viernes, 31 de julio de 2015

"Derecho" al pecado



Hace algunas semanas se realizó en Colombia la primera eutanasia de su historia, por lo menos la primera eutanasia pública y legal. Esto fue recibido por muchos como un triunfo, como un gran logro en "materia de derechos individuales".

Incluso un periodista bastante reconocido a nivel nacional, Daniel Coronell, escribió en días pasados una columna con el mismo título que encabeza esta entrada "derecho al pecado". En dicho artículo resaltan varias frases que creo resumen bien la fuente de todos los males actuales: el liberalismo. 

  "Cada quien tiene derecho a creer en lo que quiera o a no creer en nada"

  "La Constitución de Colombia establece la libertad de cultos..."

  "el poder civil debe estar separado de las iglesias"

  "En una democracia está permitido hacer todo aquello que esté permitido por la ley, aunque vaya en contravía de algún precepto religioso"

  "...en otros casos, los mandatos de la fe establecen como pecado lo que es una conducta aceptable ante la ley"


Hasta aquí las citas. Las que han sido puestas bastan para mostrar el rancio liberalismo del autor, ese liberalismo del siglo XVIII, de la guillotina francesa, de la Vendée, etc.

Poco ha cambiado en la mente de los liberales, ese voluntarismo que se oculta detrás de cada una de esas frases delata su origen: el deseo de poner la mera voluntad humana por encima de lo real y de su fuente, el Ser primero, fuente y causa de todo ser.

La sociedad actual sufre de una enfermedad que ya parece incurable, esa enfermedad es precisamente ese liberalismo, que viene del endiosamiento de la voluntad humana, endiosamiento que llega hasta la locura de proclamar un "derecho al pecado".

No se sabe a ciencia cierta qué tan conscientes son los modernos hijos de la guillotina francesa del mal que propagan, del veneno que destilan en las venas de la sociedad. Pero dicha ignorancia, si existe, no resta eficacia a sus acciones, consciente o no, su liberalismo le hace al tejido social el mismo daño que el de antaño, el del terror de 1793 con Robespierre y compañía.

El liberalismo es hoy la atmósfera universal que todo lo cubre y que todo lo abarca, pensar por fuera de los moldes liberales, decir, por ejemplo, que el error no tiene derechos, que la libertad de cultos no es un bien, que la ley de Dios está por encima de la ley humana, etc., pensar así, repito, es la receta segura para caer en el anonimato, cuando no en la abierta persecución. O se es liberal, o no se es.

Es una pena tener que vivir en una época en la que se proclama el "derecho al pecado".



Leonardo R.



miércoles, 29 de julio de 2015

(2) Los pilares de la falta de fe - Nietzsche



autor: Peter Kreeft

Friedrich Nietzsche se autodenominó el "anticristo" y escribió un libro con ese título.

Nietzsche Se pronunció a favor del ateísmo de la siguiente manera: "Ahora voy refutar la existencia de los dioses. Si hubiera dioses, ¿cómo podría yo soportar no ser un dios? En consecuencia, no hay dioses".

Desdeñaba tanto la razón como la fe, e incluso muchas veces se contradecía a propósito "una burla es mucho más noble que un silogismo" y apelaba a la pasión, al odio retórico e incluso deliberado, más que a la razón.

Consideraba que el amor era "el mayor de los peligros" y que la moralidad era la peor debilidad del género humano. Murió de sífilis, demente y en un asilo: donde firmó su última carta, "El crucificado". Los Nazis, quienes lo consideraban como su filósofo "semioficial", lo adoraban.

Sin embargo, las mentes más prominentes de nuestro siglo lo admiran por ser profundo y sabio. ¿Cómo puede ser?

Hay tres escuelas de pensamiento sobre Nietzsche. La más popular entre los académicos es la escuela de los "nietzscheanos moderados", que sostiene que Nietzsche fue, de hecho, un cordero con piel de lobo; que sus ataques no deben tomarse literalmente y que en realidad era un aliado y no un enemigo de las instituciones y valores occidentales que denunciaba.

Estos pensadores se asemejan a los teólogos que interpretan la frase "nadie va al Padre sino por mí" de Jesús como "todas las religiones son igualmente válidas", y que creen que "el que se casa con una mujer divorciada, comete adulterio" significa "dejen que sus divorcios sean creativos y razonables".

En segundo lugar, están los nietzscheanos "radicales", que al menos le hacen un cumplido a Nietzsche tomándolo en serio. Están representados en el pie de página de un viejo libro católico sobre filosofía moderna, que dice tan solo que Nietzsche existió, que era ateo y que murió demente: un destino que puede esperarse de cualquiera que investigue el contenido de sus libros durante demasiado tiempo.

