martes, 31 de mayo de 2011

DE LA CRISTIANDAD A LA INCREENCIA - CAPÍTULO 3



Capítulo 3: LA REFORMA PROTESTANTE.

 Cristo sí. Iglesia no.

Lutero y todos sus seguidores, vieron los errores en los que había caído una parte de la jerarquía eclesiástica durante el Renacimiento, pero, en lugar de tratar de resolverlos y sanarlos, como lo hicieran San Francisco de Asís y Sta. Catalina de Siena en su momento, lo único que hicieron fue criticar, protestar, rebelarse y ocasionar un cisma, un resquebrajamiento, una separación dolorosísima dentro de la Iglesia de Cristo.
Al decir “Creo en Jesucristo, pero no creo en la Iglesia”, hacen una separación ridícula… quieren creer en un Cristo sin Iglesia, sin tomar en cuenta que la Iglesia es el Cuerpo místico de Cristo. Iglesia y Cristo son inseparables y ellos… los separaron.
Al separarse de la Iglesia, se separaron también de los sacramentos, que son los medios por los que nos llega la Gracia Santificante, la presencia de Dios en el alma. De esta manera, al querer tener a un Cristo sin Iglesia, se quedaron con una iglesia sin Cristo; sí, con la doctrina de Cristo, pero sin su presencia real.
Por otra parte, sin un Magisterio que guardara la doctrina, abrieron la moda del “Libre examen” en el que el criterio personal es la norma suprema. La opinión personal está por encima de la Verdad.
De aquí que hayan surgido, a lo largo de la historia, tantas ramas del protestantismo. Sin una cabeza para guiarlos y dado que cada cabeza es un mundo, cada cabeza creó su propia iglesia, de acuerdo con su libre interpretación, generalmente guiada por intereses personales, como fue el caso, más adelante, de Enrique VIII y la iglesia anglicana.

domingo, 29 de mayo de 2011

DE LA CRISTIANDAD A LA INCREENCIA - CAPÍTULO 2


Capítulo 2: EL RENACIMIENTO.

Rechazo, burla y menosprecio a la Edad Media.
Más que un avance en el desarrollo del hombre como ser humano, veo en el Renacimiento un  Retroceso… una vuelta al paganismo de la Antigüedad.
En fin… veamos qué sucedió en este tiempo de príncipes y doncellas, de lujosos aposentos, vestidos y carruajes, forrados de marfil y piedras preciosas:
A raíz de la invasión de los turcos, llegaron a Europa occidental muchas personas de oriente que trajeron consigo nuevas ideas y nuevas modas (telas y encajes traídos de oriente) y cientos de objetos atractivos (cajitas musicales, jarrones, tapetes) que empiezan a vender entre las personas del pueblo y hacen que surja una nueva clase social: la burguesía, con un encanto de “clase acomodada, culta y a la moda” que se siente muy superior a los demás.
La característica principal de esta clase burguesa, como todos los nuevos ricos, es el menosprecio por las otras personas: se burlan de la vida contemplativa de los monjes, menosprecian al artesano y al agricultor, ridiculizan a la caballería… todos ellos, dicen los burgueses, “se quedaron en la Edad Media”.
Para los burgueses ya no es importante estar bien con Dios, lo único importante es quedar bien con los hombres, verse bien, lucir bien ante los demás.
En la Edad media se construían casas para vivir, sillas para sentarse, mesas para comer, camas para dormir y vestidos para abrigarse. En el Renacimiento deja de importar la utilidad de las cosas, lo importante es que sean lujosas, llamativas y caras, aunque sean incómodas e inútiles. El hombre cambia el “tener cosas, para poder vivir de cara a Dios” por el “vivir, para poder tener cosas y lucirlas ante los hombres”
El pensamiento burgués empieza a influir a los gobernantes, que se olvidan del teocentrismo y cambian a ser “humanistas”; dejan de ver su puesto como un servicio a Dios y lo empiezan a ver como un servicio al desarrollo social del hombre (viendo al hombre como su propia persona, en primer lugar). La economía y la política también se vuelven terrenales, estando enfocadas ya no al bien común, sino a la mayor consecución de bienes palpables.
Tristemente, el encanto de la burguesía llega a influir también, a través de los Reyes, a los altos jerarcas de la Iglesia, quienes caen en errores graves de lujo y opulencia que, entre otras causas, dan pie a la siguiente etapa: La Reforma Protestante.

viernes, 27 de mayo de 2011

DE LA CRISTIANDAD A LA INCREENCIA

Hemos leído con mucho agrado el pequeño artículo titulado "800 años, de la Cristiandad a la increencia". Lo hemos hallado en: http://es.scribd.com/doc/33834902/800-anos-de-la-cristiandad-a-la-increencia .

Su autora es una mexicana de nombre Lucrecia Rego de Planas; creemos que ha dado en el clavo. dice lo necesario, sin gastar palabras en vano. Este artículo nos presenta algo así como una visión rápida de los últimos 800 años de historia. Ha sido muy agradable su lectura.

Deseamos presentarlo aquí por partes; respetando el orden de los capítulos propuesto por la misma autora; son nueve en total.

Recomendamos vívamente su lectura.

NOTA : algunas respuestas ya han sido enviadas a los correos. No todas serán  publicadas en el blog para no desviar la temática trazada desde el comienzo. Estamos atentos a responder cualquier inquietud.

He aquí el primer capítulo:

"En los últimos meses, me ha dado por leer las obras de los Doctores de la Iglesia, ésos que vivieron en los siglos XI y XII. Me ha dado también por leer biografías de los grandes santos del S. XIII y XIV y libros de historia… cosa rarísima en mí, que soy matemática de corazón y profesión.
No sé por qué. Será tal vez porque me estoy volviendo anciana (voy en carrera galopante hacia los 50 y los alcanzaré en cuatro años) o quizás sólo sea porque me ha entrado una inquietud: descubrir qué es lo que ha sucedido en el mundo, en la cultura, en la mente y el corazón del hombre, para haber cambiado de manera radical, en sólo 800 años, de una vida centrada en Dios… hasta llegar al olvido completo de Dios, a vivir “como si Dios no existiera”, que es como describe Benedicto XVI al hombre de hoy.
No soy historiadora, sino solamente una mamá de nueve hijos, contempladora del desarrollo histórico de la cultura y una ávida lectora de libros de espiritualidad de todos los tiempos. Por esta razón, me encantará recibir correcciones y enmiendas de este análisis “histórico” que he llegado a dilucidar de mis lecturas y que les quiero compartir el día de hoy.
¿Qué pasó en estos ochocientos años en la vida del hombre, para que cambiara de la centralidad en Dios, al olvido total de Dios?

