viernes, 13 de noviembre de 2015

Acerca del inmanentismo, por Jesús García López



En líneas generales, el "inmanentismo" consiste en afirmar que el objeto inmediato del conocimiento, lejos de ser un signo natural de la realidad, y que lleva inexorablemente a ésta, es, por el contrario, como un muro que bloquea enteramente al sujeto cognoscente dentro de su propia intimidad, sin dejarle salida alguna. Pero esto puede ocurrir de varias maneras.

Para el "racionalismo" (DESCARTES, MALEBRANCHE, LEIBNIZ), que comienza por descalificar el conocimiento sensitivo, el objeto del conocer humano -siempre intelectual o racional- son las "ideas". Estas, ciertamente, son como "cuadros" o "retratos" de la realidad; pero no nos consta, ni podemos saber, de entrada, que exista un acuerdo entre nuestras ideas y las cosas reales mismas. Las ideas son siempre inmanentes al pensamiento humano; las cosas, por el contrario, son trascendentes a dicho pensamiento, y, por ello, inalcanzables por nosotros de modo directo. Luego no podemos comparar realmente las ideas con las cosas, ni podemos, por consiguiente, conocer si nuestras ideas se ajustan a las cosas o no. El único modo de salir de este atolladero es recurrir a Dios de una u otra forma.

Descartes dirá que Dios es bueno y veraz, y no puede permitir que sus criaturas se engañen, si ponen todo lo que está en sus manos para evitarlo. Por eso, si nos limitamos a las ideas "claras y distintas", podemos estar seguros de no equivocarnos. La veracidad de Dios es aquí garantía suficiente para evitar el error.

Malebranche, por su parte, recurrirá al "ontologismo". Dios es lo primero que conocemos, y todo lo demás, las cosas, las conocemos en Dios, es decir, en las mismas ideas divinas, a las que, sin duda alguna, se ajustan plenamente las cosas.

Leibniz, por último, recurrirá a la "armonía preestablecida". Nuestras ideas claras y distintas coinciden exactamente con las cosas a las que corresponden, en virtud de una armonía preestablecida desde antes de la creación, por el mismo Dios.

Para el "empirismo", por su lado, que reduce el conocimiento humano al conocimiento sensitivo, tanto los objetos de la "sensación", es decir, las cualidades sensibles, como los objetos de la "imaginación", o sea, las imágenes, (o las ideas, que para el empirismo son lo mismo), se reducen a modificaciones subjetivas, y, por consiguiente, no pueden llevarnos a conocer las cosas exteriores. 

Por eso, dicho sistema filosófico termina por negar la existencia de las sustancias materiales (Berkeley), y aun de toda sustancia, cayendo en el puro "fenomenismo" (Hume).

En cuanto al "idealismo", la tesis fundamental en la que se basa es el llamado "principio de la inmanencia", que conduce inexorablemente a esta conclusión: el ser se identifica con el ser pensado. 

En efecto, el "pensamiento" (en el que se incluye todo tipo de conocimiento) sólo puede alcanzar a lo que está dentro de él. Y si se piensa en algo que esté fuera del pensamiento, por ese mero hecho de pensarlo, no está ya fuera, sino dentro del pensar. 

Por consiguiente, ser y ser-pensado son exactamente lo mismo; el ser sin más se reduce o se agota en ser objeto del pensar. Sólo habría una excepción a esta pura inmanencia de lo pensado, y es la del Sujeto Absoluto, que se capta a sí mismo en una intuición intelectual, en la que se borran las diferencias entre el objeto y el sujeto.

Así es, al menos, en las formas más extremas de idealismo (FlCHTE, SCHELLING, HEGEL), llamado entonces "idealismo absoluto". Estos autores se vinculan, de uno u otro modo, al Pensamiento Absoluto, es decir, a Dios; y así defienden que nada puede existir fuera del Pensamiento Divino. Por consiguiente, el mundo en su integridad (o sea, las cosas todas, y nosotros mismos con ellas) no es más que "un sueño soñado por Dios". De esta suerte, lo único que verdaderamente existe es Dios, y con El, sus propios "pensamientos" o "ideas"; o sea, que nosotros mismos, que también pensamos, quedamos absorbidos por el Pensar divino, y reducidos a meros fenómenos de dicho Pensar. 

Una conclusión, por lo demás, enteramente "panteísta".

Pero el idealismo presenta también otras formulaciones menos drásticas, como son: el "idealismo acosmístico" de Berkeley, o el "idealismo trascendental" de KANT. BERKELEY niega la existencia de la materia, reduciendo el ser de ella a la mera percepción de la que es objeto. 

Así defiende la tesis de que "el ser (de las cosas materiales) se identifica con el ser-percibido" (esse est percipi). Pero, en cambio, no niega la existencia de las sustancias espirituales, entre las que nos encontramos nosotros, y, por supuesto, tampoco la de Dios. En este punto BERKELEY es "realista", por lo que su idealismo es parcial, no total o absoluto.

Por lo que se refiere al "idealismo trascendental" de KANT, valga este breve resumen. En el conocimiento humano hay dos elementos: uno, dado, a saber, las impresiones sensibles, o "intuiciones empíricas", como él las llama, y otro, puesto por el sujeto cognoscente, que son las "formas a priori"; unas a nivel sensitivo, el "espacio" y el "tiempo", y otras a nivel intelectual, que son las doce "categorías" o "conceptos puros" del intelecto. De esta suerte, todo conocimiento humano es una síntesis, que se realiza en dos fases. En un primer momento tenemos la síntesis de las "intuiciones empíricas" con las "intuiciones puras" del espacio y del tiempo, síntesis que da lugar al "fenómeno". Y en un segundo momento tenemos la otra síntesis, entre el "fenómeno" y los "conceptos puros" del intelecto, con lo que se obtiene el "objeto" del conocer.

Y todavía, en el nivel de la razón, se dan otras tres 'formas a priori’, que son las tres "ideas", de "mundo", de "alma" y de "Dios", a las que no es posible encontrar materia alguna, por carecer el hombre de "intuición intelectual .       

En resumidas cuentas, el hombre es incapaz de conocer las cosas como son en sí, o sea, los "noúmenos", y tiene que detenerse en las cosas tal y como aparecen, es decir, los "fenómenos"; ya que se halla como bloqueado por sus "formas a priori", las cuales siendo, como son, comunes a todos los hombres, sin embargo, en nada se parecen o coinciden con las cosas mismas. Respecto de dichas cosas lo único que cabe es "pensarlas", pero no "conocerlas". Y así, suponemos, con algún fundamento, que las cosas extramentales existen, pero desconocemos, en absoluto, lo que son o cómo son.


Como se ve, por poco que se profundice en ello, estas formas de inmanentismo incompleto son, en realidad, formas de "relativismo", o sea, de escepticismo parcial.



(Tomado de "Metafísica tomista", de Jesús García López)

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