Una tercera escuela de pensamiento considera que Nietzsche es un lobo y no un cordero, pero también cree que es un pensador importante que le revela a la civilización occidental moderna su propio corazón oscuro y su futuro. Es fácil convertir en chivos expiatorios y señalar con el dedo a "ovejas negras" como Nietzsche y Hitler, pero ¿no es que hay un "Hitler en nosotros mismos" (para citar el título del libro de Max Picard)? ¿No fue Nietzsche quien develó el secreto? ¿Un secreto demoníaco oculto bajo el manto respetable del humanismo secular? Una vez que "Dios haya muerto", morirá el hombre, la moralidad, el amor, la libertad, la esperanza, la democracia, el alma y a la larga la cordura. Nadie puede demostrarlo de una manera más gráfica que el propio Nietzsche. Es probable que él mismo haya sido responsable (sin la más mínima intención) de muchas conversiones.

Los puntos principales de la filosofía de Nietzsche se pueden resumir citando los títulos de sus principales obras. Cada una de dichas obras es, de un modo u otro, un atentado contra la fe. El núcleo de la filosofía de Nietzsche siempre es el mismo: está tan centrado en Cristo como lo está San Agustín, sólo que su obra gira en torno a Cristo como enemigo.

El primer libro de Nietzsche, El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música, revolucionó por sí solo la visión aceptada de los antiguos griegos de que todo es "dulzura y luz", razón y orden. Para Nietzsche, los grandes griegos fueron los poetas trágicos, y redujo a los filósofos, comenzando por Sócrates, a una categoría de menor importancia, además de considerarlos sosos y poco apasionados. El mundo occidental siguió a Sócrates y a su racionalismo y moralismo, y negó el otro lado más oscuro del hombre, el trágico.

Nietzsche en cambio exaltó la tragedia, el caos, el desorden y la irracionalidad, simbolizada por el dios Dionisio, el dios del crecimiento y de las orgías de embriaguez. Sostenía que Sócrates logró que el mundo se volcara a la adoración de Apolo, el dios del sol, de la luz, del orden y de la razón. Pero el destino del dios de Nietzsche, Dionisio, pronto lo superaría a él mismo. Del mismo modo que los Titanes, monstruos sobrenaturales del infierno, descuartizaron literalmente a Dionisio, los Titanes que habitaban en su interior partieron al medio la mente de Nietzsche.

"El uso y el abuso de la Historia" continuó con el tema de lo dionisíaco contra lo apolíneo. El "abuso de la historia" es (según Nietzsche) teoría, ciencia, verdad objetiva. La historia debe servir para mejorar la "vida". Se contraponen la vida y la verdad, el fuego y la luz, Dionisio y Apolo, la voluntad y el intelecto. Vemos aquí que Nietzsche se parte al medio dado que éstas no son más que las dos partes del yo.

Ecce Homo fue un egotismo descarado y pseudo-autobiográfico. A pesar de que en la guerra fue un simple camillero, Nietzsche se autodenomina como "un arrogante y viejo artillero" adorado por todas las mujeres. De hecho, era un viejo solitario que no podía soportar ver sangre, un enano emocional que se pavoneaba como Napoleón. Lo más aterrador es que abrazaba su falsedad y fantasía por voluntad propia. Es coherente con su filosofía o con preferir "cualquier cosa que mejore la vida" antes que la verdad. "¿Por qué no vivir una mentira?", pregunta.

En La genealogía de la moral sostuvo que la moral es un invento de los débiles (especialmente de los judíos y luego de los cristianos) para socavar a los fuertes. El cordero convence al lobo para que se comporte como un cordero. Esto es antinatural, dice Nietzsche, y si vemos el origen antinatural de la moral en el resentimiento ante la inferioridad, nos liberaremos del poder que ejerce sobre nosotros.

Veía a Cristo precisamente como su principal enemigo y rival.  El espíritu del anticristo nunca recibió una formulación tan completa.  Nietzsche no sólo fue el filósofo favorito de la Alemania nazi, sino que también es el filósofo favorito del infierno.
Más allá del bien y del mal es la moral alternativa o la "nueva moral" de Nietzsche. La "moral del amo" es totalmente diferente a la "moral del siervo", según Nietzsche. Lo que ordena el amo es bueno por el simple hecho de que él lo ordena. Los débiles corderos tienen una moral de obediencia y conformidad. Los amos tienen el derecho natural de hacer lo que les plazca, dado que, al no haber un Dios, todo está permitido.

El ocaso de los ídolos explora las consecuencias de "la muerte de Dios". (Por supuesto que Dios nunca vive realmente, sino la fe en Él. Pues bien, ahora está muerta, según Nietzsche). Con Dios mueren todas las verdades objetivas (dado que no existe una mente superior a la nuestra) y junto con ellas los valores objetivos, las leyes y la moral (dado que no existe una voluntad superior a la nuestra). El alma, el libre albedrío, la inmortalidad, la razón, el orden, el amor - todos son "ídolos", pequeños dioses, que mueren ahora que el gran Dios murió.

