miércoles, 29 de noviembre de 2017

Consumismo decembrino


Diciembre es quizá el mes en el que con mayor claridad sale a relucir el poder del consumismo en la vida de las personas. Los centros comerciales se abarrotan de gente ansiosa por gastar sus pagos de fin de año con el deseo de comprar así una ilusión de felicidad, que aunque momentánea, es suficiente para satisfacer su anhelo de una vida mejor.

Es lo que tiene el consumismo: éxito vendiendo una ilusión, un espejismo.

Los grandes centros comerciales, con sus lujos, sus almacenes repletos de cosas llamativas, sus comodidades, sus posibilidades, etc., seducen poderosamente, dan la impresión de que todo está bien y de que el mundo es un lugar feliz. Poco importa incluso que quienes a ellos asisten no compren nada, el solo hecho de estar allí y pasearse por entre tantas vitrinas atractivas es suficiente para calmar el ansia de una mejor 'calidad de vida'.

Y diciembre se ha convertido para el hombre secularizado en la época predilecta del consumismo, donde triunfa la ilusión de creer que la felicidad se puede comprar, puesto que consiste en dinero o en algo que con él se puede comprar. Es el hombre completamente materializado. El hombre finito.

El hombre secularizado (palabra que proviene del latín "saeculum", que significa siglo, indicando con ello el tiempo terreno de la vida humana, en contraposición con la eternidad) es el que ha perdido de vista la eternidad, y cifra su vida y su felicidad en este mundo, en sus años terrenos, puesto que ha aprendido a pensar que un más allá del sepulcro es sencillamente inimaginable.

Por otra parte, diciembre debería ser la época del año propicia para parar un poco el ritmo frenético de nuestras vidas, mirar hacia atrás, agradecer, reflexionar, estar en familia, planear el año que viene y entregarlo a Dios, dueño del tiempo y de la eternidad. Y es que precisamente eso es diciembre en la liturgia católica, tiempo de adviento en que se prepara el nacimiento de Cristo, que debe nacer en las almas de los fieles, aparejadas para ello por la penitencia, la oración y el ayuno. Si bien se mira, la liturgia católica de diciembre es exactamente lo opuesto de la ilusión consumista que nos vende el mundo moderno.

De nosotros depende vivir esta época en un sentido u otro. De un lado tenemos un espejismo de felicidad, del otro tenemos al que es la Felicidad con mayúscula, Dios que viene a nosotros. Dios con nosotros.


Leonardo Rodríguez V.

jueves, 16 de noviembre de 2017

Día mundial de la filosofía

En el día mundial de la filosofía traemos a colación un texto del aquinate acerca del estudio de la sabiduría, al inicio del segundo capítulo del primer libro de su 'Contra Gentes':

"El estudio de la sabiduría es el más perfecto, sublime, provechoso y alegre de todos los estudios humanos. Más perfecto realmente, porque el hombre posee ya alguna parte de la verdadera bienaventuranza, en la medida con que se entrega al estudio de la sabiduría. Por eso dice el Sabio: ―Dichoso el hombre que medita la sabiduría. Más sublime, porque principalmente por él el hombre se asemeja a Dios, que ―todo lo hizo sabiamente, y porque la semejanza es causa de amor, el estudio de la sabiduría une especialmente a Dios por amistad, y así se dice de ella que es ―para los hombres tesoro inagotable, y los que de él se aprovechan se hacen participe de la amistad divina. Más útil, porque la sabiduría es camino para llegar a la inmortalidad: ―El deseo de la sabiduría conduce a reinar por siempre. Y más alegre, finalmente, ―porque no es amarga su conversación ni dolorosa su convivencia, sino alegría y gozo".


T. d A.


miércoles, 15 de noviembre de 2017

Católicos sin opción política

Desde hace ya varias décadas (muchas, desgraciadamente), los católicos vivimos a nivel político una situación de ausencia total de opciones decentes en nuestros países. 

Debido a la falta de formación política del católico actual, las filas  de creyentes se han dividido entre las opciones existentes (hablo de Colombia), sin percatarse de que todas ellas son esencialmente fruto del mismo proceso liberal que heredamos de las revoluciones del siglo XVIII.

