jueves, 25 de abril de 2013

La tiranía de lo políticamente correcto


Foto Max Silva 1

Max Silva Abbott. Doctor en Derecho y Profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad San Sebastián (Chile).- 

Muchos se ufanan de vivir en un mundo tremendamente tolerante, en que la libertad para expresarse y realizar un sinnúmero de cosas prácticamente no posee límites, y en el que todas las opiniones y puntos de vista tienen cabida. Y de paso, miran con desdén y desprecio a las épocas pasadas, por considerarlas dogmáticas e intolerantes.  
                              Sin embargo, actualmente se ha ido consolidando una peligrosa uniformidad en el modo de pensar, que cada vez de manera más notoria, rechaza a quien no esté de acuerdo con todos y cada uno de sus postulados, no aceptando ni la más mínima crítica a su forma de ver las cosas. Esta nueva y encubierta forma de totalitarismo es el conocido eufemismo de lo “políticamente correcto”.
Lo “políticamente correcto” se refiere a aquellas opiniones que sobre todo en el plano político, jurídico o moral, sus partidarios consideran imprescindibles para la época y la evolución cultural actual. Incluso, se lo estima tan evidente, que cualquiera que se oponga al mismo no sólo debe probar su temeraria afirmación, sino además, es tenido por un inadaptado, fundamentalista e intolerante. Además, esta verdadera religión en que se ha convertido lo “políticamente correcto”, suele excomulgar violentamente a sus adversarios con slogans descalificatorios, injustos y simplistas, que no dejan lugar para el diálogo.
Curiosa forma de tolerancia es ésta, que no admite la disidencia, ni siquiera la revisión de algunos de sus argumentos, sino que por el contrario, exige una sumisa, total e irreflexiva aceptación. Basta ver los actuales debates en torno al matrimonio homosexual o al aborto para tener dos claros ejemplos de ello.
De esta manera, la tiranía de lo “políticamente correcto” avanza sin tregua, tanto por la acción de sus partidarios (es decir, aquellos a cuyas pretensiones sirve), como por la colaboración, más calculada o más ingenua, de todos los que ya sea para evitarse problemas o por simple temor –como por desgracia, muchos políticos–, se van plegando a esta auténtica avalancha mental que lo aplasta todo a su paso. Y aunque por regla general no se utilicen las armas de fuego para imponerlo, se usan mecanismos más sofisticados y por lo mismo, disimulados, como las presiones económicas o el linchamiento mediático, por ejemplo. Todo lo cual los convierte en medios más peligrosos, porque se cubren con el ropaje de la libertad.
¿Qué clase de tolerancia es ésta? ¿Dónde han quedado, entre otras, la libertad de conciencia, de educación y de opinión? ¿En qué se diferencia esto de la “verdad oficial” de un Estado totalitario?
Peligroso fenómeno es este de lo “políticamente correcto”, de clara impronta totalitaria, no sólo porque destierra el debate y la verdadera libertad de una democracia, sino además, porque ahoga las posibilidades de pensar por sí mismo. ¿Terminaremos siendo esclavos suyos?