¿Cómo se reemplaza a Dios? El mismo ser que reemplazará al hombre: el superhombre. La obra maestra de Nietzsche, Así habló Zaratustra [Thus Spake Zarathustra], es un canto a este nuevo dios.

Nietzsche le dio al Zaratustra el nombre de nueva Biblia y le dijo al mundo "desháganse de todos los demás libros, ahora tienen mi Zaratustra". Se trata de una retórica tóxica que cautivó a adolescentes por generaciones y generaciones. Se escribió en unos pocos días, tal vez en un arrebato de "escritura automatizada" literalmente inspirada por el demonio. Ningún libro antes escrito contiene tantos arquetipos jungianos, como si se desatara un espectáculo de fuegos artificiales, pero con imágenes del inconsciente.

Su mensaje esencial es la condena del hombre actual como un alfeñique y el anuncio de la próxima especie: el superhombre, que vive según la "moral del amo" en vez de la "moral del siervo". Dios está muerto, ¡viva el nuevo dios!

Sin embargo, en El Eterno Retorno Nietzsche descubre que todos los dioses mueren, y entre ellos el Superhombre. Creía que la historia se movía necesariamente en un ciclo que repetía infinitas veces todos los eventos del pasado: "No hay nada nuevo bajo el sol". Nietzsche arribó a esta conclusión desvaída a partir de dos premisas: (1) un cantidad finita de materia y (2) una cantidad infinita de tiempo (dado que no hay creador ni creación). Así, toda combinación posible de partículas elementales, cada palabra posible, ocurre una cantidad infinita de veces, dado el tiempo infinito. Todos, incluso el Superhombre, volverán a ser polvo y evolucionarán como gusanos, simios, hombre y Superhombre, una y otra vez.

En vez de abatirse, como en el Eclesiastés, ante esta nueva historia de desesperación, Nietzsche aprovechó la oportunidad para celebrar la irracionalidad de la historia y el triunfo de la "vida" sobre la lógica. La virtud suprema es el coraje de la voluntad de afirmar esta vida sin sentido, más allá de la razón, sin ningún motivo.

Sin embargo, en la última obra de Nietzsche, La voluntad de poder, la ausencia de un propósito o meta parece demoníaca y refleja el carácter demoníaco de la mente moderna. Sin un Dios, un Cielo, una Verdad y una Bondad absolutas a que aspirar, el sentido de la vida se convierte simplemente en "la voluntad de poder". El poder se convierte en su propia meta, no en un medio. La vida es como una burbuja, vacía por dentro y por fuera, pero su significado es la autoafirmación, el egotismo, explotar la burbuja y expandir el yo sin sentido en un vacío sin sentido. "Sólo la voluntad" es el consejo de Nietzsche. No importa cuál es tu voluntad ni por qué.

Ahora estamos en condiciones de entender por qué Nietzsche es un pensador de crucial importancia, no a pesar de su demencia, sino debido a ella. Nadie en la historia, excepto el Marqués de Sade posiblemente, ha formulado de una manera tan clara, franca y coherente la alternativa completa al cristianismo.

Las sociedades y filosofías precristianas (o sea las paganas) fueron como vírgenes. Las sociedades y filosofías poscristianas (o sea las modernas) son como divorciadas. Nietzsche no es precristianismo pagano, sino el esencial poscristianismo y anticristianismo modernos. Veía a Cristo precisamente como su principal enemigo y rival. El espíritu del anticristo nunca recibió una formulación tan completa. Nietzsche no sólo fue el filósofo favorito de la Alemania nazi, sino que también es el filósofo favorito del infierno.


Podemos agradecer la estupidez que cometió Satanás al "desenmascararse" en este hombre. Como el nazismo, Nietzsche puede hacernos asustar y ayudarnos a salvar a nuestra civilización e incluso a nuestras almas, apartándolas aterrorizadas antes de que sea demasiado tarde.


(visto en http://www.catholiceducation.org/es/religion-y-filosofia/otros-temas/los-pilares-de-la-falta-de-fe-nietzsche.html

La paradoja positivista



El positivismo, para no complicarnos mucho con definiciones, es sencillamente aquella doctrina que enseña que SOLAMENTE por medio de la ciencia experimental (laboratorios, microscopios, telescopios, experimentos, etc.) se puede llegar a conocimientos reales, y que por consiguiente todo lo demás (religión, filosofía, teología, ética, etc.) no son otra cosa que intentos inútiles, y ocupación de individuos poco desarrollados.

De manera que el positivismo hace la siguiente afirmación: 

Solo mediante la ciencia experimental se llega a afirmaciones sólidas y objetivas.

