viernes, 30 de marzo de 2012

Algunos apuntes sobre el liberalismo


El liberalismo: concepto, origen y división.

El liberalismo hace referencia directa a la libertad humana, acentuando sus excesos y desviaciones. Pero al cristianismo se debe el haber descubierto la libertad en toda su plenitud y exaltado en su dignidad y valor excelso como supremo bien del hombre, desarrollando una doctrina coherente sobre el vivir del hombre en libertad. Jesucristo clama frente a los judíos que es el Hijo del Hombre, la verdad de su mensaje, el que nos hará «verdaderamente libres», porque nos liberará de la servidumbre del pecado (lo. 8, 32-36). Y San Pablo predica con énfasis como dogma fundamental la libertad del cristiano, porque ha sido liberado de la esclavitud del pecado y de la servidumbre de la ley (Rom. 6, 17-22). «Para que gocemos de la libertad, Cristo nos ha hecho libres..., habéis sido llamados a la libertad» (Gal. 5, 1-13). «La libertad es el bien más excelso de la naturaleza» que la Iglesia católica predica y defiende constantemente frente a las desviaciones de la herejía, proclama León XII I como lema de su enseñanza en la encíclica Libertas. Y el Vaticano I I exalta su grandeza como «signo evidente de la imagen divina en el hombre» (Gaudium et spes, núm. 17). No es, pues, extraño que la doctrina católica invoque con tanta frecuencia la libertad no sólo para el acto de la fe y la aceptación, libre de toda coacción, de la profesión cristiana, sino también para la salvaguarda y defensa de todas las libertades legítimas de los individuos y de los pueblos.

Incluso es común en su vocabulario el uso de los términos «liberal», «liberación», «liberalidad». Justamente es alabada la liberalidad como una importante virtud moral proveniente de la filosofía griega, perfilada con detalle por Aristóteles y que Santo Tomás incorporó a su teología. Es la virtud que modera el uso de las riquezas en orden a un empleo liberal y generoso de las mismas, como medio razonable entre los dos vicios de la prodigalidad, o exceso en el despilfarro de los bienes, y el defecto más condenable de la avaricia o egoísta tacañería.

Mas el término liberalismo es de acuñación reciente e implica profunda deformación del concepto de libertad. Como todos los «ismos», el vocablo entraña el significado de la libertad erigida en sistema absoluto, una absolutización de la libertad humana sin límites ni fronteras y que, además, se establece como una categoría primaria o principio que ha de explicar y dirigir toda la conducta humana.

Curiosamente, en su origen histórico se admite por todos que el término liberalismo deriva de la palabra española liberal en sentido político, y que comenzó a circular en las Cortes constituyentes de Cádiz de 1812, cuyos miembros liberales habían aceptado las ideas de la Revolución francesa introducidas por la invasión napoleónica, propagándose luego por toda Europa a partir de la revolución de 1820, primer golpe contra la restauración absolutista de la sociedad europea establecida por el Tratado de Viena. Liberalismo significaría el sistema de ideas de esa herencia postnapoleónica en que se había incorporado buena parte del legado de la revolución, en adelante defendido con fervor por los constitucionalistas y fuertemente combatido por los partidarios de la reacción tradicional.

Tal sistema liberal no nació con la revolución, que representa sólo la explosión violenta de las ideas y tendencias que se venían fraguando a lo largo del siglo XVIII. El racionalismo de los pensadores de la Ilustración es el que prepara el liberalismo como su antecedente inmediato. Se inicia ya, en el siglo xvii, con Descartes, padre e inspirador de la filosofía moderna, y se desarrolla en el siglo XVII I ese movimiento racionalista de signo cada vez más radical a través de numerosos filósofos, desde Puffendorf, Grocio, Hobbes, Locke, Montesquieu, Hume y los deístas ingleses, llegando a los enciclopedistas franceses, con Bayle, Diderot, Condorcet, D'Alembert, hasta Rousseau y Voltaire, que preparan la Revolución francesa. Todos ellos exaltan el poder de la razón, independizándola gradualmente de la sumisión a un orden divino y trascedente de la ley de Dios y la revelación sobrenatural.


Postulados del liberalismo.


De aquí que el POSTULADO FUNDAMENTAL del racionalismo es también el principio primero del liberalismo: la autonomía absoluta de la razón. La razón posee capacidad y fuerza ilimitada en sus investigaciones, de tal manera que ningún campo o esfera queda excluido de su poder; todo conocimiento que no sea estrictamente racional, al que no llega la razón por un proceso natural, carece absolutamente de valor. Todos los campos del saber y de orden humano están sometidos a la «diosa razón» proclamada por la revolución. Llevado esto a sus últimas consecuencias no es de extrañar que en el mismo siglo xix apareciesen desde el absoluto idealismo de Hegel hasta el craso materialismo de Marx, lejos ya ambos de los principios liberales, pero igualmente racionalistas, ya que en tales sistemas erróneos abundan las incoherencias y contradicciones.

El SEGUNDO PRINCIPIO y más específico de liberalismo concierne a la exaltación y valoración suprema de la libertad. La libertad es entendida como absoluta independencia de poderes extraños y considerada como la propiedad radical y más importante del hombre. Cada hombre es dueño absoluto de sí, no reconociendo límites o derechos que se interfieran en sus pretensiones.

No se llegan a reconocer ni siquiera los derechos de Dios, al que apenas se le considera en el trasfondo de un vago deísmo.

El TERCER POSTULADO de liberalismo, derivado también del racionalismo, afirma la soberanía total de la Naturaleza. Todo en el mundo está sometido a las mismas leyes de la Naturaleza; todo está situado al mismo nivel, todo es unívoco y horizontal.
Nada escapa al orden natural: ni la religión, libre de todo misterio, revelación u orden sobrenatural; ni la moral, independiente de toda ley eterna o divina; ni el derecho, cuya única fuente serán los pactos interhumanos. La «Naturaleza» viene a ser un absoluto impersonal, que sustituye al Dios personal. Es «el naturalismo» que subyace en el principio racionalista y liberalista, negador de la revelación y de la fe, del cual al menos deriva un simple deísmo, y en muchos casos el agnosticismo y hasta el ateísmo.

(Extracto del escrito "Contenido ideológico del liberalismo", del padre Teófilo Urdánoz)