difícil superar en el camino del bien los peligros de La muerte que los que proceden de Las delectaciones del tacto regulados por La templanza. Por donde se ve que el orden de perfección entre Las virtudes cardinales es el siguiente: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

En La vida espiritual y en el camino hacia La perfección, La fortaleza, en su doble acto de atacar y resistir, es muy importante y necesaria.

Hay en el camino de La virtud gran número de obstáculos y dificultades que es preciso superar con valentía si queremos llegar hasta Las cumbres. Para ello es menester mucha decisión en emprender el camino de La perfección cueste lo que costare; mucho valor para no asustarse ante La presencia del enemigo; mucho coraje para atacarle y vencerle, y mucha constancia y aguante para llevar el esfuerzo hasta el fin sin abandonar Las armas en medio del combate. Toda esta firmeza y energía tiene que proporcionada La virtud de La fortaleza, robustecida, a su vez, por el don del Espíritu Santo de su mismo nombre: el don de La fortaleza, del que hemos hablado brevemente en otro lugar de esta obra.

Pecados opuestos

A La fortaleza se oponen tres vicios o pecados: uno por defecto, el temor o La cobardía, por el que se rehúye soportar Las molestias necesarias para conseguir el bien arduo o difícil; y dos por exceso: La impasibilidad o indiferencia, que no teme suficientemente los peligros que podría y debería temer, y La audacia o temeridad, que desprecia los dictámenes de La prudencia saliendo al encuentro del peligro.

(Tomado de "Ser o no ser santo, esa es la cuestión" de Royo Marín)

San Pedro y San Pablo



SAN PEDRO Y SAN PABLO, APOSTOLES


LA RESPUESTA DE AMOR.


"¿Simón, hijo de Juan; me amas?" He aquí el momento en que se escucha la respuesta que el Hijo del Hombre exigía del pescador de Galilea. Pedro no teme la triple interrogación del Señor. Desde aquella noche en que el gallo fue menos solícito para cantar que el primero de los Apóstoles para renegar de su Maestro, continuas lágrimas cavaron dos surcos en sus mejillas; ha luído el día en que cesen estas lágrimas. Desde el patíbulo en que el humilde discípulo ha pedido le claven cabeza abajo, su corazón generoso repite, por fin sin miedo, la protesta que, desde la escena de las orillas del lago de Tiberíades, ha consumido silenciosamente su vida: "¡Sí, Señor, tú sabes que te amo!”


EL MARTIRIO DE SAN PEDRO.

Miremos también nosotros, pues ha llegado a ser presente ese futuro, y, como en el Viernes Santo, participamos en el desenlace que se anuncia. Participación dichosa, toda triunfal: aquí, el deicida no mezcla su nota lúgubre al homenaje del mundo, y el perfume de inmolación que ahora sube de la tierra, no llena los cielos sino de suave alegría.

Se diría que la tierra, divinizada por la virtud de la hostia adorable del Calvario, se basta a sí misma. Pedro, simple hijo de Adán, y, con todo eso, verdadero Sumo Pontífice, avanza llevando el mundo: su sacrificio va a completar el de Jesucristo, que le invistió con su grandeza; la Iglesia, inseparable de su Cabeza visible, le reviste también con su gloria2. Por la virtud de esta nueva cruz que se levanta, Roma se hace hoy la ciudad santa. Mientras Sión queda maldita por haber crucificado un día a su Salvador, Roma podrá rechazar al Hombre-Dios, derramar su sangre en sus mártires: ningún crimen de Roma prevalecerá sobre el gran hecho que ahora se realiza; la cruz de Pedro le ha traspasado todos los derechos de la de Jesús, dejando a los judíos la maldición; ahora Roma es la verdadera Jerusalén.


EL MARTIRIO DE SAN PABLO.

Siendo tal la significación de este día, no es de maravillar que el Señor la haya querido aumentar aún más, añadiendo el martirio del Apóstol Pablo al sacrificio de Simón Pedro. Pablo, más que nadie, habla prometido con sus predicaciones la edificación del cuerpo de Cristo3; si hoy la Iglesia ha llegado a este completo desenvolvimiento que la permite ofrecerse en su Cabeza como hostia de suavísimo olor, ¿quién mejor que él merecía completar la oblación?' Habiendo llegado la edad perfecta de la Esposa, ha acabado también su obra. Inseparable de Pedro en los trabajos por la fe y el amor, le acompaña del mismo modo en la muerte; los dos dejan a la tierra alegrarse en las bodas divinas selladas con su sangre, y suben juntos a la mansión eterna, donde se completa la unión.

LA FIESTA DEL 29 DE JUNIO.

Después de las grandes solemnidades del año Litúrgico y de la fiesta de San Juan Bautista, no hay otra más antigua y universal en la Iglesia que la de los dos príncipes de los Apóstoles. Muy pronto Roma celebró su triunfo en la fecha misma del 29 de Junio, que los viera subir al cielo. Este uso prevaleció luego sobre el de algunos lugares, que habían puesto la fiesta de los Apóstoles en los últimos días de Diciembre. Fue ciertamente un hermoso pensamiento el hacer así de los padres del pueblo cristiano el cortejo del Emmanuel, a su venida al mundo. Pero, como ya hemos visto, las enseñanzas de este día tienen ellas solas, una importancia preponderante en la economía del dogma cristiano; son el complemento de toda la obra del Hijo de Dios; la cruz de Pedro da estabilidad a la Iglesia, y señala al espíritu de Dios el centro inmovible de sus operaciones. Roma estuvo inspirada cuando, reservando al discípulo amado el honor de velar por sus hermanos cerca del pesebre del Niño Jesús, guardaba el solemne recuerdo de los príncipes del apostolado en el día escogido por Dios para consumar sus trabajos y coronar juntamente con su vida el ciclo de los misterios.