Ahora bien, si esa afirmación es cierta, es decir, si para que una afirmación sea "sólida y objetiva" debe provenir de un experimento, la pregunta que de inmediato surge es la siguiente:

¿Mediante qué experimento llegaron a esa conclusión?

Porque evidentemente esa afirmación, como toda afirmación según el modelo positivista, debe provenir de un experimento.

¿Es posible llegar mediante un experimento de laboratorio a esa conclusión? no, ¿por qué? porque los experimentos de laboratorio son procedimientos en los cuales siempre se trabaja con realidades físicas, por lo tanto los microscopios NO VEN nada distinto a realidades de ese tipo porque sencillamente NO ESTÁN HECHOS PARA VER ALGO DISTINTO.

Sería algo así como si alguien dijera "no es verdad que esa superficie esté caliente, porque mis ojos no lo ven", ¡claro! debes acercar tu mano, es tu mano la herramienta adecuada para realizar esa comprobación, no tu vista, ni tu oído. 

¿Qué pensaríamos de alguien que dijera "no es verdad que esté sonando el himno nacional en la radio, pues no lo puedo oler"?

Hay entonces una trampa en el positivismo, ellos incumplen su propio principio, son los primeros en incumplirlo, ya que aceptan sin necesidad de experimento la afirmación de que todo debe provenir de un experimento.

¿Se pueden imaginar ustedes un investigador de laboratorio que mira atentamente a través de su microscopio y de repente grita ¡ahí está, observando esa célula he descubierto que solo los experimentos ofrecen conocimientos verdaderos y afirmaciones sólidas!? no, porque observando una célula lo único que verá será...una célula.


Leonardo R.


martes, 28 de julio de 2015

LIBRO: Vida de san Benito

Siempre he creído que una de las mejores formas de hacer apología de la fe católica, es decir, de defender la fe católica, es mostrar sus santos. Pues ellos con sus vidas llenas de virtudes y grandes sacrificios, milagros, hechos asombrosos, etc., muestran mejor que cualquier discurso la grandeza de la fe.

El problema es que muchas veces ni nosotros mismos conocemos las vidas de los santos. Leamos entonces esta biografía del gran san Benito, del que muchos historiadores afirman que con sus monjes (los benedictinos) ayudó a construir Europa.



(clic en la imagen para descargar)

¿Todos tienen la razón?



Se cuenta que en cierta ocasión hubo un juicio. Estaban el juez, el acusado, el acusador y algunos testigos. El juez dio la orden al acusador de exponer sus demandas, al terminar, el juez muy serio le respondió: ¡tienes toda la razón!. 

Luego el juez pidió al acusado que presentara su defensa, así lo hizo. Al finalizar de nuevo el juez lo miró sin titubear y le dijo: ¡tienes toda la razón!

Semejante respuesta del juez causó consternación entre el público, y de repente un niño que estaba allí y que comprendía que era imposible que ambos tuvieran razón al mismo tiempo, le dijo al juez: señor juez, no es posible que ambos tengan la razón, alguno de los dos debe estar mintiendo. El juez miró al niño con mucho interés y le respondió: ¡tú también tienes toda la razón!

Pues bien, algo así es el relativismo, ¡todos tienen la razón!, ¿por qué? porque en el fondo ninguno tiene la Razón (con mayúscula). En el pensamiento moderno se ha rechazado la idea de que el ser humano pueda mediante su inteligencia conocer las cosas objetivamente, es decir, en lo que ellas son en la realidad. Y muchos "filósofos" han enseñado (y enseñan aún) que lo que se llama "realidad" es solo una construcción de cada uno, de tal manera que hay tantas "realidades" como personas. Y esto significa que no hay una realidad universal. 

Por lo tanto nadie tiene la Razón, sino que cada uno tiene "su" razón. Por eso el juez del cuento sin ningún problema va diciéndole a todos que están en lo correcto, pues se ha cambiado el modo de entender la palabra "correcto".

Sin embargo hasta un niño puede notar la contradicción. Y es bueno escoger la figura de un niño, porque ellos representan personas que aún no han sido contaminadas por ideologías y se mueven solo por las percepciones del sentido común.

Bien dicen por ahí que "hay que ser como niños..."


Leonardo Rodríguez

lunes, 27 de julio de 2015

(1) Los pilares de la falta de fe: Maquiavelo



autor: Peter Kreeft


Debemos hablar de "enemigos" de la fe porque la vida de la fe es una verdadera guerra.

De todos modos, intentamos evitar hablar de enemigos. En parte, por miedo a confundir enemigos espirituales con materiales; odiar al pecador junto con el pecado; olvidar que "nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas". (Ef. 6, 12).

