lunes, 30 de abril de 2012

¿Quién creó a Dios?




¿Quién creó a Dios?

Objeción

La doctrina cristiana acerca de Dios creador del mundo es inconsistente. A partir del principio de que todo ente tiene una causa, los cristianos deducen que el mundo ha sido creado por Dios. Pero entonces, ¿quién creó a Dios? Frente a esta pregunta sólo caben tres respuestas posibles, todas ellas inadmisibles: 

•  Dios fue creado por otro ser distinto de Él. En este caso Dios no sería el Ser Supremo de la religión cristiana. 

•  Dios se creó a Sí mismo. Esto es absurdo, porque nadie puede crearse a sí mismo. 


•  La creación de Dios es un misterio sobrenatural, incomprensible para el hombre. Esto equivale a eludir arbitrariamente la dificultad que supone dar una respuesta racional a la cuestión. 

(Los que plantean esta objeción difieren en cuanto a la caracterización de la respuesta cristiana, la cual oscilaría, según ellos, entre las respuestas segunda y tercera).
  
Respuesta:

Las pruebas clásicas de la existencia de Dios (las "cinco vías" de Santo Tomás de Aquino)  están basadas en dos principios metafísicos evidentes: el principio de razón de ser y el principio de causalidad. 

Ninguno de los dos afirma que "todo  ente tiene una causa", como suponen los objetantes. De hecho,  la proposición "todo ente tiene una causa" es falsa. 

Según el principio de razón de ser, todo ente (incluso Dios) tiene una razón de ser. Un ente puede tener su razón de ser en sí mismo o en otro ente. Si un ente tiene su razón de ser en otro ente (su causa) entonces es causado (por definición). Si un ente tiene su razón de ser en sí mismo, entonces no tiene ni necesita tener una causa. En este caso es incausado (por definición). 

Según el principio de causalidad, en cambio, todo ente contingente tiene una causa. A partir de allí,  es fácil demostrar que todo ente incausado es necesario y todo ente necesario es incausado; y también que todo ente causado es contingente y todo ente contingente es causado.  

Cada una de las "cinco vías" parte de un dato de la experiencia: 

Existen entes que exhiben características tales que denotan su contingencia. A partir  de este dato, aplicando  sistemáticamente el principio metafísico de causalidad y excluyendo una regresión infinita en la sucesión de causas actualmente subordinadas, se deduce que existe un Ser necesario, al que llamamos "Dios", y que es la Causa Primera de todo ente contingente. Se demuestra además que este Dios es el Ser absoluto, el Ser que existe por Sí mismo, el Ser cuya existencia coincide con su esencia, que es único, que es el Creador del mundo, etc. 

Dado que Dios es el Ser necesario, es también el Ser incausado. 

Puesto que Dios no es contingente, no se le puede aplicar el principio de causalidad. Dios no tiene ni necesita una causa porque existe por Sí mismo. Él es su propia razón de ser. Por lo mismo, Dios también es el Ser increado. 

 Ahora podemos apreciar que la pregunta "¿Quién creó a Dios?" (O su versión más filosófica: "¿Cuál es la causa del ser de Dios?") admite una cuarta respuesta posible, la verdadera respuesta cristiana: nada ni nadie creó a Dios ni causó el ser  de Dios, porque Dios es el Ser incausado e increado. 

Es verdad que Dios no pudo crearse a Sí mismo ni ser la causa de su propio ser (causa sui). La auto-creación y la auto-causación son conceptos contradictorios en sí mismos, por lo tanto absurdos.

 En términos tomistas, estos conceptos suponen que un mismo ente podría ser, a la vez y en el mismo sentido, un ser en acto y un ser en potencia, lo cual es imposible. Jean-Paul Sartre se equivocaba totalmente al creer que la noción de Dios como  causa sui era propia de la teología escolástica medieval. Él ignoraba  que esta noción provenía de la teología racionalista del siglo XVII. 

También es verdad que debemos  dar una respuesta racional a la objeción y no escudarnos en el misterio de Dios. Pero la respuesta correcta no es que Dios fue creado quién sabe cómo, sino que no fue creado ni necesitó ser creado. 

La pregunta-objeción "¿Quién creó a Dios?" (Tan clásica y tan infantil a la vez) supone una profunda incomprensión de la teología cristiana. Quien esto objeta ni siquiera ha comenzado a comprender el significado cristiano de la palabra "Dios".


(Tomado de Daniel Iglesias "Razones para nuestra esperanza")

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