domingo, 28 de febrero de 2016

Separación entre fe y razón



Hace poco decíamos que una de las características de la filosofía moderna era el antropocentrismo. Pues bien, otra de sus características es la separación que establece entre la fe y la razón. Separación que no es ya la distinción complementaria que establecía el filósofo medieval, sino que se trata de una separación radical, que desemboca en abierta oposición y rechazo.

Para el pensador medieval era natural hacer filosofía en unión con la teología. De hecho la filosofía de las universidades medievales era una preparación para la teología, que era considerada correctamente como la culminación de toda sabiduría. 

Esto fue así siempre, aunque en el tiempo de Tomás de Aquino se logró establecer una más clara distinción conceptual entre los ámbitos específicos de la filosofía y la teología. Ámbitos que aunque distintos, no eran opuestos ni contradictorios. Precisamente esa fue una de las tareas llevadas a cabo por Tomás y su generación: distinguir con precisión el campo de estudio de la filosofía, otorgarle una justa autonomía en su terreno. Y al mismo tiempo hacer lo propio con la teología. Pero de tal manera realizar estas dos clarificaciones que no se abriera entre esas dos ciencias un abismo tal que hiciera pensar en su oposición, es decir, distinguirlas, pero conciliarlas para hacerlas servir a ambas en el descubrimiento de la única verdad divina y humana.

Eso fue lo que se llamó la armonía entre la fe y la razón, y es una de las causas de la grandeza de Tomás de Aquino: distinguió sin oponer.

La edad moderna que solemos ubicar en los tiempos de René Descartes, inicia un proyecto completamente nuevo. Aunque conviene decir que dicho proyecto hunde sus raíces en el nominalismo de un Guillermo de Ockham, a mediados del siglo XIV, es decir un par de generaciones después de la muerte de Tomás de Aquino. Porque Ockham con sus teorías lógicas inaugura un nuevo modo de hacer "filosofía" que tiende al empirismo y al rechazo de las ideas universales, de las esencias, y por tanto de las verdades universales. De manera que las verdades que la teología proclama son tales por la autoridad divina, pero para el hombre resulta imposible acceder a ellas de otro modo que no sea la revelación autoritativa de la Iglesia, pues su razón no va más allá del dato intuitivo de la experiencia inmediata.

A partir de Ockham se establece la duda sobre la posibilidad de demostrar con la sola razón lo que eran los fundamentos de la fe, o los preámbulos de la fe: la existencia de Dios y la existencia, espiritualidad e inmortalidad del alma. Entonces en adelante la fe va por un lado y la razón por otro. La armonía se ha roto y llega la edad moderna.

Cuando Descartes aparece en la escena filosófica mundial, ya ha pasado mucha agua debajo del puente, y el ambiente está maduro para su revolución. En pocas palabras: con la era racionalista e idealista inaugurada oficialmente por Descartes, se rechaza que la teología pueda ser una ciencia. Andando el tiempo Kant llevará adelante las consecuencias de todo esto y acabará por rechazar también que la metafísica pueda ser ciencia. Y el círculo acaba cerrándose por completo y el hombre termina del todo encerrado en la cárcel de su subjetividad.

Sin teología y sin metafísica el horizonte del hombre se reduce a este mundo de las impresiones sensibles inmediatas. En dicho universo reducido el hombre es rey, pues su razón lo comprende todo, o eso cree. Con tal de sentirse rey el hombre moderno acepta de buena gana que su reino se reduzca a unos estrechos límites, cortando la trascendencia del espíritu, pues en el reino del espíritu el rey es Dios.

Y se hace entonces imposible para las mentes postcartesianas conciliar la fe y la razón. Y ese es el pan nuestro de cada día. Aún hoy 2016.

El divorcio ha sido tal que ha culminado en oposición, rechazo y agresiva militancia. Basta ver por ejemplo en nuestros días el "apostolado" de un Richard Dawkins en EEUU, considerado el ateo actual más famoso del mundo. Título que no le envidio para nada.

Entonces esa separación entre fe y razón es también una de las características de la filosofía moderna, junto al antropocentrismo ya visto anteriormente. Veremos otras en próximos artículos Dios mediante.


Leonardo Rodríguez



viernes, 26 de febrero de 2016

Sobre la muerte de Umberto Eco



En días pasados los medios de comunicación anunciaban la muerte del escritor, semiólogo y filósofo italiano Umberto Eco; autor, entre otros, del muy famoso libro de "El Nombre de la Rosa" (que dicho sea de paso he leído unas cuatro veces).

La primera vez que leí ese libro tenía unos 17 años y lo leí más por curiosidad que por otra cosa. Me lo había recomendado mi hermana y su entusiasmo picó mi curiosidad. No era yo en ese entonces (ni ahora, a decir verdad) un gran lector, ni siquiera un lector promedio. Honestamente no me interesaba la lectura. Pero ese libro marcó un antes y un después. Lo leí y al terminarlo lo volví a leer; despertó en mí un interés repentino por la edad media, por la vida de esos extraños personajes llamados monjes y por la Iglesia católica en general. La trama policiaca mezclada con esa enorme erudición que el autor despliega en cada página, hacen del libro un imán natural casi para cualquiera que abra sus páginas y pasee por ellas sus ojos... aunque solo sea al inicio por curiosidad.

En esa época mi análisis como lector no podía ir más allá de admirar la capacidad del autor para construir esa trama policiaca y detectivesca tan atractiva; Y su también enorme imaginación y talento para describir lugares, personajes, situaciones, que hacen al lector sentir por momentos que está casi al interior de la abadía presenciando los hechos en primera persona, quizá vestido con el rústico sayal del monje o con las humildes ropas de los servidores del "cillerero".

Con el pasar del tiempo mi juicio ha ido cambiando. Aún admiro la novela en lo que tiene de admirable, que es su trama, su erudición, su sabor a medioevo. Pero la diferencia es que ahora se que su trama esconde un duro prejuicio contra la edad media, en concreto contra el tribunal de la inquisición, que el autor presenta con los más oscuros colores que se pueda imaginar, hasta hacerlo parecer un tribunal de dementes adoradores de la sangre y el dolor ajeno. Ahora se también que esa erudición que me cautivó y que aún hoy "respeto" por lo que implica en el autor de disciplina formativa, no es otra cosa que una muy adornada defensa del nominalismo, sistema "filosófico" que proclama la muerte de los universales, y junto con ellos, la muerte de toda posibilidad de proclamar una verdad absoluta, en el ámbito que sea. Y ahora se también, finalmente, que por las dos razones antes mencionadas, la imagen del medioevo que Eco presenta en su célebre libro es una imagen distorsionada, malintencionada y mentirosa.

