lunes, 8 de junio de 2015

El silogismo simple

En un raciocinio se distingue su materia y su forma. La materia del razonamiento son las proposiciones que lo constituyen: la forma es, en cambio, el vínculo que une a las premisas con la conclusión. Ya hemos visto cómo un discurso formalmente correcto puede estar viciado si parte de premisas falsas: se trata de un defecto por su materia. Puede suceder, por el contrario, que un raciocinio con premisas verdaderas contenga una deficiencia de forma, una incoherencia debida al hecho de que no se ha captado bien el enlace entre el antecedente y la proposición que se concluye. Por ejemplo, «el universo es eterno, lo eterno no tiene causa, luego el universo no tiene causa» es un razonamiento falso en razón de la materia (es decir, se basa en premisas falsas); pero «el hombre es animal, el asno es animal, luego el hombre es un asno» es erróneo en virtud de su forma, esto es, no concluye, aunque las premisas sean verdaderas.

Consideraremos ahora la estructura formal de las construcciones silogísticas, comenzando con el silogismo simple o categórico, que es el que consta de premisas con proposiciones simples.

Naturaleza del silogismo categórico. Desde el punto de vista de los conceptos que se están comparando, el silogismo simple se define como un proceso lógico en el que, de un antecedente que relaciona dos términos con un tercero, se deduce necesariamente una conclusión que une o separa los dos primeros términos. Según la unión o exclusión mutua de esos conceptos, la consecuencia es afirmativa o negativa.

Para entender esta definición, basta observar que el raciocinio o silogismo simple consiste en inferir que, si un sujeto S tiene una perfección M, a la que conviene una perfección P, resulta que S tiene la perfección P. Existe, pues, una característica «puente», llamada término medio, que permite hilvanar los otros dos conceptos, que se llaman términos extremos. En el antecedente aparecen los dos extremos y el término medio, pero este último repetido dos veces: en una premisa conviene a uno de los extremos, y en la otra al restante. Esquemáticamente:

La difamación es una  injusticia;
S                           M
La injusticia es un  acto malo.
  M                           P
____________________________________
Por tanto, la difamación es un acto malo.
                          S                            P


Como se ve, el término medio (M) es el que permite realizar la inferencia. En este caso, la razón, al entender la característica injusticia como atribuida a la difamación, entiende que la propiedad de ser un acto malo está incluida en la injusticia, y así concluye atribuyéndosela también a la difamación.

El predicado de la conclusión se llama término mayor (porque suele tener más universalidad que el otro), y el sujeto, término menor. La premisa en la que aparece el término o extremo mayor, a su vez, es denominada premisa mayor; la otra es la premisa menor. En el ejemplo mencionado, la proposición «la difamación es una injusticia» es la premisa menor, y «la injusticia es un acto malo» es la premisa mayor (que, como se advierte, es más universal que la otra).

El uso espontáneo del silogismo. Hay que tener en cuenta que en el lenguaje corriente, y también en el discurrir científico que no reflexiona sobre su propia lógica, los raciocinios no se suelen descomponer en premisas y conclusiones; en el caso anterior se dirá sencillamente que «la difamación es un acto malo, porque es una injusticia». La rapidez de nuestro pensamiento nos lleva a omitir ordinariamente la premisa mayor que, por ser la más general, es la más obvia. Por ejemplo, al razonar que «si Dios está en todas partes, el hombre nunca está solo», se sobreentienden varias premisas mayores, como que «al estar Dios en todas partes, también está junto al hombre», y «cuando alguien está junto a otro, éste no está solo», que son premisas de varios silogismos implícitos cuyo desglose es innecesario e incluso enojoso.

Los análisis de la lógica formal sirven así para conocer con más detalle el curso de nuestro pensamiento, y para poner en evidencia algunos errores que pueden deslizarse con facilidad, precisamente por el uso tácito de muchas premisas y por el gran número de raciocinios que se hacen en breve tiempo. No es raro entonces que se filtre un error disimuladamente, o por inadvertencia.

A diferencia del conocer científico, el raciocinio espontáneo de la vida ordinaria suele aplicarse a casos concretos, partiendo de ciertas premisas universales tácitas: quien dice «como las luces estaban apagadas, deduje que no había nadie en casa», sobreentiende que en toda casa habitada, a ciertas horas de la noche, las luces están encendidas.


Los juicios que emite la conciencia moral son casi siempre conclusiones de una norma general al caso concreto. La conclusión «Fulanito es ladrón» es la inferencia lógica de las premisas «el que sustrae dinero ajeno es ladrón», y «Fulanito sustrae dinero ajeno».

(Tomado de "Lógica", J.J Sanguineti)

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