El lenguaje es quizá, después de la realidad misma y de la moral, lo más golpeado por el relativismo sofista. Normalmente estamos acostumbrados a creer que al nombrar algo, como una planta o un carro o un hombre o una virtud estamos efectivamente refiriéndonos a cosas que existen en la realidad, es decir, en forma independiente a nosotros, como explicábamos en la entrada anterior. Esta es la creencia común. Es lo que siempre se ha creído. A nadie se le ocurriría pensar que cuando hablamos nuestras frases no se refieren a la realidad sino a construcciones mentales de cada uno sin ningún vínculo con el mundo real. Cuando decimos “esta silla es blanca”, queremos significar que independientemente de mí, incluso si yo desapareciera y desaparecieran conmigo todos los seres humanos esa silla aún existiría y seguiría siendo blanca; pero de ninguna manera queremos decir “a mí me parece que esta silla es blanca, pero también es negra, roja, verde, azul, todo depende de la opinión de cada uno”.
Pues bien; precisamente esa segunda opción es la opción relativista para el lenguaje. Recordemos que una de las tesis de Gorgias es que no podemos comunicar la verdad aunque la conociéramos. De manera que para Gorgias el lenguaje (escrito, oral,) no es un medio que usemos para “decir” la realidad, sino que es tan sólo un instrumento útil para las sociedades, útil para convencer, útil para persuadir a otros, útil para solucionar problemas inmediatos, útil para hacer reclamaciones y exigencias, etc. Pero jamás útil para reflejar la realidad ni comunicarla entre nosotros.
Fijémonos un poco; el problema no es tan simple como parece, porque alguno podría decir: “bueno y ¿en que me afecta a mí que el lenguaje no transmita realidad sino que sea tan sólo un elemento útil para nuestra vida en sociedad?” en mucho querido amigo. Te contesto con otra pregunta: ¿Qué pasaría si lleváramos esta teoría hasta sus últimas consecuencias y dijéramos que existen tantos lenguajes como individuos?¿qué pasaría si dijéramos que cada individuo construye su lenguaje y es libre de dar a cada vocablo el sentido que le dé la gana pues nadie tiene derecho a imponer a las palabras un sentido específico? ¿Qué pasaría si las palabras no refirieran a la realidad sino a lo que cada uno quisiera? Pues pasaría que habríamos llegado al fin de la sociedad humana. Al no existir comunicación cada hombre se convertiría en un individuo aislado, solitario, encerrado en sí mismo sin posibilidad de contacto.
Alguno se preguntará por qué la sociedad aún funciona si es verdad, como hemos venido sosteniendo, que estamos en el reinado del relativismo. La respuesta es más o menos la siguiente: ante todo hay que tener en cuenta la radical incoherencia del corazón humano. Raras veces los seres humanos somos capaces de llevar hasta el extremo las teorías que decimos sostener; por lo general nos quedamos en puntos medios o mediocres y tendemos a sentir miedo de los extremos. Abunda por el mundo la gente que es buena a medias o mala a medias y son escasos los que se atreven a ser buenos del todo o malos de todo.
Por otra parte, de un tiempo para acá sobre todo luego de la segunda guerra mundial y aún más luego de la caída, al menos pública, del comunismo soviético muchos intelectuales empezaron a promover la idea de que en adelante y hacía el futuro la humanidad debía concentrarse más en las cosas en común que en las diferencias, pues el nazismo, el comunismo, el racismo, etc. Nos habían enseñado con mucha claridad cuál era el destino de todas esas visiones del mundo que pretendían ser las únicas verdaderas. De manera que ahora, en vez de construir sistemas intolerantes, exclusivistas, cerrados; lo que se debía hacer era construir un universo sin diferencias donde los hombres nos pusiéramos de acuerdo en lo esencial, donde todos pensaran más o menos lo mismo, donde hubiera un consenso o acuerdo general acerca de algunos temas y que el resto de aspectos como ideas morales, ideas religiosas, ideas metafísicas quedaran reducidas a una mínima influencia social, aspirando a que llegara el momento en que fueran extinguidas totalmente.
En este panorama podemos usar de ejemplo las teorías del filósofo alemán Jurgen Habermas. Este filósofo propone el abandono de la búsqueda de la verdad y en su lugar dedicarnos sólo a lograr consensos sociales suficientes para la existencia de la sociedad. También están las teorías de algunos filósofos estadounidenses pertenecientes a una corriente dedicada al análisis del lenguaje, cuya idea central es la misma que defendía Gorgias hace más de 2500 años, el lenguaje no transmite la realidad de las cosas, sino que es tan sólo una construcción subjetiva útil para la vida en sociedad. Veremos esto con más detenimiento en otra entrada.
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1 comentario:
no hay que olvidar que tambien se busca el consenso en lo político. el afan estadounidense por implantar su concepciónd e la democracia, fuertemente permeado por el ultracapitalismo y el neoimperialismo son prueba de que en la actualidad se busca la construcción de un nuevo estado de cosas internacional, donde la única idea dominante sea la concepción democratista de la vida.
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