martes, 23 de abril de 2013

23 de abril Día mundal del idioma español

Nuestra Fe y Nuestra Lengua:
¡UNA SOLA!
por la gracia de Dios
Por: José Luis Ortiz del Valle Valdivieso
Para nosotros, los HISPÁNICOS y no simplemente "hispanohablantes" (término que no comporta carácter alguno), no hay escisión posible entre la lengua española y la fe cristiana. La primera fue el vehículo formidable que Dios dispuso para que la LUZ DEL MUNDO llegara al fin a las que fueron llamadas "Indias Occidentales" y la segunda el objeto más precioso que nos pudo llegar por ese medio: la noticia de la Redención, de cómo Dios hecho hombre padeció y murió para separarnos un puesto al lado del Padre Eterno, lugar que cada uno de nosotros puede aceptar o rechazar, he ahí el misterio sublime de la Fe. Antes era la barbarie, el oscurantismo de siglos que nos separaba de la Única Verdad, del Único Ser a quien puede aplicarse propiamente la acepción de Absoluto.
Suele ser un lugar común, muy deplorable por cierto, que la conmemoración del 23 de abril como Día de la Lengua Española, en el mundo hispánico precisamente, se vea relegada a las escuelas y centros de enseñanza media y se le de tan poca importancia en los demás escenarios sociales que tal vez ni los juveniles estudiantes sepan a ciencia cierta la trascendencia de nuestro idioma para la vida de los pueblos y menos aún para la salvación de sus almas.
Sin ínfulas de perito en la materia me atrevo a escribir éstas líneas con las intenciones insinuadas y con la certeza de que lo que se diga o haga en defensa de la Hispanidad será siempre en alabanza y gloria de Dios Nuestro Señor.
Cuando España llegó a América no vino a destruir una civilización porque lo que había aquí no se puede llamar propiamente civilización sino simples culturas que no habían superado la oscuridad de la barbarie, para lo cual baste con citar el rito salvaje de los sacrificios humanos, práctica corriente aún entre aquellas culturas indígenas que se han considerado como más avanzadas.
La perfección idiomática a que había llegado el castellano en el siglo XVI hizo que éste por su propia fuerza se fuera imponiendo sobre las rudimentarias lenguas indígenas, desde Méjico hasta el como sur de América, unificando, en un solo haz, pueblos disímiles y diversas culturas y sirviendo de vehículo maravilloso para transmitirnos todos los tesoros de la Cristiandad y todos los logros de la cultura occidental, entroncándonos así en el valioso árbol genealógico de la antigüedad greco-romana que, tras el fecundo laborar de la Edad Media, había recibido ya la elevación del espíritu evangélico.
Si se compara nuestro idioma con cualquiera otra de las lenguas vivas, se ve que ninguna lo supera en claridad expresiva, que es el primer requisito de una lengua, pues mientras en la lengua inglesa, por ejemplo, un solo vocablo soporta diez acepciones diferentes, en Español puede decirse que cada idea y cada cosa poseen su adecuada expresión idiomática; más aún, según sea el matiz especial que quiera indicarse, la riqueza de nuestro idioma ofrece la palabra apropiada para cada caso. Esto en cuanto a claridad, precisión y riqueza de vocablos.
Qué decir de otra riqueza no menos importante como es la potencialidad del Español en la conjugación fecunda y funcional de sus verbos y la urdimbre lógica y variada de su construcción sintáctica que permite expresar hasta los más altos y sutiles conceptos.
Y para coronar las excelencias de nuestra lengua digamos que ésta resalta entre todas las demás por la armonía de sus fonemas que permiten expresar con gracia musical la más delicada poesía o con enérgico vigor la elocuencia de una retórica sonora y majestuosa.
Ufanémonos, pues, de tener la fortuna de que la lengua española sea nuestra lengua materna, defendamos su integridad y su pureza y con los acentos líricos de un poeta mejicano, repitamos con emoción sincera:
"¡Oh lengua de los pueblos hermanos de mi raza!
¡Oh lengua cuyas flores ornaron la coraza del aguerrido y férreo y audaz conquistador!
¡Oh lengua en cuyos claros estuches de armonía, bebieron nuestros indios la dulce Avemaría, con que se inunda el alma de gracias y de amor!
Eternamente suenas, eternamente cantas
y cuando sobre el mundo ninguna humana planta,
trace radiantes surcos de la belleza en pos,
que todavía estallen los ecos de tus notas
y vayan trasmontando con las tinieblas rotas,
como un beso infinito que va buscando a Dios."
Santa Fe de Bogotá, 23 de abril de 2013 AD.

sábado, 13 de abril de 2013

Alexis de Tocqueville. Hombre y eternidad


"En los siglos de fe se ponía el objetivo y el fin de la vida, más allá de la vida misma. Los hombres de aquellos tiempos se acostumbraron, así, naturalmente, y por así decir casi sin querer, a tener, luego de una larga cadena de años, un objetivo fijo en dirección al cual ellos caminaban sin cesar, y aprendían mediante pequeños progresos, a reprimir mil deseos fugaces con tal de alcanzar con mayor seguridad ese objetivo central que se habían trazado.

