lunes, 2 de abril de 2012

Conversaciones sobre el protestantismo (2)



Católicos y católicos. Protestantes y protestantes.


Hay leños y leños, decía un cortador de madera, en cierta comedia. Digámoslo aquí y distingamos bien. 

Hay católicos y católicos; verdaderos católicos y católicos de contrabando: católicos serios que conocen su religión, la practican con sinceridad y procuran darse a la oración, a la penitencia, a las obras de caridad y a la unión íntima con Nuestro Señor; y católicos, al contrario, que solamente lo son de nombre, pues viven en la indiferencia religiosa, no oran ni frecuentan los sacramentos y descuidan el servicio de Dios. Es necesario no confundir los unos con los otros; y sobre todo, es justo e indispensable no tomar al mal católico como tipo de los católicos en general. Hay también protestantes y protestantes: protestantes ardientes, ásperos en la guerra contra la Iglesia, animados del espíritu de secta y de propaganda; y protestantes al contrario que lo son porque nacieron en el protestantismo, que hacen poco caso de lo que les predican sus ministros, y que ni siquiera saben a cuál de las mil sectas protestantes pertenecen. No confundamos a estas dos clases de protestantes. Los primeros son sectarios y enemigos activos, cuyo celo ciego se disfraza con todas las máscaras, para conseguir su objeto desastroso, y a estos es necesario descubrirlos y rechazarlos; mientras que los otros son meramente hombres adormecidos, ni amigos ni enemigos de la verdad, a quienes simplemente se debe despertar e ilustrar.

Pertenecen a la primera clase aquellos protestantes para quienes el protestantismo es una posición o un oficio, que les da renta y consideración; y a éstos deben agregarse algunos otros protestantes, especialmente mujeres de ánimo exaltado, que pagan con liberalidad a sus agentes, haciendo un negocio de partido el salirse con sus intentos.

Pertenecen a la segunda clase, con algunas raras excepciones, una multitud de industriales, comerciantes y hombres indiferentes de la clase media; los cuales son protestantes porque lo eran sus padres. Éstos no tienen otra religión que la que se ha dado en llamar de la "honradez", en lo cual se aproximan a los malos católicos.

Era de importancia hacer esta distinción al principio de estas conversaciones.


¿Cómo es que hay protestantes buenos y religiosos?


Así como tenemos en el catolicismo hermanos que nos avergüenzan, los cuales aunque pertenecen al cuerpo de la Iglesia, son extraños a su espíritu; de la propia manera tenemos, fuera de la Iglesia, algunos hermanos separados. Éstos son aquellos protestantes que, aunque segregados exteriormente del cuerpo de la Iglesia, llevan una vida cristiana y practican, quizás hasta de una manera edificante, los preceptos del Evangelio. Perteneciendo al espíritu de la Iglesia, todo lo que estas bellas almas tienen de fe y de verdad, es ni más ni menos que catolicismo; y ellas mismas son católicas que no se conocen, aunque la Iglesia las reconozca altamente por sus hijas. Son buenos cristianos, no "porque son" protestantes, sino "a pesar" de ser protestantes.

Como el protestantismo no es más que una negación, nada ha podido darles; antes bien lo que el protestantismo ha hecho, es privarles de una parte de los auxilios religiosos que habrían disfrutado si hubiesen nacido católicos.

¡Cuánto mejores de lo que son, serían estos protestantes, si tuvieran una absoluta certidumbre respecto a la fe, un culto completo y vivo, los consuelos tan santificadores de los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía, el amor a la santísima virgen y otros tantos tesoros que la Iglesia Católica dispensa a los fieles! Con estos poderosos auxilios, aquellos hombres serían santos; pero privados de tales socorros no pueden elevarse mucho. De modo que su piedad, por más positiva que se la suponga, no pasa de vulgar.

¡Qué abismo media entre nuestros santos, los cuales no son otra cosa que buenos católicos, entre un San Vicente de Paul, por ejemplo, un San Francisco Javier, una Santa Teresa y aquellos hombres honrados cuya vida se quiere algunas veces al llegar como prueba de la verdad del protestantismo!

Los católicos tienen santos, dice el pastor protestante Lavater, no puedo negarlo; y nosotros no los tenemos, a lo menos que se parezcan a los de los católicos.


¿Por qué se encuentra mayor número de malos católicos, que malos protestantes?


En primer lugar, porque hay muchos más católicos que protestantes. En una ciudad grande, es evidente que debe haber más gente mala que en una aldea. 

En segundo lugar, el catolicismo es una religión sólida, que de parte de Dios nos impone una creencia precisa y obligatoria, muchos deberes elevados, un culto determinado y ciertos medios conocidos y necesarios para santificarnos. 