Capítulo 1: LA EDAD MEDIA. La Cristiandad

Remontémonos con la imaginación a la Edad Media, la era de la Cristiandad. Visualicemos a los caballeros con su armadura, las ciudades amuralladas, los reyes, los castillos de piedra… oscuros y fríos, los artesanos, los mercaderes, los juglares, los señores feudales y sus vasallos... niños jugando y corriendo por las calles y las aldeanas con sus vestidos sencillos, trabajando, como siempre ha hecho la mujer desde el inicio del mundo.
 En esta época, la organización temporal (política, social, económica, cultural) estaba basada 100% en los principios cristianos. El cristianismo había llegado a influir en todos los ámbitos de la vida del hombre y los había perneado por completo. La vida cotidiana se desarrollaba alrededor de la catedral (la casa de Dios) que estaba siempre en el centro de las ciudades. Las catedrales fueron el centro del desarrollo del arte de aquella época: arquitectura, pintura, escultura, música (gregoriana)… todo giraba en torno a Dios. En las torres de las catedrales puede leerse la filosofía que reinaba… románicas, cuando la moda era Aristóteles y góticas, cuando Platón. En la nave central, el sagrario, custodiando a Nuestro Señor Eucaristía, siempre hacia el Oriente, donde nace el Sol. La organización política en la Edad Media era hermosa.
 En esa época, ser gobernante no significaba tener más dinero o más poder, sino al contrario: ser gobernante significaba estar al servicio de los demás. El nombramiento de un Rey era un nombramiento divino, suponía una consagración ante Dios a una misión de servicio incondicional a su pueblo, limitándose su gobierno, por supuesto, al orden temporal de las cosas. Es la Edad Media, la época de los Reyes Santos (que no tienen que ver con los Santos Reyes, los que fueron a visitar a Jesús en el pesebre). Éstos, fueron Reyes de verdad en la Europa medieval y fueron santos, verdaderamente santos: San Luis, rey de Francia; San Fernando, San Eduardo, Santa Margarita de Escocia… grandes hombres y mujeres que se entregaron por completo a su pueblo para lograr el bienestar, la armonía y la salvaguarda de la fe y de los mandamientos de Dios.
Hombres y mujeres, cristianos convencidos, que eran admirados y queridos por todos sus súbditos por su sabiduría, su coherencia, su bondad, su cercanía, su valentía, su justicia y su magnanimidad. Las relaciones laborales también tenían lo suyo de divino: los señores feudales y sus vasallos se juraban sobre la Biblia mutua fidelidad; protección, sustento y cuidado por parte del señor; defensa de su honra y de sus bienes y servicio incondicional, por parte del vasallo. Eran siervos, pero no esclavos y tan digno de respeto era el siervo como su señor.
 En el orden social, los nombramientos que hacía el rey eran nombramientos para el servicio. Se vivía de manera natural la Justicia social cristiana. Las actividades económicas eran regidas por el precio justo, por la búsqueda del bien común; los mercaderes no eran usureros, sino servidores del pueblo. Se condenaba fuertemente la especulación y el lucro indebido. Se respetaba la propiedad privada. Cada uno tenía su lugar importante en la sociedad: los artesanos, maestros y aprendices, gozaban de gran aprecio y admiración, al igual que el campesino, el mercader, el cortesano y el aldeano.
 En el orden doméstico, la familia estaba en el centro; los hijos se consideraban un don (el mayor de los dones) y por supuesto, el matrimonio era sacramental, fiel, fecundo e indisoluble, ante Dios y ante los hombres. La literatura medieval estaba llenita de Dios… los cantares de gesta, las historias caballerescas; las leyendas, como las del Rey Arturo y del santo Grial, las fábulas… promotoras de las virtudes cristianas, los juglares, llenos de buen humor sano. El orden militar existía para defender al Rey y sobre todo para defender la Fe del pueblo de los ataques musulmanes. Es la época de los caballeros… la Orden de Malta, los Caballeros Hospitalarios, los Templarios… todos… para defender la Fe cristiana y las cosas de Dios. ¿Y el pecado? ¿No existía el pecado en la Edad Media? Por supuesto que sí. En la Edad media, como ahora, hubo grandes pecadores… traicioneros, mentirosos, ladrones, egoístas, infieles, adúlteros y asesinos. El demonio no ha dejado de actuar en ningún momento de la historia del hombre.
 La única diferencia es que en aquella época el orden temporal estaba regido por los criterios cristianos. Lo normal, lo natural, lo que estaba de moda, era ser un buen cristiano. Los otros… los pecadores, eran los raros y no presumían de sus pecados, sino que los ocultaban y la sociedad entera se avergonzaba de ellos. Ideas medievales… que tal vez deberíamos resucitar."

jueves, 26 de mayo de 2011

EL LENGUAJE ES DISCRIMINATORIO: ¿Y QUÉ?

(tomado de http://www.arbil.org/arbil125.htm )

Discriminar es distinguir. Y confundir es lo contrario de distinguir. Por ende, no discriminar –como machaconamente se nos insiste– equivale a confundir. La bandera de la no discriminación es la bandera de la confusión.
Sólo en una segunda acepción –tal como registra la Real Academia Española– discriminar significa “Dar trato de inferioridad a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, etc.”. Y esto sería discriminar injustamente; lo que especifica a la discriminación como reprobable es su injusticia. Hoy padecemos la deliberada hipertrofia de la segunda acepción de esta palabra, que ha desplazado su sentido propio y exacto.
El lenguaje es discriminatorio. Veamos por qué.
En su formidable libro La rebelión de la Nada, Enrique Díaz Araujo desenmascara entre otros a Paulo Freire. Este ideólogo de la educación y agitador social proponía entre otras maravillas disminuir la cantidad de palabras generadoras: 15 en lugar de 80.
¿Se dan cuenta? Siempre se había pensado que la cultura consistía en aprender más cosas. Freire ha descubierto que su esencia está en aprender menos cosas. Ha invertido el signo de todas las civilizaciones que el mundo ha conocido.
La revolución copernicana producida por Freire y llamada ‘Revolución Cultural’ supone una simplificación magnífica: antes había que aprender no menos de 80 palabras generadoras; ahora con 15 basta. ¿Basta para qué? ¡Ah, ese es otro asunto! Basta para ser un cuasi-semi-analfabeto”[1].

miércoles, 18 de mayo de 2011

SUPUESTOS DEL RELATIVISMO CULTURAL


(ARTÍCULO TOMADO DE http://www.arbil.org/101sanz.htm )


Cuando al conocimiento se le desposee de toda intencionalidad y pierde toda referencia a la realidad objetiva deja de ser ya conocimiento y esto es lo que viene pasando desde hace unos lustros. Por este camino se llegaba a la conclusión de que no hay hechos sólo existen representaciones. A partir de aquí ya viene todo lo demás que de forma insistente y preocupante se viene repitiendo: La verdad no hay que buscarla sino que hay que crearla, todo es opinable porque las cosas acaban siendo como a cada cual le parece. Preocupante, digo, porque si no existen verdades inamovibles en las que a modo de pilares puedan servir de asidero, todo se desmorona. Si no existe ningún referente seguro en nuestro horizonte mental y espiritual estamos condenados a vivir perdidos y desorientados en una existencia sin sentido.

Voces como la de Marcelo Pera ( Presidente del Senado italiano y catedrático de filosofía de la ciencia) se han hecho oír para gritar que “Los males que corrompen a Europa están en relación con el relativismo”. Estamos siendo testigos de un intento de acoso y derribo de todo lo que suene a principios inamovibles y patrones universales válidos para todos los tiempos y lugares, principios en los que se han venido sustentando las naciones, las sociedades, las familias, las instituciones, las personas.