Con todo y lo anterior guardo un sincero agradecimiento al señor Umberto Eco, pues de su libro se valió la Providencia para depositar en mí ese interés juvenil por el medioevo y la Iglesia católica, que me llevó un tiempo después a mi conversión (era católico pero "de mentiras") y determinó en cierto grado lo que sería años adelante mi ocupación favorita: la difusión y defensa del pensamiento filosófico medieval, encarnado en santo Tomás de Aquino.

Dicen que Eco murió tan ateo como había vivido. No nos corresponde juzgar, ese juicio lo dejamos en manos de Dios. 

Pero con el tiempo hemos llegado de la mano del hermano Tomás, de fray Tomás, a un profundo convencimiento, que expresamos en forma de jaculatoria:

¡Gracias a Dios de la rosa nos queda siempre mucho más que un nombre desnudo!


Leonardo Rodríguez



miércoles, 24 de febrero de 2016

La sencillez de lo rural


Bastan algunos días en el campo para recuperar un poco la fe en la humanidad. 

Las ciudades se han vuelto verdaderas fuentes de las más diversas patologías psicológicas, desde el célebre estrés, pasando por dolencias del espíritu (pecados) provenientes de las casi infinitas opciones para empuercarnos el alma que tienen las grandes urbes modernas, hasta complejas situaciones familiares producidas por la ruptura que trae el agite diario de los adultos por "conseguir el pan", o el más moderno "ser alguien en la vida" y el vacío "desarrollarme profesionalmente".

En el campo se vive a otro ritmo, mucho más sano, mucho más real y mucho más humano. Y las personas están alejadas de tanta basura que se acumula en las ciudades, basura material y basura moral. Y no es que el campo sea un oasis de perfección, pero sí es cierto que permite un estilo de vida más acorde con la dignidad humana. 

El solo hecho de tener ese contacto limpio con el paisaje, sin la contaminación que imponen los edificios y el cemento de las autopistas, es en sí mismo terapéutico a su manera, relajante; y además es una invitación constante a la meditación de las cosas que realmente importan. Estando en el campo comprende uno por qué los antiguos anacoretas y ermitaños huían de las ciudades y buscaban la perfección de sus almas en los parajes más alejados, entre las montañas y los riscos, en los desiertos, con la sola compañía del canto de las aves, el azul del cielo y el verdor de los árboles.

Es una lástima que las nuevas generaciones pierdan cada vez más ese contacto con el campo, para dedicarse a 'vivir' con exclusividad en las ciudades, rodeados de cemento y humo, grandes centros comerciales llenos de nada y vacíos de todo, autopistas atestadas de vehículos que transportan personas cada día más afanadas y "estresadas", modas extrañas en la ropa y hasta en el peinado, etc. Todo excesivamente semejante a una especie de zoológico humano.

Al lado de todo ello la tranquilidad y quietud del campo contrasta como el día y la noche, y permite apreciar cuán errados andan los que consideran que las ciudades son el futuro. 

Si ese es el futuro yo prefiero mudarme al pasado y vivir allí tranquilamente.

Leonardo Rodríguez


lunes, 22 de febrero de 2016

La moral social



Es curiosa la manera en que hoy en día se dan al mismo tiempo dos fenómenos que parecen contradictorios. Por un lado es evidente, evidentísimo y reconocido por todos que la corrupción ha alcanzado unos niveles ya no solo preocupantes sino aterradores. A diario los programas de noticias llenan nuestros hogares con escándalos de corrupción en todos los niveles de la sociedad, desde la política hasta el deporte. De manera que la corrupción se ha convertido en el pan nuestro de cada día, al punto de que uno realmente se pregunta qué tipo de sociedad, si es que algún tipo, heredarán las futuras generaciones, pues es claro que las generaciones actuales están haciendo su mejor esfuerzo por pudrirlo todo.

Eso por un lado. Por otro tenemos el segundo fenómeno que anunciábamos al inicio: el rechazo a la moralidad. Cada vez son más las voces que desde diversos estamentos sociales se pronuncian en contra de lo que ellos llaman "moralismos". Y piden, casi que exigen, que la actual sociedad, muy avanzada y muy moderna, abandone los juicios morales pues estos contradicen la 'sagrada' libertad del hombre: nada es malo, nada es bueno. Solo existen acciones humanas y en cuanto tales todas igual de 'respetables' y 'válidas'.

Entonces coexisten estos dos fenómenos: altísimos niveles de corrupción de todo tipo, corrupción desbordada, imparable y que amenaza incluso el futuro de los que vienen detrás de nosotros. Y por otro lado una aversión a todo lo que se relacione directa o indirectamente con la moralidad.

¿Cómo es posible que se reconozca el problema, pero no la solución? porque es evidente que la solución al problema de la corrupción radica sencillamente en el retorno a la moral pública, es decir, el retorno al respeto social de los valores morales que brillaban no hace mucho, hasta que fueron eclipsados por la "era de la libertad".

Nos quejamos a diario de la corrupción de los políticos; pero al mismo tiempo nos quejamos del que nos viene a hablar en contra de decir mentiras, que de hecho es uno de los diez mandamientos de la tradición cristiana. Nos quejamos de esos casos aberrantes de abuso a menores; pero al mismo tiempo nos quejamos del que nos viene a hablar de la virtud de la pureza, de la castidad, del pudor, etc. Y así para todo. Vemos con claridad el problema, pero somos incapaces de reconocer la solución. Es como el médico que descubre con claridad la enfermedad, pero se niega a aplicar el tratamiento.

¿De dónde viene esa actitud tan extraña? esa actitud proviene de muchas fuentes, pero una de las principales es el inmenso prestigio que adquirió en la época moderna la libertad humana, entendida como absolutamente independiente y creadora de valores. De esto ya hemos hablado en varias ocasiones. La época moderna considera que la libertad humana es esencialmente una facultad humana que posibilita al hombre obrar autónomamente, sin tener que tomar como criterio de sus acciones, como norma de sus acciones, otra cosa distinta a su propio querer individual.

Es por esto que repugna a la sociedad moderna que le hablen de moral, de lo bueno y lo malo, de lo correcto y lo incorrecto. Porque ella cree que la moral, lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, son creaciones subjetivas, individuales: si para ti es bueno, es bueno; si para ti es malo, es malo, ¡y que viva la sagrada 'libertad'!

