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domingo, 9 de marzo de 2014
Un libro de Leonardo Castellani
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LIBROS
martes, 4 de marzo de 2014
¿Qué es la virtud? (2)
2. La virtud en sentido estricto
Teniendo en cuenta lo
anteriormente dicho puede darse todavía un último paso para llegar al sentido
más propio y estricto de virtud. En este empeño nos vamos a servir de dos
definiciones clásicas. Una es de Aristóteles y dice así: "virtud es lo que
hace bueno al que la posee y torna buenas las obras del mismo”. Otra es de San
Agustín y reza del siguiente modo: ''virtud es una cualidad buena de la mente
por la cual se vive rectamente y de la cual nadie usa mal". Comencemos por
la primera.
La virtud hace bueno al que la
posee, es decir, lo perfecciona, pues bueno es sinónimo de perfecto. La
perfección que la virtud proporciona ya hemos visto que es intermedia entre la
propia de la esencia y la propia de la operación: es la perfección de las
potencias activas. Pero conviene todavía aclarar un punto. El sujeto de la
virtud, es decir, el hombre, puede ser bueno de una doble manera: primera, en
un determinado aspecto, secundum quid:
por ejemplo, buen médico, o buen orador, o buen matemático; y segunda, de forma
absoluta, simpliciter, es decir, buen
hombre. Pues bien, la virtud en su sentido más propio hace bueno al hombre de
esta manera absoluta, lo hace sencillamente buen hombre. Hacerlo buen
arquitecto o buen gramático es propio de la virtud entendida en sentido menos
estricto.
Esto es lo que proporciona la
base para distinguir entre las virtudes morales, que hacen al hombre bueno en
absoluto, y las virtudes intelectuales, que lo hacen bueno en un determinado
aspecto.
Además, la virtud torna buenas
las obras de quien la posee. Con lo cual se declara que es algo que perfecciona
a las facultades o potencias operativas para que lleven a cabo obras buenas.
Cualquier obra buena, en efecto, debe proceder de una facultad bien dispuesta,
es decir, enriquecida con la virtud. Pero llevar a cabo obras buenas puede
tener el doble sentido antes apuntado: en un determinado aspecto (buenas obras
de ciencia o de arte) y de un modo absoluto (buenas obras humanas). Las
virtudes que dan lugar a estas últimas son las virtudes en el sentido más
propio: las virtudes morales.
La segunda definición de virtud
es más completa. En primer lugar se dice en ella que la virtud es una cualidad,
y aún podría concretarse más diciendo que es un hábito y un hábito operativo.
En segundo lugar se dice que es buena, pues los hábitos operativos pueden ser
buenos o malos, es decir, que dispongan bien o mal a sus sujetos en orden a sus
respectivas y congruentes operaciones. En tercer lugar se señala el sujeto de
la virtud, a saber, la mente. Con esta expresión se designa la parte espiritual
del hombre, o mejor, aquello por lo que el hombre es hombre, la raíz de su vida
racional.
Aquí conviene hacer alguna
precisión. El sujeto inmediato de las virtudes es siempre una facultad o potencia
operativa y precisamente de índole racional (racional por esencia o racional
por participación): pero el sujeto mediato y último es la sustancia humana y
precisamente en cuanto humana o racional. La definición de virtud que estamos
examinando designa al sujeto radical y último: no al inmediato; pero no está de
más que se aclare cuál es ese sujeto inmediato. Hemos dicho que se trata de las
potencias operativas del hombre y más concretamente de las racionales. Pero una
potencia operativa puede ser racional de dos maneras: por esencia o por
participación. Racionales por esencia son el entendimiento y la voluntad, que
son facultades de índole espiritual o inorgánica, facultades no del compuesto
humano de alma y cuerpo, sino del alma sola. En cambio, son racionales por
participación todas aquellas facultades del hombre que obran bajo el influjo de
la razón y de la voluntad, como los sentidos internos, los apetitos sensitivos
y las potencias motoras. Sin embargo, por las razones que luego veremos, sólo
los apetitos sensitivos (el concupiscible y el irascible) pueden ser sujeto de
virtudes, juntamente con el entendimiento y la voluntad.
