martes, 7 de febrero de 2017

Un 'feminismo' paradójico

Hace cien años las que entonces se llamaron feministas luchaban por el derecho al voto, a tener una educación universitaria similar a la de los varones y a participar en la vida laboral en condiciones de igualdad con respecto a los hombres. Poco más o menos a eso se reducían sus aspiraciones. Aspiraciones que a fin de cuentas iban a terminar golpeando a la familia, por cuanto tendían a apartar a la mujer de su sitial de honor en el hogar como formadora de sus hijos, para lanzarla a la 'vida profesional'. Pero en cierta manera no había nada de intrínsecamente perverso en sus aspiraciones e incluso desde cierto punto de vista eran justas y coherentes con el nuevo aspecto que iba tomando la sociedad.

Pero de eso hace ya cien años...

Las cosas hoy en día con las feministas actuales son bastante diferentes, de hecho son radicalmente diferentes, tanto que estoy seguro de que si una feminista de esas pioneras de hace un siglo volviera de repente a caminar entre nosotros, quedaría perpleja ante lo que hoy se conoce como feminismo, no lo reconocería y hasta pasaría a formar parte de los críticos de ese movimiento verdaderamente subversivo de la sociedad contemporánea.

¿Qué ha pasado?

Ha pasado que en algún punto del camino el movimiento feminista se desvió de sus intereses originales, o le parecieron insuficientes, y se dejaron contagiar de ideologías de odio que solo buscan la destrucción de la sociedad tradicional y la promoción del conflicto permanente de unos contra otros.

Se dice que el giro lo dieron cuando el feminismo fue permeado por el marxismo. Como es sabido el marxismo es una ideología que se basa en la promoción de la lucha entre clases sociales, si esta lucha existe el marxismo la aprovecha para exacerbar los ánimos y sacar ganancias políticas. Si esa lucha no existe el marxismo la inventa. Pero como de unos años a esta parte las condiciones en términos generales de los asalariados fueron mejorando (con todo y lo deficientes que aún son) y ya los obreros no estaban muy interesados en una revolución proletaria para tomar el poder, ya que la sociedad industrializada  capitalista les ofrecía ciertas comodidades que les adormecía su 'conciencia de clase', los teóricos del marxismo tuvieron que buscar nuevas clases sociales que pudieran usar para enfrentarlas unas contra otras. Y decidieron para ello utilizar a diversos grupos como las mujeres, los homosexuales, los grupos indígenas, ecologistas, animalistas, etc. De manera que esos grupos sociales cumplieran la misma función que en el marxismo clásico tenían los obreros, el proletariado del que hablaba Marx. Y en adelante esos grupos pasaron a ser el caballo de batalla del marxismo, en su afán por crear hostilidad y conflicto al interior de las sociedades, para luego poder pescar en río revuelto. Y una vez instalados en el poder aferrarse a él como náufrago a su tabla.

El punto es que las mujeres, o mejor dicho, las feministas se convirtieron en la presa ideal de estos nuevos marxistas. Las luchas del feminismo, en un inicio justas como ya se dijo, pasaron a ser el arma predilecta de lo que se conoce como 'nueva izquierda', pues significaban la posibilidad de abrir varios frentes de batalla: aborto, anti-concepción, lesbianismo, homosexualidad, 'derechos' lgbt, 'salud sexual y reproductiva', patriarcado y un cada vez más largo etcétera. Todo ello pasó a engrosar la munición del marxismo contra la sociedad tradicional, pues a partir de las ideas de marxistas como el italiano Antonio Gramsci, el marxismo abandonó la idea de tomarse el poder por la fuerza y más bien aspiraron a conseguir un cambio de mentalidad en las personas, de tal manera que sin necesidad de recurrir a la fuerza, ellas mismas casi que voluntariamente aceptarían los principales postulados del marxismo sobre la sociedad. Sería una conquista sin disparar una sola bala, una conquista cultural, una invasión 'pacífica' por medio de la batalla cultural.

Bien. Dicen que allí estuvo el punto de quiebre del feminismo. De ese momento en adelante vemos que 'los y las' escritores del feminismo van a proponer en sus textos una guerra abierta, total, cultural, contra las ideas tradicionales acerca de la feminidad, la masculinidad, la sexualidad, etc. Todo ello en el sentido de derribar las ideas tradicionales sobre esos temas y ubicar en su lugar un conjunto de ideas aberrantes que componen lo que se conoce hoy como ideología de género, que es en pocas palabras una ideología que busca ya no cambios aquí y allí, sino una total transformación de la manera de entender lo que es ser hombre o ser mujer, y por consiguiente la manera de vivir la sexualidad. Se dirá entonces que no se nace mujer ni hombre, sino que eso es algo que queda en poder del individuo, el cual puede a placer decidir en cada momento de su existencia qué desea ser, mujer hoy hombre mañana, dinosaurio, delfín o mariposa pasado mañana. Y la sexualidad dejará de ser exclusivamente heterosexual, para pasar a ser un continuo fluido de opciones, preferencias, gustos, elecciones, cada una más descabellada y aberrante que la anterior.

El feminismo de hoy nada tiene ya que ver con el feminismo de hace cien años, ha sufrido un cambio de rumbo radical, una transformación absoluta. Y de un movimiento reivindicador de derechos, ha pasado a ser el caballo de batalla del marxismo cultural en contra de la sociedad tradicional.

Lo paradójico del asunto es que es un feminismo que en el fondo es verdaderamente enemigo de la mujer, porque en lugar de proteger la identidad femenina, su particularidad, su ser, su identidad. Busca por el contrario diluirla en lo indefinido, en lo masculino, en lo vago, en lo supuestamente opcional. Es un feminismo que mata lo femenino, es un feminismo contra la mujer. 

Y esto es fácil comprobarlo con tan solo observar a las modernas feministas: feas, desaliñadas, desgreñadas, grosera y voluntariamente obesas, dueñas de una apariencia exterior que refleja a la perfección la fealdad de las ideas que corroen su interior. Todo lo que les huela aunque sea de lejos a feminidad, a belleza, les resulta insoportable y lo convierten de inmediato en blanco de sus críticas. Una mujer hermosa, vanidosa y delicada es lo más contrario que puede existir al feminismo.

Tener estas cosas en cuenta ayuda a ver con claridad y permanecer en guardia ante el tsunami de marxismo cultural que amenaza con anegarlo todo.


¡Dios bendiga a la mujer!


Leonardo Rodríguez

      

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