domingo, 20 de septiembre de 2015

Sobre el ateísmo

En la sociedad actual Dios se ha vuelto algo secundario, de hecho habría que decir más bien que Dios se ha vuelto algo terciario, casi un accesorio indiferente, una opción. Tanto es esto así que ya ni siquiera tienen necesidad los ateos de esforzarse por convencer a nadie, puesto que ya casi todo el mundo, por sí solos, han caído en esa especie de ateísmo práctico que gobierna el tiempo presente.

Hay en términos generales dos tipos de ateísmo que es posible encontrar, el ateísmo teórico y el ateísmo práctico. De estos dos el más frecuente es el segundo.

El ateísmo teórico es aquél tipo de ateísmo que supuestamente es resultado del estudio de las ciencias, del progreso de la humanidad, etc. Entonces los ateos de este tipo son un grupo relativamente reducido, son profesores universitarios o miembros de esa curiosa clase de personajes que se hacen llamar a sí mismos "intelectuales". Estos están convencidos de que de una manera u otra los avances actuales de las ciencias por fin han 'demostrado' que Dios no existe y que el universo se explica solo, sin necesidad de ningún ser todopoderoso. Actualmente, por ejemplo, en EEUU hay un debate muy interesante entre este tipo de ateos y un importante grupo de creyentes, también profesores universitarios con flamantes títulos académicos, quienes sostienen que nada en la ciencia actual autoriza o justifica el ateísmo, antes bien sucede exactamente lo contrario, las más modernas teorías cosmológicas acerca del origen del universo apuntan claramente a un universo no eterno, por lo tanto con un principio y un potencial fin. Lo cual hace surgir de inmediato la pregunta acerca del origen primero del universo, dando por descontado el hecho de que nada puede crearse a sí mismo, pues de la nada nada se hace.

Pero el segundo tipo de ateísmo es más común, pues no requiere de grandes credenciales académicas, ni títulos de respetadas intituciones universitarias. Se trata de un ateísmo sencillo, fácil, cómodo, casi rutinario: el ateísmo práctico.

El ateísmo práctico es ese ateísmo que no se preocupa por buscar argumentos ni razones, sino que la persona que lo defiende se limita sencillamente a vivir de espaldas a la idea de Dios, es decir, se trata de personas que viven COMO SI DIOS NO EXISTIERA, sin preocuparse por averiguar mediante el estudio concienzudo del tema si están en lo correcto o no. Entonces es una postura cómoda, simple.

Y de estos ateos es de los que uno encuentra cientos en la vida diaria. Son personas que quizá en alguna época temprana de su vida tuvieron algo de fe, asistían a misa, rezaban un par de oraciones de vez en cuando, etc. pero en un punto de su vida (por lo general la adolescencia) dejaron ese poquito de fe que tenían por el camino y siguieron adelante como ateos prácticos, viviendo como si Dios realmente no existiera. 

Esta gente organizó su vida enteramente sin Dios, y si formaron una familia en su edad adulta se preocuparon por excluir a Dios también de allí. Y viven ya de tal manera sin Dios, que la sola idea de volver a darle cabida en su vida y en la de sus familias resulta impensable, prácticamente imposible, puesto que eso supondría tener que realizar cambios drásticos en su modo de ver la vida y de vivirla, y ya el peso de la costumbre es demasiado grande.

Siempre aconsejo a quienes preguntan de qué manera abordar a una persona atea que traten de averiguar primero a qué tipo de ateísmo se enfrentan. Si se trata de un ateísmo práctico personalmente intento antes de cualquier otra cosa hacer ver a la persona si estaría realmente dispuesta a cambiar aspectos centrales de su vida en el caso de que se convenciera de que Dios existe. Porque aunque parezca increíble hay personas que incluso sospechando que Dios posiblemente sí exista prefieren seguir creyendo que no, para no tener que cambiar nada. Por eso averiguar eso es el primer paso: ¿qué tendrías que cambiar en tu forma de vivir si fuera cierto que Dios existe?¿estarías dispuesto(a) a hacerlo?

Y en ambos casos, ateísmo teórico o práctico, rezar mucho, porque finalmente la fe es un don, no un logro de la inteligencia, por más argumentos que se le presenten.


Leonardo Rodríguez


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