Cerrábamos el artículo anterior haciendo algunas afirmaciones que a lo mejor habrán parecido bastante extrañas a muchos lectores: que el relativismo ético tiene su cuna en la edad media y que su progenitor fue nada más y nada menos que un monje franciscano llamado Guillermo de Ockham. Alguien preguntaba si se trataba del mismo que es mencionado en la novela “El nombre de la rosa”, y la respuesta es que sí; de hecho esa novela tiene como trasfondo “histórico-ideológico” la irrupción del movimiento nominalista del que tendremos que hablar en varias oportunidades.
Y es que no es sencillo comprender cómo precisamente en la edad media, época de marcada orientación teocéntrica, pueda haber nacido algo como el relativismo ético tan contrario al cristianismo, y lo que es aún más extraño, que su autor fuera un monje y encima franciscano. ¿Cómo fue que esto tuvo lugar? La respuesta puede ser fácil o difícil. Sería fácil limitarnos a decir que Ockham defendió unas teorías filosóficas que tenían como consecuencia, entre otras, el relativismo ético. La respuesta difícil haría necesario un viaje a través de las teorías ockhamistas para buscar el punto exacto en el que el pensador franciscano abandona las tesis clásicas sobre la metafísica, para dar inicio a sus propias ideas, que terminan por llevarle a los resultados antiéticos que ya mencionamos.
Este trabajo ya ha sido hecho por algunos especialistas en la materia, y a lo mejor más adelante dediquemos algunos artículos a la exposición de ese interesante tema.
No sabemos hasta qué punto Ockham fue consciente de lo que estaba haciendo, pensamos que al ser monje no se proponía derrumbar la moral cristiana, sin embargo, la verdad es que de sus teorías arranca el derrumbe de la ética, pues al atacar Ockham la validez de los conocimientos metafísicos elimina al mismo tiempo la posibilidad de un conocimiento acerca de la naturaleza humana, que es la fuente de la ética, como hemos dicho ya en repetidas ocasiones.
Para retomar nuestros ejemplos digamos que Ockham enseña que es mentira que se pueda leer el manual del usuario, dice que nuestros ojos sirven para otras cosas, pero no para leer el manual del usuario. La pérdida de la orientación metafísica trae consigo la pérdida de la objetividad de la ética, pues precisamente la ética, como ya dijimos, tiene su fundamento en la naturaleza humana, pero ¿qué pasa si se declara incognoscible esta naturaleza? Pues pasa que la ética pierde su base y en adelante sólo puede ser construida desde la subjetividad del “todo vale”, pues nada existe.
Lo importante es comprender que en la actualidad se ha cambiado el fundamento de la ética. Antes la naturaleza humana era la guía, de manera que lo natural era bueno y lo antinatural era malo. Por eso a las conductas malas se les llamaba conductas “contra naturam” o sea contra la naturaleza, por ejemplo: la homosexualidad es contra naturam, el aborto es contra naturam, el divorcio es contra naturam, etc.
En la época moderna el nuevo fundamento de la ética es la libertad. Enseñan que dada la imposibilidad de conocer la naturaleza humana para tomarla como guía lo único que queda es seguir en lo ético la libertad individual, pues es lo único de lo que no se puede dudar, de que somos libres.
Este nuevo punto de partida para la ética no sería tan dañino si no fuera por la idea que tienen de lo que es la libertad.
¿Qué es la libertad?
La libertad es una característica de la voluntad humana, por medio de la cual ésta goza de indiferencia para obrar o no obrar o para obrar esto o lo otro (Libertad de ejercicio y libertad de determinación). Pero entendiéndose siempre que el actuar voluntario se mueve en el terreno de los bienes, pues sólo el bien mueve el apetito. Y entendiéndose además que dado que existen bienes reales y bienes aparentes, el hombre debe buscar siempre los bienes reales, los cuales son justamente aquellos que se ajustan a su naturaleza, pues siempre se busca lo que conviene a cada cual y sólo por error se elige lo que daña.
Por eso la libertad ha sido definida como: la facultad de moverse en el bien.
Pero no es esta la idea moderna de libertad. Actualmente se entiende por libertad la total espontaneidad de la conducta. La conducta humana libre es aquella que se realiza sin tomar en cuenta preceptos, normas, leyes, valores, principios, sino totalmente desligada de toda atadura, en perfecta independencia de todo. Lo bueno, lo malo, lo correcto, lo incorrecto, lo natural, lo antinatural, son todas palabras sin sentido para el hombre moderno, el cual cree que ser libre consiste en guiarse sólo por los propios gustos, por las propias preferencias, por el capricho del momento. Es la libertad entendida como total desvinculación. Es la libertad absoluta.
¿Cuál es la diferencia más notable entre ambas libertades, la de antaño y la moderna?
Que la libertad de nuestros abuelos, mantenía un estrecho vínculo con el orden de la moralidad y de los bienes, siendo su guía el conocimiento de la naturaleza humana. El hombre se encontraba así ante un orden natural en cuyo seguimiento encontraba su perfección humana, y si se apartaba de él se degradaba como persona. La dignidad humana estaba en la facultad de seguir voluntaria y libremente, este orden dado por el creador a su criatura.
La libertad de los modernos olvida este orden de cosas. Concibe al hombre como ser perfectamente autónomo, con la facultad de construir por sí mismo el orden de la moralidad. Con la facultad de decidir qué es lo bueno y qué es lo malo.
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