Después, cuando esos hombres se ocupaban de las cosas de esta tierra, empleaban esos mismos hábitos aprendidos en su vida religiosa. Ellos se fijaban para sus acciones de esta vida, de preferencia, un objetivo último, en dirección hacia el cual dirigían todos sus esfuerzos. No se los veía intentar cada día nuevas empresas; sino que iban siempre tras de un objetivo futuro que no se cansaban de perseguir.

Esto explica por qué los pueblos religiosos consiguieron frecuentemente cosas tan duraderas. Lo que ocurría era que, teniendo la mirada fija en el otro mundo, habían en realidad encontrado el secreto para alcanzar el éxito en ésta. Las religiones fortalecen el hábito de comportarse con miras al futuro. En esto ellas no son menos útiles para la felicidad en esta vida que para la felicidad en la venidera. Es uno de sus mayores aspectos con relevancia política. Pero sucede que a medida que las luces de la fe se oscurecen, la vista de los hombres se empequeñece, y cada día los objetivos de las acciones humanas se ponen más cercanos.

Cuando los hombres se han acostumbrado a no ocuparse más de lo que ha de suceder después de esta vida, se les ve recaer fácilmente en una indiferencia completa y brutal acerca del futuro, cosa por demás conforme a ciertos instintos de la especie humana. Apenas pierden el hábito de poner sus principales esperanzas en el largo plazo, son llevados naturalmente a buscar sin tardanza hasta sus más pequeños deseos, y parece que a partir del momento en que desesperan de vivir una eternidad, se vuelven dispuestos a actuar como si no debieran existir más que un solo día.

En los siglos de incredulidad, es, pues, de temer que los hombres se entreguen sin cesar a los azares diarios de sus deseos, y que, renunciando enteramente a obtener aquello que sólo es posible obtener con largos esfuerzos, no sean capaces de fundar nada grande, pacífico y duradero."


   

martes, 9 de abril de 2013

4 REFLEXIONES


Solamente en la elevación del monte, donde el aire es siempre puro, se ve al Cordero inmaculado, y en su compañía aquella multitud de almas escogidas, que no se avergonzaron del Evangelio, y pisando generosamente todos los respetos humanos, hicieron gloriosa vanidad de servirle, llevando escrito su nombre en la misma frente a vista de todo el mundo. Una virtud mediana, una alma tibia y cobarde no pierde jamás de vista la tierra, y así solo ve al Cordero muy de lejos. No basta tener su nombre en la boca; es menester llevarle estampado en la frente. Muchos temen hacer una declaración tan pública, porque después es menester sostenerla con una conducta irreprensible. Es menester parecer cristiano; pero también es menester que cada uno sea lo que parece. Nuestras costumbres y nuestras operaciones han de decir mudamente la religión que profesamos.

¡Qué gran don es la virginidad! ¡Qué excelentes son sus méritos! ¡Qué grandes los privilegios que goza! Solamente los vírgenes siguen al Cordero a cualquier parte donde vaya, ellos solos están cerca de su persona; ellos solos, digámoslo así, componen su corte.

Como la virginidad es el estado más perfecto, el más excelente: cualquier favor señalado, cualquier gracia distinguida parece que se reserva para las que la profesan. Quiso Dios que el sacrificio de los vírgenes en la persona de los santos Inocentes consagrase, por decirlo así, las primicias de la redención. Ciertamente Dios no se complace sino en las almas puras; ellas tienen el privilegio de conocerle mas perfectamente en esta vida, y de ser más distinguidas en la otra. Para conservarse delante del trono de Dios, es menester no tener mancha.

TOMADO DEL "AÑO CRISTIANO" DE CROISSET

lunes, 8 de abril de 2013

3 REFLEXIONES


El que teme a Dios no se contenta con huir del mal, que esto no tanto sería temer a Dios, como temer la pena y el castigo; se esfuerza también por  hacer el bien, porque el temor filial, cual debe ser el de Dios, quiere agradarle, y por consiguiente solicita hacer lo que le agrada. La prudencia, o por mejor decir la verdadera sabiduría, es inseparable de toda virtud cristiana.

