jueves, 20 de junio de 2013

Pensar cristianamente en la muerte



Acuérdate, hermano, que eres cristiano y que eres hombre. Por la parte que eres hombre, sabes cierto que has de morir, y por la que eres cristiano sabes también que has de dar cuenta de tu vida acabando de morir. En esta parte no nos deja de dar la fe que profesamos, ni en la otra la experiencia de lo que cada día vemos. Así que no puede nadie excusar este trago, que sea emperador que sea papa. Día vendrá en que amanezcas y no anochezcas, o anochezcas y no amanezcas. Día vendrá -y no sabes cuándo, si hoy, si mañana-, en el cual tú mismo que estás ahora leyendo esta escritura sano y bueno de todos tus miembros y sentidos, midiendo los días de tu vida conforme a tus negocios y deseos, te has de ver en una cama, con una vela en la mano, esperando el golpe de la muerte y la sentencia dada contra todo el linaje humano, de la cual no hay apelación ni suplicación. Allí se te representará luego el apartamiento de todas las cosas, el agonía de la muerte, el término de la vida, el horror de la sepultura, la suerte del cuerpo -que vendrá a ser manjar de gusanos-, y mucho más la del ánima, que entonces está dentro del cuerpo, y de ahí a dos horas no sabes dónde estará.


Así te parecerá que estás ya presente en el juicio de Dios, y que todos tus pecados te están acusando y poniendo demanda  delante dél. Allí verás abiertamente qué tan grandes males eran los que tú tan fácilmente cometías, y maldirás mil veces el día en que pecaste y el deleite que te hizo pecar. Allí no acabarás de maravillarte de ti mismo, cómo por cosas tan livianas cuales eran las que tú amabas, te pusiste en peligro de padecer eternalmente dolores tan grandes como allí comenzarás a sentir. Porque como los deleites sean ya pasados, y el juicio de ellos comience ya a parecer, lo que de suyo era poco y dejó de ser, parece nada; y lo que de suyo es mucho y está presente, parece más claro lo que es. Pues como tú veas que por cosas tan vanas estás en términos de perder tanto bien, y mirando a todas partes te veas por todas cercado y atribulado -porque ni queda más tiempo de vida, ni hay más plazo de penitencia, y el curso de tus días es ya fenecido, y ni los amigos ni los ídolos que adoraste te pueden allí valer, antes las cosas que más amabas y preciabas te han de dar allí mayor tormento-, dime, ruégote, cuando te veas en este trance, ¿qué sentirás, dónde irás, qué harás, a quién llamarás? Volver atrás es imposible, pasar adelante es intolerable, estarte así no se concede. Pues, ¿qué harás?

(tomado de "Guía de pecadores" de Fray Luis de Granada)

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