Esta oleada de relativismo hace tiempo que comenzó a detectarse en el ámbito cultural. Con John Dewey fue tomando cuerpo la idea de que culturalmente hablando nada hay fijo universal e inmutable, sino que todo es cambiante en consonancia con las circunstancias; pero habría de ser Oswald Spengler quien de forma aún más rotunda y manifiesta diera expresión al relativismo cultural. Para este pensador alemán nada hay absoluto ni universalmente verdadero, no lo son la filosofía, la ciencia ni siquiera la matemática. No hay verdades eternas, cada época y cada cultura tiene su propia verdad. Este es el mensaje que se desprende de su famoso libro “La Decadencia de Occidente”. De verdades sólo se puede hablar en sentido referencial, dentro de un contexto determinado, como producto creado por una determinada cultura lo que nos coloca dentro del igualitarismo multicultural que nos lleva a tener que afirmar que todas las culturas son igualmente recomendables.

Para este tipo de relativismo los distintos elementos culturales cumplen la misión que puede cumplir el idioma en cada pueblo y así como no tiene sentido preguntarse si un idioma es más verdadero que otro, tampoco lo tendría el preguntarse si una cultura inspirada en el Vudú es más verdadera que la inspirada en la cultura greco –romana . Si queremos evaluar las distintas manifestaciones culturales hemos de hacerlo teniendo en cuenta el sistema en el que están inmersas y ello haría que cada cultura a su modo fuera igualmente portadora de verdad. Se trata de mundos a parte que hay que juzgarlos en razón de su coherencia interna, ya que no existe un criterio válido de verdad que podamos utilizar como patrón universal. Por esta misma razón los distintos conocimientos en el campo de la filosofía y de la ciencia van siendo diferentes según las épocas históricas.

Para los relativistas, el que algo sea considerado como verdadero o no, depende del momento y las circunstancias. Lo que en el pasado se han venido dando como verdades intemporales y universales lo fueron ciertamente; pero sólo dentro de un paradigma, que se mantuvo en pie durante un tiempo limitado, mientras duró el consenso de la comunidad intelectual que le mantuvo en pie; pero cuando sus miembros fueron muriendo fue acabándose también dicho paradigma. Incluso proposiciones incontestables como parece serlo, que 4 es la mitad de ocho y el doble de dos, serían verdaderas en el contexto humano; pero en otro contexto no lo serían. El relativismo cultural a lo más que llega es a admitir una verdad supraindividual, una verdad perteneciente a una cultura; pero nunca una verdad universal, incluso las propias verdades culturales llevan impresas su fecha de caducidad que vienen marcada por su sitio de procedencia.

Las filosofías de Kuhn y sobre todo de Karl Popper han encajado perfectamente en este marco. Según la teoría de falsación de este último un solo caso es suficiente para echar a bajo una teoría científica; pero miles de casos contados durante siglos son insuficientes para alcanzar la plena certeza. Lo que quiere decir que nunca las adquisiciones científicas son definitivas, sino provisionales. Siempre hay que estar a la expectativa con esa ley científica, supuestamente bien probada, por si pudiera producirse un fallo en cualquier momento. Si esto es como nos dice Popper, en las leyes naturales se pueden producir en cualquier momento estrepitosos fallos. ¡Ojalá que esto no suceda cuando volamos a 90000 metros de altitud!

Así las cosas se ha llegado a la conclusión de que lo que llamamos filosofía o ciencia no son más que hipótesis teóricas, que en nuestra sociedad representan el mismo papel que las hipótesis mágicas representan en las sociedades primitivas. No habría entonces diferencias notables culturalmente hablando, sino que todas las culturas son iguales, expresión ésta que puede leerse en una enorme placa a la entrada del Museo Nacional Antropológico de la ciudad de Méjico. Éste es también el sentimiento que comparten la gran mayoría de los antropólogos “progres” en consonancia con el espíritu de ésta nuestra época marcadamente multiculturalista, antiimperialista y muy proclive a la tolerancia y al máximo respeto por el otro. Nada peor visto hoy día que la descalificación cultural. Salvaje diría Levi-Strauss solamente es quien llama salvaje al otro”.


por Ángel Gutiérrez Sanz

UN POCO MÁS SOBRE LA LIBERTAD



En el último artículo mencionábamos de pasada la diferencia que existe entre la concepción moderna de lo que es la libertad y la concepción clásica. Queremos volver sobre el tema en esta ocasión pues lo consideramos de una importancia capital.
En el fondo de la libertad tal y como es entendida actualmente está la idea de “espontaneidad”. Ser libre es ser espontáneo, ser espontáneo es actuar desligado de todo condicionamiento; de manera que todas las conductas, acciones, comportamientos que ejecutemos estén movidos únicamente por un impulso interior absoluto. Ser libre es comportarnos de manera que ningún tipo de norma, ley, mandamiento, etc. Nos diga “desde fuera” cómo debemos actuar. Ser espontáneo es ser  perfectamente “autónomo”.
Fijémonos un poco en la etimología de esa última palabra: Autonomía.
El significado etimológico procede de las palabras griegas Autós (mismo) y Nómos (ley): autolegislación o darse ley a sí mismo. De forma que la autonomía es la obediencia a una ley que procede de la intimidad propia y es independiente de toda ley que venga de fuera.
Veamos este tema en Kant, que es de los más influyentes filósofos de los últimos tiempos:
Todo el sistema kantiano descansa sobre el tema de la autonomía (en adelante a.): el «trascendentalismo», el «formalismo» y el «apriorismo» son dimensiones distintas del común denominador de la a. kantiana. Existe una primera y generalísima caracterización de la teoría kantiana de la «a. de la voluntad», que puede ser expresada bajo la consideración del hombre como legislador de su acción moral. En primer término, niega que una persona pueda servir de instrumento de una ley; en segundo término, afirma que toda persona moral tiene una finalidad en sí misma y por sí misma. «La autonomía de la voluntad es la propiedad que tiene esta facultad de tener en sí misma su ley (independientemente de los objetos a que se dirige)... El principio de la autonomía es el único de la moral» (Fundamentación de la metafísica de las costumbres). Parte Kant (v.) del principio de que la voluntad de todo ser racional es legisladora universal, es libre y sigue su propia ley. En último alcance, Kant pretende afirmar que se identifican a. y libertad: la a. viene a ser la libertad en su dimensión positiva, es decir, obediencia a una ley que es interna a la propia voluntad.
Como segunda caracterización, la «a. de la voluntad» excluye la obediencia a toda ley que venga de fuera, a una materia sobre la que recaiga o a un objeto al que deba referirse. Por ser la a. un principio de la razón en general, niega Kant la educación, la enseñanza, la obediencia y el buen ejemplo moral. La a. aparece, en el concepto kantiano, como una intelección inmediata de lo bueno y de lo malo, ajena a toda referencia a algo exterior y objetivo. No existe un conjunto de «Mandamientos» recibidos de Dios. SE TRATA DE PRECEPTOS QUE EL HOMBRE SE DA A SÍ MISMO. El hombre es juez y reo de sí mismo y ante sí mismo. Es una ética del mérito personal, que nace de la «buena voluntad» y se cierra dentro de ella. De esta «ética autónoma» al ateísmo radical media sólo un inmediato tránsito. Es la proclamación de un antropocentrismo absoluto o de un individualismo ético. La a. opera como fundamento de la moralidad. Una voluntad autónoma es la voluntad de todo ser racional. Así podrá llamar Kant «voluntad pura» a la voluntad de los seres racionales en tanto que racionales: eso traduce con justeza el concepto de a. Voluntad autónoma, voluntad pura y voluntad de los seres racionales en cuanto tales tienen el mismo alcance. A. será la máxima de una voluntad, considerada como legisladora universal, que se pone a sí misma como objeto.
A. se puede definir, en su último alcance kantiano, como la interioridad racional de la ley de la voluntad pura. «Sólo el hombre, y con él toda criatura racional, es fin en sí. Consiste esto en que, gracias a la autonomía de su libertad, es sujeto de la ley moral, que es santa. De aquí que toda voluntad, aun la propia de cada persona, la voluntad individual, esté sujeta a la condición de ponerse de acuerdo con la autonomía del ser racional, esto es, de no someterlo nunca a un fin que no sea posible según una ley procedente de la voluntad del sujeto mismo que sufre la acción y, por consiguiente, de no tratarlo nunca como un simple medio, sino siempre como un fin» (Crítica de la razón práctica, 1, 3). La moralidad se define exclusivamente en Kant como una voluntad independiente de toda materia de ley, es decir, de todo objeto deseado, y con una capacidad legisladora en sí misma. Moralidad y a. son conceptos que se implican imprescindiblemente. La a. hace posible que la voluntad pura pueda conformarse con una ley práctica suprema, convirtiéndose por ello la voluntad en razón pura práctica: razón pura, porque no depende de la experiencia y de nada que venga de afuera, y práctica, porque es para el obrar moral. Así la naturaleza racional del hombre está sometida a la a. de la razón pura práctica, siendo la a. la ley moral o principio de moralidad.