Tenga uno en buena hora todo el ingenio imaginable, sin esta guía no dará paso que no sea en un precipicio; por el contrario, el más moderado entendimiento, dotado de mucha piedad, pocas veces dejará de caminar con acierto.

Desengañémonos, que no hay otra verdadera sabiduría sino la de la salvación eterna. La sabiduría del mundo es una necedad enmascarada, es una sabiduría insensata. Quien yerra en los principios, ¿Cómo puede acertar en lo demás? Algún día conocerán esos sabios de perspectiva, aunque lo conocerán muy tarde, que anduvieron errados y descaminados.  Ergo erravimus, nos insensati.

La verdadera sabiduría consiste en no equivocar el fin, y en acertar con los medios. Y pregunto: ¿son por ventura de este carácter esos discretos del mundo? No tienen pues que aspirar a esta verdadera gloria, ni crean que la sabiduría cristiana se halla en los sabios del siglo. Con toda verdad se puede decir que no hay rectitud, no hay bondad, no hay entendimiento sino en los buenos cristianos, ellos solos son los sabios verdaderos; ellos sí que logran la alegría, la quietud, y aun la felicidad de esta vida. Mientras viven son respetados, y esta gloria les acompaña hasta la sepultura. Es la estimación un tributo que se debe a la virtud. Ninguno se exime de pagarle. Aun los mismos que la persiguen, la respetan. No puede separarse la verdadera gloria de la verdadera piedad. ¡Buen Dios! ¿Qué inmortalidad puede esperar el que se condena?

TOMADO DEL "AÑO CRISTIANO" DE CROISSET

domingo, 7 de abril de 2013

2 REFLEXIONES


Jamás falta el ánimo a quien quiere. No solo esto,  sino que siempre tiene mucha fuerza el que es fiel a la gracia. No hay que atribuir nuestra flaqueza y nuestra cobardía sino a nuestra falta de resistencia. Los santos no tuvieron ni menos estorbos, ni menos poderosos enemigos que nosotros; pero fueron más perseverantes en la oración, más fieles a la gracia, y tuvieron mayor confianza en Dios.

¡Qué maravillas no haría cada uno de nosotros en su estado, si solamente siguiera las inspiraciones del Espirita Santo, si la gracia fuera el móvil de todas sus acciones, si no tuviera otro principio que la mayor gloria de Dios! Pero es muy  poco lo que hacemos porque tenemos demasiada parte en todo lo que obramos.

Es cosa verdaderamente admirable que tanta diversidad, tanto número de gentes hubiesen conspirado contra san Esteban; pero nunca la muchedumbre se declaró por la piedad. Mas, ¿y qué puede esta misma muchedumbre contra la virtud verdadera? Envidias, celos, calumnias, autoridad, tarde o temprano todo cede a la prudencia cristiana, aunque no todo se rinda.

Empléense en hora buena todos los artificios para desacreditar, para deslucir, para oprimir a los justos, no se les tocará ni un pelo, porque están contados por el Señor todos los cabellos de su cabeza. La más fea malicia solo conseguirá rabiar ella de despique, arrojar espumarajos, y dar diente con diente de pura cólera. Fue apedreado san Esteban, es verdad; ¿pero qué importa, si al mismo tiempo estaba viendo los cielos abiertos; si logró tener a Jesucristo por testigo de su combate; si estaba mirando en la gloria al mismo Dios que iba a ser la recompensa de sus trabajos? ¿Se puede por ventura decir que se pierde la vida cuando se da a tan alto precio? ¡Ah, y cuánta verdad es que un volver los ojos hacia el cielo es capaz de extinguir todo el fuego de la persecución más sangrienta! Nunca está lejos Jesucristo de los que combaten por él. Y quien combate a vista de tan generoso dueño, ¿qué tendrá que temer? Fácilmente se perdonan las injurias cuando se tiene presente a Jesucristo.

