Una de las características compartidas por muchos grupos "católicos" actuales es el desprecio por la labor apologética.
La apologética es el estudio de la argumentación necesaria para la defensa de la fe católica, frente a los errores de las sectas protestantes, los materialistas, ateos, etc. Y hasta hace poco formaba parte del conjunto de materias que aprendían los seminaristas en su seminario y también los fieles en las parroquias, mediante cursos impartidos ya fuera por los mismos sacerdotes versados en ella o por otros fieles con la idoneidad suficiente. Manuales habían muchos y muy buenos, y en ellos estaba expuesta la apologética con gran riqueza de razonamiento y referencias históricas y bibliográficas suficientes para equipar al interesado con un arsenal probatorio capaz de persuadir de error a los que permanecían en él por ignorancia (pues a los que están en el error por malicia la apologética los deja tal cual).
El estudio de la apologética estaba dividido en varias partes. En primer lugar se realizaba un estudio de nociones elementales de lógica y argumentación racional, indispensable para preparar al estudiante en los requerimientos esenciales del debate y la defensa argumentada de las ideas. En seguida el estudio iniciaba con un capítulo dedicado a probar la religiosidad del ser humano, mediante argumentos preferentemente históricos y psicológicos. Probada la religiosidad del hombre se pasaba a estudiar el cristianismo en cuanto religión revelada, recurriendo a la historia y a la sobrenaturalidad de las profecías y los milagros. Con el edificio de la religiosidad y la revelación cristiana bien cimentado, venía enseguida el estudio de la Iglesia Católica como única religión verdadera, única depositaria de la revelación cristiana. En este punto de nuevo los testimonios históricos jugaban un rol determinante, así como el análisis minucioso de las notas de la Iglesia: unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad.
Además de lo anterior, la apologética comprendía el estudio de algunos temas preliminares, que eran como los supuestos sin los cuales el resto de temas no tenían mayor sentido. Estos temas preliminares eran: existencia de Dios y existencia, espiritualidad e inmortalidad del alma humana.
Todo este gran conjunto de temas formaban lo que se llamaba apologética, y con su estudio el fiel o el sacerdote estaban en condición de afrontar todas las dudas, ataques, objeciones, preguntas, etc., que se pudieran presentar contra la fe católica por parte de sus enemigos o por parte de personas bienintencionadas pero ignorantes de la verdad.
Pues bien, es todo esto lo que ha caído en el desprecio actual de fieles y sacerdotes. YA NO SE ESTUDIA APOLOGÉTICA EN NINGUNA PARTE, ha desaparecido de la lista de intereses de los sacerdotes y ni qué decir de los fieles, los cuales en casi todos los casos ya ni siquiera saben que alguna vez existió tal cosa como la apologética.
A mi modo de ver las razones son dos:
1) El ecumenismo desmadrado del postconcilio
y
2) El sentimentalismo ANTIDOGMÁTICO que se ha apoderado de la feligresía actual.
Por culpa de un desastroso ecumenismo, el clero ha abandonado esa bella labor del apologista, pues se ha difundido la idea de que en el fondo todas las religiones y posturas tienen igual valor y por tanto carece de sentido todo esfuerzo por convertir, convencer o debatir sobre la verdad o el error. El ecumenismo es sin duda la muerte de la apologética así como de toda actividad propiamente misionera.
Pero también se ha difundido un sentimentalismo burdo entre la feligresía, y en el afán de "fijarnos más en lo que nos une que en lo que nos separa", "levantar puentes y no murallas", "dar testimonio de amor y no de división", etc., el fiel católico actual ha venido a convertirse en una especie de filántropo universal abierto a todos los vientos del mundo, acogedor de todos los errores y enemigo acérrimo de toda postura "dogmática" y "cerrada".
¿Qué hacer? ¡estudiar apologética!, por supuesto. El mayor bien que se puede hacer a alguien es sacarlo del error, máxime cuando de dicho error depende su suerte eterna. De nada servirá a mi prójimo un plato de comida que calme su hambre corporal, si al mismo tiempo no sacio en primer lugar su hambre espiritual, pues del hambre espiritual viene la muerte espiritual, que es eterna.
Ojalá se retomaran en las parroquias los cursitos de apologética, hoy que tanto abundan sectas y ataques de materialistas de todo tipo, se haría mucho bien. Pero el ecumenismo y el sentimentalismo han hecho mucho daño y lo seguirán haciendo. Mientras tanto las almas languidecen lejos de la verdad, quizá los estómagos están llenos, pero el espíritu ciertamente muere de sed.
Leonardo Rodríguez.
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