Esperamos que con los apartados que hemos subrayado quede clara la concepción actual de libertad como espontaneidad. La idea de fondo es que el hombre es “libre” de toda ley o norma que no haya sido creada por él mismo. De manera que toda ley o norma que venga de la “Religión”, de “Dios”, de la “moral”, será declarada enemiga de la libertad humana.
Se comprende de inmediato el proyecto que tiene en mente el hombre moderno. La construcción de una sociedad donde sólo el hombre sea legislador de la conducta, donde sólo el hombre determine lo que está bien y lo que está mal. El hombre como ser autónomo.
En el próximo artículo veremos un poco acerca de la idea clásica de la libertad y sacaremos algunas conclusiones al respecto.

(EL TEXTO DEL RECUADRO ESTÁ TOMADO DE http://www.canalsocial.net/enciclopedia/enciclopedia.asp )


domingo, 15 de mayo de 2011

EL LENGUAJE COMO ARMA DE DESTRUCCIÓN MASIVA

Sostenía Axel Springer, editor del Bild-Zeitung, que cierta clase de público “odia pensar”. Y sus críticos señalaban esa frase como explicación al sensacionalismo característico del diario más vendido de Europa. Hay algo más que eso: estamos ante el resquicio por el que se cuelan todos los intentos de manipulación del lenguaje, destinados a simplificar en el receptor el proceso de asimilación mental de las ideas que recibe, para orientarlas en el sentido deseado por el emisor.
El estudio experimental de esos procesos es relativamente reciente. Los expertos todavía discuten si son las sensaciones, las imágenes o las palabras las que están en el origen de los conceptos. En cualquiera de las tres hipótesis “nuestro pensamiento toma forma y se estructura mediante el lenguaje: pensamos en palabras. Y si variamos su significado, de hecho estamos cambiando también nuestro pensamiento”, afirma Juan Manuel Pulido, psicólogo especialista en modificación de conducta. En consecuencia, “el recurso a eufemismos es una manera sibilina pero muy efectiva de cambiar nuestra postura con respecto a hechos morales o realidades políticas”.
Cualquier elemento de la realidad es, pues, susceptible de una denominación que lo suavice, y así el terrorismo se disfraza de “lucha armada” con la misma facilidad con la que un despido masivo se pone la máscara de “ERE” o un noruego como el futbolista John Carew, ex del Valencia, hoy en el Aston Villa, llegó a verse definido como “afroamericano” o “subsahariano” por algún comentarista demasiado temeroso de mentar el color de su piel.
La idea de asociar un elemento emotivo a una palabra para retorcer su significado no es nueva, si bien dispara su efectividad a partir de 1789, cuando va de la mano de su principal beneficiario: la ideología de la modernidad, antítesis de un pasado “oscuro”. La libertad se perfuma de mística junto a la guillotina de Robespierre, y la revolución de heroísmo, y no de olor a crimen, gracias al éxito propagandístico de la fracasada Comuna de París.
Impresionar para no pensar
“Son palabras colgadas como letreros a los sucesos, a las que se ha despojado de su sentido original, para darles otro postizo, muy rudimentario, que si suscita pocas ideas en quien las oye, en cambio provoca emociones de toda clase, que son las que determinan el significado nuevo”, afirma Mario Soria, estudioso de los fenómenos de manipulación informativa, que recuerda el uso que soviéticos y norteamericanos supieron hacer de los tres conceptos trastocados clave del siglo XX: fascismo, socialismo y democracia.
Cuando escuchamos que defender el orden público es “fascista”, o que la URSS no era un “verdadero socialismo”, o que la autoridad del maestro en clase es contraria a la “democracia”, lo relevante no es la afirmación en sí, sino la identificación valorativa buena o mala que le damos a esas tres palabras independientemente de a que se apliquen. ¡Lo que ha funcionado es la sugestión manipuladora!
Robert H. Thouless, profesor de Psicología Educativa en la Universidad de Cambridge, la definió así: “Si unas afirmaciones se hacen reiteradamente y de manera resuelta, sin argumento ni demostración, entonces los que las oigan tendrán a creerlas sin pensar en absoluto en su solidez ni en la presencia o no de evidencia que las apoye”.
Podríamos pensar que conocemos el truco y estamos prevenidos contra él, pero no es así. “Ese lenguaje cala, claro que cala”, a causa de su potencial manipulador, nos explica el sociólogo Amando de Miguel: “Tendemos a creer que el lenguaje sirve para comunicarse, pero no sólo sirve para eso. También para descomunicarse, es decir, para no decir la verdad, porque el lenguaje es un arma”. Y con muchos registros, añade, desde los conceptos alambicados a las metáforas, pasando por el alargamiento del discurso: “Se trata de usar el mayor número posible de palabras para expresar el menor número posible de ideas”.
Volvemos, pues, a Axel Springer: impresionar para no pensar.
Un ejemplo entre mil, muy significativo. En cierta ocasión, como parte de la campaña mediática que condujo a la Ley Integral contra la Violencia de Género, un informativo de televisión abrió con una primera noticia sobre la oleada de violencia “doméstica”, manifiesta en tres casos de agresión: un drogadicto transeúnte a su mujer drogadicta en disputa por la dosis, un soldado a su novia a quien sorprendió con otro joven, un hombre a su ex pareja por haber roto con él.
No había domus (”hogar”) en ninguno de los tres casos, luego no era violencia doméstica. No había elemento común: drogas en un caso, celos en otro, una obsesión posesiva en el tercero. Pero sí era única la fuerte carga emocional destinada a obtener el efecto buscado: el apoyo a las medidas propuestas por el lobby feminista, restrictivas -se vio después-de los derechos constitucionales.
Herejes y papistas
La manipulación puramente emotiva es consustancial a toda sociedad y a toda época: pensemos en los términos “hereje” o “papista” en las polémicas de la Contrarreforma. Lo que añade la manipulación ideológica del lenguaje, a la intención evidente de despertar adhesión o rechazo, es lograr la inversión del pensamiento de una manera sutil y gradual.
La carga emocional en la caracterización del “hereje” o el “papista” partía de la base de que el hereje y el papista lo eran en realidad. Cuando ahora se convence a una madre de que sólo está “interrumpiendo su embarazo”, se intenta obviar el hecho de que elimina a su hijo.
No hay más que fijarse en la evolución de los términos clave en las últimas cinco décadas. Entre los años 60 y 80 las estrellas fueron términos vinculados a la confrontación entre el socialismo y el capitalismo y entre la sociedad tradicional y la que comenzaba a moldearse tras Mayo del 68: progreso, desarrollo, paz, desarme, guerrilla, expresaban lo contrario de lo que producían, del mismo modo que la “descolonización”  entregó África a los sátrapas peores, y la “liberación sexual” de la mujer era el sueño milenario del hombre…
A partir de la caída del muro de Berlín y hasta hoy, toman el testigo la solidaridad, la ecología, la discriminación positiva…; ideas directrices del relativismo cultural que intenta sustituir los últimos vestigios de civilización cristiana pintadas con un candoroso y vaporoso barniz.
Pulido señala el peligro de aceptar el lenguaje manipulado incluso si uno no comparte el objeto de la manipulación: “Hay que hablar como se piensa, o se acabará pensando como se habla. Nunca deben utilizarse palabras que no tengan un significado unívoco o no se hallen en un contexto claro”.
Hace no mucho tiempo, en el curso de un debate público sobre la eutanasia, un defensor de la posición católica se mostró “contrario al derecho a una muerte digna”. Había caído en la trampa de aceptar la definición del adversario.
Y es que es la izquierda quien normalmente dirige este proceso manipulador. El movimiento antiabortista ganó una batalla importante al conseguir que se aceptase su denominación como Pro Life (”pro vida”), pero los partidarios de la cultura de la muerte reaccionaron rápido para no verse situados como “antivida”, y se rebautizaron como Pro Choice (“pro elección”): de nuevo estaban en el lado “simpático” de quienes quieren que la mujer decida frente a quienes quieren impedírselo.
La batalla es, pues, larga e incansable. Amando de Miguel, quien acaba de publicar un nuevo libro al respecto, La magia de las palabras, nos invita a no bajar la guardia: “Es siempre el mismo juego, alargar los periodos y recurrir a eufemismos blandos”, en su opinión las claves de la utilización “retorcida” y “torticera” del lenguaje.
De un lenguaje que hay que desenmascarar en cuanto aparezca, siguiendo el consejo de Don Quijote: “Dad crédito a las obras, no a las palabras”. A ciertas palabras, sobre todo.
 “La cuestión es algo más que literaria: o existe una realidad que el lenguaje se limita a designar, o bien el lenguaje crea la realidad y, por lo tanto, cambiando la palabra también cambiamos aquélla. Ésta es la permanente tentación del poder revolucionario. Por esta razón, el primero de los cambios es siempre el de las palabras.”

