Considera cómo luego que el alma haya salido del
cuerpo será presentada al divino tribunal. El Juez es un Dios Todopoderoso
ultrajado por ti y sumamente airado: los acusadores son los demonios, tus
enemigos; el proceso, tus propios pecados; la sentencia, inapelable; la pena,
el infierno. Ya no hay compañero, ni parientes ni amigos; entre Dios y tú ha de
discutirse la causa, entonces descubrirás la fealdad de tus pecados, y no
podrás disculparte, como lo haces ahora. Serás examinado sobre tus culpas de
pensamiento, palabra, complacencia, obra, omisión y escándalo: todo se ha de pesar
en la balanza de la justicia, y en cualquier cosa que te hallares falto,
estarás perdido. Jesús mío y Juez mío, perdonadme antes de que lleguéis a
juzgarme.
Considera cómo la Divina Justicia juzgará a todas las
gentes en el valle de Josafat, cuando, acabado el mundo, resuciten los cuerpos
para recibir con las almas el premio o la pena según sus obras. Considera que,
si te condenas, volverás a tomar este mismo cuerpo que ha de servir de eterna
prisión a tu desdichada alma. En aquel encuentro se maldecirán mutuamente el
alma y el cuerpo, de modo que así como ahora se ponen de acuerdo para buscar
placeres vedados, se juntarán entonces para ser verdugos el uno del otro. Por
el contrario, si te salvas, tu cuerpo resucitará hermoso, impasible y
resplandeciente, y en el alma y cuerpo serás hecho digno de la vida
bienaventurada. Así pasa la escena de este mundo, desaparecerán entonces las
grandezas, los placeres, las pompas de esta tierra, y solo quedarán las dos
eternidades, una de gloria, otra de pena; una dichosa, otra infeliz; una de
goces, otra de tormentos. Desdichado entonces el que haya amado al mundo y por
los miserables gustos de esta vida lo haya perdido todo: alma, cuerpo,
bienaventuranza y Dios.
Considera la sentencia eterna: Cristo juez se volverá
contra los réprobos y les dirá: "Ingratos, todo se acabó para vosotros; ya
ha llegado mi hora, hora de verdad y de justicia, hora de ira y de venganza;
habéis amado la maldición, venga ésta sobre vosotros, y seáis malditos en el
tiempo y en la eternidad. Apartaos de mi presencia; id, privados de todo bien,
cargados de toda pena, al fuego eterno". Después Jesús se volverá a los
escogidos, y dirá: "Venid, vosotros, a poseer el reino de los cielos que
os está preparado; venid, no a llevar la cruz en pos de mí, sino a participar
de mi corona; venid a heredar mis riquezas compañeros de mi gloria; venid a
alabar para siempre mis misericordias; venid del destierro a la patria, de las
miserias al gozo, de las lágrimas al consuelo, de las penas al eterno
descanso".
¡Oh Jesús mío, espero ser también yo uno de estos
afortunados, bendecidme ahora y bendecidme Vos también, oh dulce Madre mía
María!
(Tomado de "Verdades eternas")
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