La definición que comentamos
continúa diciendo que por la virtud se vive rectamente. La vida recta es la
conforme a la razón, la vida honesta o moralmente buena. Con lo cual se ve que
esta definición de virtud se refiere exclusivamente a las virtudes morales, que
son las virtudes en el sentido más propio, como queda dicho más atrás. Y se
confirma esto por lo que se añade en dicha definición, a saber, que de la
virtud nadie usa mal. De las virtudes intelectuales se puede usar mal, se puede
usar de la ciencia y del arte para hacer el nial moralmente hablando; lo que no
es posible tratándose de las virtudes morales: nadie puede usar de la justicia
o de la prudencia para hacer el mal moral. Éste es el sentido obvio de la
definición de virtud que estamos examinando, y por eso es claro que se refiere
a la virtud moral. Pero cabe forzar un tanto ese sentido, y entonces podría
también aplicarse a la virtud intelectual. En efecto, vivir rectamente puede
entenderse también en un sentido absoluto, simpliciter,
que es el que corresponde al vivir moral; pero puede también entenderse en un
sentido parcial, secundum quid, y
entonces cualquier operación vital realizada de acuerdo con la razón será un
vivir recto, por ejemplo, cualquier demostración científica en que se guarden
las reglas de la Lógica. Del mismo modo, en algún aspecto, secundum quid, tampoco se puede usar mal de la virtud intelectual,
pues el que usa de una ciencia o de un arte, mientras usa de ellas, no yerra en
el cometido propio de las mismas: no conoce mal el que conoce científicamente,
ni produce mal el que se atiene a las reglas del arte. Obrar bien o mal no
tiene aquí un sentido moral, que es un sentido absoluto, sino un sentido
parcial, determinado a algunas de las dimensiones de la actividad humana.
También se puede decir que la
noción de virtud es análoga, con analogía de atribución intrínseca y de
proporcionalidad propia. De atribución intrínseca, con un primer analogado, que
son las virtudes morales, y con un analogado secundario, que son las virtudes
intelectuales. Y de proporcionalidad propia, porque la relación que hay entre
las virtudes morales y el bien moral es semejante a la relación existente entre
las virtudes intelectuales y el bien parcial que estas proporcionan: la verdad
de ésta o aquella ciencia, o la eficacia en éste o aquel arte.
Tomado de “Virtud y personalidad” de Jesús García López.
domingo, 2 de marzo de 2014
¿Qué es la virtud? (1)
LA NOCIÓN DE VIRTUD
1. Aproximación a la noción de
virtud
De un modo muy general se llama
virtud al principio del movimiento o de la acción. Es lo mismo que energía,
potencia activa o capacidad de obrar o de hacer algo. Santo Tomás lo dice
claramente: "la virtud significa el principio del movimiento o de la
acción"; y también: "La virtud designa el principio de la
acción". Ésta es la acepción más amplia.
En un sentido más restringido, la
virtud significa la perfección de la misma potencia activa, tanto si es una
perfección que dicha potencia tiene por ú misma, como si se trata de una
perfección sobreañadida y complementaria, o sea, un hábito de la potencia
activa que dispone a ésta de manera estable en orden a la operación perfecta o
a la consecución del fin. Es lo que dice el Aquinate en este otro texto:
"la virtud designa cierta perfección de la potencia. Porque la perfección
de cada cosa se establece por orden a su fin, y el fin de la potencia es su
acto, por lo cual una potencia es perfecta cuando está determinada a su acto.
Pues bien, hay potencias que están por sí mismas determinadas a sus actos, como
son las potencias naturales activas, y por eso dichas potencias naturales se
llaman, sin más, virtudes. Pero las potencias racionales, que son las propias
del hombre, no están unívocamente determinadas a sus actos, sino que se hallan
indeterminadas respecto de muchas cosas, y así son determinadas a sus actos
mediante hábitos"'.