DE:

http://www.profesionalesetica.org/2011/04/17/carmelo-lopez-arias-en-alba-%C2%ABmanipula-que-algo-queda-el-lenguaje-como-arma-de-destruccion-masiva%C2%BB/

sábado, 14 de mayo de 2011

RELATIVISMO ÉTICO 4



Cerrábamos el artículo anterior haciendo algunas afirmaciones que a lo mejor habrán parecido bastante extrañas a muchos lectores: que el relativismo ético tiene su cuna en la edad media y que su progenitor fue nada más y nada menos que un monje franciscano llamado Guillermo de Ockham. Alguien preguntaba si se trataba del mismo que es mencionado en la novela “El nombre de la rosa”, y la respuesta es que sí; de hecho esa novela tiene como trasfondo “histórico-ideológico” la irrupción del movimiento nominalista del que tendremos que hablar en varias oportunidades.
Y es que no es sencillo comprender cómo precisamente en la edad media, época de marcada orientación teocéntrica, pueda haber nacido algo como el relativismo ético tan contrario al cristianismo, y lo que es aún más extraño, que su autor fuera un monje y encima franciscano. ¿Cómo fue que esto tuvo lugar? La respuesta puede ser fácil o difícil. Sería fácil limitarnos a decir que Ockham defendió unas teorías filosóficas que tenían como consecuencia, entre otras, el relativismo ético. La respuesta difícil haría necesario un viaje a través de las teorías ockhamistas para buscar  el punto exacto en el que el pensador franciscano abandona las tesis clásicas sobre la metafísica, para dar inicio a sus propias ideas, que terminan por llevarle a los resultados antiéticos que ya mencionamos.
Este trabajo ya ha sido hecho por algunos especialistas en la materia, y a lo mejor más adelante dediquemos algunos artículos a la exposición de ese interesante tema.
No sabemos hasta qué punto Ockham fue consciente de lo que estaba haciendo, pensamos que al ser monje no se proponía derrumbar la moral cristiana, sin embargo,  la verdad es que de sus teorías arranca el derrumbe de la ética, pues al atacar Ockham la validez de los conocimientos metafísicos elimina al mismo tiempo la posibilidad de un conocimiento acerca de la naturaleza humana, que es la fuente de la ética, como hemos dicho ya en repetidas ocasiones.
Para retomar nuestros ejemplos digamos que Ockham enseña que es mentira que se pueda leer el manual del usuario, dice que nuestros ojos sirven para otras cosas, pero no para leer el manual del usuario. La pérdida de la orientación metafísica trae consigo la pérdida de la objetividad de la ética, pues precisamente la ética, como ya dijimos, tiene su fundamento en la naturaleza humana, pero ¿qué pasa si se declara incognoscible esta naturaleza? Pues pasa que la ética pierde su base y en adelante sólo puede ser construida desde la subjetividad del “todo vale”, pues nada existe.
Lo importante es comprender que en la actualidad se ha cambiado el fundamento de la ética. Antes la naturaleza humana era la guía, de manera que lo natural era bueno y lo antinatural era malo. Por eso a las  conductas malas se les llamaba conductas “contra naturam” o sea contra la naturaleza, por ejemplo: la homosexualidad es contra naturam, el aborto es contra naturam, el divorcio es contra naturam, etc.
En la época moderna el nuevo fundamento de la ética es la libertad. Enseñan que dada la imposibilidad de conocer la naturaleza humana para tomarla como guía lo único que queda es seguir en lo ético la libertad individual, pues es lo único de lo que no se puede dudar, de que somos libres.
Este nuevo punto de partida para la ética no sería tan dañino si no fuera por la idea que tienen de lo que es la libertad.
¿Qué es la libertad?
La libertad es una característica de la voluntad humana, por medio de la cual ésta goza de indiferencia para obrar o no obrar o para obrar esto o lo otro (Libertad de ejercicio y libertad de determinación). Pero entendiéndose siempre que el actuar voluntario se mueve en el terreno de los bienes, pues sólo el bien mueve el apetito. Y entendiéndose además que dado que existen bienes reales y bienes aparentes, el hombre debe buscar siempre los bienes reales, los cuales son justamente aquellos que se ajustan a su naturaleza, pues siempre se busca lo que conviene a cada cual y sólo por error se elige lo que daña.
Por eso la libertad ha sido definida como: la facultad de moverse en el bien.
Pero no es esta la idea moderna de libertad. Actualmente se entiende por libertad la total espontaneidad de la conducta. La conducta humana libre es aquella que se realiza sin tomar en cuenta preceptos, normas, leyes, valores, principios, sino totalmente desligada de toda atadura, en perfecta independencia de todo. Lo bueno, lo malo, lo correcto, lo incorrecto, lo natural, lo antinatural, son todas palabras sin sentido para el hombre moderno, el cual cree que ser libre consiste en guiarse sólo por los propios gustos, por las propias preferencias, por el capricho del momento. Es la libertad entendida como total desvinculación. Es la libertad absoluta.
¿Cuál es la diferencia más notable entre ambas libertades, la de antaño y la moderna?
Que la libertad de nuestros abuelos, mantenía un estrecho vínculo con el orden de la moralidad y de los bienes, siendo su guía el conocimiento de la naturaleza humana. El hombre se encontraba así ante un orden natural en cuyo seguimiento encontraba su perfección humana, y si se apartaba de él se degradaba como persona. La dignidad humana estaba en la facultad de seguir voluntaria y libremente, este orden dado por el creador a su criatura.
La libertad de los modernos olvida este orden de cosas. Concibe al hombre como ser perfectamente autónomo, con la facultad de construir por sí mismo el orden de la moralidad. Con la facultad de decidir qué es lo bueno y qué es lo malo.



