Jamás falta el ánimo a quien
quiere. No solo esto, sino que siempre
tiene mucha fuerza el que es fiel a la gracia. No hay que atribuir nuestra
flaqueza y nuestra cobardía sino a nuestra falta de resistencia. Los santos no
tuvieron ni menos estorbos, ni menos poderosos enemigos que nosotros; pero fueron
más perseverantes en la oración, más fieles a la gracia, y tuvieron mayor
confianza en Dios.
¡Qué maravillas no haría cada uno
de nosotros en su estado, si solamente siguiera las inspiraciones del Espirita
Santo, si la gracia fuera el móvil de todas sus acciones, si no tuviera otro
principio que la mayor gloria de Dios! Pero es muy poco lo que hacemos porque tenemos demasiada
parte en todo lo que obramos.
Es cosa verdaderamente admirable
que tanta diversidad, tanto número de gentes hubiesen conspirado contra san Esteban;
pero nunca la muchedumbre se declaró por la piedad. Mas, ¿y qué puede esta misma
muchedumbre contra la virtud verdadera? Envidias, celos, calumnias, autoridad,
tarde o temprano todo cede a la prudencia cristiana, aunque no todo se rinda.
Empléense en hora buena todos los
artificios para desacreditar, para deslucir, para oprimir a los justos, no se les
tocará ni un pelo, porque están contados por el Señor todos los cabellos de su
cabeza. La más fea malicia solo conseguirá rabiar ella de despique, arrojar espumarajos,
y dar diente con diente de pura cólera. Fue apedreado san Esteban, es verdad;
¿pero qué importa, si al mismo tiempo estaba viendo los cielos abiertos; si
logró tener a Jesucristo por testigo de su combate; si estaba mirando en la
gloria al mismo Dios que iba a ser la recompensa de sus trabajos? ¿Se puede por
ventura decir que se pierde la vida cuando se da a tan alto precio? ¡Ah, y
cuánta verdad es que un volver los ojos hacia el cielo es capaz de extinguir
todo el fuego de la persecución más sangrienta! Nunca está lejos Jesucristo de los
que combaten por él. Y quien combate a vista de tan generoso dueño, ¿qué tendrá
que temer? Fácilmente se perdonan las injurias cuando se tiene presente a Jesucristo.
TOMADO DEL "AÑO CRISTIANO" DE CROISSET.
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