TOMADO DEL "AÑO CRISTIANO" DE CROISSET.




sábado, 6 de abril de 2013

Palabras de un Papa santo


S.S. Pío XII
Papa Pío XII

“Servir tan sólo a la verdad es la única meta del Sumo Pontificado a través de los siglos; a la verdad, íntegra y auténtica, no enturbiada por tiniebla alguna, ni plegada a ninguna condescendencia, y jamás separada de la caridad de Jesucristo”.   (Summi Pontificatus)

1 REFLEXIONES






La gracia del Salvador se manifestó a todos los hombres. ¡Gran consuelo! saber por boca del mismo Apóstol que ninguno de los hombres fue exceptuado de esta gracia.  Aparecióse para nuestra instrucción. A la verdad toda la vida de Jesucristo, propiamente hablando, no fue más que una lección continuada. Ella nos ensena a renunciar la impiedad y las relajaciones del siglo: ella nos enseña a vivir con templanza, según la justicia, y con piedad. Estas tres virtudes comprenden en sí otras muchas. Cumplimos con lo que debemos a Dios, por medio de una piedad humilde y sincera; con lo que debemos al prójimo, siguiendo las leyes de la justicia; con lo que nos debemos a nosotros mismos, moderando nuestro amor propio y domando, nuestras pasiones. Sobre estos solos principios se forma el verdadero cristiano. Renunciando a los desórdenes del siglo, a las máximas y al espíritu del mundo, se forma el cristiano verdadero, no hay otro medio. Esta es la primera obligación que contrajimos en el bautismo; ¿y es esta la obligación que desempeñamos con mayor exactitud? Aquellas personas mundanas, aquellas víctimas de la profanidad, del interés, de la ambición, ¿renunciaron a las vanidades del siglo? ¿Viven por ventura según las leyes de la templanza, de la justicia y de la piedad? ¿Pueden decir con verdad que esperan la bienaventuranza eterna, que este es el fin de su esperanza? ¿Pero en quién fundarán esta esperanza? ¿Será acaso en Jesucristo como Salvador, o como Juez? Pero ¿será en Jesucristo como Salvador, cuando no quieren seguir sus leyes, cuando deshonran su religión, cuando menosprecian sus máximas? ¿Será en Jesucristo como Juez? Mas consultemos, examinemos bien, si somos parte de aquel pueblo puro y perfecto, que es el objeto de sus complacencias, de aquel pueblo a quien mira como a la mejor obra de sus divinas manos, que debe ser su gloria, su corona y su alegría. ¿Honramos por ventura a Jesucristo con unas costumbres tan poco cristianas? Predicad estas cosas. Ciertamente no sería menester más para convertirnos, si nosotros mismos no pusiéramos tantos estorbos a nuestra conversión. ¡O qué materia tan abundante de reflexiones! ¡Quiera Dios que  lo sea también de penetrantes remordimientos!


TOMADO DEL "AÑO CRISTIANO" DE CROISSET.




lunes, 1 de abril de 2013

Lo que ES un filósofo

«Yo no he filosofado sino a través de mis lecturas de Aristóteles y Santo Tomás de Aquino, seguidas de meditaciones, a veces muy largas, sobre lo que significaban—o, mejor, significan—, no para mí, sino en verdad. También he tratado de captar en mis abundantes lecturas de filósofos modernos y contemporáneos, los elementos —a mi juicio demasiado raros— de verdad que transmitían y que podían concordar con la verdad eterna de los grandes maestros del pasado en que diariamente abrevaba y de la que se puede decir, con toda justicia, que era la filosofía del sentido común. Por tanto, no —siquiera para ellos— su filosofía, sino la filosofía que todo hombre recibe en este mundo en lo más íntimo de su inteligencia, cuando se abre a lo que es real y que se le ofrece extra mentalmente». Estimo, prosigue en su confesión, «que todo hombre constituido normalmente y que responde a su definición real de animal razonable, en la que las dos características —la primera genérica y la segunda específica—-se comunican entre ellas y se alimentan recíprocamente, está dotado de este sentido común que sostiene la filosofía y la indagación de las causas universales y objetivas de lo que es, del ser, tanto en su esencia cuanto en su existencia, y al que se refieren en último análisis todos los seres que conocemos»

fragmento del filósofo belga Marcel de Corte