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sábado, 17 de agosto de 2019

LIBRO: El psicoanálisis de Freud. De Rudolf Allers.


Rudolf Allers fue un psiquiatra y filósofo católico nacido en Viena en 1883 y fallecido en 1963 en Estados Unidos. En sus inicios fue seguidor de la escuela freudiana de psicología, pero más adelante se separó de Freud al detectar errores graves en sus planteamientos. Estudió en Italia la filosofía tomista y dedicó sus esfuerzos a dar a la psicología una base antropológica sólida que proviniera de la filosofía de Tomás de Aquino. Sus textos, aunque densos, son interesantes.

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viernes, 4 de noviembre de 2016

¿Idea o imagen?

El tema de la diferencia entre la imagen y la idea, o lo que viene a ser lo mismo pero con otras palabras: la diferencia entre conocimiento intelectual y conocimiento sensible; y por tanto la diferencia entre las dos esferas volitivas que respectivamente surgen de cada una de ellas, es un tema que hemos tratado en varias ocasiones anteriormente, también dedicamos a ello alguna que otra de nuestras pasadas "Perlitas" de filosofía. Es un tema central en psicología y en epistemología, y es la puerta de entrada pedagógica para temas tan importantes como, por ejemplo, la demostración de la espiritualidad e inmortalidad del alma humana.

No obstante lo abordaremos aquí desde otra perspectiva y como si dijéramos con otra intencionalidad: ¿Qué tipo de ser humano surge del predominio de la imagen sobre la idea?

Podemos decir de entrada que el predominio de la imagen inaugura el predominio de la sensibilidad, tanto en su vertiente cognoscitiva como en su vertiente volitiva: predominio del testimonio de los sentidos, de lo palpable. Tanto como predominio de la apetición sensitiva: emocionalidad, pasionalidad.

Naturalmente no tiene nada de malo el ejercicio de la esfera cognoscitiva sensible, de hecho es una tesis propia de la sana filosofía la afirmación según la cual el conocimiento nace en los sentidos y DESDE ALLÍ ASCIENDE hacia la esfera propiamente inteligible. Pero ha sido un error muy frecuente, una especie de constante en la historia del pensamiento, la caída en un empirismo radical, cerrado sobre el dato sensible e incapaz de elevarse más allá, con la consiguiente negación del nivel intelectual, por tanto de la metafísica propiamente dicha e inevitablemente de la teología natural. Los que por este camino han querido no obstante conservar alguna idea de Dios se han refugiado en algún tipo de fideísmo, sentimentalismo, etc.

Asimismo no hay que creer que sea de suyo malo el ejercicio de la esfera apetitiva sensible, el nivel de la emocionalidad o pasionalidad. No somos ángeles, espíritus puros, formas puras, substancias separadas, etc., sino que somos esencialmente compuestos hilemórficos: alma y cuerpo. Y ambos elementos nos componen de manera intrínseca y necesaria. No somos un alma pura cautiva en un cuerpo pecaminoso, eso es maniqueísmo y ha sido condenado por la iglesia como un error. Por el contrario, somos esta carne y estos huesos, tanto como alma espiritual e inmortal, y por tanto el ejercicio de las potencialidades que nos son naturales no acarrea de suyo ningún tipo de maldad intrínseca. En todo caso sería una maldad relativa al uso o finalidad, como un arma de fuego que puede usarse para defender a la patria o para cometer un crimen, misma arma, finalidades diversas.

De manera que al hablar aquí peyorativamente de que en el caso del predominio de la 'imagen' estamos en primer lugar ante el predominio de la sensibilidad, cognoscitiva y apetitiva, nos referimos a un predominio fuera del orden de las cosas: un predominio de la sensibilidad, cognoscitiva y apetitiva, fundamentalmente desordenada y tiránica.

Y lo vemos a diario. El hombre moderno se enorgullece de no creer sino en el testimonio de sus sentidos, de donde resultan afirmaciones como las siguientes:

- Si no lo veo, no lo creo.
- Nadie ha visto a Dios.
- Lo real es lo que ven mis ojos.
- ¡Muéstrame el alma y creeré en ella!
- etc.

Son estas afirmaciones un reflejo fiel de ese predominio desordenado de la imagen, del nivel sensible. Cuando dicho nivel se independiza, abandona su natural ordenamiento jerárquico respecto del nivel inteligible y se constituye en árbitro exclusivo de lo real, el hombre queda condenado a permanecer encerrado en la cárcel de su subjetividad, de sus sensaciones, de sus percepciones, sin poder jamás subir desde allí al universo de su inteligencia. Es una manera de renunciar a la racionalidad.

Una de las consecuencias de esta actitud es el relativismo moral, no hay ideas ni principios morales absolutos y universales (ante todo porque de entrada ni siquiera hay ideas, sino solo imágenes de la sensibilidad), todo lo que hay es individuos diversos unos de otros, dignos todos de igual consideración y por tanto dignas también de consideración todas sus preferencias, opiniones, gustos y caprichos. ¿Con qué derecho un individuo podría pretender imponer sobre otros sus sensaciones particulares?