Sin embargo, el miedo de incurrir en ese error es más infundado hoy en día que en el pasado. Nuestra era es, sin duda, la más militarizada y aterrorizada por los horrores de la guerra. Ninguna era fue tan proclive a confundir pecado con pecador, pero no aborreciendo al pecador junto con el pecado, sino amando al pecado junto con el pecador. Solemos utilizar la "compasión" como sinónimo del relativismo moral.

También somos blandos, no nos gusta la lucha porque conlleva sufrimiento y sacrificio. La guerra puede no ser como el infierno, pero es muy desagradable. De todos modos, no estamos seguros de que haya algo por lo cual valga la pena luchar. Tal vez no tenemos coraje porque no encontramos un motivo para tenerlo.

Esta es la manera en que pensamos como modernos y no como católicos.  Como católicos, sabemos que la vida es una guerra espiritual y que hay enemigos espirituales.  Una vez que lo admitamos, el siguiente paso será inevitable.  En toda guerra, es fundamental conocer al enemigo ya que de lo contrario sus espías pasarán inadvertidos.  Entonces, esta serie de artículos está dedicada a conocer a nuestros enemigos espirituales en la lucha por el corazón del hombre moderno. Analizaremos a seis pensadores modernos que han tenido un gran impacto en nuestra vida diaria y que también le hicieron mucho daño a la mentalidad cristiana.

Sus nombres: Maquiavelo, el inventor de "la nueva moralidad"; Kant, el "subjetivizador" de la verdad; Nietzsche, quien se autoproclamó como el "anticristo"; Freud, el fundador de la "revolución sexual"; Marx, el falso Moisés de las masas; y Sartre, el apóstol de lo absurdo.

Nicolás Maquiavelo (1496-1527) fue el fundador de la filosofía política y social moderna y rara vez en la historia del pensamiento hubo una revolución más absoluta.  Maquiavelo era consciente de su radicalidad. Comparó su trabajo con el de Colón como descubridor de un nuevo mundo y a sí mismo con Moisés como el líder de un nuevo pueblo elegido que se liberaría de la esclavitud de las ideas morales hacia una nueva tierra prometida de poder y de lo práctico.

La revolución de Maquiavelo puede resumirse en seis puntos. 

Para todos los pensadores sociales anteriores, el objetivo de la vida política era la virtud.  Una buena sociedad era concebida como aquella en la que las personas son buenas.  No había una "doble moral" entre la bondad individual y la social.  Con Maquiavelo, la política dejó de ser el arte de lo bueno para pasar a ser el arte de lo posible.  Su influencia en este punto fue enorme.  Todos los filósofos sociales y políticos más importantes que vinieron luego (Hobbes, Locke, Rousseau, Mill, Kant, Hegel, Marx, Nietzsche, Dewey) rechazaron la meta de la virtud. Maquiavelo relajó la norma moral haciéndola menos rigurosa y casi todos rindieron homenaje a esta bandera por él enarbolada.

Maquiavelo sostenía que la moral tradicional se parecía a las estrellas: era hermosa, pero muy distante para iluminar nuestro camino terrenal.  Necesitamos en cambio faroles artificiales, en otras palabras, objetivos alcanzables.  Debemos encontrar nuestro rumbo desde la tierra y no desde el cielo; a partir de lo que los hombres y las sociedades realmente hacen y no de lo que deberían hacer.

La esencia de la revolución de Maquiavelo consistió en juzgar lo ideal por lo real, más que lo real por lo ideal.  Para él un ideal es bueno sólo si es práctico, por consiguiente podemos llamarlo el padre del pragmatismo. No sólo "el fin justifica los medios" -cualquier medio que funcione- sino que los medios incluso justifican el fin, en el sentido de que vale la pena perseguir un fin sólo si hay medios prácticos para alcanzarlo.  En otras palabras, el nuevo summum bonum o el sumo bien es el éxito.  (¡Maquiavelo no sólo suena como el primer pragmático, sino que como el primer pragmático estadounidense!)

Maquiavelo no se limitó a quitarle rigurosidad a las normas morales, sino que las eliminó directamente. En este sentido, más que un pragmático, fue un anti-moralista.  La única relación que le parecía que la moralidad podía tener con el éxito era interponerse en su camino.  Enseñó que un príncipe exitoso debía "aprender el arte de no ser bueno" (El Príncipe, cap. 15), el arte de romper promesas, mentir, engañar y robar (cap. 18).

Debido a esas opiniones desvergonzadas, algunos de los contemporáneos de Maquiavelo sostuvieron que "El Príncipe" era una obra literalmente inspirada por el demonio.  Sin embargo, los pensadores modernos en general consideran que dicha obra surge de la ciencia.  Defienden a Maquiavelo arguyendo que no negaba la moralidad, sino que simplemente escribió un libro sobre otro tema, sobre lo que "es" en vez de lo que "debería ser".  Incluso lo elogian por no ser hipócrita, sugiriendo por ende que moral es sinónimo de hipocresía.