martes, 10 de mayo de 2011

RESPUESTA: MULTICULTURALISMO

Un lector molesto por nuestra inclusión del “relativismo cultural” en la lista de relativismos, nos ha escrito indignado, acusándonos de “etnocentristas” y “dogmáticos”. En su breve mensaje expresa su convencimiento de que ninguna cultura es mejor que otra, puesto que todas son sencillamente diferentes, y nada más que eso.
Mucho nos tememos que el amable lector pertenece al inmenso número de incautos que han sido presa fácil de la propaganda oficial del relativismo. Y es que en verdad resulta muy complicado resistir a la presión actual del relativismo. Es impresionante ver cómo por todos los medios posibles se nos predica diariamente la no existencia de verdades, la relatividad de todos los valores y la inexistencia de principios.
A este fenómeno muchos lo han llamado “pensamiento único”; lo cual significa que en la actualidad, aunque se cree que estamos en una sociedad “abierta y pluralista”, la verdad es que lo que impera es la imposición total de un solo modo de pensamiento, el llamado “pensamiento único”, el cual consiste esencialmente en la negación de todos los valores que ha mantenido por siglos la cultura occidental. Existencia de la verdad, existencia de principios morales universales, existencia de la ley natural por encima de las leyes positivas humanas, etc.
Y se trata de un verdadero sistema dictatorial porque a todo aquel que se atreva a desafiar el relativismo imperante y a mantener alguna de las verdades de antaño de inmediato se le ataca de mil maneras, se le ridiculiza, se busca silenciarlo, acallar su voz, que no sea escuchado por nadie; sus libros no son recibidos por ninguna editorial, y si por suerte logra publicar algo, una de dos, o se hace un total silencio a su alrededor de manera que nadie comente su escrito ni siquiera para criticarlo, o por el contrario se le critica y se le ataca desde mil frentes.
Los partidos políticos que defienden temas morales son llamados “retrógrados”, “anticuados”, etc. Y en general todo aquel, sea individuo o institución, que se atreva a oponerse al sistema relativista dominante es “excomulgado” del sistema, expulsado de la sociedad, como se hacía antes con los enfermos de lepra. La actual lepra consiste en sostener los valores de la civilización occidental.
Una imagen bastante semejante de lo que estoy tratando de decir se puede ver en la película “V de venganza”. En esa película se muestra un pueblo totalmente dominado por unos pocos agrupados en un fuerte y tiránico partido político, que controla absolutamente todo, y que incluso determina lo que deben pensar y creer los ciudadanos.
De manera que para contestar aunque sea brevemente al amable lector me limitaré a transcribir unas pocas frases, entresacadas de un escrito que aborda precisamente el tema de los orígenes del actual multiculturalismo, conectándolo con la llamada ideología de género y con el nihilismo contemporáneo, del cual hablaremos en otra ocasión.
·         La filosofía hegeliana y su rechazo a la pretensión de una validez definitiva, es extendida al análisis de los conocimientos y las actividades prácticas, de ahí que nunca nos encontremos con un estado ideal de la humanidad, ya que la historia, las civilizaciones y la cultura atraviesan fases históricas que corresponden con etapas siempre en permanente evolución y progreso continuado, y cada una de estas fases históricas acaba cediendo lugar a una fase superior.
·         En este sentido el multiculturalismo es presentado a menudo como una etapa superior o cualificada del legítimo pluralismo.
·         “la filosofía dialéctica borra todas las nociones de una verdad absoluta y definitiva, así como todo lo que hay de absoluto en las condiciones humanas que a ella corresponden”.
·          “nuestras ideas jurídicas, filosóficas y religiosas, son un producto más o menos directo de las relaciones económicas dominantes en una sociedad determinada”.
·         hallamos el germen del multiculturalismo, que al igual que el resto de las ideologías o “sub-productos ideológico-culturales”, germinó primero en el discurso intelectual para concretarse de seguido, en nuestro caso, en una peligrosa tendencia cultural, y acabar extendiéndose a la praxis totalitaria social, v.gr. educación en la homosexualidad y desconstrucción de la sociedad, especialmente de la familia, con la ideología de género.
·         Ser multicultural es reconocer la igualdad de todas las civilizaciones y las diversas culturas, en particular la cultura occidental, simbiosis de la filosofía griega y del derecho romano con el cristianismo, con la cultura de las minorías étnicas; y sobre todo que no debe determinarse ninguna jerarquía ni postular la superioridad de una cultura sobre otra. Cualquier tipo de modo de vida, actitud, arte, manifestación o expresión emanada de cualquier civilización debe ser igualmente respetable, y todas las culturas poseen el mismo valor ético.
·         El multicultural, la nueva “policía moral laica”, NO ADMITE PLURALIDAD DE OPINIONES FUERA DE LA “VERDAD OFICIAL” QUE SE IMPONE SEA POR COERCIÓN, POR IMPLEMENTACIÓN EDUCATIVA O POR CENSURA MEDIÁTICA. El pensamiento preponderante, en la línea marcada por la tiranía mediático-financiera servidora de otros grupos de poder fácticos, ES EL ÚNICO AL QUE SE LE CONCEDE DERECHO DE EXISTENCIA MEDIÁTICO-SOCIAL.
·         RECHAZAR EL MULTICULTURALISMO SUPONE ALEJARSE DE LO “POLÍTICAMENTE CORRECTO”, CAER BAJO LOS ANATEMAS QUE EL “PENSAMIENTO ÚNICO” DESTILA FRENTE A LOS “AGRESORES DE LA LIBERTAD”, libertad siempre entendida en la línea inmanentista y permisiva.
·         El unicultural sigue creyendo que en la civilización occidental encontramos la cumbre de la plasmación artística, el máximo apogeo de las letras y el pensamiento filosófico y político más depurado, además de afirmar la superioridad moral frente a las restantes civilizaciones.
·         Sostiene asimismo que la cultura occidental, la verdadera que no ha renunciado a la Tradición cristiana de Occidente, es la más perfecta por ser la que mejor se corresponde a la naturaleza del hombre.
·         EL MULTICULTURALISTA ES RELATIVISTA EN LO MORAL, LIBERAL EN LO POLÍTICO Y TOTALITARIO DE IDEAS, de forma que CONSIDERA QUE “SU FILOSOFÍA ES LA ÚNICA VERDADERA Y QUE LA HUMANIDAD DEBE DESDE AHORA CAMBIAR SU FILOSOFÍA DE LA TEORÍA A LA PRÁCTICA Y TRANSFORMAR EL MUNDO ENTERO DE ACUERDO CON LOS PRINCIPIOS HEGELIANOS”, QUE SON LOS ADOPTADOS SUSTANCIALMENTE POR LA FILOSOFÍA DEL RELATIVISMO.
·         En el fondo subyace la renuncia de la razón a indagar la verdad de las cosas, de ahí que la verdad, moral, estética y lógica; el bien y la belleza, entendida como la armonía y el orden entre las partes y el todo; no tienen existencia como tal sino que dependen de la subjetividad personal, y todas las manifestaciones son igualmente respetables, con lo que entramos en que lo único válido y verdadero es lo políticamente correcto.
·         PERO EL MULTICULTURALISTA DA UN PASO MÁS EN SU RELATIVISMO QUE LO ENCAMINA HACIA EL NIHILISMO ONTOLÓGICO. CORROÍDA LA NOCIÓN DE VERDAD UNIVERSAL Y PERMANENTE, DILUIDO EL YO TRASCENDENTE Y PENSANTE, PERDIDO EL SENTIDO DE LA VIDA, RECHAZADA TODA MEDIACIÓN EXTERNA, AFIRMADA LA AUTOSUFICIENCIA DE LA SOCIEDAD EN LA TÉCNICA Y EL BIENESTAR, NEGADA TODA JERARQUÍA O GRADACIÓN MORAL POLÍTICA Y CULTURAL ENTRE CIVILIZACIONES Y FORMAS DE VIDA, Y EN PARTICULAR LA SUPERIORIDAD DE LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL; TODO ELLO LLEVA A LA DESESPERANZA METAFÍSICA, QUE EVIDENCIA CONSIGUIENTEMENTE UN AVANCE HACIA EL NIHILISMO.