Por todo lo anterior la sociedad se debate hoy víctima de su propio invento. Se ha querido construir una sociedad que "por fin" se liberara de las cadenas de la religión, de la teología, de la moral, de unos supuestos mandamientos divinos, etc., y lo que se ha construido es una sociedad donde la norma es el capricho voluntarioso de cada uno, y el resultado es el egoísmo y el hedonismo convertidos en corrupción total de las instituciones sociales, desde el Estado hasta la familia.

Si la sociedad actual no reconoce la solución a su problema, muy pocas esperanzas debemos forjarnos acerca del porvenir, pues aunque todas las épocas pertenecen a Dios, Él siempre ha respetado la libre determinación del hombre, incluso cuando se quiere determinar libremente al infierno, social y físico.


Leonardo Rodríguez


sábado, 20 de febrero de 2016

Antropocentrismo

Prometeo

Se ha dicho que una de las características de la filosofía moderna, esa que arranca oficialmente con Descartes en el siglo XVII, es su antropocentrismo, es decir, su intención de edificarlo todo sobre el hombre, por el hombre y para el hombre; pero no el hombre concreto, de carne y hueso, real, sino un hombre abstracto, o mejor dicho sobre la idea de hombre que en adelante cada generación construiría en ejercicio de su autonomía respecto del pasado.

Lo anterior significaba también una progresiva re-interpretación de lo trascendente, que a semejanza de lo que hizo Aristóteles con la teoría de las ideas de su maestro Platón al "traerlas del cielo a la tierra", buscaría destronar lo sobre-natural para reducirlo a epifenómeno de la desnuda conciencia humana (se anunciaba ya el futuro modernismo). En otras palabras, el antropocentrismo con que vino al mundo la filosofía moderna, traía en su seno una semilla que con el tiempo daría como fruto primero la caricaturización de lo sobrenatural, para acabar luego en su abierto rechazo: racionalismo, naturalismo, panteísmo y... ateísmo materialista.

El racionalismo pretendió ensalzar las prerrogativas de la razón humana, ubicándola en el pináculo de lo real, como juez supremo. En adelante todo aquello que aspirara a obtener la aprobación humana debería para ello presentarse ante el tribunal de la razón, y ella decidiría su suerte. Sin posibilidad siquiera de apelar a un criterio superior (como la fe, la teología, la revelación, etc.), precisamente porque se partía del principio de que no podía existir algo superior a ella.

Esto (junto a otras circunstancias históricas que jugaron un papel determinante, como la pseudo reforma luterana) trajo como consecuencia el naturalismo, que consiste en el rechazo, directo o indirecto (porque lo sobrenatural puede ser combatido o simplemente ignorado, como en el caso del ateísmo práctico del que hablamos hace poco) de todo aquello que pretenda estar por sobre la razón humana: fe cristiana, revelación, misterios de fe, teología, gracia, milagros, profecías, etc. El naturalismo es la reducción de todo al universo del hombre, visto en adelante como un universo finito e inmanente.

De ese racionalismo naturalista, o de ese naturalismo racionalista, algunos extrajeron como consecuencia que Dios no podía ser entonces ese Ser superior, trascendente, infinito, distinto del hombre y de la naturaleza; sino que seguramente eso que llamábamos Dios no era más que la naturaleza misma, el universo, y sobre todo el hombre, y más específicamente la conciencia humana. Eso era el panteísmo: Dios es todo, sobre todo producto de la conciencia humana.

El siguiente paso lo dieron los que al ver el proceso concluyeron que en últimas no había entonces problema en afirmar sencillamente la no existencia de Dios, es decir, si Dios era solo un producto, un resabio de la conciencia humana, ¿por qué no prescindir de Él? ¿no había llegado acaso el momento de que la humanidad viviera "ut si Deus non daretur", como si Dios no existiera? y entonces vino el ateísmo.

La entronización del hombre  llevada a cabo por la filosofía moderna culmina en la negación de Dios, porque si se pretende elevar al hombre a la categoría de divinidad no es posible un universo con dos dioses, necesariamente uno de los dos acabará por abarcarlo todo. Y es lo que ha pasado. Hoy presenciamos cómo el hombre, (el hombre abstracto, producto caprichoso de cada época), domina todas las estructuras claves: educación sin Dios y contra Dios; arte sin Dios y contra Dios; leyes sin Dios y contra Dios, etc.

Y si miramos a nuestro alrededor la verdad es que no parece que con el 'cambio de administración' las cosas hayan mejorado hasta el punto de llegar a ser ese paraíso terrestre que prometieron esos que por allá desde el siglo XVII pidieron centrarlo todo en el hombre, por el hombre y para el hombre.

Como dijo el insigne Nicolás Gómez Dávila:

Para desafiar a Dios el hombre infla su vacío.


Leonardo Rodríguez


miércoles, 17 de febrero de 2016

(9) Las virtudes: preguntas y respuestas



Virtudes morales

P. ¿Qué cosa es virtud moral?

R. Un hábito que rectifica y dispone todas las potencias del hombre para seguir el dictamen recto de la razón. Hacer que el hombre viva conforme al dictamen recto de la razón, es el fin y objeto de todas las virtudes morales.

P. ¿Cuántas son las virtudes morales?

R. Ya hemos dicho que eran muchas, pero que podían reducirse todas a cuatro puntos cardinales o a cuatro principales que son: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

Prudencia.

P. ¿Qué cosa es prudencia?

R. Como virtud moral, es un hábito que rectifica el dictamen de la razón en orden a todos los actos humanos.

P. ¿Qué diferencia hay entre la prudencia como virtud moral y la misma como virtud intelectual?

R. Como virtud intelectual rectifica la razón práctica del hombre en orden a todos los actos humanos. Y como moral, rectifica el dictamen de la misma razón y hace un buen uso de él ordenando lo que se ha de practicar, cómo y de qué modo, en todos los casos particulares.

P. ¿Cuál es el objeto de la prudencia?

R. Rectificar el dictamen de la razón.

P. ¿Cuántos y cuáles son sus actos?

R. Tres, a saber: 1º, discurrir, meditar, buscar, inventar lo que conviene hacer en todos los casos particulares; 2º, sobre todo cuanto se ha buscado y encontrado, juzgar lo que sea más útil y acomodado a las circunstancias; y 3º, mandar poner en práctica aquello que se ha encontrado más útil, y se ha juzgado y creído más conveniente al fin propuesto.

