viernes, 8 de marzo de 2013

Profesión de fe

 
La siguiente es la profesión de fe realizada por el Santo Padre en la segunda sesión del Concilio Vaticano I, el 6 de enero de 1870, debiera convertirse en texto de meditación y oración de todo fiel católico:
 
 
Yo, Pío (pon tu nombre amable lector) , obispo (hijo) de la Iglesia Católica, con fe firme creo y profeso cada uno de los artículos contenidos en la profesión de fe que la Santa Iglesia Romana utiliza, a saber: Creo en un Dios Padre todopoderoso, creador de cielo y tierra, de todo lo visible y lo invisible. Y en un Señor Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios. Nacido del Padre antes de todas las edades. Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero. Engendrado no creado, consubstancial al Padre: por quien todas las cosas fueron hechas. Quien por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió del cielo. Se encarnó por el Espíritu Santo en la Virgen María: y se hizo hombre. Fue crucificado también por nosotros, padeció bajo Poncio Pilato y fue sepultado. Al tercer día resucitó de acuerdo a las Escrituras. Ascendió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre. Él vendrá de nuevo con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Y en el Espíritu Santo, señor y dador de vida, quien procede del Padre y del Hijo. Quien junto con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado: quien habló por los profetas. Y en una Santa, Católica y Apostólica Iglesia. Confieso un bautismo para la remisión delos pecados. Y espero la resurrección de los muertos. Y la vida del mundo futuro. Amén.
 
Acepto y abrazo firmemente las tradiciones apostólicas y eclesiales, así como todas las demás observancias y constituciones de la misma Iglesia.
 
Del mismo modo acepto la Sagrada Escritura de acuerdo con aquel sentido que la Santa Madre Iglesia sostuvo y sostiene, ya que es su derecho el juzgar sobre el verdadero sentido e interpretación de las Sagradas Escrituras; no las recibiré e interpretaré sino de acuerdo con el consentimiento unánime de los padres.
 
Profeso también que hay siete sacramentos de la nueva ley, verdadera y adecuadamente conocidos, instituidos por nuestro Señor Jesucristo y necesarios para la salvación, aunque cada persona no necesita recibirlos todos.
 
Ellos son: bautismo, confirmación, la Eucaristía, penitencia, última unción, orden y matrimonio; y ellos confieren gracia. De estos, bautismo, confirmación y orden no pueden ser repetidos sin cometer sacrilegio.
 
Asimismo recibo y acepto los ritos de la Iglesia Católica que han sido recibidos y aprobados en la solemne administración de todos los sacramentos mencionados.
 
Abrazo y acepto todo y cada una de las partes de lo que fue definido y declarado por el santo Concilio de Trento acerca del pecado original y la justificación.
 
Asimismo profeso que en la misa es ofrecido a Dios un verdadero, apropiado y propiciatorio sacrificio por los vivos y muertos; y que en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están verdadera, real y substancialmente el cuerpo y la sangre, junto con el alma y la divinidad, de nuestro Señor Jesucristo; y que allí tiene lugar la conversión de toda la substancia del pan en su cuerpo, y de toda la substancia del vino en su sangre, y esta conversión la Iglesia Católica llama transubstanciación.
 
Confieso que bajo ambas especies solas, Cristo todo y completo y el verdadero sacramento son recibidos.
 
Sostengo firmemente que existe el purgatorio, y que las almas detenidas allí son ayudadas por los sufragios de los fieles.
 
Asimismo, que los santos reinantes con Cristo deben recibir honor y plegarias, y que ellos ofrecen plegarias a Dios en nuestro beneficio, y que sus reliquias deben ser veneradas.
 
Resueltamente afirmo que las imágenes de Cristo y la siempre Virgen Madre de Dios, y asimismo aquellas de otros santos, deben ser cuidadas y conservadas, y que se les debe mostrar el honor y la reverencia debidas.
 
Afirmo que el poder de las indulgencias fue dejado por Cristo en la Iglesia, y que su uso es eminentemente beneficioso para el pueblo cristiano.
 
Reconozco a la Santa, Católica, Apostólica y Romana Iglesia, madre y maestra de todas las Iglesias.
 
Asimismo acepto indudablemente y profeso todas aquellas otras cosas que han sido transmitidas, definidas y declaradas por los sagrados cánones y concilios ecuménicos, especialmente el sagrado Trento; de la misma manera también condeno, rechazo y anatematizo cualquier cosa contraria, y cualquier herejía que ha sido condenada, rechazada y anatematizada por la Iglesia.
 
Esta verdadera fe católica, fuera de la cual nadie puede salvarse, que ahora libremente profeso y sinceramente sostengo, es la que resueltamente he de mantener y confesar, con la ayuda de Dios, en toda su integridad y pureza hasta mi último aliento, y haré todo lo que pueda para asegurar que los demás hagan lo mismo. Esto es lo que yo, el mismo Pío (pon tu nombre amable lector), prometo, voto y juro. De esta manera me ayuden Dios y sus santos evangelios.
 
 

1 comentario:

Anónimo dijo...

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DIOS TE BENDIGA AMIGO.