LA LÓGICA ESPONTÁNEA
La razón humana procede de
acuerdo con un cierto orden en todos sus actos. Al dirigir la ejecución de un
trabajo, un juego, un deporte, o cualquier otra actividad humana, la
inteligencia impone una ordenación de unos actos con otros. El hombre no actúa,
como los animales, por el simple impulso de sus instintos. Y para conocer la
verdad, acto que máximamente compete a la inteligencia, el hombre ha de seguir
también un orden, al que llamamos orden lógico, orden racional, o lógica
espontánea.
La lógica espontánea es el orden
que la razón humana sigue naturalmente en sus procesos de conocer las cosas.
Ante la verdad caben varias actitudes: para enseñarla, es preciso seguir un
orden pedagógico (por ejemplo, partir de lo que sabe el alumno); para convencer
a otros, existe un orden retórico o persuasivo, en el que se ha de captar la
atención, los sentimientos y el gusto de quienes nos escuchan; para conocerla,
se ha de seguir el orden lógico (de logos, en griego: razón). Orden que
primariamente brota de nuestra misma naturaleza: se trata de un modo de
discurrir adecuado a nuestra inteligencia y a la realidad de las cosas, que se
adquiere espontáneamente, por el uso natural de nuestra razón. Es la lógica
natural humana, que si no se sigue, da lugar a un pensamiento confuso, ambiguo,
o falso.
El orden lógico espontáneo es
común a todos los hombres. El uso de la inteligencia es muy variado, según las
diferentes ciencias, características individuales, culturales, etc. En la
lógica espontánea, ciertamente, se mezclan muchos elementos culturales, que son
resultado de nuestra civilización y de la educación recibida; el hombre
primitivo tiene menos desarrollados los recursos lógicos. Aun así, todo hombre
naturalmente conoce, tiene ideas, y razona de alguna manera: existe un modo de
pensar común -base de la comunicabilidad humana- que se desprende de nuestra
naturaleza, y que sin duda puede cultivarse y desarrollarse en sus
virtualidades. El fin de la lógica espontánea, así como de cualquier lógica
científica, es el conocimiento de la verdad. Esto es obvio, mas conviene
tenerlo presente desde el principio: los procesos de pensamiento se ordenan a
la verdad, a conocer las cosas como son. Por la debilidad de su inteligencia,
puede el hombre apartarse de este orden, alejarse de la realidad y caer en el
error. Pero con la reflexión, el que se ha equivocado podrá examinar sus actos
y rectificar, volviendo a la verdad.
EL ARTE DE LA LÓGICA
A partir del modo espontáneo de
discurrir, el hombre es capaz de adiestrarse para razonar con habilidad y
maestría, y puede también tomar sus procesos cognoscitivos como objeto de
estudio. En el primer caso tenemos la lógica como arte, y en el segundo como
ciencia. La lógica es una y otra cosa a la vez: como arte tiene un fin
práctico, que es el de servir de instrumento para conocer rectamente, para lo
cual se constituye como saber normativo; como ciencia tiene un fin
especulativo, pues intenta describir y desentrañar la manera de pensar del
hombre.
Arte, para los antiguos, es
sinónimo de lo que hoy entendemos por habilidad personal para realizar un tipo
de actividad, como puede ser el hablar un idioma, conducir un automóvil, o
ejecutar cualquier oficio.
En este sentido, Santo Tomás
define a la lógica como el arte por el que se dirigen los actos de la razón,
para proceder en el conocimiento de la verdad ordenadamente, con facilidad y
sin error (cfr. In I Anal Post., proemium). Así entendida, es una habilidad que
puede y debe mejorarse con el ejercicio, para que aprendamos a discurrir con
soltura, a distinguir, concretar, sacar consecuencias, etc.
Todos necesitamos de la lógica,
en la medida en que hemos de utilizar la inteligencia en cualquier faceta de la
vida. Necesidad que es mayor para las ciencias, pues éstas emplean operaciones
racionales con más amplitud y rigor.