P. ¿Cuál es el acto principal de la prudencia?

R. El dictamen recto o el mandar.

P. Si la prudencia es una virtud principal, o que, como un punto cardinal, tiene otras muchas virtudes, ¿cuáles son éstas?

R. Las virtudes que van unidas con las cuatro principales pueden considerarse como partes de ellas: unas como partes integrales o esenciales, otras como potenciales, y otras como virtudes menos principales sujetas a la cardinal.

P. ¿Cuántas y cuáles son las virtudes que son como partes integrales o esenciales de la prudencia?

R. Ocho: memoria, razón, inteligencia, docilidad, solicitud, providencia, circunspección y precaución.

P. Siendo estas ocho virtudes partes como integrales de la prudencia, ¿hay alguna armonía y conexión entre ellas?

R. Sí. Todas se dirigen a un solo objeto, cual es ratificar el dictamen de la razón. Ya hemos dicho que para el recto dictamen de la razón eran necesarios tres actos, esto es: buscar lo que conviene hacer, juzgar qué sea lo más útil de todo cuanto se ha encontrado, y mandar poner en ejecución lo que se ha creído más conveniente para el fin propuesto.

Para rectificar el primer acto sirven: 1º la memoria de todo lo pasado; 2º el conocimiento de todo lo presente, ya proceda de causas contingentes o necesarias; 3º la docilidad en pedir consejo a los otros; 4º la solicitud o la eustoquia, la cual consiste en encontrar pronta y fácilmente medios proporcionados al fin propuesto por la razón. Por lo pasado y presente, y por lo que otros nos han dicho o aconsejado, conjeturamos de lo que conviene hacer en lo futuro y en los casos particulares.

Para el segundo acto sirve la razón o el raciocinio. Discurriendo sobre todos los medios que se nos han presentado y comparando unos con otros, juzgamos del que es más directo y acomodado al caso particular.

Para que la razón recta mande poner en ejecución el medio que se ha encontrado más útil y que se ha juzgado más conveniente, son necesarias tres cosas: 1º que todo cuanto se ordena sea acomodado al fin propuesto; 2º a esto sirve la providencia; 3º que en la ejecución se atienda a las circunstancias del negocio, esto lo hace la circunspección. Por último, que evite los obstáculos, que allane las dificultades y que venza los impedimentos que pueden presentarse en la ejecución del medio que se ha encontrado, propuesto y juzgado más conveniente al fin que se intenta.

P. ¿Cuáles y cuántas son las partes de la prudencia que el angélico maestro santo Tomás llama subjetivas?

R. Estas son virtudes sujetas a la principal o cardinal, diferentes en especie las unas de las otras. Bajo esta consideración las partes subjetivas de la prudencia son: 1º prudencia individual, que es aquella que rige a un individuo; 2º prudencia social que rige una multitud: ésta se subdivide en militar, económica, regnativa y política.

La militar dirige un ejército en las batallas, la económica ordena las familias, la regnativa a un príncipe, y la política a los súbditos en una ciudad, reino o imperio.

P. ¿Cuántas y cuáles son las virtudes adjuntas a la virtud cardinal de la prudencia que se llaman potenciales?

R. Estas son virtudes que perfeccionan la principal en ciertos actos secundarios y sobre materias que no tienen toda la esencia de virtud. De éstas, la prudencia tiene tres, que son: la eubulia, la sínesis y la gnome.

P. ¿Qué son estas tres virtudes?

R. La eubulia rectifica al hombre y hace que tenga y dé un buen consejo; la sínesis le ayuda a rectificar su juicio en todo cuanto debe hacer en casos particulares; la gnome se distingue de la sínesis en que ésta juzga según las reglas ordinarias y comunes de la prudencia, y aquélla, en ciertos casos particulares imprevistos y que están fuera de los alcances de las reglas comunes; juzga por principios más altos y rige la misma prudencia por reglas superiores.

P. ¿Cuáles son los vicios opuestos a la prudencia?

R. A la prudencia, como a todas las demás virtudes morales, se oponen vicios unos por exceso, otros por defecto. Los que tiene la prudencia por defecto son: la imprudencia, la precipitación, la temeridad,  la inconsideración, la inconstancia y la negligencia.

Puede uno ser imprudente o por malicia, despreciando las reglas de la prudencia, o por negligencia, dejando de practicarlas para el acierto del negocio que le ocupa. Si pasa a la ejecución de un negocio sin buscar antes un buen consejo sobre él, hay precipitación.

Hay inconsideración, si no se busca o se desprecia todo aquello que puede servir para rectificar el juicio sobre lo que se ha de practicar. La precipitación falta al buen consejo; la inconsideración, al juicio recto; y la inconstancia falta o en no ejecutar lo que se ha creído o juzgado conveniente, o en abandonar el acto en medio de la empresa.

P. ¿La negligencia es un vicio que peca por defecto contra la prudencia?

R. Sí. La negligencia se opone a la prudencia o por desprecio de las reglas prescritas por esta virtud para el acierto de todos los negocios, o por falta de la debida solicitud en buscar un buen consejo y formar un juicio recto sobre lo que conviene hacer.

P. ¿Qué vicios se oponen a la prudencia por exceso?

R. La prudencia de la carne, la astucia, el engaño, el fraude, la demasiada solicitud de los bienes temporales y la solicitud viciosa sobre el porvenir.

P. ¿Qué es prudencia de la carne?

R. La verdadera prudencia tiene por fin ordenar las acciones del hombre según la razón. La falsa, tiene otro fin perverso, cual es las comodidades del cuerpo; y si el hombre ordena a este objeto, como a su fin último, las acciones de su vida, esta prudencia es carnal.

P. ¿Qué es astucia?

R. Así como la prudencia de la carne ordena la vida del hombre a un fin malo, o que no es bueno sino en apariencia, como al último fin, la astucia se sirve de medios no sinceros sino falsos y disimulados para obtener un fin, sea éste bueno o malo.

P. ¿Qué es dolo o engaño?

R. La ejecución, ya por palabras ya por obras o de cualquier otro modo, de estos medios falsos y disimulados que la astucia ha inventado para obtener un fin.

