Recientemente han sido noticia en
Colombia unas declaraciones del alcalde de Cartagena en las que preguntaba de
forma retórica ¿de qué le sirve la filosofía a un joven pobre?, y decimos que
la pregunta era retórica puesto que para él la respuesta era evidente: ¡para nada!
Queremos pensar que el mandatario,
en su afán por establecer su idea de la necesidad de ofrecer a los jóvenes herramientas
para fortalecer su proyecto de vida a nivel laboral y profesional, se dejó
llevar por un instante del fervor de la “retórica” y lanzó sus destempladas
observaciones; en ese orden de ideas quizá con la cabeza más fría hubiera
podido sopesar mejor sus palabras y a lo mejor no habría dicho lo que
finalmente dijo.
Sin embargo, considerando el bajo
nivel intelectual que constituye la norma en cuanto a mandatarios locales se
refiere, lo más seguro es que dicho arranque ‘retórico’ del alcalde cartagenero
refleje verdaderamente su ‘pensamiento’ (¡llamémoslo así!), y esté sinceramente
convencido en su fuero interno de que la filosofía efectivamente no sirve para
nada.
Sea de ello lo que fuere, vamos a
tratar de esbozar aquí 4 respuestas diferentes a las necias afirmaciones del
alcalde. La primera será la respuesta del honor, la segunda la respuesta del ‘filósofo’
(¡vamos a llamarlo así!) actual, la tercera será la respuesta paradójica y la
última será la respuesta del filósofo clásico. Empecemos pues.
1) La respuesta del honor.
Una primera respuesta a los que
acusan a la filosofía de no servir para nada es afirmar con firmeza y claridad:
¡es cierto, la filosofía no sirve! ¿Qué?
¿Entonces tenía razón el alcalde? ¡No! Queremos decir que la filosofía no sirve
porque no está al servicio de algo más, no sirve a nada ni a nadie, todo lo
contrario, el hombre entero, todas las ciencias y disciplinas, están ahí para
servirla a ella, es ella la reina de las ciencias y el único camino que tiene
el hombre para alcanzar su verdadera nobleza: ¡nobleza de ser racional y
pensante!
Esta respuesta es común encontrarla
en muchos manuales de filosofía, ¡y tiene mucha razón!; en resumen lo que se
dice aquí es que la filosofía, por ser la ciencia suprema (entendiendo aquí por
‘filosofía’ sobre todo la metafísica) no le sirve a nadie, sino que todo lo
demás le sirve a ella. Se trata de una idea muy cierta, aunque un poco elevada
para el hombre promedio actual, como el alcalde, ya que para su cabal
comprensión requiere el manejo previo de ciertos elementos conceptuales sin los
cuales resulta imposible captar siquiera su sentido mismo.
La filosofía se asoma a lo teórico
y a lo práctico. En lo teórico constituye la ciencia suprema, ya que si tenemos
en cuenta que toda ciencia busca conocer las causas de su objeto de estudio, y
la filosofía busca las causas primeras y fundamentales de todo lo real, se
concluye sin mayor dificultad que la filosofía es efectivamente la ciencia
suprema; y siendo ciencia suprema no es buscada para satisfacer esta o aquella
necesidad, sino que es buscada por sí misma, porque es amable en sí misma y en
sí misma digna de toda consideración y veneración.
En lo práctico la filosofía
engendra la ética, que es ciencia directiva del comportamiento humano, le
aporta los principios primeros sobre los cuales más adelante la ética edifica
el conjunto de sus demostraciones y concreciones prácticas. No hay ética sin
base filosófica, no hay conducta recta sin ética, no hay sociedad sin conducta
ética…quizá a esto apuntan las declaraciones del alcalde, ya que a lo mejor la
clase ‘política’ colombiana, acostumbrada al muladar de corrupción en el que
nadan tan a gusto, solo conciben ya en sus cabezas una sociedad radicalmente
ajena a la conducta ética. En ese caso el alcalde tendría toda la razón: la
filosofía no sirve para nada.
2) La respuesta del filósofo actual
En la actualidad, luego de un
proceso de corrupción, la ‘filosofía’ (¡vamos a llamarla así!) ha venido a
reducirse más o menos a lo siguiente: ¡pensamiento crítico! Se dice entonces en
las modernas aulas de ‘filosofía’ que la filosofía es la disciplina encargada
de enseñar a ‘pensar críticamente’. ¿Y qué significa pensar críticamente? La mayoría
de las veces quien así se expresa quiere decir sencillamente ‘pensar’ (¡vamos a
llamarlo así!) como izquierdista. Esta respuesta carga entonces muchas veces un
matiz ‘político’
Entonces nuestro disminuido
filósofo moderno le dirá al alcalde imprudente más o menos lo siguiente: ¡típica actitud del oligarca gobernante,
necesitan un pueblo ignorante, incapaz de pensar por sí mismo, borregos
analfabetas que se limiten a depositar su voto por un tamal, ajenos a todo
pensamiento, a toda idea, fáciles de manipular, ingenuos, superficiales,
conformistas!
