domingo, 13 de noviembre de 2016

Suma teológica - Parte II-IIae - Cuestión 108. Artículo 1 (SOBRE LA VENGANZA)

¿Es lícita la venganza?

Objeciones por las que parece que la venganza no es lícita.
1. Quien usurpa lo que es propio de Dios, peca. Pero la venganza pertenece en exclusiva a Dios, pues se nos dice en Dt 32,25: Para mí la venganza, y yo les daré su merecido. Luego toda venganza es ilícita.

2. No se tolera a la persona sobre la que se ejerce la venganza. Pero hay obligación de tolerar a los malos, según lo que sobre aquel texto de Cant 2,2: Como lirio entre cardos, dice la Glosa: No ha sido bueno quien no ha sido capaz de tolerar a los malos. Por tanto, no se debe tomar venganza de los malos.

3. La venganza se ejecuta por medio de castigos y éstos son causa del temor servil. Pero la ley nueva no es ley de temor, sino de amor, como dice San Agustín en Contra Adamantum. Por tanto, al menos en el Nuevo Testamento, no debe ejercerse la venganza.

4. Decimos que se venga la persona que se desquita de las injurias con castigos. Pero, según parece, ni siquiera al juez le es lícito castigar a los que cometen algún delito contra él, pues escribe a este propósito el Crisóstomo en Super Mt.: Aprendamos con el ejemplo que Cristo nos da a soportar con magnanimidad las injurias que nos hacen; pero no toleremos ni siquiera el tener que oír las ofensas dirigidas contra Dios. Luego la venganza, según parece, es ilícita.

5. El pecado colectivo parece ser más nocivo que el pecado individual, pues se nos dice en Eclo 26,5-6: De tres cosas tiene miedo mi corazón: de la maledicencia en la ciudad, del motín de la muchedumbre y de la calumnia. Pero no se debe tomar venganza de un pecado colectivo, porque, comentando la Glosa aquel texto de Mt 13,29-30: Dejad que crezcan ambos: no vaya a suceder que arranquéis también el trigo, dice: No se debe excomulgar ni a la multitud ni al príncipe. Luego tampoco la otra venganza es lícita.

Contra esto: está el que nada debe esperarse de Dios sino lo que es bueno y lícito. Pero debemos esperar de Dios el poder vengarnos de los enemigos, pues leemos en Lc 17,7: ¿Dejará Dios de vengar a sus elegidos que claman a El día y noche?, como si dijese: «Cierto es que los vengará». Luego la venganza no es de suyo mala e ilícita.

Respondo: La venganza se lleva a cabo mediante algún mal penal impuesto al pecador. Por consiguiente, en la venganza se debe tener en cuenta la intención del vengador. Pues si lo que principalmente intenta es el mal de aquel de quien se venga y en él se complace, eso es totalmente ilícito; porque gozarse del mal de otro es odio, opuesto a la caridad con que debemos amar a todos los hombres. Ni vale el que alguien se excuse diciendo que intenta causar un daño a quien injustamente se lo causó a él, como tampoco queda uno excusado por odiar a quien lo odia. Pues no hay razón que justifique el que peque yo contra otro porque este primero pecó contra mí, lo que sería dejarse vencer por el mal, cosa que prohíbe el Apóstol cuando dice (Rom 12,21): No debes dejarte vencer por el mal, sino que debes vencer el mal con el bien. En cambio, si lo que principalmente intenta el vengador es un bien, al que se llega mediante el castigo del pecador, por ejemplo, su enmienda o, por lo menos, el que se sienta cohibido, la tranquilidad de los demás, la conservación de la justicia y del honor debido a Dios, entonces puede ser lícita la venganza, siempre que queden a salvo las otras circunstancias debidas.

