miércoles, 24 de diciembre de 2014

¿QUÉ ES LA ORACIÓN?


Toda oración, de suyo, es ejercicio de amor a Dios y trato de amor con Dios presente, porque ya se le ama y porque se le desea amar más.

Desde los primeros siglos del cristianismo se han dado muchas y buenas definiciones de la oración por santos y sabios. En todas las definiciones predomina la idea de unión del alma con Dios en amor, elevación del alma hacia Dios, trato de amor con Dios presente.

En el siglo IV Evagrio el Póntico fue el primero que nos dejó escrito que la oración es la elevación del alma hacia Dios (Apotegmas).

Casiano, en el siglo V, escribe con esta misma idea que el monje ha huido del contacto con los hombres para ejercitarse en la conversación con Dios, ya que el fin del monje y toda la vida perfecta consiste en la perfección de la oración (Col, IX, I), y quería que el alma se mantuviese sin cesar unida a Dios (Inst., II, X).

Más claro y terminante San Juan Clímaco, en el siglo VI, escribe: La oración según su condición y naturaleza es unión del hombre con Dios (Escala, capl. XXIX).

Pero la definición que ha predominado sobre todas, aceptada por Santo Tomás, citada y divulgada por los autores espirituales, es la que dio San Juan Damasceno en el siglo VIII. Dice el Santo que la oración es la elevación de la mente a Dios y la petición de todas las cosas convenientes (De Fide Ort., lib. III, cap. 24).

En la Carta a los Religiosos del Monte de Dios, atribuida siempre a San Bernardo y escrita por el Abad Guillermo de Saint-Thierry, se escribe que la oración es el afecto con que el hombre se une a Dios en una conversación familiar y piadosa con Él, y la atención que espera la luz para gozar de Dios cuanto sea posible.

Santa Teresa, que había leído sobre la oración cuantos libros estuvieron a su alcance, y cuando escribió había hecho ya mucha oración y muy íntima, dio una definición más libre, sin atender a las leyes de la lógica, pero muy expresiva, diciendo: No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama (Vida, 8,5).

San Juan de la Cruz, animando al alma a tener oración íntima y de fe y confianza, dice que esté con amorosa atención a Dios escuchando y mirando.

Pero en la oración se piden las cosas convenientes. Se pide y se pide con insistencia a Dios su amor. Santo Tomas dice que lo que principalmente se ha de pedir a Dios en la oración es que nos una con Él (Suma, II, II, q. 83, a. 1 al 2). Se ha de pedir la unión de amor con Dios, pues para esta unión nos ha criado y la desea hacer con todas las almas y ciertamente la haría si todas las almas se preparasen y se dejasen preparar.

Resalta claro que la oración es ejercicio de amor a Dios presente; mutuo trato de amor; Dios con el alma y el alma con Dios; trato directo, confidencial e íntimo.

Que la oración es atender a Dios, escucharle, acompañarle, saber que está el alma acompañada de Dios, hablarle, pedirle, alabarle y agradecerle.

Que la oración es para encender y avivar el amor de Dios en el alma; para entregarse el alma a Dios juntando su entendimiento y su voluntad con el entendimiento y voluntad de Dios por la atención, por la mirada, escuchándole amorosamente, esperándole.

Para que Dios transforme el alma en amor divino.

Para que Dios una al alma en amor con Él e infundiendo con el amor las virtudes, santifique al alma, endiose al alma.

La oración es lo más grande porque lleva a la posesión de lo más grande, que es la gracia de Dios, el amor de Dios y el mismo Dios. Endiosa al alma.

Mal sobrelleva el demonio que el alma haga mortificaciones y austeridades por amor de Dios, pero lo que no puede sufrir es que haga oración y se sumerja y empape en el amor de Dios.

El alma se santifica en la oración con mortificación y con ellas, pidiendo y expiando, alcanza de Dios para todos la gracia de la conversión y de la perseverancia en fe viva.

Tomado de: ORACIÓN MENTAL SEGÚN SANTA TERESA.
Por el Siervo de Dios P. Valentin de San Jose, CD.

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