Según esto, existen dos tipos de
potencias activas. Unas rigurosamente determinadas en orden de sus actos, de
suerte, que obran siempre de la misma manera y producen los mismos efectos. A
veces estas potencias son totalmente activas y entonces obran constantemente,
si algún obstáculo no se lo impide. Otras son, en parte pasivas, y entonces no
obran sin un previo estímulo. Pero la univocidad de sus operaciones no sufre
menoscabo en ninguno de estos dos supuestos. Si no se necesitan estímulos obran
unívocamente sin ellos, y si los necesitan, obran del mismo modo frente a los
mismos estímulos. Estas potencias activas, como tienen en sí mismas todo lo que
necesitan para la determinación y perfección de sus acciones, pueden llamarse,
sin más, virtudes, y así decimos, por ejemplo, que un ser viviente tiene la
virtud de nutrirse, y la de crecer, y la de reproducirse.
Pero hay otro tipo dé potencias
activas, las que no están unívocamente determinadas a sus actos y a sus
efectos. Éstas son las potencias activas propiamente humanas o racionales, como
son el entendimiento y la voluntad (que son racionales por esencia) y los
apetitos sensitivos (que son racionales por participación, es decir, que
reciben el influjo de la razón y de la voluntad). Estas potencias no son
virtudes por sí mismas, pues carecen naturalmente de la determinación y
perfección de sus acciones. Necesitan, por consiguiente, una perfección
sobreañadida, un hábito que las capacite para obrar bien en orden a su fin;
perfección y hábito que merecen propiamente el nombre de virtud.
Es en esta última acepción en la
que Santo Tomás llama a la virtud "complemento de la potencia activa"
y también "lo último en cada potencia". Véanse estos dos textos:
"La virtud, según el significado de su nombre, designa el complemento de
una potencia (activa); y por esto también se llama fuerza, en tanto que una
cosa cualquiera, por la potestad completa que tiene, puede realizar su impulso
o su movimiento. Las virtudes, pues, con arreglo a su nombre, designan la perfección
de la potencia"; "Según Aristóteles, la virtud es cierta perfección y
se entiende que lo es de una potencia en orden a su efecto máximo. Porque la
perfección de una potencia no se obtiene en cualquier operación, sino en la que
presenta cierta magnitud o dificultad: ya que toda potencia, por imperfecta que
sea, puede realizar ella sola una operación módica o débil. Por ello es propio
de la virtud versar sobre lo difícil y bueno”. Tenemos, pues, que la virtud es
la perfección de una potencia activa, perfección sobreañadida a modo de
complemento y que lleva a dicha potencia al máximo de su capacidad. Mas como la
perfección se dice de muchas maneras, conviene determinar aquí qué tipo de
perfección es el que la virtud procura o constituye.
Una cosa cualquiera puede ser
perfecta de tres modos: en cuanto a su esencia, en cuanto a su operación y al
fin alcanzado por ella, y en cuanto a la disposición conveniente de sus
facultades en orden a la perfecta operación de las mismas. Santo Tomás lo dice
así: "La perfección de una cosa es triple. En primer lugar en cuanto a la
constitución de su ser (es decir, la esencia). En segundo lugar en cuanto a
ciertos accidentes sobreañadidos y que son necesarios para la operación
perfecta. En tercer lugar, en cuanto al hecho de que la cosa alcance algo
distinto de ella como su fin"'. Pues bien, la perfección propia de la
virtud es la señalada en segundo lugar en el texto que acabamos de citar, o
sea, la que proporcionan ciertos accidentes eme se añaden a las potencias
operativas y que son necesarios para que éstas lleven a cabo la operación
perfecta que les es propia y el consiguiente logro de su fin.
Tomado de “Virtud y personalidad”
de Jesús García López.
sábado, 1 de marzo de 2014
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