A propósito del escrito anterior, antes de proseguir quisiéramos compartir algunos extractos textos de papas de la época de la revolución liberal, en los cuales los pontífices ponen en evidencia la intrínseca perversidad del liberalismo y su absoluta incompatibilidad con la fe católica.
Asimismo señalan los papas las principales "libertades modernas" como enemigas de la concepción católica de la vida.
Aquí los textos:
Gregorio XVI - Papa de 1831 a 1846
Encíclica 'Mirari vos'
Tristes, en verdad, y con muy
apenado ánimo Nos dirigimos a vosotros, a quienes vemos llenos de angustia al
considerar los peligros de los tiempos que corren para la religión que tanto
amáis. Verdaderamente, pudiéramos decir que ésta es la hora del poder de las
tinieblas para cribar, como trigo, a los hijos de elección. Sí; la tierra está
en duelo y perece, inficionada por la corrupción de sus habitantes, porque han
violado las leyes, han alterado el derecho, han roto la alianza eterna. Nos
referimos, Venerables Hermanos, a las cosas que veis con vuestros mismos ojos y
que todos lloramos con las mismas lágrimas. Es el triunfo de una malicia sin
freno, de una ciencia sin pudor, de una disolución sin límite. Se desprecia la
santidad de las cosas sagradas; y la majestad del divino culto, que es tan
poderosa como necesaria, es censurada, profanada y escarnecida: De ahí que se
corrompa la santa doctrina y que se diseminen con audacia errores de todo
género. Ni las leyes sagradas, ni los derechos, ni las instituciones, ni las
santas enseñanzas están a salvo de los ataques de las lenguas malvadas.
Se combate tenazmente a la Sede
de Pedro, en la que puso Cristo el fundamento de la Iglesia, y se quebrantan y
se rompen por momentos los vínculos de la unidad. Se impugna la autoridad
divina de la Iglesia y, conculcados sus derechos, se la somete a razones
terrenas, y, con suma injusticia, la hacen objeto del odio de los pueblos
reduciéndola a torpe servidumbre.
Se niega la obediencia debida a
los Obispos, se les desconocen sus derechos. Universidades y escuelas resuenan
con el clamoroso estruendo de nuevas opiniones, que no ya ocultamente y con
subterfugios, sino con cruda y nefaria guerra impugnan abiertamente la fe
católica. Corrompidos los corazones de los jóvenes por la doctrina y ejemplos
de los maestros, crecieron sin medida el daño de la religión y la perversidad de
costumbres. De aquí que roto el freno de la religión santísima, por la que
solamente subsisten los reinos y se confirma el vigor de toda potestad, vemos
avanzar progresivamente la ruina del orden público, la caída de los príncipes,
y la destrucción de todo poder legítimo. Debemos buscar el origen de tantas
calamidades en la conspiración de aquellas sociedades a las que, como a una
inmensa sentina, ha venido a parar cuanto de sacrílego, subversivo y blasfemo
habían acumulado la herejía y las más perversas sectas de todos los tiempos.
...
INDIFERENTISMO
Otra causa que ha producido
muchos de los males que afligen a la iglesia es el indiferentismo, o sea,
aquella perversa teoría extendida por doquier, merced a los engaños de los
impíos, y que enseña que puede conseguirse la vida eterna en cualquier
religión, con tal que haya rectitud y honradez en las costumbres. Fácilmente en
materia tan clara como evidente, podéis extirpar de vuestra grey error tan
execrable. Si dice el Apóstol que hay un solo Dios, una sola fe, un solo
bautismo, entiendan, por lo tanto, los que piensan que por todas partes se va
al puerto de salvación, que, según la sentencia del Salvador, están ellos
contra Cristo, pues no están con Cristo y que los que no recolectan con Cristo,
esparcen miserablemente, por lo cual es indudable que perecerán eternamente los
que no tengan fe católica y no la guardan íntegra y sin mancha; oigan a San
Jerónimo que nos cuenta cómo, estando la Iglesia dividida en tres partes por el
cisma, cuando alguno intentaba atraerle a su causa, decía siempre con entereza:
Si alguno está unido con la Cátedra de Pedro, yo estoy con él. No se hagan
ilusiones porque están bautizados; a esto les responde San Agustín que no
pierde su forma el sarmiento cuando está separado de la vid; pero, ¿de qué le
sirve tal forma, si ya no vive de la raíz?
...
LIBERTAD DE CONCIENCIA
De esa cenagosa fuente del
indiferentismo mana aquella absurda y errónea sentencia o, mejor dicho, locura,
que afirma y defiende a toda costa y para todos, la libertad de conciencia.
Este pestilente error se abre paso, escudado en la inmoderada libertad de
opiniones que, para ruina de la sociedad religiosa y de la civil, se extiende
cada día más por todas partes, llegando la impudencia de algunos a asegurar que
de ella se sigue gran provecho para la causa de la religión. ¡Y qué peor muerte
para el alma que la libertad del error! decía San Agustín. Y ciertamente que,
roto el freno que contiene a los hombres en los caminos de la verdad, e
inclinándose precipitadamente al mal por su naturaleza corrompida, consideramos
ya abierto aquel abismo 22 del que, según vio San Juan, subía un humo que
oscurecía el sol y arrojaba langostas que devastaban la tierra. De aquí la
inconstancia en los ánimos, la corrupción de la juventud, el desprecio -por
parte del pueblo- de las cosas santas y de las leyes e instituciones más
respetables; en una palabra, la mayor y más mortífera peste para la sociedad,
porque, aun la más antigua experiencia enseña cómo los Estados, que más
florecieron por su riqueza, poder y gloria, sucumbieron por el solo mal de una
inmoderada libertad de opiniones, libertad en la oratoria y ansia de novedades.
...
LIBERTAD DE IMPRENTA
Debemos también tratar en este
lugar de la libertad de imprenta, nunca suficientemente condenada, si por tal
se entiende el derecho de dar a la luz pública toda clase de escritos;
libertad, por muchos deseada y promovida. Nos horrorizamos, Venerables
Hermanos, al considerar qué monstruos de doctrina, o mejor dicho, qué sinnúmero
de errores nos rodea, diseminándose por todas partes, en innumerables libros,
folletos y artículos que, si son insignificantes por su extensión, no lo son
ciertamente por la malicia que encierran; y de todos ellos sale la maldición
que vemos con honda pena esparcirse sobre la tierra. Hay, sin embargo, ¡oh dolor!,
quienes llevan su osadía a tal grado que aseguran, con insistencia, que este
aluvión de errores esparcido por todas partes está compensado por algún que
otro libro, que en medio de tantos errores se publica para defender la causa de
la religión. Es de todo punto ilícito, condenado además por todo derecho, hacer
un mal cierto y mayor a sabiendas, porque haya esperanza de un pequeño bien que
de aquel resulte. ¿Por ventura dirá alguno que se pueden y deben esparcir
libremente activos venenos, venderlos públicamente y darlos a beber, porque
alguna vez ocurre que el que los usa haya sido arrebatado a la muerte?
...
L.R
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