Empezando por Lutero, verdadero
fundador del Protestantismo, he aquí cómo se expresa hablando de sí mismo.
Confiesa que "cuando era católico pasaba su vida en la austeridad, en las
vigilias, en los ayunos y en la oración, guardando siempre pobreza, castidad y
obediencia”. Pero una vez hecho reformador, o sea protestante, se convirtió en
un hombre enteramente distinto. En prueba de ello, continúa diciendo: "que
así como no depende de su voluntad el no ser hombre, tampoco está en su mano
vivir sin mujer, y que no puede prescindir de ella, como no puede dejar de satisfacer
las más bajas necesidades de la naturaleza”.
Veamos ahora el juicio que
formaba de él su contemporáneo Enrique VIII, quien a pesar de hallarse preso en
las mismas redes, y de haberse dejado arrastrar por los mismos vicios hasta
caer en la apostasía, llega a escandalizarse del libertinaje de Lutero:
"Ya no me admiro de que verdaderamente no tengas vergüenza, y te atrevas a
levantar los ojos ante Dios y ante los hombres, por haber sido tan ligero y
voluble, que te dejaras llevar por instigación del demonio a tus más insensatas
concupiscencias. Tú, fraile de san Agustín, has abusado, en primer lugar, de una
virgen sagrada, que en otros tiempos habría expiado su delito con ser sepultada
viva, y tú con ser azotado hasta morir. Y lejos de arrepentirte ¡cosa
execrable! la has tomado públicamente por mujer, contrayendo con ella nupcias
incestuosas, y abusando de la pobre y miserable doncella con escándalo del
mundo, con reprobación y oprobio de tu nación, con desprecio del santo matrimonio
y con injuria y vilipendio de los votos hechos a Dios. Finalmente, ¡y es lo más
execrable! en vez de sentirte abatido y lleno de sentimiento y de vergüenza por
tu incestuoso matrimonio, tú, ¡miserable! haces alarde de eso, y en vez de
implorar el perdón de tus miserables delitos, provocas con tus cartas y
escritos a todos los religiosos a que hagan otro tanto lo mismo”.
Conrado Reiss, de la secta de los
sacramentarios, y contemporáneo también de Lutero, decía de él: "Dios,
para castigar el orgullo y la soberbia que se descubre en todos los escritos de
Lutero, ha retirado de él su Espíritu, y le ha entregado al espíritu del error
y de la mentira, que siempre poseerá a los que siguen sus opiniones mientras que
no se retracten de ellas”.
No muy diferente es la pintura
que hace del doctor de Wittemberg la llamada iglesia de Zurich, respondiendo a
la Confesión de Lutero en la página 61: "Lutero, dice, nos mira como una
secta execrable y condenaba; mas mire bien si no es él quien se declara
heresiarca, por lo mismo que no quiere ni puede asociarse a los que confiesan a
Jesucristo. ¿Y cómo no, cuando es un hombre que se deja arrastrar por el
demonio a toda clase de torpezas? ¡Qué sucio es su lenguaje, y cuan llenas de
demonios infernales son sus palabras! Dice que el diablo habita en el cuerpo de
los zuinglianos; que de nuestro seno endiablado, sub-endiablado y súper-endiablado
no se exhalan sino blasfemias, y que nuestra lengua no es más que una lengua
mentirosa, puesta a disposición de Satanás, rociada, bañada y empapada en su veneno
infernal. ¿Han salido alguna vez semejantes palabras de la boca de un demonio,
por muy furioso que estuviera? Él ha escrito todos sus libros por impulso del
demonio y bajo la inspiración de Satanás, con quien se halla en comunicación, y
cuyos poderosos argumentos le han convencido en la lucha que, según dice, ha
sostenido con él.
Zuinglio hace la descripción de
Lutero en las siguientes palabras: "Ved cómo se esfuerza Satanás por
apoderarse por completo de este hombre. No es raro el verle contradecirse de
una página a otra. Al verle entre los suyos le creeríais poseído de una falange
de demonios”.
Erasmo nos le pinta con los
rasgos siguientes: “Las gentes de bien no pueden menos de lamentarse del cisma
funesto que has introducido en el mundo con tu arrogancia desenfrenada y
sediciosa. Lutero empieza a perder las simpatías de sus discípulos hasta el
punto que muchos de ellos le tratan de hereje, y afirman que despojado del
espíritu del Evangelio, ha sido abandonado a los delirios del espíritu humano”.
He aquí, por último, cómo nos le
representa Calvino: "Verdaderamente, dice, Lutero es en extremo vicioso.
¡Pluguiese a Dios que se hubiera cuidado de refrenar la intemperancia que
trasciende de toda su persona! ¡Pluguiese a Dios que se hubiera parado un poco a
reconocer sus vicios! Lutero no ha hecho cosa que valga. No conviene
entretenerse en seguir tus huellas siendo papista a medias... Vale más fundar
una Iglesia enteramente nueva. Tu escuela,
decía Calvino al luterano Westfal, no es más que una hedionda porquera. ¿Lo oyes,
perro? ¿Lo oyes, frenético? ¿Lo oyes, bestia?”
(tomado de "El protestantismo sin máscara" - de Juan Perrone)
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