Hoy 23 de diciembre del año del Señor de 2018 nos alistamos para una nueva Navidad (“nativĭtas, -ātis”, que traduce “nacimiento”), es decir, para celebrar una vez más el nacimiento de Jesucristo en la ciudad de Belén, hace ya 2018 años (más o menos). Mucha agua ha corrido bajo el puente desde entonces y lo que hoy se ve por estos días es lamentable.
El consumismo es un fenómeno multifacético y multicausal, pero para análisis hiperdetallados están los sociólogos. Bástenos aquí señalar algunos elementos haciendo uso del mero sentido común.
Para decirlo claro: cuando falta vida interior nos atosigamos de vida exterior, ni más ni menos.
Una vida interior sana, cultivada, plena, activa y consciente, es el mejor antídoto contra ese mal que aqueja a muchos y que consiste en buscar afuera aquello de lo que se carece adentro. Eso es el consumismo, una falsa solución para un problema bastante real.
Y lo paradójico es que este consumismo viene a aparecer con toda su fuerza justo en una época del año que debería caracterizarse por un espíritu de profunda, no, profundísima sencillez y humildad. Porque el Dios hecho hombre elige nacer en un establo, rodeado de su madre, la Santísima Virgen, su padre putativo, san José y quizá algún buey.
Bossuet, ese gran orador francés, decía refiriéndose al nacimiento de Cristo en esas circunstancias:
¡VEN AQUÍ, ORGULLO HUMANO, Y MUERE!
Navidad debería ser una época para "matar" un poco el orgullo humano, o mejor dicho, ese vacío que el hombre adora cuando se adora a sí mismo.
Y acontece todo lo contrario por estos días.
¡Vayamos a un centro comercial para convencernos de lo que decimos! La masa se apiña en ellos como esperando que las flamantes bolsas con que salen de los locales, llenas de cosas que seguramente no necesitan, pero eso sí, de cosas nuevas y a la moda, les colmen ese vacío interior y esa necesidad de felicidad que no encuentran de otra forma.
Se nos dirá que no todos los consumidores por estas fechas lo hacen presa de ese vacío que venimos señalando. Concedemos que puede ser así, y deseamos que así sea. Pero es cierto que lo dicho describe la realidad de muchos, de cada vez más. Es como si asistir al ritual de los centros comerciales, comprar algo, caminar junto a personas que también están allí comprando, nos convenciera de que las cosas en el fondo no están tan mal como algunos nos quieren hacer creer. Que quizá esos negros nubarrones que algunos profetas de infortunios anuncian como inminentes, no lo son tanto y que finalmente aún es posible construir un paraíso aquí en la tierra. Ese es el espejismo que ofrece el consumismo.
Y mientras así se afanan los hijos de Eva en búsqueda de la "felicidad", un humilde niño profetizado desde antiguo por boda de profetas y santos, llamado Emmanuel en las Escrituras, nombre que significa 'Dios con nosotros', sigue naciendo en el establo para enseñarnos muchas cosas, entre ellas, el valor de la sencillez y de la humildad.
Quiera Dios concedernos un poquito de dichas virtudes, no solo por esta época, sino para nuestra vida en todos los ámbitos de nuestro desempeño: familiar, laboral, social, etc.
Y quiera el pequeño de Belén bendecir a todos los lectores de este blog y regalarles la más hermosa Navidad y el más bendecido año nuevo.
¡Feliz Navidad!
Leonardo Rodríguez
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