A las objeciones:

1. Quien ejerce la venganza sobre los malos según su jurisdicción no usurpa lo que es de Dios, sino que usa del poder que Dios le ha dado; pues, acerca del príncipe terreno, leemos en Rom 13,4 que es ministro de Dios, vengador para castigo del que obra mal. Mas si alguien, fuera del orden establecido por Dios, ejerce la venganza, usurpa lo que es de Dios y, por consiguiente, peca.

2. Los malos son tolerados por los buenos en lo de soportar pacientemente, como conviene que sea, las injurias propias; pero no así las injurias contra Dios o contra el prójimo. Pues dice, a este propósito, el Crisóstomo en Super Mt.: Ser paciente en las injurias propias es digno de alabanza; pero disimular las injurias contra Dios es demasiado impío.

3. La ley del Evangelio es ley de amor. Por tanto, no se debe atemorizar con castigos a quienes hacen el bien por amor, que son los que, hablando con propiedad, pertenecen al Evangelio, sino solamente a quienes no se sienten movidos a hacer el bien por amor, los cuales, aunque forman parte de la Iglesia en cuanto al «número», no ocurre otro tanto en cuanto al «mérito».

4. La injuria contra una persona redunda a veces en ofensa de Dios y la Iglesia, y entonces debe uno exigir reparación de la misma. Tal sucedió, evidentemente, en el caso de Elias, el cual hizo que descendiera fuego sobre los que vinieron a prenderle, conforme a lo escrito en 4 Re 1,9. Y otro tanto en el de Elíseo, que maldijo a los muchachos que se burlaban de él, como leemos en 4 Re 2,23. Y el papa Silvestre excomulgó a quienes le desterraron, como consta en XXIII, q.4. Mas, por lo que se refiere a la injuria contra alguien que afecta únicamente a su propia persona, debe ser tolerada con paciencia si así conviene que se haga. Pues tales preceptos sobre la paciencia deben ser entendidos en cuanto a la disposición de nuestro espíritu, como dice San Agustín en el libro De serm. Dom. in monte.

5. La venganza del pecado de la colectividad toda entera debe recaer o sobre la totalidad, como en el caso de los egipcios, sumergidos en el mar Rojo por perseguir a los israelitas (Ex 14,22), y el de los sodomitas, que murieron todos (Gén 19,25); o sobre una gran parte de la misma, como en el castigo de los que adoraron al becerro. Pero a veces, si se espera la corrección de muchos, la severidad de la venganza debe ejercerse sobre unos pocos principales, con cuyo castigo escarmienten los demás, como mandó el Señor (Núm 25,4) ahorcar a los príncipes del pueblo por el pecado que el pueblo había cometido.

Mas, si no todos pecaron, sino tan sólo una parte, y es posible separar los buenos de los malos, se debe ejercer la venganza sobre éstos, si es que cabe hacerlo sin escándalo de los demás. De no ser así, se debe perdonar a todos y renunciar a la severidad.


Lo mismo debe decirse del príncipe a quien obedece la multitud. Se debe tolerar su pecado si no se le puede castigar sin escándalo del pueblo, a no ser que su pecado sea tal que cause más daño espiritual o temporal a sus súbditos que el escándalo que se podría temer.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por su comunicación.

Gracias a usted y su esfuerzo he descubierto la filosofía aplicada a problemas prácticos.

Incluso dar como autoridad opiniones sopesadas de gente como Agustín, Crisóstomo o los glosadores, añaden enriquecimiento a la discusión.

Me pregunto si no sería útil ofrecer a la juventud este tesoro, que no solo vale para la propia alma, sino para el cultivo racional de uno mismo y el avance del país.

Quidam dijo...

Buenos días. Gracias por su comentario. El texto pertenece a la Suma Teológica de santo Tomás de Aquino, me gusta publicar sus escritos directamente porque son muy claros y sencillos de entender la mayoría de las veces.

Respecto de poner esta sapiencia al servicio de la juventud, estamos trabajando en algunos textos con esa finalidad.

Dios le bendiga.

Leonardo R.