Es muy común en nuestros días malinterpretar la hipocresía, entendiéndola como no hacer lo que se predica.  En ese sentido, todos los hombres son hipócritas a menos que cesen con sus prédicas.  Matthew Arnold definió a la hipocresía como "el tributo que el vicio le paga a la virtud". Maquiavelo fue el primero en rehusarse a pagar incluso ese tributo. Superó la hipocresía, pero no elevando la práctica al nivel de la prédica, sino rebajando la prédica al nivel de la práctica, ajustando el ideal a lo real, más que lo real al ideal.

De hecho, realmente está diciendo: "Papá, ¡no me sermonees!" ["Papa, don't preach"] — como dice la canción de rock (ndt: de la cantante Madonna).  ¿Pueden imaginarse a Moisés diciéndole a Dios: "Papá, ¡no me sermonees!" en el Monte Sinaí? ¿A María diciéndoselo al ángel? ¿O que Cristo lo haya dicho en Getsemaní en vez de "Padre, que no se haga mi voluntad, sino la tuya?". Si pueden hacerlo, están imaginando el infierno, pues nuestra esperanza de alcanzar el cielo depende de que esas personas justamente le dijeran a Dios "Papá, ¡sermonéame!

De hecho, hemos definido mal la "hipocresía". La hipocresía no consiste en no poner en práctica lo que uno predica, sino que en no creer en eso.  La hipocresía es la propaganda.

Según esta definición, Maquiavelo fue por poco el inventor de la hipocresía, dado que fue prácticamente el inventor de la propaganda.  Fue el primer filósofo que tuvo la esperanza de convertir a todo el mundo a través de la propaganda.

Maquiavelo entendía que su vida era una guerra espiritual contra la Iglesia y su propaganda. Creía que todas las religiones eran piezas de propaganda cuya influencia duraba entre 1.666 y 3.000 años.  Pensaba que el cristianismo desaparecería mucho antes del fin del mundo, probablemente cerca del año 1666, ya por invasiones bárbaras de oriente (lo que ahora es Rusia) o por el ablandamiento y debilitamiento del occidente cristiano desde dentro, o ambos.  Todos sus aliados fueron cristianos tibios que amaban a su patria terrenal más que al Cielo, al César más que a Cristo, al éxito social más que a la virtud.  Ellos fueron los destinatarios de su propaganda.  Dado que una absoluta franqueza en cuanto a sus objetivos sería inviable y un ateísmo confeso resultaría fatal, puso mucha atención en no caer en una herejía explícita.  Sin embargo, su meta fue la destrucción de la "farsa católica" y empleó como medio una agresiva propaganda laicista. (Uno puede sostener, generalizando quizás en exceso, que fue el padre del establishment mediático moderno).

Descubrió que se necesitaban dos herramientas para manejar la conducta de los hombres y así controlar la historia de la humanidad: la pluma y la espada, propaganda y armas.  De este modo podrían dominarse las mentes y los cuerpos… y la dominación era justamente su meta.

Según él, la vida humana y la historia de la humanidad estaban determinadas solamente por dos fuerzas: virtu (ímpetu) y fortuna (suerte).  La sencilla fórmula para el éxito era la maximización de la virtu y la minimización de la fortuna.  Su obra "El Príncipe" termina con esta horrorosa imagen: "la fortuna es mujer y, si se quiere dominarla, hay que golpearla y coaccionarla" (capítulo 25). En otras palabras, el secreto del éxito es una especie de violación.

Para lograr el control, además de la propaganda, Maquiavelo era un halcón.  Decía que "no puede haber buenas leyes donde no hay buenas armas y donde hay buenas armas es inevitable que haya buenas leyes" (capítulo 12).  En otras palabras, la justicia "sale del cañón de una pistola", para adaptar la frase de Mao Tse-tung.  Maquiavelo creía que "todos los profetas armados han triunfado y todos los desarmados han perecido" (capítulo 6). Entonces, Moisés debió haber utilizado armas que la Biblia omitió informar. Y Jesús, el sumo profeta desarmado, pereció: lo crucificaron y no resucitó. Sin embargo, su mensaje conquistó el mundo mediante la propaganda a través de armas intelectuales. Esta fue la guerra que desató Maquiavelo.

El relativismo social también emergió de la filosofía de Maquiavelo.  No reconoció ninguna ley universal por sobre las diferentes sociedades y dado que estas leyes y sociedades se originaron de la fuerza, más que de la moralidad, la moralidad se fundamenta en la inmoralidad.  El argumento es el siguiente: la moralidad sólo puede provenir de la sociedad, dado que no existe un Dios ni una ley moral natural universal dada por Dios.  Todas las sociedades surgieron de alguna revolución o de la violencia; por ejemplo, la sociedad romana, que fue el origen del derecho romano, emergió tras la muerte de Remo a manos de su hermano Rómulo.  La historia de la humanidad comienza cuando Caín mata a Abel.  En consecuencia, la ley se cimienta en la anarquía y la moralidad se cimienta en la inmoralidad.