La filosofía sería, en ese orden de
ideas, el camino a la liberación social, revolucionaria, por ser el instrumento
del pensamiento ‘crítico’. Sin ‘pensamiento’ crítico no sería posible la
revolución de las clases populares, y estaría por tanto garantizada la tiranía
de los oligarcas del poder.
Pretender entonces, como quiere el
alcalde, la supresión de la filosofía en beneficio de cosas más ‘útiles’, no
sería más que una sucia estratagema encaminada a quitarle al pueblo una herramienta
indispensable en la lucha por su emancipación.
3) La respuesta paradójica
Esta tercera respuesta es
paradójica porque le da la razón al alcalde, pero no por las razones que él
cree. Efectivamente la ‘filosofía’ no
sirve para nada, siempre y cuando se trate de la filosofía con minúscula, la
moderna, la del pensamiento débil y la era ‘postmoderna’.
Esta respuesta por obvias razones
no agradará mucho al filósofo moderno. Ante todo digamos que entendemos aquí
por filósofo moderno a aquél que se ha desgajado de la gran tradición del
realismo aristotélico-tomista, y ha ido a afiliarse a algún tipo de
racionalismo, empirismo, idealismo, positivismo, existencialismo, etc.
Consideramos, como resulta obvio
para el lector habitual de este blog, que apartarse de la corriente
aristotélico-tomista en sus grandes tesis metafísicas, epistemológicas y
éticas, solo puede ser realizado con gran daño de quien así actúa y de su ‘filosofía’,
puesto que las tesis con las que llena esos vacíos provienen de alguna de las
variantes del racionalismo y del empirismo, y dichas tesis están muy lejos de
ser aptas, como los tomistas se han cansado ya de demostrar una y otra vez,
para dicha labor de suplantación.
De manera que si en todo esto
pensaba el alcalde al afirmar que la filosofía no sirve para nada a los
jóvenes, tenía toda la razón, puesto que entre no poner ninguna idea en una
cabeza y poner una mala idea, se debiera elegir lo primero. No obstante es
realmente poco probable que estas ideas estuvieran en la cabeza del alcalde al
momento de decir lo que dijo. Tuvo razón, pero no la razón que creyó tener.
4) La respuesta del filósofo
clásico
Aquí cedemos la palabra a Tomás de
Aquino, quien al inicio de su Suma contra los gentiles responde así a los
despreciadores de la filosofía:
“El uso corriente que, según cree el Filósofo, ha de seguirse al
denominar las cosas, ha querido que comúnmente se llame sabios a quienes
ordenan directamente las cosas y las gobiernan bien. De aquí que, entre otras
cualidades que los hombres conciben en el sabio, señala el Filósofo que le es
propio el ordenar. Más la norma de orden y gobierno de cuanto se ordena a un
fin se debe tomar del mismo fin; porque en tanto una cosa está perfectamente
dispuesta en cuanto se ordena convenientemente a su propio fin, pues el fin es
el bien propio de cada ser. De donde vemos que en las artes, una, a la que
atañe el fin, es como la reina y gobernadora de las demás: tal cual la medicina
impera y ordena a la farmacia, porque la salud, acerca de la cual versa la
medicina, es el fin de todas las drogas confeccionadas en farmacia. Y lo mismo
sucede con el arte de gobernar respecto de la arquitectura naval, y con el
militar respecto de la caballería, y de todas las otras armas. Las artes que
son como principales y que imperan a las otras se llaman arquitectónicas. Por
esto sus artífices, llamados arquitectos, reclaman el nombre de sabios. Mas
como dichos artífices se ocupan de los fines de ciertas cosas particulares y no
llegan al fin universal de todo ser, se llaman sabios en esta o en otra cosa.
En este sentido se dice en la primera Epístola a los de Corinto: Como sabio
arquitecto puse los cimientos. En cambio, se reserva el nombre de sabio con
todo su sentido únicamente para aquellos que se ocupan del fin universal,
principio también de todos los seres. Y así, según el Filósofo, es propio del
sabio considerar las causas más altas.
Mas el fin de cada uno de los seres es el intentado por su primer hacedor
o motor. Y el primer hacedor o motor del universo, como más adelante se dirá,
es el entendimiento. El último fin del universo es, pues, al bien del
entendimiento, que es la verdad. Es razonable, en consecuencia, que la verdad
sea el último fin del universo y que la sabiduría tenga como deber principal su
estudio. Por esto, la Sabiduría divina encarnada declara que vino al mundo para
manifestar la verdad: Yo para esto he nacido y he venido al mundo, para dar
testimonio de la verdad. Y el Filósofo determina que la primera filosofía es la
ciencia de la verdad, y no de cualquier verdad, sino de aquella que es origen
de toda otra, de la que pertenece al primer principio del ser de todas las
cosas. Por eso su verdad es principio de toda verdad, porque la disposición de
las cosas respecto de la verdad es la misma que respecto al ser”.
Leonardo Rodríguez
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