Respecto de la importancia suprema de cultivar una sólida vida sacramental y de oración ya está todo dicho, bastaría revisar algún escrito de un santo cualquiera para convencerse de esta enorme verdad: SIN ORACIÓN NADA SOMOS, porque la oración nos une a Dios y sin Dios NADA PODEMOS HACER. Lo ha dicho Él.
Lo anterior conviene recalcarlo porque, en medio de estas batallas culturales que nos toca hoy presenciar, en ocasiones tendemos a olvidarlo y a poner nuestra confianza en nuestras propias fuerzas, habilidades y recursos. Caemos de esa forma en una especie de naturalismo "católico", es decir, somos tentados con el pensamiento de que bastan nuestras propias fuerzas, nuestra habilidad con las ideas, con los libros, con la palabra, para hacer frente con éxito al tsunami de liberalismo devenido ya en nihilismo relativista o relativismo nihilista. Y no hay peor error que creer que sin Dios es posible la victoria.
Por el contrario, cultivar con seriedad una vida de oración es INDISPENSABLE para el éxito del apostolado que estemos realizando, sea este un apostolado de la caridad, de la prensa, de las conversiones individuales, de la arena política, cultural, etc. En todo apostolado realmente católico el motor ha de ser siempre la oración, la unión con Dios y la vida sacramental. No hay otro camino.
Jn: 15,5 Ego sum vitis, vos palmites: qui manet in me, et ego in eo, hic fert fructum multum, quia sine me nihil potestis facere.
Lo ha dicho Él y no hay razón para creer que dicha sentencia admita excepciones.
Leonardo Rodríguez
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