P. ¿Qué es fraude?

R. La ejecución por obras de este mismo medio.

P. ¿La demasiada solicitud de las cosas temporales es un vicio opuesto a la prudencia?

R. Sí.

P. ¿En qué?

R. La solicitud de que se sirve la prudencia puede ser viciosa por tres motivos: 1º Puede buscar las cosas temporales constituyendo en ellas su último fin: esto está prohibido por aquello del evangelio «No seáis solícitos, etc.» [Mt 6,25; Sal 55,23; 1 Tm 6,8]. 2º. Poniendo en ellas un estudio y un cuidado tal, que retraiga el espíritu de las cosas espirituales. El cuidado de lo temporal no debe hacernos olvidar lo eterno, contra esta misma solicitud está escrito: «La solicitud del siglo sofoca la palabra» [Mc 4,19]. 3º. Por parte del temor vano, de que haciendo lo que podamos, nos falte lo necesario.


Este vano temor está condenado: 1º. Porque si Dios hace lo más que es cuidar de la vida, hará lo menos que es conservarla; 2º. Siendo nosotros más nobles que los animales y alimentando Dios a éstos, no debemos temer nos falte lo necesario; 3º. Siendo Dios próvido, es propio de los gentiles, que no tienen fe, el temor de que nos falte lo necesario; bien entendido que hemos de hacer lo que está de nuestra parte para procurarnos la subsistencia.


(Tomado de "Catecismo de las virtudes", Francisco Palau)

martes, 16 de febrero de 2016

Dios es estorbo de la modernidad



Yo no se a ciencia cierta cuántos ateos hay actualmente en el mundo, y a lo mejor es imposible llegar a establecer esa cifra con exactitud. Lo cierto es que hay muchos, quizá más que en otros momentos de la historia. Sobre todo si tenemos en cuenta eso que llaman ateísmo práctico, que es el ateísmo de los que no han estudiado la cuestión, pero aún así viven como si Dios no existiera, porque les conviene que Dios no exista. Estos son millones, lastimosamente.

Pero independientemente de los números, lo cierto es que Dios ha venido a convertirse en el gran estorbo de la vida moderna, del hombre moderno, de la modernidad. Veamos.

En la cultura- Asistimos actualmente a la multiplicación de un tipo de "arte" o de manifestaciones "artísticas" abiertamente feas, desagradables. Por ejemplo recuerdo que un profesor de arte que tuve en la universidad nos decía que en 1961 un "artista" italiano había puesto materia fecal, heces propias, en unas latas metálicas pequeñas y las había expuesto en un museo; el nombre de la exposición era "Mierda de artista". El "artista" se llamaba Piero Manzoni. Y las latas fueron avaluadas en un montón de dinero cada una, ¡y se vendieron!. 

Ese ejemplo a pesar de ser de 1961 ilustra perfectamente lo que ha venido a ser el "arte" moderno. Pero no solo se producen ahora cosas feas, sino además cosas chocantes y desagradables. En México hace un tiempo un "artista" expuso en un museo a un perrito amarrado de una pata, ¡y ya!, la idea era que el perrito muriera de hambre durante los días que duraba la exposición, es decir, no le iba a dar comida y los visitantes del museo lo veían morir de hambre. ¡Esa era su obra de arte!, y los visitantes del museo con cara de imbéciles se paraban a mirar al perrito, y se admiraban de la "profundidad" de lo que el "artista" había "creado".

Pero dejando de lado esas manifestaciones "artísticas" chocantes y desagradables, lo que es aún peor, por sus implicaciones religiosas, es esa moda reciente entre algunos "artistas" de realizar obras abiertamente ofensivas contra la religión. En Colombia, para no ir más lejos, hace algunos años una revista publicó el trabajo de un fotógrafo que mostraba una supuesta representación de la última cena, pero en la cual una modelo semi-desnuda representaba a Cristo, y los apóstoles eran representados por modelos homosexuales. 

Ese tipo de "arte" insultante y agresivo contra la religión es cada vez más común y es el camino fácil que escogen muchos "artistas" para ganar rápido algo de fama y notoriedad. Hace pocos meses en España, un "artista" robó un gran número de ostias consagradas, es decir, pasó a comulgar pero no consumía las ostias sino que las guardaba. Reunió muchas y en el piso del establecimiento donde hacía su "exposición artística" formó con ellas la palabra "Pederastia", en clara denuncia "artística" de dicho fenómeno en el clero católico. 

Y si de este tipo de manifestaciones pasamos al cine, a la música, a la literatura, a la pintura, etc., los resultados serán los mismos y los ejemplos podrían multiplicarse casi hasta el infinito. Cientos de películas consagradas a la glorificación de los anti-valores; miles de canciones hechas con la evidente intención de insultar, de blasfemar sin problema, sin recato. Y en cuanto a libros bastaría una pequeña caminata por una estantería de una librería cualquiera para comprobar cómo abundan los libros consagrados ya no solo al ateísmo, sino incluso al anti-teísmo, al ateísmo agresivo y militante.

En fin, todo el moderno espectro cultural está lleno de la necesidad de que Dios no exista, porque solo así pueden sentir una especie de seguridad de que sus actos no tendrán consecuencias. Es como el enano que insulta al gigante, cuando está completamente seguro de que el gigante no está en casa, pues si estuviera no se atrevería a insultarlo. El arte moderno, o por lo menos buena parte del mismo, necesita que Dios no exista.

La moral- Si miramos la moral de las sociedades, moral colectiva e individual, el panorama es mucho más sombrío quizá que el que veíamos en el arte. Basta decir que hoy se ha masificado el llamado ateísmo práctico. Casi se podría decir que el ateísmo práctico es la moral social del hombre moderno.

Y no es que no hayan hoy ateos teóricos, los hay, pero son pocos, realmente muy pocos a nivel mundial. El ateo teórico es aquél que pretende dar razones, argumentos, pruebas de que Dios no existe. Por esta razón no cualquiera se puede denominar ateo teórico. En cambio el ateísmo práctico es mucho más sencillo, no se necesitan complejas argumentaciones, basta con vivir como si Dios no existiera, y punto.

El ateo teórico se encuentra sobre todo en círculos universitarios; son profesores de universidad, científicos, filósofos, astrónomos, etc. Actualmente, por ejemplo, en Estados Unidos se dan debates muy interesantes entre profesores universitarios ateos y profesores universitarios creyentes, se pueden encontrar fácilmente por Internet. Y digo que debates muy interesantes porque en ellos se pone en juego lo más actual, lo más reciente en cuanto a descubrimientos científicos. Los ateos sacan a relucir su gran erudición en materias físicas, astronómicas, lógicas. Pero los creyentes no se han quedado atrás y también han salido en defensa de la existencia de Dios tomando igualmente argumentos de las mismas ciencias, de la física, de la astronomía, de la argumentación lógica. Tanto que actualmente hay un importante número de profesores universitarios creyentes, desarrollando su trabajo en prestigiosas universidades estadounidenses, y que toman públicamente partido en el debate público a favor de la existencia de Dios.