El argumento es sólo tan fuerte como su primera premisa que — como en el relativismo sociológico que domina la mente de los escritores y lectores de casi todos los libros actuales de sociología – consiste en un ateísmo implícito.

Maquiavelo criticó a los ideales cristianos y clásicos de la caridad con un argumento similar.  Preguntaba: ¿cómo consiguen los bienes que dan? A través de una competencia egoísta.  Todos los bienes se obtienen a expensas de otros: si mi porción de pastel es mucho más grande es porque la de otros es mucho más pequeña.  Así, la generosidad depende del egoísmo.

Este argumento presupone el materialismo porque los bienes espirituales no disminuyen cuando se comparten o se dan y no privamos a otros de tenerlos cuando los adquirimos. Cuanto más dinero consiga, menos dinero tendrán los demás y cuanto más dinero dé, menos voy a tener.  Pero el amor, la verdad, la amistad y la sabiduría aumentan en vez de disminuir cuando los compartimos.  El materialista simplemente no puede ver u ocuparse de esto.

Maquiavelo creía que todos somos intrínsecamente egoístas.  Para él no existe nada como la conciencia innata o el instinto moral.  Entonces el único medio para lograr que las personas se comporten con moralidad es el uso de la fuerza, de hecho una fuerza totalitaria, que obligue a actuar en contra de la propia naturaleza.  Así podemos afirmar que los orígenes del totalitarismo moderno también se remontan a Maquiavelo.

Si el hombre es intrínsecamente egoísta, sólo puede moverse realmente por miedo y no por amor.  Así fue que Maquiavelo escribió: "Es mucho mejor ser temido que amado ... [debido a que] los hombres se preocupan menos de hacerle daño a quien se hace amar que a quien se hace temer.  El amor es un vínculo que los hombres, perversos por naturaleza, rompen según su conveniencia, pero el miedo se acrecienta por temor al castigo que siempre es eficaz" (capítulo 17).

Lo más sorprendente de esta filosofía cruel es que conquistó a la mente moderna, si bien atenuando o disimulando sus aspectos más oscuros.  Los sucesores de Maquiavelo moderaron su ataque a la moralidad y a la religión, pero no regresaron a la idea de un Dios personal o de la moralidad objetiva y absoluta como el cimiento de la sociedad.  El reduccionismo de Maquiavelo comenzó a aparecer como una apertura, una liberación.  Simplemente eliminó el piso más alto del edificio de la vida; sin Dios, sólo hombre; sin alma, sólo cuerpo; sin espíritu, sólo materia; sin debería, sólo es.  De todos modos este edificio aplastado parecía (a través de la propaganda) la Torre de Babel. Este confinamiento fue presentado como una liberación de los "encierros" de la moralidad tradicional, como si nos desajustáramos el cinturón.

El diablo no es un personaje de un cuento de hadas; no sólo es un estratega y psicólogo brillante sino que también es absolutamente real.  La línea de argumento de Maquiavelo es una de las mentiras más exitosas de las que el diablo se vale hasta nuestros días.  Todas las veces que somos tentados, el diablo está utilizando esta mentira para hacernos creer que lo malo es bueno y deseable, para hacer que la esclavitud parezca libertad y que "la libertad gloriosa de los hijos de Dios" parezca esclavitud.  Al "padre de las mentiras" no le fascina decir mentiras leves sino, La gran Mentira, que consiste en invertir la Verdad, poniendo debajo lo que debería estar encima.  Y se sale con la suya, a menos que nosotros desenmascaremos a los espías del enemigo.

(visto en http://www.catholiceducation.org/es/religion-y-filosofia/otros-temas/los-pilares-de-la-falta-de-fe-maquiavelo.html )

sábado, 25 de julio de 2015

Fragmentos sobre el relativismo y el principio de inmanencia



“El principio de inmanencia es una postura gnoseológica donde hay una primacía del pensamiento con respecto al ser de las cosas…”

Los dos principales elementos que han contribuido a fundar el principio de inmanencia:
   
   1.       “El primero es la simplificación del proceso cognoscitivo que se centra en el concepto de idea en Descartes. Se podrá observar que dicho proceso reduce el pensamiento a   percepción en la conciencia, donde se mezclan y confunden los datos proporcionados por los sentidos externos e internos.…”
   
     2.       “El segundo es el representacionismo, que admite que sólo las representaciones de la mente son los auténticos objetos reales, las cosas son causa y meros casos que se presentan en la realidad...”