(notas extraidas de "El multiculturalismo como imposición ideológica y su ensamble con el nihiismo ontológico", escrito por Jose Martín Brocos.)

lunes, 9 de mayo de 2011

RESPUESTA: SOBRE EL ARTE Y LO BELLO

Respuesta: acerca del arte y la estética
En días pasados un amable lector nos escribía diciéndonos que en el fondo lo único que queda hoy en pie con cierta nobleza es el arte, En especial la pintura, y nos preguntaba si acaso dentro de eso que hemos llamado “pensamiento clásico” habían directrices acerca del arte de la pintura o del arte en general.
Para contestar a su amable pregunta hemos decidido redactar unas breves notas exponiendo la idea clásica de la belleza, de lo bello, fundamento de la estética y criterio de todas las artes.
¿Cuándo decimos que algo es bello?
“Según Santo Tomás, pulchrum est quod visum placet; es decir: bello es el objeto que visto y contemplado deleita.”
Bello es todo aquello que, luego de ser conocido, agrada. La palabra “visum” del texto citado más arriba no se refiere en este caso sólo al sentido de la vista, es sólo que siendo la vista el más cognoscitivo de los sentidos, es normal usarlo de manera analógica para referirse a todo modo de conocimiento; como cuando alguien trata de explicarnos algún asunto y nos dice: “¿es que acaso no lo ves?”, con lo cual no alude a los ojos sino a la capacidad de conocimiento humana en general.
Bello es, por lo tanto, todo lo que luego de conocerlo de alguna manera, causa en quien lo conoce un cierto agrado, una cierta complacencia, un cierto placer, aunque no necesariamente placer sensible, o sensual, puesto que también existen placeres de orden intelectual, que son de hecho más fuertes y duraderos.
Ahora bien, lo bello no es bello porque nos parezca bello, sino todo lo contrario, nos parece bello porque es bello. Parece un trabalenguas pero es cierto. La belleza de algo tiene su fundamento en el objeto mismo, en la naturaleza del objeto que llamamos bello. La belleza es objetiva. Hoy, uno de los triunfos del relativismo consiste en llamar bello lo que a cada cual le parezca. Un ejemplo entre mil: hace un tiempo un “artista” presentó en una galería una exposición “artística”, ¿en qué consistía? tomó un perro callejero, le ató una pata de manera que sólo se apoyará en las otras tres y luego lo amarró a una base dentro de la galería, sin alimento, sin bebida, simplemente dejándolo morir en frente de todo el público. A esta despiadada muestra de sadismo enfermo y delirante lo llamaba “arte”. ¿Comprenden lo distorsionada que está la idea de belleza artística en sujetos de esa calaña?
Otro ejemplo: en varios países del mundo se han puesto de moda los “artistas” que buscan fama haciendo retratos, pinturas, estatuas, etc. En las que insultan de la manera más agresiva y vulgar los sentimientos y creencias religiosas de la inmensa mayoría de la gente. En España, en Chile, en Argentina y en muchos otros países se han hecho “exposiciones artísticas” en las que se ridiculiza a la Santísima Virgen María, al mismo Cristo, a los santos, etc. En las formas más ruines que uno se pueda imaginar, formas que ni siquiera nos atrevemos a mencionar acá. Y a todas estas muestras de odio enfermo hacia las creencias religiosas de la gente se les llama “arte”.
¿Qué entiende por Arte esta gente? Obviamente que para ellos el arte no es la expresión de la belleza, sino de los sótanos más ocultos del alma de sus creadores. El arte ha venido a ser algo así como el medio a través del cual los representantes menos dignos de la raza humana dan rienda suelta a sus odios más íntimos, a sus deseos más bajos y a sus ideas más delirantes.
Pero pasemos ya a las condiciones objetivas de la belleza, son tres:
-          INTEGRIDAD: el ser a quien falta una de sus partes o perfecciones en cuanto tal no es tenido por bello, quae diminuta sunt turpia sunt. Tampoco son considerados como bellos los fragmentos de las obras de arte, sino cuando los consideramos como un todo, o suplimos con la imaginación lo que les falta.
-          ORDEN: o sea, la armonía y proporción de las partes entre sí y con el todo. La obra, alguna de cuyas partes no armoniza con las demás o con el conjunto, no es bella.
-          ESPLENDOR Y CLARIDAD: La obra artística ha de resplandecer y brillar de suerte que fácilmente impresione nuestros sentidos e inteligencia. Una obra cuya proporción de partes y armonía no sea perceptible, carece de belleza.
“De todo lo cual podemos colegir la siguiente definición de belleza: la belleza es el esplendor de la perfección ideal del objeto, que reluce en la proporción de sus partes y en el orden de sus actividades...”
En la edad media se solía decir que lo bello era uno de los “trascendentales”; estos eran conceptos aplicables a todo ente, a todo lo existente actual o posible. Se solían enumerar 5: unum, verum,bonum,res y aliquid. Perdonarán que escriba sus nombres en latín, pero la verdad es que si los tradujera al castellano (uno, verdadero, bueno, cosa y algo) perderían mucho de su sentido original.
Un “trascendental” es un concepto aplicable a todo. Todo lo que “es”; es uno, es verdadero, es bueno, es cosa y es algo. Son los únicos conceptos que tienen esta propiedad de predicabilidad universal.
En algunos manuales no se enumera entre los trascendentales el “pulchrum”, “lo bello”. Porque dicen que “lo bello” es una especie de término medio entre el “bonum” y el “verum”. Y esto está conforme a la definición que dábamos al principio y que es la definición clásica de la belleza: pulchrum est quod visum placet.
VISUM: alude a la facultad cognoscitiva, de la cual es propio conocer la verdad.
PLACET: alude al “bien”, pues de suyo, sólo lo bueno (o lo que es considerado bueno) agrada.
De manera que todo lo que existe es, de alguna manera, bello, hasta el diablo. Pero esto no quiere decir que todo lo que el hombre crea es bello, puesto que la acción del hombre modifica las cosas naturales, y esta modificación puede ir en el sentido de aumentar la belleza, de reproducirla, de manifestarla; pero también puede ir en sentido opuesto, como en los ejemplos que citábamos arriba, en los cuales la belleza brilla por su ausencia.

