domingo, 14 de julio de 2013
Teología de la perfección cristiana - 2 tomos
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LATÍN,
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sábado, 13 de julio de 2013
Sinopsis de la sagrada teología. De Tanquerey (latín)
viernes, 5 de julio de 2013
Noción de ente
Ente es «lo que es» (id
quod est). No es posible dar una definición estricta de ente, porque definir es
situar una realidad dentro de un concepto más amplio (su género); como decimos,
por ejemplo, que automóvil es un tipo de vehículo con motor, para pocas
personas, etc. Ente, en cambio, es el concepto que abarca todo género de realidades,
de manera que ya no cabe encuadrarlo en una noción más universal. A título de
descripción, se puede indicar el significado de ente como «lo que es», «lo que existe»,
«lo que es real», y así son entes un hombre, un pájaro, un avión. Este término,
sin embargo, no expresa exactamente lo mismo que «cosa», ya que procede del
verbo ser y designa a las cosas en cuanto son; así como viviente es el que
vive, cantante el que canta, o corredor el que corre.
En el lenguaje
ordinario, ente se utiliza raras veces y con un significado impreciso, para
aludir a algo que no conocemos bien, o que conocemos de un modo muy
indeterminado. En cambio este vocablo es más corriente en la terminología
jurídica, que habla de «entes morales» y de «entidades» para referirse a las
instituciones o sociedades jurídicamente reconocidas.
Es necesario eliminar
del término ente todo matiz de vaguedad. En metafísica ente tiene un
significado concreto y real: entes son las cosas que existen en el mundo.
Aunque en el habla común las llamamos seres, en el estudio de la filosofía es mejor
conservar el uso técnico de ente, para que así se pueda distinguir
adecuadamente del ser, que designa el acto del ente.
Se salva así la posible
ambigüedad de la palabra ser, que puede utilizarse como nombre y como verbo;
además, ente acentúa el carácter concreto e individual de las cosas existentes,
mientras ser, como todo infinitivo (leer, ver, etc.), tiene una significación todavía
indefinida.
La noción de ente no es
simple, sino que aparece compuesta por un sujeto (id quod) y un acto (est). En
esta noción intervienen dos elementos, a saber, algo que es, y el mismo “es” de
esa cosa. El «algo» (una persona, un barco, etc.) ejerce la función de sujeto,
es decir, de realidad a la que corresponde ser (así como el sujeto de la risa
es el que se ríe); el “es” señala el acto, la perfección propia de ese sujeto
(el reír es el acto de la persona que ríe).
Estos dos elementos constituyen
una unidad: al decir «ente» hacemos una referencia implícita al ser, aunque
todavía no formulemos el juicio «esto es» o «algo es»; a su vez, cuando oímos sólo
el verbo «es», echamos en falta, o se supone, el sujeto de ese acto. Ser y ente
se implican de manera recíproca.
En resumen podemos
afirmar:
1) Ente significa de
modo principal la cosa que es, y la designa precisamente en cuanto tiene el
ser.
2) Por eso, ente
significa de modo concomitante también el ser de esa cosa, el ejercicio del
acto de ser.
3) Ente indica, en
consecuencia, algo que existe en la realidad.
De manera derivada se
habla también de «ente de razón», que significa algo a modo de ente que es sólo
en la inteligencia humana; como por ejemplo, los personajes ficticios de una novela,
los seres que son producto de la fantasía, etc. Estos conceptos tienen un
cierto ser, que consiste en ser pensados por nuestra potencia intelectual. Se trata
simplemente de conceptos, o realidades mentales, sin existencia fuera del
entendimiento humano. Cuando decimos que algo es real, queremos indicar su contraposición
al ente de razón: un personaje real es un hombre no meramente pensado o soñado,
sino existente, de carne y hueso.
