miércoles, 18 de mayo de 2011

UN POCO MÁS SOBRE LA LIBERTAD



En el último artículo mencionábamos de pasada la diferencia que existe entre la concepción moderna de lo que es la libertad y la concepción clásica. Queremos volver sobre el tema en esta ocasión pues lo consideramos de una importancia capital.
En el fondo de la libertad tal y como es entendida actualmente está la idea de “espontaneidad”. Ser libre es ser espontáneo, ser espontáneo es actuar desligado de todo condicionamiento; de manera que todas las conductas, acciones, comportamientos que ejecutemos estén movidos únicamente por un impulso interior absoluto. Ser libre es comportarnos de manera que ningún tipo de norma, ley, mandamiento, etc. Nos diga “desde fuera” cómo debemos actuar. Ser espontáneo es ser  perfectamente “autónomo”.
Fijémonos un poco en la etimología de esa última palabra: Autonomía.
El significado etimológico procede de las palabras griegas Autós (mismo) y Nómos (ley): autolegislación o darse ley a sí mismo. De forma que la autonomía es la obediencia a una ley que procede de la intimidad propia y es independiente de toda ley que venga de fuera.
Veamos este tema en Kant, que es de los más influyentes filósofos de los últimos tiempos:
Todo el sistema kantiano descansa sobre el tema de la autonomía (en adelante a.): el «trascendentalismo», el «formalismo» y el «apriorismo» son dimensiones distintas del común denominador de la a. kantiana. Existe una primera y generalísima caracterización de la teoría kantiana de la «a. de la voluntad», que puede ser expresada bajo la consideración del hombre como legislador de su acción moral. En primer término, niega que una persona pueda servir de instrumento de una ley; en segundo término, afirma que toda persona moral tiene una finalidad en sí misma y por sí misma. «La autonomía de la voluntad es la propiedad que tiene esta facultad de tener en sí misma su ley (independientemente de los objetos a que se dirige)... El principio de la autonomía es el único de la moral» (Fundamentación de la metafísica de las costumbres). Parte Kant (v.) del principio de que la voluntad de todo ser racional es legisladora universal, es libre y sigue su propia ley. En último alcance, Kant pretende afirmar que se identifican a. y libertad: la a. viene a ser la libertad en su dimensión positiva, es decir, obediencia a una ley que es interna a la propia voluntad.
Como segunda caracterización, la «a. de la voluntad» excluye la obediencia a toda ley que venga de fuera, a una materia sobre la que recaiga o a un objeto al que deba referirse. Por ser la a. un principio de la razón en general, niega Kant la educación, la enseñanza, la obediencia y el buen ejemplo moral. La a. aparece, en el concepto kantiano, como una intelección inmediata de lo bueno y de lo malo, ajena a toda referencia a algo exterior y objetivo. No existe un conjunto de «Mandamientos» recibidos de Dios. SE TRATA DE PRECEPTOS QUE EL HOMBRE SE DA A SÍ MISMO. El hombre es juez y reo de sí mismo y ante sí mismo. Es una ética del mérito personal, que nace de la «buena voluntad» y se cierra dentro de ella. De esta «ética autónoma» al ateísmo radical media sólo un inmediato tránsito. Es la proclamación de un antropocentrismo absoluto o de un individualismo ético. La a. opera como fundamento de la moralidad. Una voluntad autónoma es la voluntad de todo ser racional. Así podrá llamar Kant «voluntad pura» a la voluntad de los seres racionales en tanto que racionales: eso traduce con justeza el concepto de a. Voluntad autónoma, voluntad pura y voluntad de los seres racionales en cuanto tales tienen el mismo alcance. A. será la máxima de una voluntad, considerada como legisladora universal, que se pone a sí misma como objeto.
A. se puede definir, en su último alcance kantiano, como la interioridad racional de la ley de la voluntad pura. «Sólo el hombre, y con él toda criatura racional, es fin en sí. Consiste esto en que, gracias a la autonomía de su libertad, es sujeto de la ley moral, que es santa. De aquí que toda voluntad, aun la propia de cada persona, la voluntad individual, esté sujeta a la condición de ponerse de acuerdo con la autonomía del ser racional, esto es, de no someterlo nunca a un fin que no sea posible según una ley procedente de la voluntad del sujeto mismo que sufre la acción y, por consiguiente, de no tratarlo nunca como un simple medio, sino siempre como un fin» (Crítica de la razón práctica, 1, 3). La moralidad se define exclusivamente en Kant como una voluntad independiente de toda materia de ley, es decir, de todo objeto deseado, y con una capacidad legisladora en sí misma. Moralidad y a. son conceptos que se implican imprescindiblemente. La a. hace posible que la voluntad pura pueda conformarse con una ley práctica suprema, convirtiéndose por ello la voluntad en razón pura práctica: razón pura, porque no depende de la experiencia y de nada que venga de afuera, y práctica, porque es para el obrar moral. Así la naturaleza racional del hombre está sometida a la a. de la razón pura práctica, siendo la a. la ley moral o principio de moralidad.

Esperamos que con los apartados que hemos subrayado quede clara la concepción actual de libertad como espontaneidad. La idea de fondo es que el hombre es “libre” de toda ley o norma que no haya sido creada por él mismo. De manera que toda ley o norma que venga de la “Religión”, de “Dios”, de la “moral”, será declarada enemiga de la libertad humana.
Se comprende de inmediato el proyecto que tiene en mente el hombre moderno. La construcción de una sociedad donde sólo el hombre sea legislador de la conducta, donde sólo el hombre determine lo que está bien y lo que está mal. El hombre como ser autónomo.
En el próximo artículo veremos un poco acerca de la idea clásica de la libertad y sacaremos algunas conclusiones al respecto.

(EL TEXTO DEL RECUADRO ESTÁ TOMADO DE http://www.canalsocial.net/enciclopedia/enciclopedia.asp )


4 comentarios:

Anónimo dijo...

no conocía esa parte del sistema de Kant, gracias

Miguel dijo...

se trata de la distinción entre moral autónoma y moral heterónoma

Anónimo dijo...

las morales heterónomas son una violación a la interioridad de la persona, a su capacidad de autodeterminación. de otra manera se volvería a la época de la esclavitud

Anónimo dijo...

"No existe un conjunto de «Mandamientos» recibidos de Dios. SE TRATA DE PRECEPTOS QUE EL HOMBRE SE DA A SÍ MISMO"

me parece que eso lo resume todo.