Hace algunos días veía yo un documental en la televisión acerca de la vida marina, específicamente acerca de las costumbres de caza de cierta especie de tiburones. Decían allí que los grandes tiburones suelen ir acompañados a su alrededor por muchos pecesitos de tamaño diminuto que nadan a su lado y se alimentan de los restos que cuelgan de las fauces del tiburón. Estos pequeños peces no saben hacia dónde va el tiburón, ni les interesa, solo están allí para aprovechar la protección que les brinda su gigante amigo y, por supuesto, para recibir la comida sin mucho esfuerzo.
Miraba yo este interesante documental y no podía dejar de pensar en la analogía con los tiempos actuales. Desde hace ya varias décadas la civilización occidental, del viejo y del nuevo continente, es víctima de una muy calculada reingeniería social que busca sustituir en la sociedad aquellas instituciones heredadas de siglos de cristianismo y aquellos principios igualmente heredados de los siglos de fe que nos precedieron. Este proceso de reingeniería cuenta en sus filas con auténticos tiburones y también con peces diminutos. Son los grandes ideólogos y sus idiotas útiles.
Los teóricos de esta revolución anticristiana saben a dónde van, tienen claridad sobre la meta y dirigen hacia ella sus esfuerzos. Son tiburones también los grandes acaudalados tipo Soros, Ford, Rockefeller, etc., y las entidades internacionales como la ONU y sus numerosas filiales y dependencias. Asimismo instituciones como Planeed Parenthood y otras con iguales objetivos y tentáculos a nivel mundial.
Y detrás de los tiburones vienen los pecesitos, que aquí llamamos más bien idiotas útiles, porque al menos los pecesitos reciben un real beneficio del tiburón que acompañan, mientras que los miles de personas que van detrás de la revolución anticristiana, apoyando sus "conquistas y progresos", en vez de recibir algún beneficio, son cada vez más esclavos del sistema, se hallan cada vez más reducidos a la servidumbre moral y como cereza del pastel, llevan la ruina en el alma, que es la peor muerte de todas.
El documental no me hacía sentir lástima por los peces que acompañan al gran tiburón, al paso que por los idiotas útiles de la revolución anticristiana sí alcanzo a sentir algo de lástima. Rezo por ellos para que vean y regresen sobre sus pasos, antes de que sea demasiado tarde y estén frente a frente con Aquél que en vida combatieron en nombre de una todopoderosa "libertad humana".
Leonardo Rodríguez
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