1) Paso de lo teocéntrico a lo
antropocéntrico
La Edad Media se desenvolvió en
una atmósfera permeada por la omnipresencia de la iglesia católica (nos
referimos al espacio geográfico comúnmente denominado occidente o Europa),
sobre todo a través de la actividad de las órdenes religiosas. Luego de la
caída del imperio Romano se sucedieron una serie de transformaciones culturales
que culminaron con la consolidación de distintos reinos en aquellas tierras que
habían sido parte del territorio romano. En medio de la desorganización que
casi en todas partes fue la nota distintiva por esos años, solo la iglesia
católica permanecía heredera de una estructura organizativa interna que le
permitía erigirse en referente de los conatos de organización intentados aquí y
allá. Durante los mil años, más o menos, que transcurrieron entre la caída del
Imperio Romano y el Renacimiento italiano, la iglesia católica jugó un papel de
grandísima influencia social. Dicha influencia se desarrolló con los altibajos que
son de esperar en una institución conformada por hombres, que si a veces son
dignos de su rango y responsabilidades, en otras no lo son tanto y causan un
daño que llega a perdurar más allá de ellos mismos. En todo caso el balance es
altamente positivo y se puede afirmar que lo mejor que dio de sí aquella época
lo produjo bajo la influencia de los principios morales y religiosos emanados
del catolicismo.
Una de esos frutos maravillosos
que nos legó la Edad Media fue su pensamiento filosófico y teológico, heredero
del pensamiento griego (Platón y Aristóteles), pero a su vez capaz de construir
con dichas bases, y al calor de la revelación religiosa de la cual la iglesia
era depositaria e intérprete, un sistema global, una cosmovisión, que hermanaba
en perfecta armonía lo mejor de la tradición griega de pensamiento con las
verdades de la fe y la teología. Fue la armonía de la fe y la razón acerca de
la cual tanto se ha escrito.
En dicho sistema armónico Dios
estaba en la cima de la pirámide de lo real, como Causa Suprema de todo lo
existente y a su vez Causa Necesaria de la existencia actual de todos los
entes. El conocimiento de lo real culminaba en Dios como fuente del ser, y de
manera particular se concebía a Dios como principio y fin de la existencia
misma del ser humano: salido de las manos de Dios y llamado a volver a Él al
final de sus días de acuerdo a la estatura moral alcanzada por medio de su
conducta en íntima colaboración con la gracia divina. A este sistema de
pensamiento se le llama teocéntrico por cuando Dios ocupa el sitial de honor y
se le concibe como la explicación suprema de todo, alfa y omega.
En tiempos del Renacimiento una
serie de transformaciones culturales, políticas, sociales, etc., que sería largo
desarrollar acá, comenzaron a resquebrajar el orden medieval y supusieron la aparición
de una sociedad que comienza progresivamente a alejarse del modo de concebir la
vida de las generaciones que la antecedieron. El teocentrismo del que se habla
para caracterizar al período medieval fue uno de los aspectos que comienzan a
desaparecer paulatinamente, y ese vacío comienza a ser llenado por una visión
cada vez más antropocéntrica, es decir, una visión de la sociedad y de la vida
humana en la cual es el hombre mismo, su realidad, su presente y su futuro, el
que ocupa el foco de atención llegando a ser el centro gravitacional para la
organización del mundo que comienza a aparecer ante los ojos de los
renacentistas.
La filosofía fue uno de los
terrenos en los cuales se vio con claridad el paso de una manera teocéntrica a
una manera antropocéntrica de concebir las cosas. Se dijo ya que los escritores
medievales, en su mayoría teólogos más que filósofos, concibieron la filosofía
como una sabiduría humana llamada a ser coronada por la sabiduría divina
aportada por la teología como reina del edificio de las ciencias. Entre ambas
sabidurías no había extrañamiento ni mucho menos oposición, sino que aun siendo
disciplinas distintas, provenían ambas de la misma fuente que era Dios mismo
como verdad absoluta. La filosofía preparaba la reflexión teológica, le
presentaba materiales, organizaba el orden natural para que fuera apto para
recibir la influencia del sobrenatural, infinitamente superior por derecho
propio.
La filosofía que comienza a
desarrollarse a partir del Renacimiento (pero que hunde sus raíces en autores
medievales como Scoto y Ockham) es una filosofía que ya no aspira a la armonía
con la fe, una filosofía que busca construirse de cero, autónoma, lejos de las
especulaciones teológicas, “pura”. Si en la Edad Media los autores fueron en su
mayoría teólogos, en la edad que comienza con el Renacimiento, si bien sigue
siendo importante la presencia de eclesiásticos, la filosofía es hecha por
hombres que muchas veces ya no son religiosos, ni sacerdotes ni monjes. Señal
clara de que se construiría una filosofía donde la teología no jugaría el rol
predominante de la época anterior.
Lo que se inicia con René Descartes,
considerado padre de la filosofía moderna, es un movimiento filosófico
racionalista, en el sentido de ser un movimiento donde la razón va a primar por
sobre la fe. La razón sola en adelante construirá el edificio del pensamiento,
lejos de la tutela de la fe religiosa.
Y si lo anterior es cierto a
propósito del siglo de Descartes, es aún más cierto en nuestros propios
tiempos, en los cuales varios siglos de racionalismo han hecho desaparecer
totalmente los vestigios de pensamiento medieval que aún pervivían.
Siguientes temas que se
abordarán:
2) Separación de la fe y la razón
3) Pluralismo
4) Inmanentismo
5) Liquidación de la metafísica
6) Dominio del conocimiento
técnico-instrumental por sobre el filosófico-sapiencial
7) Primacía de la praxis sobre la
teoría
8) Rechazo a-priori de la
tradición filosófica
9) Idea de la libertad como pura
auto-determinación
Leonardo Rodríguez V.