Lo que decimos es, en resumen, que el liberalismo del siglo XVIII, que hizo eclosión en la Revolución Francesa, dio como fruto, andando el tiempo, a eso que hoy llaman derechas, izquierdas o centros; con sus respectivos extremos. Y los católicos se han decantado por alguna de esas opciones por la sencilla razón de que no hay más.

Desde algunos sectores de las derechas se acusa a ciertos sectores del 'catolicismo' de favorecer posturas de izquierda (hoy papa incluido). Al tiempo que desde ciertos sectores de la izquierda se acusa a algunos sectores del 'catolicismo' de favorecer posturas de la derecha. A su vez los católicos que se ubican en un pretendido 'centro', acusan a los demás de extremistas irracionales. Todo una ensalada 'política'.

Pero para tener las ideas claras digamos que las revoluciones del siglo XVIII instalaron el liberalismo en la mayor parte de las sociedades occidentales, el cual liberalismo, teológicamente considerado, es la rebelión de la criatura contra el Creador, por medio de la proclamación de independencia del orden natural respecto de la ley divina. Lo anterior proclamando la autonomía absoluta de la 'libertad' humana en todos los órdenes (rol de la iglesia en la sociedad, igualdad de las 'religiones', libertad de conciencia, libertad de culto, libertad de prensa, libertad de pensamiento, etc.).

El anterior panorama de 'libertades' dio como fruto un modo de ordenación social en el cual el hombre ocupaba ahora el lugar que en el estado de cosas anterior había ocupado Dios. Si antes era la verdad divina la encargada de moldear el aspecto de la sociedad, sobre todo a través de la moral y la voz de la Iglesia Católica, ahora sería la voluntad humana, en su desnuda e ilimitada autonomía, la encargada de dar forma a la sociedad en todos sus niveles (social, político, legal, cultural, etc.).

No fue casual que también en aquella época se haya convertido a la 'democracia' moderna en la única forma posible de organización política. Y es que en efecto la esencia de la democracia es el dogma de la voluntad humana como creadora independiente de 'verdades' políticas, por mayoría simple por supuesto. Sin reconocer por encima de dicha voluntad ningún tipo de autoridad o fuente normativa ajena a la libertad humana misma.

Ahora bien, este nuevo panorama social es heredado por izquierdas, derechas y centros; quizá en diversa medida o con matices diferenciadores, pero en esencia toman ese mismo patrimonio 'liberal' y lo defienden como buenos hijos de la revolución.

El problema con esa herencia es que es radicalmente anticatólica, indudablemente. De ahí la oposición que la iglesia manifestó desde el inicio hacia dicho conjunto de 'ideas'. Y si bien los papas de los últimos decenios han aceptado dicho esquema mental, ello ha sucedido no porque esas ideas hayan dejado de ser anticatólicas, sino porque esos papas han adoptado la mentalidad liberal, ni más ni menos.

Si este es entonces el panorama, y si centros, izquierdas y derechas (con todas las diferencias que sus militantes enfatizan a nivel económico) coinciden en la defensa de dicho patrimonio liberal, ¿qué le queda al católico como opción? Esa es la pregunta importante... y triste. Evidentemente no le queda ninguna opción. Y no solo porque efectivamente no hay partidos (que de hecho es otra herencia liberal) con ideario católico, sino porque los mismos católicos, considerados individualmente, desconocen de forma abrumadora el ABC de la política católica y cada vez que se animan a fundar un partido para 'defender los buenos principios' o lo que hoy llaman 'mínimos inamovibles', no logran liberarse de la impronta liberal arriba mencionada. De hecho la defienden con el mismo ardor que lo haría el liberal más convencido.

Entonces, no hay opción, ni hay materia prima para crear una. Nada alentador el panorama.

¿Qué hacer?

Lo que se viene proponiendo desde hace tiempo es que hay que defender la opción menos mala, el mal menor. Lo que no sabemos a ciencia cierta es si esa es una opción moralmente aceptable. Quizá nos ocupemos de eso en otra ocasión si encontramos material que nos despeje la duda.

