sábado, 15 de diciembre de 2012

9 consecuencias de la revolución francesa


Consecuencias funestas de la revolución francesa, por Miguel Poradowski:


1.        La destrucción del régimen tradicional corporativo-feudal.

2.        La consciente descristianización de toda la cultura y de todas las costumbres.

3.        La colocación del hombre en lugar de Dios, es decir, un cambio radical en la cosmovisión: el paso del teocentrismo bíblico tradicional al antropocentrismo pagano y, poco después, a un antropocentrismo radicalmente ateo, absolutista y autosuficiente.

4.        Como consecuencia de ello, surge el culto del hombre y la Declaración de los Derechos Humanos.

5.      La introducción del concepto del «contrato social» como base de la sociedad, junto con el liberalismo y el individualismo, ideologías aplicadas a todos los aspectos de la vida social, económica, política y cultural, especialmente en el nuevo orden jurídico.

6.        La adaptación, como régimen político, de la democracia rousseauniana, en la cual el poder y la soberanía residen en el «pueblo», sujeto de la «voluntad general», la cual degenera en un absolutismo tiránico y despótico y es generadora e inspiradora de las cuatro corrientes del comunismo revolucionario que aparecen en sucesión cronológica, a saber: la primera, de Rabaut, aplicada a la cultura (1789), siendo su autor el precursor de Gramsci; la segunda, del materialismo histórico de Barnave (1792), el precursor efe Karl Marx; la tercera, de los Rabiosos (1793), precursores de los trotskistas; la cuarta, la igualitaria de Babeuf (1796), el precursor de Lenin. Todas ellas desembocan en el totalitarismo.

7.        La radical secularización de la sociedad y de la cultura, realizada bajo el atrayente lema, sacado del Evangelio, de Libertad, Igualdad y Fraternidad.

8.        La soberbia pretensión de construir una sociedad radicalmente secular, laica, absolutamente autosuficiente, es decir, una sociedad que prescinda de Dios e, incluso, se declare contra Dios; una universal Civitas mundi, modernizada con el culto de sus principales ídolos: de la Razón, de la Ciencia, de la Tecnología y del Bienestar; una Ciudad (Estado-Mundial) afincada sólo aquí, en la Tierra, en lo temporal, y por tanto materialista, inmanentista, adoradora de sí misma, y que, llegando al comunismo, puede alcanzar su plenitud y perfección.

9.        Se trata, pues, de una herencia dinámica, concebida más bien como una tarea a hacer, a cumplir, a realizar plenamente; un legado para las generaciones futuras, y que la Revolución francesa realiza sólo parcialmente, dejando a la posteridad su realización completa, considerándose a sí misma una Revolución permanente, mundial y universal.


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