sábado, 7 de mayo de 2011

RELATIVISMO ÉTICO 3



Nadie pone en duda que en la actualidad reina por todas partes la corrupción más espantosa. Sólo hay que tener ojos para ver. Es tan evidente este fenómeno que ya algunos hablan de una sociedad “post-moral”, es decir, una sociedad que surge luego de la desaparición de la moral. Y cuando decimos “moral”, no hacemos referencia únicamente a la moral religiosa, sino incluso a ese “sentido” moral que toda persona tiene y que le dice en lo íntimo de su conciencia “esto está bien” o “esto está mal”. Son tantos años viviendo en medio de una sociedad “post-moral” que ya son muchos los que ni siquiera saben con exactitud qué es lo que quiere decir la palabra “moral”.
También son montones los libros que se han escrito sobre la “crisis de valores” de la época actual; filósofos, sociólogos, psicólogos, e intelectuales de todos los campos y rincones del mundo han alzado su voz para denunciar este diluvio de degradación que amenaza con ahogarlo todo. En el texto que dedicamos a la “justificación de este blog” dábamos algunas cifras sobre algunos de los fenómenos más visibles de corrupción de esta sociedad; podríamos dar aún más pero en verdad no lo consideramos necesario pues estamos convencidos de que toda persona con un poco de sentido común y ojos para ver puede por sí misma estar de acuerdo con nosotros.
¿Cómo es que se ha llegado a esta situación? O en otras palabras ¿cuál es el origen del relativismo moral? Vamos a decirlo de una vez: ¡EL ORIGEN DEL RELATIVISMO MORAL QUE DESTRUYE ACTUALMENTE LA SOCIEDAD Y LOS INDIVIDUOS ESTÁ EN LA EDAD MEDIA!
¿Les parece asombrosa esa afirmación? Pudiera a primera vista parecer asombroso afirmar que es en la edad media donde hay que buscar el origen del actual desastre ético que padece la sociedad, y sin embargo, nada más cierto que eso.
Expliquemos un poco. ¿Qué es la ética? Contestemos esta pregunta citando las palabras de uno de nuestros queridos profesores:
El origen etimológico del término “ética” puede aclarar la naturaleza de esta ciencia. “Ética” es un término antiguo que aparece ya en el título de los tres tratados morales de Aristóteles (“Ética a Nicómaco”, “Ética a Eudemo”' y “Gran Ética”). Procede del vocablo griego «éthos», que significa “modo de ser”, “carácter”, y se traduce también, como señala el propio Aristóteles, por “hábito” o “costumbre”. Su equivalente latino lo encontramos en la palabra “Mos-mores”, y de allí igualmente el término “moral” que utilizamos. Esto nos permite precisar que el carácter o modo de ser de que aquí hablamos no es el temperamento o la constitución Psico-biológica innata. Sino la forma de ser que la persona adquiere para sí a lo largo de su vida, por sus acciones, emparentadas con el hábito, que si es bueno es virtud, si es malo será vicio... Se trata de un obrar repetido en orden a alcanzar una perfección reclamada por el mismo ser del hombre...  De allí que podamos anticipar ya el carácter “práctico” de esta ciencia, que Aristóteles confirma al decir que es un tratado “no teórico como los otros pues no investigamos para saber qué es la virtud, sino para ser buenos, ya que en otro caso sería totalmente inútil, y por eso tenemos que considerar lo relativo a las acciones (práxeis), y al modo de realizarlas: son ellas en efecto, las que determinan la calidad de los hábitos”.
Retomemos la siguiente frase: “SE TRATA DE UN OBRAR EN ORDEN A ALCANZAR UNA PERFECCIÓN RECLAMADA POR EL MISMO SER DEL HOMBRE”. En esta frase está el centro de la cuestión.
Las palabras claves son: obrar-perfección-hombre.
La ética es la ciencia que estudia el ser del hombre (su naturaleza), con el fin de determinar la conducta que debe seguir para alcanzar su perfección propia. Para seguir con las comparaciones anteriores, diríamos que la ética es el “manual del usuario” para el ser humano.
Pero resulta que al igual que sucede con todo “manual de usuario”, este también hay que leerlo, o sea, conocerlo; pregunta, ¿Qué pasa si somos ciegos y no podemos leer el manual del usuario? Pues pasa sencillamente que al no poder conocer el manual una de dos, o no podremos usar nunca el aparato que compramos o lo usaremos mal. Dejando de lado las comparaciones digamos que nuestra facultad de conocimiento es mediadora en la constitución de la ética. La ética se constituye mediante un esfuerzo de la inteligencia humana por conocer “lo que es” el hombre para poder determinar cómo debe actuar. Se ve lo equivocados que están aquellos que se imaginan que la moral es un conjunto de prohibiciones inventadas por los curas para dominar al hombre. La verdad es mucho más sencilla, la ética es el estudio de la naturaleza humana buscando actuar en todo como hombres. La ética es el esfuerzo de actuar según nuestra naturaleza humana; la ética es el esfuerzo de actuar según el “manual”…
Ahora bien. Resulta evidente que tratándose de una tarea de la inteligencia por conocer la naturaleza humana se da por entendido que la inteligencia puede “conocer”, y no sólo conocer hechos físicos por medio de los sentidos sino también conocer “naturalezas”, “esencias”, “modos de ser”. Porque si decimos que nuestra inteligencia sólo conoce hechos físicos, materiales, entonces la ética no existe. Precisamente en la actualidad es esta la postura filosófica errónea que ha triunfado. Pero esta postura tiene sus raíces en un famoso filósofo medieval, quien aunque quizá no vio todas las consecuencias de sus teorías, no por ello es menos culpable de lo que sucedió después de él. Nos referimos, claro está, a Guillermo de Ockham.