sábado, 17 de diciembre de 2011

LA ESENCIA DEL TOMISMO (1)



DR. P. G. M. Manser. O.P


Introducción


El tomismo, sistema doble.


El tomismo es una concepción del universo, un sistema científico. A esta síntesis, realizada por el maestro de Aquino sobre una base anchuroso, con una maravillosa variedad, con amplitud de miras y con gran agudeza, según ha dicho Federico Paulsen, tampoco ha podido negarle su admiración un Kuno Fischer. Su importancia científica en la historia de la cultura sólo puede desconocer la quien nunca haya conocido con algún detalle las dos Sumas del doctor angélico, sus Quaestiones disputatae y sus comentarios. "El mérito de Tomás -observa Rodolfo Eucken- consiste en  haber estructurado y concluido sistemáticamente una concepción cristiana del mundo, en la que todo queda incluido. Relacionó al cristianismo con la cultura con la ciencia de una manera más estrecha y, al mismo tiempo que salvaguardaba firmemente el dominio de la religión, concedió a los demás sectores el derecho propio de cada una". ¿Fue Tomás solamente teólogo?

Hay, y la hubo ya en el siglo XIII, también una filosofía tomista, una síntesis filosófica, a la cual en las disquisiciones que vamos a hacer a continuación consideraremos incluso en primer lugar y sobre todo. La relación existente entre ambas síntesis, la filosófica y la teológica, la determinaremos después con más detalle. De momento no haremos más que indicar el hecho de su existencia. Sin ella, son inexplicables las mencionadas obras de Santo Tomás. Eucken relación a esto mismo en el lugar citado arriba. No sin motivo ha vuelto a subrayar esto recientemente Otto Willmann. 



La verdad es que desaparece, a ojos vistas, la oscuridad egipcia de una época en que se negaba, de cuando en cuando, incluso en círculos escolásticos, a Santo Tomás una filosofía propia e independiente. Mérito es de un autor moderno ajeno a la escolástica, el profesor de París, Etienne Gilson, haber defendido la tesis de una filosofía tomista independiente casi como con una noble pasión. Él ha sido también quien ha indicado la causa principal que semejante negación y desconocimiento. Porque Santo Tomás no trató separadamente la filosofía, como hacemos nosotros ahora en nuestros manuales filosóficos, sino que la trató en su Summa Theologica, en unión con la teología; en otras palabras: estructuró ambas síntesis, uniendo las orgánicamente en una poderosa síntesis de conjunto -Este es uno de los más grandes pensamientos que los grandes escolásticos de la edad media cristiana expresaron metódicamente en su sumas y comentarios de sentencias-, por eso muchos le han negado una filosofía propia. Sin razón. 

Más acertado estuvo Jules Simon, cuando dijo de Santo Tomás: "es un filósofo profundo, un pensador eminente. Orientado principalmente hacia la metafísica y la moral, subió hasta los más altos principios de estas dos ciencias, les dio una base verdaderamente filosófica y sacó las consecuencias de ellas con un rigor, un espíritu de continuidad y un método, que dan a su filosofía un carácter de regularidad y una peculiar grandeza, y hacen del conjunto sus obras una verdadera enciclopedia del saber humano en el siglo XIII".

Pero el que mejor, y de una manera más fundamental, ha defendido la tesis, con tanta frecuencia combatida, de una filosofía tomista independiente, ha sido Ernesto Commer. Con su rigurosa distinción y delimitación entre la fe y el saber, Santo Tomás dio a su filosofía tres cosas que son la base de su independencia: principios propios, objeto propio y método propio.

Los principios de razón, directamente evidentes en sí, son para la filosofía principios propios e independientes de la revelación. Con esto no pone trabas a los derechos de la teología, que a su vez, tiene sus principios propios en los artículos de fe, independientes de la filosofía. Sólo se podría negar a la filosofía la justificación de su existencia si no tuviera principios propios. Este es un axioma que da siempre la pauta en la distinción de las ciencias y en la determinación de su autonomía. Autonomía absoluta de una ciencia particular no existe en ningún caso. Todas las disciplinas están, en último término, concatenadas, puesto que el objeto de todas ellas es la verdad. Esto da lugar entre ellas a relaciones de dependencia, internas y externas, teóricas y prácticas. Como quiera que ninguna ciencia demuestra sus propios principios, puede esta o aquella tomar, incluso prestados, sus propios principios de una tercera ciencia. Pero tampoco esto pone aún en tela de juicio la autonomía de una disciplina. Según Santo Tomás, los principios de la filosofía ni siquiera son prestados en modo alguno, sino directamente evidentes en sí mismos. 

Además de los principios propios, Tomás da a su filosofía un segundo elemento: el objeto propio que abarca todo el campo gigantesco de las verdades naturales. Cierto es que la filosofía tomista, tal como salió del espíritu de su genial autor, no es un sistema acabado. Ninguna lo será jamás, porque la verdad es infinita. Incesantemente han continuado trabajando en ella, siguiendo la senda trazada por el aquinate, miles y miles de filósofos de todas las órdenes y de todos los estados. Otros seguirán a estos. La filosofía tomista es capaz de progreso y amiga del progreso. Pero las aportaciones hechas por su mismo autor al campo de las verdades naturales en sus dos Sumas, en sus comentarios y opúsculos, las han admirado siempre cuantos seriamente las han estudiado. Esto lo expresó muy bien el papa León XIII en su memorable encíclica "Aeterni Patris": "no hay campo alguno de la filosofía que (Tomás) no haya cultivado con ingenio y, al mismo tiempo, con solidez; sus investigaciones sobre las leyes del pensamiento lógico, sobre Dios y las sustancias incorporen las, sobre el hombre y las demás cosas sensibles, sobre las acciones humanas y sus principios, son tales, que en ellas se encuentra, no sólo la plenitud de materia y conveniente ordenación de las partes, sino también el método más apropiado, seguridad de los principios y fuerza de las pruebas..." 

finalmente, en la filosofía tomista se encuentra, junto con los principios propios y el objeto propio, un tercer elemento: el método propio. El proceso metódico de la filosofía y el de la teología son diversos. En el primero sirve de norma el camino de la demostración apodíctica por medio de pruebas de razón con todos sus elementos subordinados; en la segunda, la prueba de autoridad, sacadas de las fuentes de la revelación positiva por mediación del magisterio de la Iglesia, garantizado por Dios.

Así, pues, el tomismo es una síntesis doctrinal. No sólo esto. Es un sistema doble, cuyas partes integrantes son la filosofía y la teología. Ambas son, en virtud de sus diversos principios, diversas entre sí, y, por tanto, absolutamente autónomas en sus respectivas esferas. La verdad, que es una, idéntica y sin contradicciones, y que constituye el objeto material de ambas, hace imposible toda contradicción entre ellas; más aún: hace posible que ambas, mutuamente subordinadas entre sí desde un punto de vista diverso, constituyan un todo armónico: la concepción cristiana, natural y sobrenatural del mundo y de la vida, que, metódicamente también, halló su más cabal expresión en las Summae theologicae medievales. De esto hablaremos luego con más detenimiento.


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