Pero ese es el panorama del ateísmo teórico. 

Por el lado del ateísmo práctico la cosa es mucho más complicada y dramática, puesto que precisamente por ser un grupo que no recurre a argumentaciones para justificarse, no valen ante él las argumentaciones para señalarles su error. Es una postura fácil, cómoda, y por tanto gusta mucho a las nuevas generaciones. De hecho entre los jóvenes el ateísmo práctico es una verdadera epidemia.

El ateo práctico no es que sepa que Dios no existe, sino que le conviene que no exista, para poder seguir llevando su vida como le place. Y esa es la moral del hombre moderno. Por eso Dios es un estorbo para la moral del hombre moderno.

Y podríamos analizar más aspectos de la sociedad actual: la política (llena de leyes como el aborto, la eutanasia, etc., que necesitan que Dios no exista); la filosofía, en la que actualmente lo que prevalece es el rechazo de la "idea" de Dios, a tal punto que se considera que un requisito para hoy llamarse filósofo es ser ateo, si no se es de entrada ateo es prácticamente imposible hacer "carrera" entre el "gremio" profesional de la filosofía. Las modas, sobre las cuales no hay siquiera necesidad de insistir.  

Pareciera que todos los elementos que conforman las grandes estructuras de la sociedad actual necesitan que Dios no exista, porque si existiera eso desautorizaría completamente su proceder. Sería un límite, y eso es precisamente lo que el hombre moderno no quiere, no  reconoce, no acepta: límites.

De esta manera un sencillo análisis nos muestra la verdad del título de este texto: Dios es el estorbo de la modernidad.

Quizá lo más revolucionario que se pueda hacer actualmente sea, sencillamente, creer en Dios.


Leonardo Rodríguez


lunes, 15 de febrero de 2016

La tinta y el poema



Hay una comparación que siempre me gusta utilizar cuando estoy tratando de explicar en qué consiste el error del reduccionismo científico, se trata del ejemplo de la tinta y el poema.

Ante todo digamos en qué consiste el reduccionismo científico: yo entiendo por reduccionismo científico aquella postura según la cual SOLO es verdadero el conocimiento que se adquiera por medio de la utilización del método científico, el que usan ciencias como la física y la química, que consiste básicamente en realizar observaciones de determinado fenómeno o realidad, luego generar una hipótesis acerca de la naturaleza, las causas o las relaciones de dicho fenómeno con otros, y con base en ello realizar una serie de experimentos con el fin de comprobar o refutar dicha hipótesis, y en el segundo caso cambiarla por otra más adecuada, o que mejor explique el fenómeno en cuestión.

Este método ha probado ser altamente efectivo en ciencias como las arriba mencionadas, y con los cada vez más modernos aparatos de laboratorio, se están produciendo al año decenas de nuevos descubrimientos acerca de la estructura y funcionamiento de los elementos materiales que componen el universo. 

Hasta ahí todo muy bien y muy útil. El problema surge cuando, quizá cegados por los espectaculares avances de la ciencia experimental, muchos pretenden extender la necesidad de aplicar dicho método al estudio de TODO, ya no solo de lo material, sino también incluso del universo más íntimo del ser humano, su conciencia, su yo, su alma y su trascendencia espiritual por encima de la materia.

Es entonces cuando el método experimental, que está todo él basado en la observación directa (por medio de los sentidos) o indirecta (por medio de sofisticados aparatos de laboratorio) de las realidades materiales, se muestra como insuficiente. Puesto que se pretende abordar con dicho método (que por definición opera solo en presencia de realidades materiales) realidades que igualmente por definición se encuentran más allá de toda materialidad posible. Es decir, si yo pretendo encontrar el alma humana buscándola con un bisturí, no la encontraré. Lo mismo si pretendo encontrar a Dios con un potente telescopio. Además es un poco tonto que alguien se empeñe en semejante idea, puesto que si encontrara algo con el telescopio, ciertamente no sería Dios, puesto que sería algo material y por tanto limitado (pues todo lo material es limitado en alguna manera, tiene límites) y por tanto no sería el Dios infinito Creador del universo, obviamente. No obstante algunos científicos, quizá muy buenos científicos pero pésimos filósofos y aún peores teólogos, se aventuran a afirmaciones erradas sobre la existencia de Dios, afirmando que jamás se lo han encontrado en el espacio.

Pero no nos desviemos del tema. Hablábamos del reduccionismo científico. Se llama reduccionismo porque REDUCE el conocimiento a lo que se pueda saber por medio del método científico; es decir a lo que se pueda experimentar; es decir a lo que se pueda "ver" o "tocar" de alguna manera. De forma que el resto de ideas que la gente pueda tener, ideas religiosas, éticas, metafísicas, etc., solo serán a lo mucho creencias populares, de escaso valor, cercanas a los mitos y a las leyendas de los libros para niños.

Y es aquí donde entra el ejemplo de la tinta y el poema. 

¿Has leído alguna vez un poema o una poesía estimado lector? espero que sí, es uno de los grandes placeres de la vida. Te invito a que leas por ejemplo este breve texto del gran Gustavo Adolfo Bécquer:

RIMA IV

     No digáis que agotado su tesoro,
    De asuntos falta, enmudeció la lira:
Podrá no haber poetas; pero siempre
             Habrá poesía.

Mientras las ondas de la luz al beso
             Palpiten encendidas;
Mientras el sol las desgarradas nubes
             De fuego y oro vista;

Mientras el aire en su regazo lleve
             Perfumes y armonías,
Mientras haya en el mundo primavera,
             ¡Habrá poesía!

Mientras la ciencia a descubrir no alcance
             Las fuentes de la vida,
Y en el mar o en el cielo haya un abismo
             Que al cálculo resista;

Mientras la humanidad siempre avanzando
             No sepa a dó camina;
Mientras haya un misterio para el hombre,
             ¡Habrá poesía!

Mientras sintamos que se alegra el alma
             Sin que los labios rían;
Mientras se llora sin que el llanto acuda
             A nublar la pupila;

Mientras el corazón y la cabeza
             Batallando prosigan;
Mientras haya esperanzas y recuerdos,
             ¡Habrá poesía!