Aunque todo esto es divino, no es cómodo para la carne; y a las pasiones no les agrada. El catecismo católico todo lo prevé y no deja nada al capricho. Él no se contenta con una religiosidad vaga y vaporosa, sino que pone la tilde sobre la i; y dice con precisión y claridad lo que se debe evitar, so pena de ser mal católico. Ordena varias observancias externas, destinadas a reprimir nuestras inclinaciones corrompidas; y por esta razón suelen aquellas observancias ser desagradables, tales como la abstinencia, el ayuno, la confesión etc. Se necesita una grande energía y una voluntad perseverante, para caminar constantemente por esta vía estrecha. 

No sucede lo mismo en el camino ancho, que más bien se pudiera llamar desierto sin límites, por donde las sectas protestantes quisieran hacernos entrar. Hoy más que nunca, no es pesado el equipaje religioso del protestante. Nada más fácil que ser buen protestante. No soy yo quien lo digo. Es uno de los pastores protestantes más conocidos y bulliciosos de París quien lo afirma. He aquí el retrato de un escritor, cuyo panegírico hace aquel pastor, presentándonosle como un protestante excelente: “Dogmáticamente, dice, él creía poca cosa en cuanto a la verdad, no sabía buscarla en el dogma, ni siquiera en el Evangelio. Creía que las verdades están en los libros santos como en germen; pero las creía mezcladas a todos los errores y se imaginaba que con la ayuda de estos libros, todo se puede sostener y todo probar igualmente El creía poco en la oración EL DETESTABA VIVAMENTE EL CATOLICISMO." 

He aquí el cristiano suficiente, he aquí el buen protestante a juicio del pastor Coquerel. 

Ya lo veis; amado lector, no es difícil ser buen protestante: con creer todo lo que se quiera en materia de religión, o si se quiere no creer nada, séase hombre de bien según el mundo, léase o no se lea la Biblia, váyase o no se vaya al templo; pero no se olvide la suscripción a dos o tres sociedades bíblicas y evangélicas, detestando sobre todo a la Iglesia: esta es la receta para ser un buen protestante. 

Convertido a la religión católica un protestante ilustre, repetía con frecuencia, esta observación, la cual tenía en su boca doble peso que en otra: "Siempre he visto que del católico más malo, se hace con facilidad un protestante excelente y hasta un ministro de la secta; pero cada día me apercibo más de que un buen protestante, como yo lo era, tiene trabajo para ser un católico mediano." [El conde de Stolberg.] 

Cuando no se sigue de cerca la pista a los ministros protestantes y cuando no se leen sus escritos, es difícil creer en la nada religiosa que se oculta bajo el cómodo manto del protestantismo. Mucha razón tenía el impío Eugenio Sué, cuando en vista de esas facilidades decía que "protestantizar la Europa, era el medio más seguro para descristianizarla''.

4 comentarios:

TEMPLE dijo...

¿Y qué sucede con sujetos como yo, que ni soy católico ni soy protestante, sino simplemente CRISTIANO?
Saludos fraternos!

laemolina@yahoo.com.mx

Quidam dijo...

apreciado amigo:

El protestantismo desde su nacimiento ha ido recorriendo un camino de dispersión, multiplicación y división, que lo ha llevado hasta el absurdo mismo en muchos casos, ahí está la historia para ilustrarnos acerca de ello.

Una de las consecuencias del protestantismo ha sido la proliferación de sectillas que a estas alturas ya ni saben qué son, de dónde vienen o a dónde se dirigen; se limitan, cansados del peso histórico de su ascendencia, a llamarse cristianos, porque leen la biblia y hablan de Cristo.

Se comprende que deseen poner distancia entre ellos y los históricos protestantes, y es que cualqueir persona en su sano juicio lo haría así; pero como a la vez tienen grandes prevenciones sobre el catolicismo se limitan entonces a permanecer en un "autoproclamado" cristianismo.

El problema es que la esencia que los define sigue siendo exactamente la misma que a la de los protestantes del siglo XVI, es decir, EL LIBRE EXAMEN Y LA INSPIRACIÓN INDIVIDUAL, como única regla de fe.

Es por esto que sin faltar a la verdad se les califica también como protestantes, pues el principio que les sirve de base es el mismo que fue utilizado por los novadores del XVI.

Anónimo dijo...

Los seguidores de la gran ramera arderan con ella en las llamas del castigo eterno, sin redención ni esperanza

Quidam dijo...

Queridos amigos:

Hemos decidido dejar el anterior comentario-exabrupto como muestra de la altura de la argumentación protestante; de la elegancia de sus palabras y de la solidez de sus razonamientos.

Laus Deo