Como arte, la lógica es
instrumento de las ciencias. Los escolásticos la llamaban ars artium, arte de
las artes, pues interviene en cualquier otra ciencia o tarea práctica del
hombre. Pero como todo instrumento, debe usarse en función del fin, sin
rigideces o abusos que obstaculizan el curso espontáneo del pensar. Para
razonar bien no siempre es preciso formular explícitamente todos los pasos
lógicos que se están dando.
La lógica artística puede
desarrollarse también como una técnica. Arte es una cualidad personal,
subjetiva; pero toda habilidad supone un conjunto de procedimientos objetivos,
a los que llamamos técnica. Estos procedimientos muchas veces van más allá del
alcance ordinario de cualquier persona, utilizan recursos ingeniosos,
instrumentos aptos que son fruto de la inventiva humana (por ejemplo, los
métodos mnemotécnicos para recordar). La lógica puede apelar también a ciertas
técnicas objetivas -como hace la actual lógica simbólica- no para sustituir el
pensamiento espontáneo, sino para potenciarlo y permitirle realizar procesos
racionales particularmente arduos.
LA CIENCIA LÓGICA
Dejamos de lado el aspecto
práctico de la lógica, para centrar nuestra atención en la lógica como ciencia.
Y como una ciencia se especifica por su objeto propio, hemos de determinar el
objeto de la lógica científica.
En una primera aproximación,
digamos que la lógica se ocupa del complejo mundo de nuestras ideas, juicios,
razonamientos, procesos de distinguir, abstraer, concretar, relacionar, etc.,
en la medida en que con esas operaciones conocemos las cosas o nos acercamos a
su conocimiento.
Más precisamente, el objeto de la
lógica son los actos del pensamiento en cuanto éste se ordena a conocer la
realidad. Al conocer las cosas externas, éstas entran de algún modo en nuestra
mente y adquieren en ella un nuevo status. A su vez, nuestros actos de
pensamiento al conocer las cosas externas tienen ciertos contenidos que sólo
existen en el pensamiento. En ambos casos, se obtiene como consecuencia del
conocimiento algo que no existe en las cosas reales, sino únicamente en nuestro
conocimiento. Por ejemplo, en el juicio «la piedra es redonda», piedra adquiere
el status de sujeto, y redonda el de predicado. En la realidad, la piedra no es
un sujeto, ni su redondez un predicado. En el mundo real no hay predicados,
premisas, ideas unívocas o análogas, etc. Más aún: hay también ideas que ya
nada significan en la realidad, sino que sirven para enlazar unas ideas con
otras (por ejemplo, o, y, por tanto). Estas propiedades nada serían sin el
conocimiento racional. Son consideradas, por ello, como un efecto específico de
la razón. Por eso se llaman propiedades lógicas (propiedades exclusivas de
nuestro conocimiento de las cosas, inexistentes en las cosas mismas) y son sin
duda alguna el objeto propio de la lógica como ciencia.
La lógica se propone, pues,
profundizar en el conjunto de relaciones que se producen en nuestro pensamiento
al conocer las cosas: relaciones entre los conceptos o con la misma realidad.
Se puede decir en pocas palabras que su objeto son las propiedades o las
relaciones lógicas.
Las propiedades o relaciones
lógicas son un tipo de entes de razón. Entes de razón son las elaboraciones de
la mente que sólo pueden existir en la inteligencia humana (por ejemplo, los
números negativos). La lógica no estudia todo ente de razón, pero su objeto
-las entidades o propiedades lógicas, como hemos dicho-constituye una clase de
entes de razón (cfr. In IV Metaph., lect. 4). Una proposición, por ejemplo, no
puede existir en la realidad, sino sólo en el espíritu humano. Como es obvio,
las propiedades lógicas tienen una correspondencia con la realidad, pues sirven
para conocerla: la frase «Pedro corre» significa el correr natural de Pedro.
