¡Siempre es lo mismo!, la excusa de los 'derechos' se ha convertido en el estribillo preferido de aquellos que buscan llevar adelante lo que se ha denominado 'reingeniería social', es decir, un amplio movimiento de transformación social, que busca deshacerse en todos los ámbitos de la vida social, de la influencia de la moral cristiana, que ha sido el fermento social de 'occidente' durante los últimos 2 milenios, más o menos, con sus idas y venidas, con sus logros y sus fracasos.
De tal manera que el discurso de los derechos ha sido secuestrado en la práctica actual de los discursos sociales, para servir en adelante no tanto a la efectiva defensa de los mismos, sino a la imposición de ideologías espurias que de otra manera no podrían aspirar a la hegemonía cultural que están alcanzando en la actualidad. Adornarse con frases grandilocuentes sobre los derechos humanos, le otorga a nivel oratorio entre la masa, una legitimidad que no tienen por derecho propio, una legitimidad prefabricada y falaz.
El hecho es que la diputada ha alzado valientemente su voz, y como ella misma afirma, ha decidido hablar en nombre del derecho vulnerado de los padres de familia y también en nombre de los mismos niños, que no tienen ni voz ni voto en estos asuntos, y son convertidos por la ideología en conejillos de indias de sus experimentos sociales, cuando no de sus caprichos inconfesables.
En las redes sociales, que hoy son una especie de tribunal en donde o te convierten en un 'dios' o en un indeseable, no ha pasado inadvertido el hecho y desde hace ya varios días la diputada ha debido soportar una avalancha de improperios, amenazas y todo tipo de mensajes insultantes y soeces. Todo, como ella misma afirma, por atreverse a pensar distinto a lo mandado por los paradójicos pregoneros de la 'libertad de expresión'.
Pero resulta que a quienes hemos seguido el hecho desde el inicio, nos parece que, dejando de lado obviamente las vulgaridades que no vienen al caso a la hora de argumentar en contra o a favor de una tesis, los contradictores de la diputada cometen todas o al menos una de las siguientes falacias:
1) La falacia "ad hominem"
2) La falacia "ad baculum" y
3) La falacia "ad populum".
Veamos.
Una falacia, como es sabido, es un modo incorrecto de argumentar que, sin embargo, tiene apariencia de correcto y posee, por ello, fuerza suficiente para convencer. Cuando dicho error en el razonamiento es introducido de forma consciente por quien lo usa, se habla ya no de falacia, sino más bien de argumento sofístico, y a quien de él se vale para establecer sus ideas se le llama sofista.
1) La falacia "ad hominem" es un error argumentativo que consiste básicamente en que se deja de lado lo que la persona afirma, para atacar más bien a la persona misma, buscando desacreditarla y con ello desacreditar sus afirmaciones.
Este modo errado de argumentar lo hemos visto hasta el cansancio por estos días en contra de la diputada. En las redes sociales sus contradictores afirman que por ser cristiana, sus afirmaciones no tienen validez. De manera que se pretenden descalificar sus afirmaciones, con el "argumento" de que como es cristiana, seguramente está equivocada o ni siquiera debería pronunciarse sobre el tema.
Esta es una forma equivocada de argumentar, por la sencilla razón de que las cualidades personales de alguien no ponen nada, ni a favor ni en contra, de la validez de sus ideas. Éstas deben ser analizadas rigurosamente en su contenido conceptual, siendo esa la única manera de poder emitir un verdadero juicio sobre su valor.
Quienes atacan a la diputada de esta forma, solo muestran que carecen de argumentos sólidos y se ven obligados a recurrir a estas estratagemas para desviar la atención del público sobre lo que constituye el verdadero núcleo del asunto que está puesto en debate.
2) La falacia "ad baculum" es un error argumentativo que consiste básicamente en recurrir a la amenaza, la fuerza o la intimidación, en vez de analizar con rigor conceptual el contenido de las tesis que se quiere refutar.