Mientras haya unos ojos que reflejen
             Los ojos que los miran;
Mientras responda el labio suspirando
             Al labio que suspira;

Mientras sentirse puedan en un beso
             Dos almas confundidas;
Mientras exista una mujer hermosa,
             ¡Habrá poesía!


¿Verdad que es hermoso? ahora te haré algunas preguntas querido lector:

¿Qué es lo que hace hermosa esa poesía? 

¿Cómo es que esas palabras tienen un significado?

¿Dónde está eso que llamamos significado, en   las palabras o en la mente del que las lee?

¿Qué es eso que llamamos significado? 


Ahora bien, ¿qué pasaría si para responder esas preguntas, que son evidentemente muy importantes, nos limitáramos a usar solo el método científico? pues pasaría que por medio de los instrumentos de laboratorio llegaríamos a comprender perfectamente la composición química de la tinta con que la poesía fue escrita, Y NADA MÁS. 

Pero es que esa hermosa poesía ¿ES NADA MÁS QUE TINTA UNTADA SOBRE UN TROZO DE PAPEL? evidentemente no, esa poesía es un texto con un sentido y una belleza SOLO captable con la condición de IR MÁS ALLÁ precisamente de la tinta y el papel. De hecho esa poesía y cualquier poesía (y cualquier texto) se puede escribir en cualquier papel, con cualquier tinta. Incluso se puede digitar en la pantalla de un computador o se puede tan solo recitar con la voz. Y en todos esos casos la poesía será SIEMPRE MUCHO MÁS que tinta, aire y pixeles de color computarizados: será un mensaje con un sentido. Y el sentido NO SE VE, se entiende.

Ese es precisamente el misterio del conocimiento humano: nuestros ojos solo perciben un haz de luz, que es algo material; luego los impulsos eléctricos transmitidos por el nervio óptico hacia la corteza cerebral también son materiales, como también es material TODO lo que ocurre en el cerebro, las conexiones neuronales llamadas sinapsis, TODO. Y a pesar de tanta materialidad lo cierto es que al dirigir nuestra mirada al texto de Bécquer somos capaces de captar un sentido, un mensaje y una inmensa belleza. Y NADA DE ESO ES MATERIAL.

Entonces si limitamos nuestro análisis de la poesía (o de cualquier texto) a la composición química de la tinta, jamás sabremos qué dice, ni mucho menos comprenderemos si es bello o no. Por eso el reduccionismo científico debe ser rechazado, PORQUE NOS OFRECE UNA MIRADA EMPOBRECIDA ACERCA DE LO REAL. Y aún más, no solo limita y mutila nuestra visión de la realidad, sino que se queda con la parte menos importante, puesto que en la poesía de Bécquer lo importante no es la tinta, sino la poesía, que se hizo inmortal.

Entonces querido lector mucho cuidado con el reduccionismo científico que está hoy día tan de moda. Ten siempre presente el ejemplo de la tinta y el poema.


Leonardo Rodríguez


jueves, 11 de febrero de 2016

La edad de las ideas



Recientemente alguien que me estaba escuchando hablar de la filosofía de santo Tomás de Aquino, me dijo que le parecía 'curioso' que "en pleno siglo XXI" aún hubieran personas que seguían ese sistema filosófico que era 'tan antiguo'. Y terminaba aconsejándome que mejor invirtiera mi tiempo en conocer autores como Jürgen Habermas, Richard Rorty, Michel Foucault, Martin Heidegger, Ludwig Wittgenstein y un largo etc de autores modernos y 'postmodernos'.

En el fondo lo que esta persona estaba suponiendo era que la validez de las ideas, de las tesis filosóficas, dependía de la edad que tuvieran; de tal manera que una idea 'antigua', era, por eso mismo, necesariamente menos verdadera que otra que fuera más actual, o incluso directamente falsa por el hecho mismo de ser antigua. Y que, por tanto, una idea más moderna (o postmoderna), por el hecho de ser más 'joven' en el tiempo, era también necesariamente más verdadera, o incluso directamente verdadera por ser "moderna".

Entonces la cosa queda más o menos así:

Filosofía antigua en el tiempo = inutilidad, ridiculez y quizá incluso falsedad.

Filosofía moderna en el tiempo = muy útil, interesante y necesariamente verdadera.

Lo curioso de este punto de vista acerca de las ideas filosóficas es que jamás en filosofía se ha enseñado que la edad de una idea sea un argumento válido a favor o en contra de dicha idea. Lo que se ha dicho es que las ideas se sostienen o caen según la argumentación que se use para establecerlas o refutarlas. De manera que sin importar cuán vieja sea una idea, si cuenta con sólidos argumentos a su favor, se sostendrá en el tiempo. Y por lo mismo, sin importar cuán nueva es una idea, cuán joven es, si los argumentos en su favor son débiles o inexistentes, dicha idea tenderá a debilitarse y desaparecer. 

Lo anterior, claro está, en un mundo ideal, donde las cosas pasan como debieran pasar. Pero estamos lejos de vivir en un mundo ideal.

Lo cierto es que lo nuevo, por el mero hecho de serlo, tiene la capacidad de fascinar a muchos, y de arrastrar tras de sí la aprobación masiva de aquellos a quienes cautiva el poder de la novedad. Como esas noticias que a veces pasan en la televisión acerca de las filas interminables de personas apiñadas a las afueras de un almacén en el que pronto se venderá un nuevo dispositivo de Apple.

¿Por qué pasa eso? ¿Por qué la novedad atrae tanto? quizá la respuesta esté en la falta de estabilidad de las nuevas generaciones, es decir: no creen en nada, no respetan nada, nada tiene un valor permanente, nada es digno de admiración, todo pasa, todo cambia, todo muere, hay que aprovechar el presente, vivir cada día como si fuera el último, carpe diem, etc.

Esa forma de ver las cosas prepara el camino para adorar las novedades y despreciar lo que se ha recibido como herencia. Las nuevas generaciones miran el pasado con desprecio, con suficiencia. Y crecen convencidas de que la época moderna es, en todo, completamente superior a cualquier cosa que se haya alcanzado en la antigüedad.

El problema con esta actitud es que lleva a una especie de "cronolatría", es decir, lleva a creer que el tiempo es el juez supremo y el criterio único que se debe seguir a la hora de juzgar cualquier cosa. A tal punto que casi que la única pregunta importante a la hora de emitir un juicio acerca de una corriente filosófica (y de cualquier cosa en general) sería: ¿A qué época pertenece?