Quizá para completar el cuadro del predominio de la imagen sobre la idea en el nivel cognoscitivo convendría analizar también ese predominio de las llamadas ciencias positivas o experimentales, que en la actualidad asombran al mundo con sus aplicaciones técnicas; con el respectivo descrédito de las humanidades, de la metafísica, de la teología, etc., vistas todas como simples entretenimientos ilusorios, reliquias de un pasado ya superado. Sin embargo ello nos llevaría excesivamente lejos y estaríamos provocando la paciencia del amable lector. En otra ocasión quizá acometamos esa tarea.

¿Y en la esfera apetitiva? en la esfera apetitiva también el predominio de la imagen sobre la idea acarrea consecuencias notables para el individuo y para las sociedades: es el hedonismo, en todas sus vertientes y presentaciones.

Una personalidad humana en cuya esfera apetitiva predomina la imagen sobre la idea es fundamentalmente una personalidad atada a la fugacidad del momento presente, esclava de las sensaciones inmediatas, del placer corporal, del aquí y el ahora, de la satisfacción irrestricta de toda exigencia hedonista de su naturaleza, etc. Nada tiene de raro que ello produzca personalidades pueriles, infantilizadas, que jamás maduran, caprichosas, egoístas, tiránicas, viciosas, débiles, inestables, problemáticas, candidatas a visitar con frecuencia los consultorios de psicólogos y psiquiatras.

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Resulta interesante pensar que los medievales se empeñaban en establecer con gran cuidado y precisión no solo la diferencia entre la esfera de la imagen y la esfera de la idea, sino en establecer con igual precisión la necesaria armonía jerárquica que debe darse entre ellas. Un seguro instinto les decía con claridad que de ello dependían grandes cosas, y con esa certeza en sus gigantes inteligencias se daban a la tarea de alumbrar el mundo con su sabiduría.

Sepamos beber en la solo aparente "confusión abstracta" de sus enseñanzas, los principios que deben regir hasta los detalles más concretos de nuestra moderna existencia, ellos escribieron hace mil años, pero escribieron pensando en la eternidad, y por eso a sus escritos y a sus principios no los corroe el gusano del tiempo.

¿Imagen o idea?


Leonardo Rodríguez


lunes, 15 de febrero de 2016

La tinta y el poema



Hay una comparación que siempre me gusta utilizar cuando estoy tratando de explicar en qué consiste el error del reduccionismo científico, se trata del ejemplo de la tinta y el poema.

Ante todo digamos en qué consiste el reduccionismo científico: yo entiendo por reduccionismo científico aquella postura según la cual SOLO es verdadero el conocimiento que se adquiera por medio de la utilización del método científico, el que usan ciencias como la física y la química, que consiste básicamente en realizar observaciones de determinado fenómeno o realidad, luego generar una hipótesis acerca de la naturaleza, las causas o las relaciones de dicho fenómeno con otros, y con base en ello realizar una serie de experimentos con el fin de comprobar o refutar dicha hipótesis, y en el segundo caso cambiarla por otra más adecuada, o que mejor explique el fenómeno en cuestión.

Este método ha probado ser altamente efectivo en ciencias como las arriba mencionadas, y con los cada vez más modernos aparatos de laboratorio, se están produciendo al año decenas de nuevos descubrimientos acerca de la estructura y funcionamiento de los elementos materiales que componen el universo. 

Hasta ahí todo muy bien y muy útil. El problema surge cuando, quizá cegados por los espectaculares avances de la ciencia experimental, muchos pretenden extender la necesidad de aplicar dicho método al estudio de TODO, ya no solo de lo material, sino también incluso del universo más íntimo del ser humano, su conciencia, su yo, su alma y su trascendencia espiritual por encima de la materia.

Es entonces cuando el método experimental, que está todo él basado en la observación directa (por medio de los sentidos) o indirecta (por medio de sofisticados aparatos de laboratorio) de las realidades materiales, se muestra como insuficiente. Puesto que se pretende abordar con dicho método (que por definición opera solo en presencia de realidades materiales) realidades que igualmente por definición se encuentran más allá de toda materialidad posible. Es decir, si yo pretendo encontrar el alma humana buscándola con un bisturí, no la encontraré. Lo mismo si pretendo encontrar a Dios con un potente telescopio. Además es un poco tonto que alguien se empeñe en semejante idea, puesto que si encontrara algo con el telescopio, ciertamente no sería Dios, puesto que sería algo material y por tanto limitado (pues todo lo material es limitado en alguna manera, tiene límites) y por tanto no sería el Dios infinito Creador del universo, obviamente. No obstante algunos científicos, quizá muy buenos científicos pero pésimos filósofos y aún peores teólogos, se aventuran a afirmaciones erradas sobre la existencia de Dios, afirmando que jamás se lo han encontrado en el espacio.

