viernes, 23 de diciembre de 2016

La ciencia (Jesús García López)


Para Tomás de Aquino, lo mismo que para Aristóteles, la ciencia es el conocimiento verdadero y cierto de lo necesario por sus causas. El conocimiento en cuestión es esencialmente intelectual, aunque se sirva del sensitivo o se origine en él. Y debe tratarse de un conocimiento verdadero, porque lo erróneo no forma parte de la ciencia, aunque a veces se mezcle con ella, por las deficiencias y limitaciones a que está sometido el saber humano.

Pero además de ser verdadero, ajustado o acomodado a la realidad, el conocimiento científico debe ser cierto, es decir, seguro y firme en la propia conciencia reflexiva que se tiene de su verdad. Se puede poseer la verdad * sin ser consciente de ella y sobre todo sin estar seguro de poseerla; pero éste no es el caso de la ciencia, que reclama, en el que la posee, la certeza o firmeza reflexivamente consciente de tal posesión. Esa certeza es obvia en los enunciados inmediatamente evidentes, en las verdades patentes de suyo; pero no es así la certeza de la ciencia, pues, ésa es la que compete más bien a los principios de la ciencia. Como tales principios son verdades inmediatas; no necesitan, ni pueden, ser demostrados; se imponen por sí mismos, en su patente verdad. En cambio, las verdades científicas exigen ser demostradas, y pueden serlo, recurriendo, en último término, a aquellas otras verdades evidentes de suyo, a los principios de las ciencias, ya que para que algo pueda ser demostrado es necesario que no se pueda demostrar todo.

La certeza, que es un estado subjetivo de firme adhesión de la mente a un enunciado verdadero, tiene su correlato objetivo, que es la propia verdad, ya inmediatamente vivida, ya reflexivamente demostrada. Pero no basta con ello para que la certeza sea completa; es preciso, además, que la verdad que ella refleja o manifiesta, sea inmutable o necesaria. Uno puede estar cierto, en un momento dado, de una verdad cambiante, contingente, que ahora es verdad, pero no lo era antes o no lo será después, y entonces la susodicha certeza no entraña una firmeza o seguridad completas. Sólo las entrañará cuando la verdad que ella revela sea necesaria, es decir, la misma y de modo permanente en todo tiempo y lugar. De aquí que la ciencia verse sobre lo necesario, o más en concreto, sobre la verdad necesaria.

También se dice que el objeto de la ciencia es universal, pero esto sólo es así cuando la universalidad es la condición de la necesidad. En efecto, cuando se conocen las cosas materiales, que son por su propia índole cambiantes y perecederas, no es posible llegar a la verdad necesaria si no abandonamos la singularidad de dichas cosas y nos atenemos a las esencias de ellas que, por universales, son permanentes. Pero si hay cosas que son necesarias en su misma singularidad, entonces no es preciso que abandonemos dicha singularidad. Así, por ejemplo, puede haber ciencia de Dios, que es singular, porque lo importante para la ciencia es la necesidad; no la universalidad. También cabe tomar el universal en el sentido de universal por causalidad (una causa singular que tiene muchos efectos), y entonces de todo objeto científico cabría reclamar la universalidad.

Por último, la ciencia entraña una explicación o fundamentación de las verdades sobre que versa, y esto se logra recurriendo a las causas. Por eso, conocer científicamente una cosa es conocerla por sus causas. Pero las causas, como ya vimos más atrás, son de cuatro clases, y por eso habrá cuatro tipos de explicaciones o fundamentaciones de las verdades científicas:

a) por la causalidad material, mostrando de qué está hecha una cosa (por ejemplo, el agua está hecha de hidrógeno y oxígeno; ellos son su causa material).

b) por la causalidad eficiente, averiguando cuál es el agente y la acción que producen cierta cosa o cambio (por ejemplo, el calor es la causa eficiente de la dilatación de los cuerpos).

c) por la causalidad final, señalando cuál es el fin a que se ordena una cosa o actividad cualquiera (por ejemplo, la adquisición de sus elementos nutrientes es la causa final de que la planta hunda sus raíces en la tierra).


d) por la causalidad formal, mostrando cómo cierta propiedad de una cosa derivada de otra propiedad anterior o de la esencia misma de ella (por ejemplo, de que el hombre es racional se sigue que es libre: la racionalidad es la causa formal de la libertad).


(Tomado de "Tomás de Aquino, maestro del orden")

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