Quizá también por eso hoy en los colegios ya no se enseña filosofía, mucho menos se enseña a filosofar. Y cuando se intenta hacerlo, lo único que se hace es enseñar historia de la filosofía, para que el alumno vea los sistemas de pensamiento que "hubo" antes y los que "hay" ahora, los actuales, los de hoy.

Muy por el contrario, santo Tomás de Aquino solía decir que la filosofía no se había inventado para saber lo que opinaban los filósofos, sino para saber cómo era la realidad de las cosas. 

El criterio cronológico o temporal para juzgar de la validez de una idea es propio de una mente infantil, que juzga por las apariencias en vez de juzgar por la profundidad y solidez esencial de las cosas. Termina dicho criterio produciendo una verdadera esclavitud de la inteligencia, obligada a tener por verdadero todo lo que los nuevos tiempos van opinando, no porque lo que opinan sea verdadero, sino porque es moderno. Y eso es la muerte de la inteligencia, que es una facultad llamada a descubrir la verdad de las cosas, no su aceptación por el público de cada época. La verdad no es moda.

Los modernos infantes que se han auto-condenado a seguir el dictamen de la "moda", reduciendo su inteligencia  a una máquina supervisora de fechas, continuarán mirándonos con una mezcla de lástima y desprecio.

De nuestra parte seguiremos en la senda de Tomás de Aquino, el antiguo, convencidos de la perennidad de su pensamiento y aleccionados por su amor a la verdad, sin importar las canas que adornan su cabeza.


Leonardo Rodríguez



martes, 9 de febrero de 2016

¿Un argumento a favor del relativismo?



Estimado lector, quiero que observes muy bien la imagen de arriba. Se trata de una imagen que anda mucho por las redes sociales (Facebook, Twitter, etc), y con ella buscan algunos promover una especie de defensa del relativismo de todas las opiniones, o mejor dicho, PROMOVER LA OPINIÓN DE QUE TODAS LAS OPINIONES SON IGUALMENTE VERDADERAS.

En la imagen se observa una figura cilíndrica como suspendida en el aire y proyectando su sombra en dos paredes al frente y al lado. Una de las sombras proyectadas es circular y la otra es un cuadrado. Y le han añadido en inglés señalando a cada sombra (me disculparán pero no la encontré en español): this is true - esto es verdadero. Como queriendo decir que el que afirma que la sombra que la figura proyecta es circular, dice tanta verdad como el que afirma que la sombra que la figura proyecta es cuadrada, de tal manera que APARENTEMENTE ambas opiniones o afirmaciones, aunque contrarias la una de la otra, serían VERDADERAS AL MISMO TIEMPO. Y señalando a la figura misma han puesto el letrero: this is truth - esto es LA VERDAD. Como queriendo decir que siempre tenemos opiniones que se aproximan a la verdad, pero nunca la verdad misma y por tanto toda opinión es valedera y respetable, pues todas son aproximaciones a la verdad, pero no la verdad misma. 

En verdad se trata de una imagen bastante ingeniosa. Con esta imagen algunos pretenden "demostrar" que todas las opiniones son verdaderas y que nadie puede hablar de verdades absolutas, porque todo DEPENDE DEL PUNTO DE VISTA.

Pero, ¿realmente la imagen es un buen argumento a favor del relativismo?

Vamos a ver.

El mal del relativismo NO CONSISTE en que la gente OPINE cosas distintas sobre las distintas realidades que existen. Por ejemplo: no es relativismo que uno diga que los pájaros son pequeños; y otro diga que los pájaros silban bonito; y otro diga que los pájaros vuelan. Porque todas esas son cosas distintas, pero perfectamente verdaderas todas.

El mal del relativismo CONSISTE en que se pretende que sean verdaderas al mismo tiempo COSAS CONTRADICTORIAS. Por ejemplo: si uno dice que los pájaros son seres vivos y otro diga que los pájaros son seres inertes. Pretender que esas dos afirmaciones son igualmente verdaderas es el MAL del relativismo epistemológico. Obviamente explicado en palabras muy sencillas, pero la idea es esa.

Si volvemos a mirar la imagen podemos captar claramente que si Lucas dice que la imagen que se proyecta en la pared de la izquierda es cuadrada, está haciendo una afirmación VERDADERA. Y si Juan afirma que la imagen que se proyecta en la pared de la derecha es redonda, está haciendo también una afirmación VERDADERA. Y no hay ningún problema en que ambas afirmaciones sean verdaderas.

LO QUE sí sería un error sería si Lucas afirmara que la imagen que se refleja en la izquierda es redonda o Juan afirmara que la imagen que se refleja en la derecha es cuadrada; O si Lucas afirmara que la imagen reflejada en la derecha es cuadrada, o si Juan Afirmara que la imagen reflejada en la izquierda es redonda. Porque esas opciones serían sencillamente falsas.

Aclaremos: el relativismo consistiría en que uno afirmara que la imagen reflejada en la derecha es redonda, y AL MISMO TIEMPO alguien pretendiera afirmar que esa imagen reflejada en la derecha es cuadrada. No es posible que esas dos afirmaciones contrarias hechas acerca de lo mismo, sean ciertas al mismo tiempo. Pero la imagen no dice eso, la imagen dice que el reflejo de la derecha es redondo y el de la izquierda es cuadrado, y eso es perfectamente cierto. Luego no es ningún argumento a favor del relativismo, sino más bien un argumento a favor de la riqueza de lo real.

¿Qué podemos probar con esa imagen? podemos probar con esa imagen que la realidad es compleja y muy rica en aspectos, y que quizá nunca terminaremos de conocerla por completo. Los medievales decían incluso que no conocemos ni siquiera la esencia de una mosca, queriendo decir con ello que las cosas tienen un ser complejo lleno de aspectos.

Conocer que los pájaros vuelan y son bonitos y son aves y son seres vivos, etc., NO ES RELATIVISMO, simplemente es que los pájaros son todo eso. Lo contradictorio sería afirmar que un pájaro es A LA VEZ vivo e inerte; que es A LA VEZ lindo y horrible; que es A LA VEZ un animal volador e incapaz de volar. Y pretender que todas esas afirmaciones sean igualmente verdaderas.

Me parece entonces que los que difunden esa imagen por Internet CON LA INTENCIÓN de apoyar alguna especie de relativismo, se equivocan en su interpretación, porque lo que la imagen dice es que la realidad es rica en aspectos, NO que se puedan afirmar AL MISMO TIEMPO y SOBRE LOS MISMOS ASPECTOS, cosas contradictorias.


Leonardo Rodríguez