“El principio de inmanencia admite el conocimiento de las ideas pero niega una aproximación real con las cosas, la verdad se genera en el propio ser humano. Este principio puede conducir de una manera casi directa al relativismo gnoseológico. Esto se debe al carácter intrínseco de su gnoseología, ya que la razón principal del conocimiento radica en el mismo sujeto…”

“Descartes todavía admite una realidad extramental, que la podemos conocer con su peculiar método, pero su gnoseología rompe con el realismo del conocimiento. En la filosofía de Kant, en cambio, el principio de inmanencia adquiere ya una madurez plena. Se admite la incapacidad del conocimiento humano de conocer el noúmeno, solamente podemos conocer el fenómeno a partir de nuestras formas a priori de la sensibilidad y el entendimiento. El “giro copernicano” propuesto por Kant centra el fundamento de la verdad en el hombre y deja a las cosas tal cual son, sin poder admitir en ellas más que la objetividad de que son…”

“Al ser el hombre el protagonista principal del conocimiento y dejar relegadas de manera pasiva a las cosas extramentales, el subjetivismo se proclama director del pensamiento y de la determinación consciente de lo que será la verdad…”

“De esta manera, la verdad surge desde dentro del hombre, y lo lógico es que pueda haber percepciones diferentes acerca de una misma cosa, con lo cual, se acepta la posibilidad de distintos tipos de verdades dependiendo de lo que a cada uno le muestra su razón…”

“En efecto, el principio de inmanencia deja el protagonismo de la verdad de las cosas al sujeto, desaparece la adecuatio rei et intelectus, y como no hay un punto común de referencia, que en el realismo era el mismo ser de las cosas, el conocimiento fluctúa y puede volverse relativo…”



Tomado de “El relativismo y el principio de inmanencia”, de Miguel Acosta López

sábado, 11 de julio de 2015

Las perlitas disponibles en versión digital


Muy buenos días:

Hemos dado un paso más en la labor de difusión y formación en el pensamiento clásico.


Todos aquellos que deseen colaborar con el sostenimiento de este blog, los animo a comprar los productos que se ofrecerán. ¿Qué sigue? viene, Dios mediante, la publicación de una introducción completa a la filosofía, a manera de manual, con un apartado dedicado a la presentación de la filosofía de santo Tomás de Aquino. Y próximamente se retomarán las Perlitas pero ya en temas específicos, comenzando por la lógica y la filosofía del conocimiento.

Los libros en formato digital tendrán un precio más bien simbólico, normalmente de 5 dólares americanos, con el fin de que sea posible y sencilla su adquisición. 

(Para quienes deseen el libro en físico, el costo será el mismo, más los gastos de envío, que es algo que ya no depende de nosotros).

Se ha tomado la decisión de que sean costos tan bajos, porque la idea es que sean accesibles, ya que el verdadero anhelo de esta iniciativa y las que están por venir, es la formación de todos en la filosofía clásica.

Desde ya agradezco a quienes deseen colaborar con este proyecto. 

Dios los bendiga a todos.




domingo, 5 de julio de 2015

El pensamiento humano después de Descartes


El pensamiento humano, después de Descartes,
rechaza ser medido y regulado por las cosas

Repliegue del espíritu humano sobre sí mismo, independencia de la razón respecto de lo sensible, independencia respecto de las naturalezas reales y, finalmente, cisma irremediable entre la inteligencia y el ser: he aquí cómo Descartes reveló el Pensamiento al pensamiento mismo.

Esta desnaturalización de la razón humana debía conducirnos a reivindicar para nuestra inteligencia la autonomía perfecta, la independencia absoluta. Pese a todos los desmentidos y a todas las miserias de una experiencia suficientemente humillante, esta reivindicación sigue siendo el principio secreto de la disolución de nuestra cultura y del mal del que el Occidente apóstata se empeña en morir.

Porque quiere para sí una libertad absoluta e indeterminada, es natural que el pensamiento humano, después de Descartes, rechace ser medido y regulado por las ‘cosas’ y eluda someterse a las necesidades inteligibles.

Libertad respecto de la ‘cosa’: he ahí la madre y nodriza de todas las libertades modernas, la más bella conquista del Progreso, que dispensándonos de toda regla nos somete a cualquier cosa.


La reforma cartesiana no es sólo el manantial del torrente de ilusiones y de fábulas que pretendidas claridades han arrojado sobre nosotros desde hace dos siglos y medio; también es responsable, en gran parte, de la gran futileza del mundo moderno, de esa extraña condición en que vemos a la humanidad, tan poderosa sobre la materia, tan hábil y astuta para dominar el universo físico, cuanto débil y desorientada ante las realidades inteligibles. 

(Texto tomado de la obra "Tres reformadores", de Jacques Maritain. A quien se le pueden criticar muchas cosas, pero no fragmentos como este)