viernes, 1 de febrero de 2019

(1) Características diferenciales de la moderna filosofía, respecto de la medieval


1) Paso de lo teocéntrico a lo antropocéntrico


La Edad Media se desenvolvió en una atmósfera permeada por la omnipresencia de la iglesia católica (nos referimos al espacio geográfico comúnmente denominado occidente o Europa), sobre todo a través de la actividad de las órdenes religiosas. Luego de la caída del imperio Romano se sucedieron una serie de transformaciones culturales que culminaron con la consolidación de distintos reinos en aquellas tierras que habían sido parte del territorio romano. En medio de la desorganización que casi en todas partes fue la nota distintiva por esos años, solo la iglesia católica permanecía heredera de una estructura organizativa interna que le permitía erigirse en referente de los conatos de organización intentados aquí y allá. Durante los mil años, más o menos, que transcurrieron entre la caída del Imperio Romano y el Renacimiento italiano, la iglesia católica jugó un papel de grandísima influencia social. Dicha influencia se desarrolló con los altibajos que son de esperar en una institución conformada por hombres, que si a veces son dignos de su rango y responsabilidades, en otras no lo son tanto y causan un daño que llega a perdurar más allá de ellos mismos. En todo caso el balance es altamente positivo y se puede afirmar que lo mejor que dio de sí aquella época lo produjo bajo la influencia de los principios morales y religiosos emanados del catolicismo.

Una de esos frutos maravillosos que nos legó la Edad Media fue su pensamiento filosófico y teológico, heredero del pensamiento griego (Platón y Aristóteles), pero a su vez capaz de construir con dichas bases, y al calor de la revelación religiosa de la cual la iglesia era depositaria e intérprete, un sistema global, una cosmovisión, que hermanaba en perfecta armonía lo mejor de la tradición griega de pensamiento con las verdades de la fe y la teología. Fue la armonía de la fe y la razón acerca de la cual tanto se ha escrito.

En dicho sistema armónico Dios estaba en la cima de la pirámide de lo real, como Causa Suprema de todo lo existente y a su vez Causa Necesaria de la existencia actual de todos los entes. El conocimiento de lo real culminaba en Dios como fuente del ser, y de manera particular se concebía a Dios como principio y fin de la existencia misma del ser humano: salido de las manos de Dios y llamado a volver a Él al final de sus días de acuerdo a la estatura moral alcanzada por medio de su conducta en íntima colaboración con la gracia divina. A este sistema de pensamiento se le llama teocéntrico por cuando Dios ocupa el sitial de honor y se le concibe como la explicación suprema de todo, alfa y omega.

En tiempos del Renacimiento una serie de transformaciones culturales, políticas, sociales, etc., que sería largo desarrollar acá, comenzaron a resquebrajar el orden medieval y supusieron la aparición de una sociedad que comienza progresivamente a alejarse del modo de concebir la vida de las generaciones que la antecedieron. El teocentrismo del que se habla para caracterizar al período medieval fue uno de los aspectos que comienzan a desaparecer paulatinamente, y ese vacío comienza a ser llenado por una visión cada vez más antropocéntrica, es decir, una visión de la sociedad y de la vida humana en la cual es el hombre mismo, su realidad, su presente y su futuro, el que ocupa el foco de atención llegando a ser el centro gravitacional para la organización del mundo que comienza a aparecer ante los ojos de los renacentistas.

La filosofía fue uno de los terrenos en los cuales se vio con claridad el paso de una manera teocéntrica a una manera antropocéntrica de concebir las cosas. Se dijo ya que los escritores medievales, en su mayoría teólogos más que filósofos, concibieron la filosofía como una sabiduría humana llamada a ser coronada por la sabiduría divina aportada por la teología como reina del edificio de las ciencias. Entre ambas sabidurías no había extrañamiento ni mucho menos oposición, sino que aun siendo disciplinas distintas, provenían ambas de la misma fuente que era Dios mismo como verdad absoluta. La filosofía preparaba la reflexión teológica, le presentaba materiales, organizaba el orden natural para que fuera apto para recibir la influencia del sobrenatural, infinitamente superior por derecho propio.

La filosofía que comienza a desarrollarse a partir del Renacimiento (pero que hunde sus raíces en autores medievales como Scoto y Ockham) es una filosofía que ya no aspira a la armonía con la fe, una filosofía que busca construirse de cero, autónoma, lejos de las especulaciones teológicas, “pura”. Si en la Edad Media los autores fueron en su mayoría teólogos, en la edad que comienza con el Renacimiento, si bien sigue siendo importante la presencia de eclesiásticos, la filosofía es hecha por hombres que muchas veces ya no son religiosos, ni sacerdotes ni monjes. Señal clara de que se construiría una filosofía donde la teología no jugaría el rol predominante de la época anterior.

Lo que se inicia con René Descartes, considerado padre de la filosofía moderna, es un movimiento filosófico racionalista, en el sentido de ser un movimiento donde la razón va a primar por sobre la fe. La razón sola en adelante construirá el edificio del pensamiento, lejos de la tutela de la fe religiosa.

Y si lo anterior es cierto a propósito del siglo de Descartes, es aún más cierto en nuestros propios tiempos, en los cuales varios siglos de racionalismo han hecho desaparecer totalmente los vestigios de pensamiento medieval que aún pervivían.


Siguientes temas que se abordarán:

2) Separación de la fe y la razón
3) Pluralismo
4) Inmanentismo
5) Liquidación de la metafísica
6) Dominio del conocimiento técnico-instrumental por sobre el filosófico-sapiencial
7) Primacía de la praxis sobre la teoría
8) Rechazo a-priori de la tradición filosófica
9) Idea de la libertad como pura auto-determinación



 Leonardo Rodríguez V.

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