Según el psiquiatra español Enrique Rojas vivimos actualmente en medio de una sociedad enferma; y no deja de ser curioso que se hable de la “enfermedad” de una sociedad, cuando lo normal es oír hablar de individuos enfermos y no de sociedades enfermas. Pero parece que en nuestro tiempo hay ciertas conductas o modos de comportarse y de ver la vida que se han hecho tan generales, que se han expandido tanto, que bien se puede decir que es la mismísima sociedad como tal la que se halla enferma.
Y ¿cuál es esa enfermedad que afecta a la sociedad actual? La respuesta de Rojas es clara y reduce la enfermedad a 4 fuentes principales: hedonismo, consumismo, permisividad y relativismo. Haberse entregado al culto de estas nuevas divinidades ha convertido al hombre en un ser “sin sustancia, sin contenido, entregado al dinero, al poder, al éxito material…”.
Afirma Rojas que una de las características de este nuevo tipo de hombre moderno es un “gran vacío moral” y el “no ser feliz, aun teniendo materialmente casi todo”. Las altísimas cifras de drogadicción y suicidio en los países más “desarrollados” son sólo un efecto de este vació moral de fondo que acompaña al hombre actual.
Pero volvamos a esas 4 fuentes señaladas por Rojas. La primera de ellas es el hedonismo; esta es una palabra que proviene del griego “Ἡδονή” y significa placer. De manera que hedonismo es aquella ideología que postula como fin de la vida humana el logro del placer a toda costa, especialmente del placer físico y dentro de este del placer sexual.
Un hedonista es una persona cuyo único o principal objetivo de vida es experimentar placeres de todo tipo. Sin importarle para nada cualquier “moral” que pudiera limitar su estilo de vida. Por ello no es extraño que entre las personas que han hecho del hedonismo su forma de vida estén los más duros críticos de la moral. En cierta forma se puede decir que es una manera de defender su estilo de vida en el sentido de que han decidido vivir de cierta forma y luego se dedican a buscar argumentos para defender su decisión. Alguien me decía hace un tiempo que no era raro que entre los enemigos del cristianismo, entre los que más lo critican, se encontrara gente divorciada, lesbianas, gays, gente que había abortado, etc.
Y este hedonismo es psicológicamente hablando como una especie de cáncer para el carácter de la persona. La inteligencia y la voluntad son las dos potencias superiores del hombre, de ellas depende principalmente la estructuración de la personalidad, ya que el hombre es un ser en quien todos sus componentes psíquicos están llamados a edificarse en estricta dependencia del bien y de la verdad, que son precisamente los objetos de las potencias superiores. Y al mismo tiempo hay que decir que del desorden de las potencias superiores vienen las personalidades fallidas, los hombres vacíos como dice Enrique Rojas.
Precisamente es aquí donde el hedonismo ejerce su nefasta influencia. La inteligencia sufre una especie de instrumentalización al servicio del placer; la inteligencia está llamada a conocer la verdad, la realidad de las cosas. Pero el hedonista le da un funcionamiento diferente poniéndola enteramente al servicio de la búsqueda del placer. Para usar una comparación diríamos que sucede como si tomáramos una camisa de Armani y la utilizáramos para limpiar los trastes de la cocina. Y sucede que una inteligencia instrumentalizada se habitúa a su instrumentalización y se hace con el tiempo sorda al llamado de la realidad, sumida por completo en la búsqueda del placer y alejada de todo rastro de nobleza verdaderamente humana.
Con la voluntad sucede algo semejante; la voluntad es nuestra potencia de acción. Mediante ella obramos. Y su objeto es siempre el bien, algún bien. Pero al ser una potencia de naturaleza espiritual no está limitada por este o aquel bien material y finito sino que aspira al bien inmaterial e infinito y sólo en él encuentra su paz. Es por eso que ningún bien terreno parece saciar nunca el apetito de los hombres. Pero el hedonista toma esta noble facultad y al igual que hace con la inteligencia la pone bajo el yugo del placer, de manera tal que el individuo en adelante sólo actúa en pos del placer olvidándose de los verdaderos bienes de la persona humana que son de naturaleza trascendente, como ha afirmado la humanidad en todos los tiempos.
Y como resultado de estas dos grandes perversiones, la de la inteligencia y la de la voluntad, tenemos el hombre moderno y la sociedad moderna. No es entonces raro que un psiquiatra pueda hoy afirmar que estamos en medio de una sociedad enferma y que una de las causas de esa enfermedad es el hedonismo. Corrompidas la inteligencia y la voluntad se esfuma por consiguiente toda posibilidad de ver reinar en las sociedades la verdad y el bien. No tiene entonces nada de raro este verdadero “tsunami” de errores y de males que al presente nublan la vida de los hombres del siglo XXI.
En próximos artículos veremos las otras fuentes de la enfermedad social actual, salvo el relativismo del cual ya nos hemos ocupado anteriormente.
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