Por ahora la batalla seguirá siendo como una guerra de guerrillas, pequeñas acometidas 'culturales' y sobre todo la formación individual y familiar. 


Leonardo Rodríguez V. 


jueves, 9 de noviembre de 2017

Negar la naturaleza humana

Se llama "naturaleza" a aquello que algo es y que lo diferencia de los demás seres. Como cuando se habla de la naturaleza de un caballo, por ejemplo, se hace referencia a lo que son los caballos y los hace diferentes de los demás animales.

Igualmente, cuando se habla de naturaleza humana se hace referencia a lo que los humanos somos, a lo que nos constituye como seres humanos y nos distingue de los demás seres.

Hoy se niega que exista la naturaleza humana. Es una afirmación que no se entiende, puesto que los seres humanos existimos, y si existimos, necesariamente tenemos que existir de algún modo, es decir, siendo algo, teniendo alguna naturaleza, porque si pudiera existir algo sin naturaleza sería algo que existe pero NO ES nada, es decir, sería un absurdo.

Sin embargo hoy muchos sostienen ese absurdo y sospecho que ni siquiera lo notan.

Lo bueno es que si realmente creen que no existe la naturaleza humana, y desean ser coherentes, nunca deben decir absolutamente nada acerca de los seres humanos, en otras palabras, jamás deben usar el verbo SER en una oración cuyo sujeto sea el hombre, o la persona, o los seres humanos.

Y su coherencia nos ahorrará andar escuchando idioteces.

El problema es que por estos tiempos la coherencia brilla por su ausencia, y quienes niegan que exista la naturaleza humana, es decir, quienes niegan que los humanos seamos algo, son los que más hablan acerca del tema, y con tono de doctores.

En fin, paciencia porque la ignorancia se ha vuelto en algunos una enfermedad crónica.


Leonardo Rodríguez


jueves, 2 de noviembre de 2017

El punto de partida

Queramos o no, lo sepamos o no, pensemos en ello o no, siempre vivimos con una cierta 'filosofía' de base, una fundamental cosmovisión que da razón íntima del modo que tenemos de ver la vida y de vivirla.

Poco importa que digamos que la filosofía no nos interesa, puesto que independientemente de ello lo cierto es que organizamos nuestra vida y nuestra entera cosmovisión con base en ciertos principios que son propiamente de naturaleza filosófica. Y repetimos, no importa que dichos principios obren de forma implícita o explícita, en uno y otro caso su influencia es igual.

Siendo esto así lo mejor es tratar de hacer explícitos los principios que rigen nuestra vida y nuestra manera de ver las cosas, de opinar sobre las cosas, sobre todo sobre las realidades importantes y trascendentes (Dios, alma, espiritualidad, religión, vida eterna, etc). Ya que de otra forma seremos en cierta manera esclavos de ideas que por no ser conscientes o por influirnos 'desde la sombra' de lo inconsciente, escapan a nuestro control.

Ahora bien, filosóficamente hablando un buen punto de partida sería establecer si somos realistas o idealistas. Porque una cosa es creer que la realidad existe independientemente de nosotros y que nuestra tarea es conocerla como ella es. Y otra bien distinta es creer que lo único a lo cual tenemos acceso es al conjunto de nuestras ideas y no a la realidad misma. Y decimos que ambas posturas son bien distintas puesto que la una implica la existencia de una realidad que no depende de nosotros y la otra implica que en cierta forma el centro del asunto son nuestras ideas, nuestras concepciones sobre la "realidad".

Las consecuencias de una y otra posición en el terreno de la ética, por ejemplo, también son enormemente diferentes, pues de un lado tendremos un orden moral al cual el hombre debe amoldar el uso de su libertad y de otro lado tendremos un orden moral que el hombre mismo construye autónomamente.

Este sería el punto de partida: ¿Realistas o idealistas? 

El hombre moderno es inconscientemente idealista, se considera creador del orden real y sobre todo moral. De allí viene por ejemplo el relativismo triunfante hoy día.

Incluyamos en nuestros momentos de reflexión un espacio dedicado a hacer conscientes las raíces filosóficas de nuestro modo de ver la vida y de vivirla.


Leonardo Rodríguez.