Pero no nos desviemos del tema. Hablábamos del reduccionismo científico. Se llama reduccionismo porque REDUCE el conocimiento a lo que se pueda saber por medio del método científico; es decir a lo que se pueda experimentar; es decir a lo que se pueda "ver" o "tocar" de alguna manera. De forma que el resto de ideas que la gente pueda tener, ideas religiosas, éticas, metafísicas, etc., solo serán a lo mucho creencias populares, de escaso valor, cercanas a los mitos y a las leyendas de los libros para niños.

Y es aquí donde entra el ejemplo de la tinta y el poema. 

¿Has leído alguna vez un poema o una poesía estimado lector? espero que sí, es uno de los grandes placeres de la vida. Te invito a que leas por ejemplo este breve texto del gran Gustavo Adolfo Bécquer:

RIMA IV

     No digáis que agotado su tesoro,
    De asuntos falta, enmudeció la lira:
Podrá no haber poetas; pero siempre
             Habrá poesía.

Mientras las ondas de la luz al beso
             Palpiten encendidas;
Mientras el sol las desgarradas nubes
             De fuego y oro vista;

Mientras el aire en su regazo lleve
             Perfumes y armonías,
Mientras haya en el mundo primavera,
             ¡Habrá poesía!

Mientras la ciencia a descubrir no alcance
             Las fuentes de la vida,
Y en el mar o en el cielo haya un abismo
             Que al cálculo resista;

Mientras la humanidad siempre avanzando
             No sepa a dó camina;
Mientras haya un misterio para el hombre,
             ¡Habrá poesía!

Mientras sintamos que se alegra el alma
             Sin que los labios rían;
Mientras se llora sin que el llanto acuda
             A nublar la pupila;

Mientras el corazón y la cabeza
             Batallando prosigan;
Mientras haya esperanzas y recuerdos,
             ¡Habrá poesía!

Mientras haya unos ojos que reflejen
             Los ojos que los miran;
Mientras responda el labio suspirando
             Al labio que suspira;

Mientras sentirse puedan en un beso
             Dos almas confundidas;
Mientras exista una mujer hermosa,
             ¡Habrá poesía!


¿Verdad que es hermoso? ahora te haré algunas preguntas querido lector:

¿Qué es lo que hace hermosa esa poesía? 

¿Cómo es que esas palabras tienen un significado?

¿Dónde está eso que llamamos significado, en   las palabras o en la mente del que las lee?

¿Qué es eso que llamamos significado? 


Ahora bien, ¿qué pasaría si para responder esas preguntas, que son evidentemente muy importantes, nos limitáramos a usar solo el método científico? pues pasaría que por medio de los instrumentos de laboratorio llegaríamos a comprender perfectamente la composición química de la tinta con que la poesía fue escrita, Y NADA MÁS. 

Pero es que esa hermosa poesía ¿ES NADA MÁS QUE TINTA UNTADA SOBRE UN TROZO DE PAPEL? evidentemente no, esa poesía es un texto con un sentido y una belleza SOLO captable con la condición de IR MÁS ALLÁ precisamente de la tinta y el papel. De hecho esa poesía y cualquier poesía (y cualquier texto) se puede escribir en cualquier papel, con cualquier tinta. Incluso se puede digitar en la pantalla de un computador o se puede tan solo recitar con la voz. Y en todos esos casos la poesía será SIEMPRE MUCHO MÁS que tinta, aire y pixeles de color computarizados: será un mensaje con un sentido. Y el sentido NO SE VE, se entiende.

Ese es precisamente el misterio del conocimiento humano: nuestros ojos solo perciben un haz de luz, que es algo material; luego los impulsos eléctricos transmitidos por el nervio óptico hacia la corteza cerebral también son materiales, como también es material TODO lo que ocurre en el cerebro, las conexiones neuronales llamadas sinapsis, TODO. Y a pesar de tanta materialidad lo cierto es que al dirigir nuestra mirada al texto de Bécquer somos capaces de captar un sentido, un mensaje y una inmensa belleza. Y NADA DE ESO ES MATERIAL.

Entonces si limitamos nuestro análisis de la poesía (o de cualquier texto) a la composición química de la tinta, jamás sabremos qué dice, ni mucho menos comprenderemos si es bello o no. Por eso el reduccionismo científico debe ser rechazado, PORQUE NOS OFRECE UNA MIRADA EMPOBRECIDA ACERCA DE LO REAL. Y aún más, no solo limita y mutila nuestra visión de la realidad, sino que se queda con la parte menos importante, puesto que en la poesía de Bécquer lo importante no es la tinta, sino la poesía, que se hizo inmortal.

Entonces querido lector mucho cuidado con el reduccionismo científico que está hoy día tan de moda. Ten siempre presente el ejemplo de la tinta y el poema.


Leonardo Rodríguez


martes, 29 de diciembre de 2015

Virtud y educación: Martín Echavarría

Finalizando un año más, conviene el retorno a lo esencial, a lo verdaderamente importante. Para ello, deseamos compartir como última publicación del año, un texto del psicólogo argentino Martín Echavarría, muy recomendable. En él, Echavarría aborda el tema de la perfección humana desde una óptica tomista.