En el breve curso de introducción al pensamiento de santo Tomás de
Aquino que estamos tratando de llevar adelante por medio de YouTube, estamos ya
hace un tiempo en los terrenos de la física o filosofía de la naturaleza.
Lamentablemente nuestras ocupaciones nos han dificultado publicar con la
regularidad que quisiéramos.
Luego de presentar en términos generales la biografía del propio Tomás
de Aquino, dimos una mirada a sus obras, deteniéndonos particularmente en las
dos mayores: la Suma de teología y la Suma contra los gentiles. En seguida le
hincamos el diente a la lógica, repasando las tres operaciones de la
inteligencia: simple aprehensión, juicio y raciocinio. Pertrechados ya con ese
bagaje lógico, dimos un paso adelante e iniciamos con la exposición de la
filosofía de la naturaleza, verdadera puerta de entrada a la filosofía
propiamente dicha. Y aquí conviene hacer una aclaración.
Cuando alguien se interesa en la filosofía, puede ocurrir que ingrese a
su territorio por diversos caminos. Por ejemplo, puede ser que se ponga a
estudiar historia de la filosofía. Puede ocurrir también que le llamen la
atención los altos problemas de la metafísica o los intrincados asuntos que
aborda la filosofía del conocimiento. O si es psicólogo, como este servidor, se
interesará por leer el pensamiento antropológico de Tomás. También puede
ocurrir, como de hecho me sucedió al comienzo, que el tema que le apasione sean
los problemas de la lógica. De manera que podemos encontrar muchas puertas para
ingresar al territorio filosófico. Pero solo hay una Puerta, así, con ‘P’
mayúscula, y es la filosofía de la naturaleza, ¿por qué es esto así?
La filosofía de santo Tomás de Aquino (aclarando que Tomás no fue filósofo, sino teólogo, solo que un teólogo
que usó con excelencia las herramientas filosóficas), como continuadora del
pensamiento aristotélico, es una filosofía profundamente realista, es decir,
parte de la humilde aceptación/constatación de la existencia de lo real
extra-mental; y a partir de allí busca investigar las causas primeras de todo
lo existente. De tal manera que este realismo fundamental es como el sello
distintivo de su pensamiento. Entonces mal haríamos su quisiéramos estudiar su
pensamiento comenzando por las alturas metafísicas o epistemológicas, porque
esas alturas suponen el dominio suficiente de todo un universo conceptual
técnico, que encuentra su base y raíz, en los hallazgos primeros de la
inteligencia en el estudio de la filosofía de la naturaleza, ¿por qué? Porque
la filosofía de la naturaleza es aquella parte de la filosofía en la que
nuestra inteligencia se encuentra de frente con la realidad y hace sus primeros
análisis, saca sus primeras conclusiones y asienta sus primeros principios. Arrancar
por allí garantiza que los conceptos que más adelante serán utilizados cada vez
con mayor profundidad en asuntos metafísicos, tienen de base un contacto con lo
real y de allí han sido tomados. De lo contrario, se correrá siempre el riesgo
de construir hermosos castillos metafísicos, quizá aparentemente muy profundos
y sólidos, pero que carecen de base y se componen de conceptos cuyo contenido
ontológico no va más allá de las elucubraciones subjetivas del pensador de
turno. Idealismos varios.
Y de hecho sucede muy a menudo que toma uno un libro de “metafísica”,
escrito por alguno de esos autores que jamás hicieron la escuela de la
filosofía de la naturaleza, y nota uno cómo se pierden en elucubraciones casi
fantasiosas sobre la existencia, o sobre el ser, o nociones tales. No definen
los términos que usan, o si lo hacen, dichas definiciones son sacadas de la
sola imaginación calenturienta del "filósofo".
Muy distinta es la historia cuando el filósofo ha comenzado su andadura
por el humilde territorio de las realidades naturales o físicas, y ha
desarrollado como corresponde, una filosofía natural, es decir, una
profundización en las causas últimas del universo mutable que nos rodea.
Afianzado en el aparato conceptual así adquirido y pulido, el filósofo puede
luego penetrar en los terrenos de la psicología, de la ética, de la metafísica,
de la teología natural, con la seguridad que da el haber, desde el comienzo,
construido sobre terreno sólido.
De ahí que convenga mucho iniciar humildemente por el análisis filosófico
del mundo natural. En comparación con los altos asuntos de la metafísica puede
parecer un terreno “simple”, poco “elevado”. Pero, en realidad se trata de la
puerta de entrada a la filosofía, la única manera de garantizar una filosofía
realista, afincada en lo real y que se construye desde lo real.
Leonardo Rodríguez V.