(tomado del libro cuya imagen encabeza la entrada)
(tomado del libro cuya imagen encabeza la entrada)
jueves, 4 de julio de 2013
Las consecuencias de la lujuria, por Melchor Cano
"...pues veamos ahora
cuántos son los males que deste solo mal proceden. Primeramente hace a los
hombres, hombres de noche, que como lechuzas u otros animales nocturnos, no
pueden alzar los ojos a ningún resplandor ni hermosura celestial. item, hácese
el hombre inconsiderado, que ni teme daño ni vergüenza, ni tiene respeto al
bien que pierde ni al mal en que incurre; porque el vicio a que está atado le
trae en torno cubierta la vista como a bestia de noria, o como a sansón los
filisteos, sacados los ojos en la tahona. finalmente, de tal suerte se ciega la
razón, que todo el afecto que se había de emplear en dios, se revuelve al
mundo, y todo el cuidado que se había de poner en el alma, se transpasa al
cuerpo; ni se sabe ya imaginar otro paraíso, salvo revolcarse en el cieno del
lujurioso deleite, é ya que alguna vez levanta el corazón a dios, es para le
demandar o gracias mundanas o bienes temporales; que otros ni los desea ni los
estima, y aún a las veces este abominable vicio trae al hombre a un fastidio de
dios y de las cosas divinas, y sólo aquello le cae en gracia, que no desdice a
sus torpes deseos. La lección de santos libros le aborrece, las buenas
prácticas le enfadan, la oración le da en el rostro, de la santidad propia
desespera, la ajena le amohina, los humanos consejos le importunan, las divinas
inspiraciones le remuerden. En fin, toda buena consideración le es molesta;
porque el miserable deleite le tiene tan captiva el alma, que le hace tener
odio a todo lo que pone embargo en los placeres de la carne; y así le pesa que
haya leyes en contrario, que haya infierno, que se le acuerden sus pecados, que
haya inmortalidad del alma y eternidad de siglo advenidero, con breve término y
conclusión de toda su felicidad presente. Donde viene que la fe no les es más
que una hiel en la miel de sus carnalidades, y cuando le representa, o la eterna
bienaventuranza de los buenos, o la perpétua mala ventura de los malos
malditos, cae en una mortal accidia, y comienza a vacilar en la firmeza de la
fe con una confusión de varios pensamientos, que es la babilonia, la cual
edificó el amor propio, cresciendo de día en día, hasta venir al desprecio de
dios y de sus divinos preceptos. tal es la cola desta mostruosa serpiente, que
luego tan halagüeño y blando rostro nos muestra. Tal es el remate del vicio de
la lujuria, que su poco a poco vino a asolar la fábrica de la virtud hasta los
fundamentos della."
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El buen combate de Mons. Lefebvre
Recordamos hoy a Monseñor Lefevbre, con dos citas suyas con plena vigencia. Mons. Lefebvre, requiescat in pace.
"Tratamos con personas que no tienen ninguna noción de la verdad, ni la menor idea de lo que puede ser una verdad inmutable. Es gracioso comprobar que esos mismos liberales relativistas que fueron los verdaderos autores del Vaticano II, ahora llegan a dogmatizar ese Concilio que sin embargo habían declarado pastoral, y quieren imponernos las novedades conciliares como doctrinas definitivas e intocables. Y se enfadan cuando les digo: “Ah, ¡vosotros decís que el Papa ya no escribiría hoy Quas Primas! ¡Vaya! yo os digo: tampoco se escribiría ya hoy vuestro Concilio; ya está superado. Vosotros os aferráis a él porque es vuestra obra; pero yo me atengo a la Tradición porque es obra del Espíritu Santo.” "
"Queda claro que lo que se nos pide sin cesar: entera sumisión al Papa, entera sumisión al Concilio, aceptación de toda la reforma litúrgica, va en un sentido contrario a la tradición, en la medida en que el Papa, el Concilio y las reformas nos alejan de la tradición, como los hechos lo prueban más y más a través de los años. Pedirnos eso, es pedirnos colaborar con la desaparición de la fe. ¡Imposible! Los mártires han muerto por defender la fe. ¡Tenemos los ejemplos de cristianos prisioneros, torturados, enviados a campos de concentración por su fe! Un grano de incienso ofrecido a la divinidad, y ya está, habrían salvado sus vidas. Me han aconsejado a veces: “¡Firmad, firmad que aceptáis todo y luego continuad como antes!” ¡No! ¡No se juega con la fe!"
Mons. Marcel Lefebvre, Le Destronaron. Del liberalismo a la apostasía. La tragedia conciliar, (Obras completas. Tomo 1) Voz en el Desierto, México D.F., 2002.
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