(Tomado del "Año litúrgico" de Gueranger)

jueves, 28 de junio de 2012

LAS VIRTUDES (2)


 


LA VIRTUD DE LA JUSTICIA

Noción

Con frecuencia la palabra justicia se emplea en La Sagrada Escritura como sinónima de santidad: los justos son los santos. Y así dice Nuestro Señor en el sermón de La Montaña: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia» (Mt 5,6), es decir, de santidad. Pero en sentido estricto, o sea como virtud especial, La justicia puede definirse así:

«La voluntad constante y perpetua de dar a cada uno lo que le corresponde estrictamente».

Expliquemos un poco los términos de La definición para conocerla mejor.

a) La voluntad, entendiendo por tal no La potencia o facultad misma (donde reside el hábito de La justicia) sino su acto, o sea, La determinación de La voluntad de dar a cada uno lo que le corresponde.

b) Constante y perpetua, porque, como explica Santo Tomás, «no basta para La razón de justicia que alguno quiera observarla esporádicamente en algún determinado negocio, porque apenas habrá quien quiera obrar en todo injustamente, sino que es menester que el hombre tenga voluntad de conservarla siempre y en todas Las cosas». La palabra constante designa La perseverancia firme en el propósito; y La expresión perpetua, La intención de guardarla siempre.

c) De dar a cada uno, o sea, a nuestros pjimos. La justicia requiere siempre alteridad, ya que nadie puede propiamente cometer injusticias contra sí mismo.

d) Lo que le corresponde, o sea, lo que se le debe. No se trata de una limosna o regalo, sino de lo debido al prójimo porque tiene derecho a ello.

e) Estrictamente, o sea, ni más ni menos de lo que se le debe. Si nos quedamos por debajo de lo debido estrictamente (v. gr. pagando sólo mil pesetas al que le debemos mil doscientas) cometemos una injusticia. Pero si sobrepasamos lo debido (v. gr. dándole dos mil al que le debíamos sólo mil) no hemos quebrantado La justicia (porque La hemos rebasado por arriba) pero hemos practicado, en realidad, La liberalidad o La limosna, no La justicia estricta.

Notas características

De La definición que acabamos de exponer se desprenden con toda claridad Las tres notas típicas o condiciones de La justicia propiamente dicha:

a) Alteridad: se refiere siempre a otra persona, no a sí mismo.

b) Derecho estricto: no es un regalo, sino algo debido estrictamente.

c) Adecuación exacta: ni más ni menos de lo debido.

Aunque Las tres notas son esenciales a La justicia propiamente dicha, La más importante es La segunda, o sea, lo debido estrictamente a otro.

Importancia y necesidad

La justicia es una de Las cuatro grandes virtudes morales que ostentan el rango de cardinales, porque alrededor de ellas -como sobre el quicio de La puerta- gira toda La vida moral.

Después de La prudencia, La justicia es La más excelente de Las virtudes cardinales, aunque es inferior a Las teologales e incluso a alguna de sus derivadas, La religión, que tiene un objeto inmediato más noble: el culto a Dios, lo que La acerca a Las teologales ocupando el cuarto lugar en el conjunto total de Las virtudes infusas.

La justicia tiene una gran importancia y es de absoluta necesidad, tanto en el orden individual como en el social. Pone orden y perfección en nuestras relaciones con Dios y con el prójimo; hace que nos respetemos mutuamente nuestros derechos; prohíbe el fraude y el engaño; practica La sencillez; veracidad y mutua gratitud (virtudes satélites de La justicia), regula Las relaciones de los individuos particulares entre sí, Las de cada uno con La sociedad y de La sociedad con los individuos (justicia social). AI poner orden en todas Las cosas trae consigo La paz y el bienestar de todos, ya que La paz no es otra cosa que la tranquilidad del orden, según La magnífica definición de San Agustín. Por eso dice La Sagrada Escritura que La paz es obra de La justicia: opus iustitiae, pax (Isa 32,17); si bien, como explica Santo Tomás, La paz es obra de La justicia indirectamente, o sea, en cuanto que remueve los obstáculos que a ella se oponen (ut removens prohibens), pero propia y directamente La paz proviene de La caridad, que es La virtud que realiza por excelencia La unión de todos los corazones.

En su lugar, examinaremos brevemente el magnífico conjunto de Las partes potenciales o virtudes derivadas o satélites de La justicia, lo que aumentará nuestra estima de esta gran virtud cardinal.
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Algunas formas de practicar la justicia

Hemos de limitamos a ligeras indicaciones por no permitir otra cosa el marco de nuestra obra:

a) Evitar cualquier pequeña injusticia, por insignificante que sea.

b) Tratar Las cosas ajenas con mayor cuidado que si fueran nuestras.

c) No perjudicar jamás en lo más mínimo el buen nombre o La fama del prójimo.

d) No contraer deudas que no podamos pagar a su debido tiempo.

e) Dar a su debido tiempo el salario justo al que lo ha merecido con su trabajo.

j) Por justicia social, pagar exactamente los tributos o impuestos justos establecidos por La autoridad legítima.

g) Evitar a todo trance La acepción de personas (v. gr. concediendo un buen empleo a un amigo con perjuicio de otro más digno que él).

(Tomado de "Ser o no ser santo, esa es la cuestión" de Royo Marín)