Tan usado ha sido este falso argumento contra la diputada, que se ha visto ella en la necesidad incluso de recurrir a la Policía Nacional, en busca de protección para su integridad física y la de su familia, pues le han llovido amenazas de todo tipo.
Es quizá esta la peor forma de "argumentar", o más bien de no argumentar, pues consiste precisamente en una renuncia al argumento, en un rechazo evidente de las vías racionales en favor de la fuerza bruta.
Y no solo caben en esta categoría las amenazas directas de las que la diputada ha sido objeto, buscando presionar su silencio; sino que también es necesario ubicar aquí los ataques que le han dirigido calificándola como homofóbica, intolerante, fanática, etc. ¿Y por qué debemos ubicar en esta categoría dichos calificativos verbales? porque hoy se ha hecho común usar la fuerza emotiva que arrastran esas palabras, para con ellas desacreditar ipso-facto a todo aquél que se oponga a la reingeniería social que mencionamos al inicio. Y son palabras de tal fuerza y poder emocional, que aquél contra quien son usadas se siente realmente abrumado por el peso de la condena social que ellas imponen, a tal punto de que muchos prefieren el silencio, a afrontar el hecho de ser señalados con dichos adjetivos, con las consecuencias que ello supone en términos de ostracismo social y esas verdaderas crucifixiones mediáticas que deben soportar quienes son tildados homofóbico, intolerantes, fanáticos, etc.
Sin embargo no ha sido el caso de la diputada, quien ha decidido plantar cara al tsunami condenatorio que han lanzado contra ella, y ha decidido permanecer incólume en sus convicciones, convencida de que es su elevado deber obrar de esa manera, en beneficio de los niños y las familias.
3) La falacia "ad populum" es un error argumentativo que consiste básicamente en buscar inducir en el pueblo, es decir, en los oyentes, en el público en general, determinadas respuestas emocionales que favorezcan la aceptación de mis ideas. Es el "argumento" favorito de los demagogos de todos los tiempos.
En el caso de la diputada esta forma errada de argumentar se ha visto por montones. Haciendo uso del discurso de los 'derechos', la 'igualdad', el respeto por las 'diferencias', etc. Se ha buscado suscitar en el público el rechazo de las posturas defendidas por Ángela Hernández, haciendo ver como si dichas posturas fueran contrarias a todas aquellas bonitas palabras. Esto ha permitido a sus contradictores ganar terreno sin tener que argumentar realmente, pues la carga emocional de dichas palabras mágicas ha sido más que suficiente para levantar entre la masa una ola de indignación contra la diputada. La masa entiende poco de argumentos y es fácilmente guiada por la exaltación de la emotividad, esto lo saben bien los psicólogos sociales.
Pues bien, la unión de los tres anteriores modos falaces de 'argumentar', ha sido el combustible del movimiento que en pocos días ha logrado poner a la diputada en la picota pública, evitando al mismo tiempo, en una hábil maniobra sofística, abordar con tranquilidad el verdadero asunto que está en cuestión: la moralidad de la sociedad y el derecho inalienable de los padres a determinar la educación de sus hijos.
Con ese hábil movimiento del discurso, se ha pretendido anular a la diputada, crucificarla socialmente, levantar contra ella el rechazo y la condena pública; y todo ello sin necesidad de argumentar realmente contra sus posturas, que por el contrario han sido claras y directas. Verdaderamente es mucho más fácil hacer las cosas mal que bien, más fácil destruir que construir.
¡Vaya nuestro apoyo para la diputada!, que el coraje del que ha hecho gala hasta ahora la siga acompañando y que sus intervenciones lleven siempre el sello de la racionalidad y la altura, que eso la distinguirá de sus contradictores, quienes seguirán usando y abusando de todo tipo de triquiñuelas y subterfugios con tal de evadir la límpida exposición de las ideas, sabedores de que en dicho escenario sus posturas serían vencidas fácilmente a la luz de la realidad de las cosas y de la objetividad el razonamiento.
Leonardo Rodríguez
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