viernes, 2 de junio de 2017

Una visión demasiado estrecha sobre la educación

En días pasados se celebró a nivel nacional en todos los establecimientos educativos, públicos y privados, el 'Día E", día de la excelencia educativa. Dicha jornada forma parte de un conjunto de estrategias por medio de las cuales el Ministerio de Educación Nacional desde el año 2015 busca convertir a Colombia en 'la mejor educada'. 

¡Claro! Nos dicen que el Ministerio busca hacer de los colombianos los mejores educados (curiosamente no usan la palabra 'más') y de inmediato se nos despierta el interés por conocer más el asunto, ya que llevamos en altísima estima la educación de las personas. Creemos que la educación es el proceso de convertirse en persona, de llegar a la plena madurez y al completo desarrollo de las potencialidades del ser humano, al desenvolvimiento total de su naturaleza, y en últimas a la consecución de su felicidad por medio de la actualización de su esencia propia: llegar a ser lo que se es.

¡Gran decepción! Resulta que para el Ministerio ser los 'mejores' educados consiste en que nuestros niños y adolescentes obtengan puntajes altos en las pruebas de lenguaje y matemática, ¡plop!

Tal cual, el Ministerio tiene una visión absolutamente reducida y reduccionista de la educación, ese noble arte emparentado con la 'paideia' griega y con la 'humanitas' de los latinos. El Ministerio toma el concepto de educación, quizá uno de los más importantes conceptos de la experiencia humana, y lo reduce a puntuaciones en lenguaje y matemática. Y con esa propuesta anuncia a voz en cuello que logrará convertirnos en los 'mejor' educados. El Ministerio no sabe nada de educación, parece ignorar hasta lo básico. Es lamentable.


Los seres humanos venimos al mundo con innúmeras potencialidades de desarrollo que están llamadas a ir actualizándose a medida que la vida transcurre, y que al llegar a su pleno desarrollo darán como resultado, si el proceso se llevó a cabalidad, una obra de arte llamada persona humana: ser inteligente, autónomo, libre, trascendente, social, proactivo, etc. Lo cual implica el desarrollo y educación de las distintas áreas que componen su naturaleza: áreas cognitivas, volitivas, sensibles, motoras, sociales. En todas esas áreas la persona está llamada a desarrollar sus posibilidades para alcanzar su desarrollo pleno.

Lenguaje y matemática, con todo lo importante que son, son una parte solamente de una de las áreas que la persona debe desarrollar para cumplir a cabalidad su proceso educativo, el cual obviamente ni se identifica ni mucho menos se reduce a los años pasados en el colegio. Para ser exactos el lenguaje y la matemática forman parte de suyo de la esfera cognitiva, y dentro de esa esfera no lo son todo, puesto que allí forman parte de las ciencias o habilidades de conocimiento, fundamentales por supuesto, pero no únicas ni suficientes para dicha área, sino solo uno de sus componentes.

Para ponerlo en términos un poco gráficos, y a riesgo de exagerar un poco, habría que decir que puntuar alto en exámenes de lenguaje y matemática representa a lo mucho un cinco por ciento (puede que menos) de lo que es la educación de una persona, su proceso de convertirse en persona en plenitud.

De ahí que resulte tan descabellado el proyecto del Ministerio, por realizar una reducción dramática e injustificada del proceso educativo. Por ese camino estamos lejos de llegar a ser los 'mejor educados'. Mal que le pese al Ministerio.

¿Entonces no se debe estudiar lenguaje y matemática? ¡Por supuesto que no es ese el mensaje del presente escrito! Por el contrario, son importantísimos y todo lo que se pueda aprender en esas disciplinas jamás será suficiente, forman parte elemental de la cultura y sin ellas una persona está irremediablemente desnuda ante los retos de su construcción individual. Pero de ahí a afirmar que con ello basta y que esas habilidades resumen la función educativa hay un abismo, un abismo dramático al que el Ministerio parece haberse lanzado gustosamente y hacia el que parece empeñado en lanzar a la sociedad colombiana, o por lo menos a los chicos y chicas que actualmente están cursando primaria y bachillerato.

Gran tarea la que tienen por delante los padres de familia: arreglar desde casa las falencias del sistema 'educativo' actual. ¿Podrán hacerlo? ¿Con padres ocupados trabajando, ausentes de casa, es posible pensar en que se equilibren los fallos de la propuesta ministerial? Lo dudamos y es una duda que lacera un poco el alma.

¿Hacia dónde va la educación colombiana?


Leonardo Rodríguez   




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