El método de la lógica es
reflexivo. Nadie empieza conociendo ideas, y más tarde alcanza la realidad. Al
revés, el primer movimiento de la inteligencia es directo, tendiendo a las cosas
mismas, y sólo en un segundo movimiento de orden reflexivo podemos explorar los
propios actos de conocer, para conocer cómo conocemos (cfr. ibidem). El acto
por el cual investigamos nuestros modos de conocer se llama reflexión lógica
(por ejemplo, estudiar las características de nuestra idea de Dios, cómo
demostramos que el alma humana es inmortal, etc.).
Los
conocimientos directos se denominan primeras intenciones, pues responden al primer movimiento
o intención de la mente (de tendere in). En segundo lugar vienen los conocimientos reflejos, que resultan de la
reflexión lógica, y que reciben el nombre de segundas
intenciones. Por ejemplo, la frase «el cielo es azul» es de primera intención; en cambio
el juicio «el cielo es azul es una proposición verdadera» es de segunda intención. Puede decirse entonces que la lógica tiene por objeto las
segundas intenciones, o los entes de
razón de segunda intención.
La lógica realiza un análisis del
lenguaje. Como nuestro conocimiento se expresa en el lenguaje, el método más
eficaz de la reflexión lógica es observar las estructuras del hablar del
hombre, determinar sus elementos y funciones, el modo en que tales elementos se
relacionan, etc. De ahí la necesidad continua de la lógica de expresar sus
conclusiones con ejemplos tomados del lenguaje ordinario o científico. La
reflexión sobre el lenguaje la entenderemos aquí en un sentido exclusivamente
lógico (no gramatical, filológico, etcétera).
Esto
no hace a la lógica relativa a un tipo de lengua. Se toma la lengua no en sus
aspectos convencionales, culturales,
etc., sino en cuanto sirve de base para analizar nuestro modo de conocer, que es un fenómeno
universal. Claro está que unos idiomas pueden poner
de relieve ciertos aspectos del orden racional con más claridad que otros, pero esto es sólo un condicionamiento
accidental. Si las diversas lenguas no tuvieran algo en común, no sería posible ninguna traducción, ni los hombres
de hablas diferentes podrían comunicarse. Además la lógica
no está sujeta a la lengua, pues detecta modos de expresarse confusos, inapropiados, imprecisos, etcétera.
UTILIDAD DE LA LÓGICA
En su vertiente
artístico-técnica, la lógica por definición resulta útil ya que se propone asegurar
la rectitud del conocimiento humano, su mayor simplicidad, claridad, eficacia
demostrativa.
Sin ser absolutamente necesaria,
la lógica es útil y conveniente para la perfección del quehacer científico. No
es indispensable estudiar lógica para hacer ciencia (basta en muchos casos la
lógica espontánea), del mismo modo que el artista no ha menester de reflexiones
estéticas para realizar su obra, sino que le es suficiente dejarse llevar por
su inspiración. Pero un científico no podrá elaborar con perfección los
conocimientos de su especialidad sin recurrir al instrumento de la lógica. Su
utilidad concreta consiste en su aplicación oportuna y elástica a las ciencias.
Estas necesitan ordenar sus nociones, utilizar la definición, obtener
conclusiones demostrativas, y eliminar los errores señalando los sofismas y
ambigüedades. La filosofía, la matemática, la física, etc., necesitan -cada una
en su modo propio- del instrumento lógico, cuando pretenden constituirse como
ciencias en su estado perfecto, apto para ser enseñadas.
La lógica no es el fundamento del
conocer científico, sino sólo su instrumento. Si el pensamiento humano fuera la
base de la realidad, entonces la lógica ciertamente sería el criterio de
validez absoluto de las ciencias. Mas la experiencia demuestra que la lógica,
la coherencia del discurso, no son suficientes: si se parte de premisas falsas,
el raciocinio concluirá falsamente. La lógica sólo asegura la corrección
formal, no la verdad. Ni sirve tampoco como instrumento de investigación o de
descubrimientos científicos: su misión es organizar y precisar mejor los
conocimientos adquiridos, y sacar de ellos todas las consecuencias posibles.
(Tomado de "Lógica" de Juan José Sanguineti)
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